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LA CUARTA PLANTA

Alberto Moncada

Fuente: El Siglo
nº 605, del 31 de mayo al 6 de junio de 2004

En los últimos tiempos se constata un creciente número de enfermedades mentales, entre los socios numerarios del Opus Dei y un peculiar tratamiento de ellas en la cuarta planta de la Clínica Universitaria de Navarra. A la cuarta planta son enviados los miembros de Opus con problemas. Por una parte, hombres y mujeres que sufren trastornos psicológicos producidos por las contradicciones de la vida del numerario. Al cabo de cierto tiempo, muchos entran en depresiones, en neurosis... Los directivos del Opus no permiten que profesionales de la salud mental ajenos a la Obra se ocupen de ellos y han organizado un equipo propio en Pamplona, dirigido por el doctor Cervera y nutrido exclusivamente por miembros del Opus, para tratarlos.

La segunda fuente de pacientes para la cuarta planta son los indecisos o críticos. Los directivos del Opus comparten con los teóricos del estalinismo la tesis de que la desviación ideológica es una enfermedad mental y cuando algunos numerarios del Opus atraviesan crisis de identidad son aconsejados o forzados a pasar una temporada en la cuarta planta.

Según algunos de los socios tratados, hoy fuera de la Obra, el trabajo del equipo médico no consiste tanto en ayudar a recuperar la salud, a clarificar la identidad sino, sobre todo, a insistirles que sigan en el Opus y acepten su enfermedad como prueba divina.

Así se explica la exnumeraria Carmen Charo Pérez de San Román, paciente de la cuarta planta: "Yo sufrí una depresión debido a la vida llevada en la Obra como numeraria, de negación de toda autoestima, de fomento permanente de la inseguridad personal, de incoherencia entre lo que se vive y lo que se piensa... Estuve en este estado los últimos siete años. Los síntomas desaparecieron rápidamente al abandonar la Obra y comenzar una nueva vida".

"Quiero denunciar el aniquilamiento de la personalidad que e lleva a cabo en la Obra y también la falta escandalosa de profesionalidad y de ética de los médicos que me trataron, ya que permanentemente dejaron que creciera en mi conciencia la idea de sufrir una enfermedad seria y crónica, enviada por Dios, la cual debía de aceptar con sumisión y agradecimiento".

"Siempre las directoras de la Obra y los médicos me hicieron creer que Dios me quería enferma y yo le día una entrega absoluta y sin reservas, ya que le había entregado la vida. Jamás se plantearon, ni me dejaron pensar que yo sufría una crisis existencial, un ahogo absoluto de mi personalidad, de todo mi ser, al que estaba impidiendo creer y manifestarse. Jamás me dejaron libertad, me abrieron puertas y caminos, me dieron pautas de conducta para madurar como persona y ser más libre. Lo único que estaba claro es que yo debía perseverar en el Opus Dei contra lo que fuera, incluso a pesar de mi vida".

"Para mí, esto es un motivo de escándalo, que aún hoy, 15 años después de mi salida de la Obra, me subleva interiormente porque lo considero una forma de tortura, que desde luego, Dios no puede bendecir".

Muchos de los pacientes de la cuarta planta son mantenidos en estado de fuerte sedación por la abundancia de tranquilizantes y otras drogas debilitantes de la voluntad que les suministran. Este tratamiento se practica también en las casas cuando sus directores perciben síntomas de estas situaciones. De esta manera, los médicos del Opus, cómplices del mando opusdeista, incumplen su primer deber deontológico, actuar para el beneficio individual de sus pacientes.

Los directivos del Opus mantienen esa utilización interna de la cuarta planta en total discreción y aunque a ella concurren pacientes externos de Psiquiatría, los pacientes internos están aislados, incluso de sus propias familias, a los que se les oculta la situación real con noticias tales como que "están descansando, pasando una temporada de reposo por el desgaste profesional".

Como ha llegado el Opus a esta situación, a la creación de un "GULAG" para sus propios miembros?.

La evolución del movimiento creado por Escrivá de Balaguer permite encontrar algunas interpretaciones. Escrivá diseñó un modo de vida para los numerarios calcado del de los religiosos: votos de pobreza, castidad y obediencia, reglas de control de las actividades por los superiores, obligación de residir en casas propias, etc. Pero la contradicción es que, paralelamente, se afirma que los numerarios son cristianos corrientes, que tienen una profesión y la ejercen con libertad en el mundo, que son responsables de sus propias opiniones y decisiones. En una primera época, cuando la mayoría de los numerarios ejercían profesiones académicas, apenas se producían conflictos. Fue más adelante, cuando había numerarios, e incluso numerarias, ejerciendo otras profesiones, que empezaron a surgir. El tema más conflictivo empezó siendo el dinero. Los numerarios deben entregar el Opus todo lo que ganan y recibir de la caja de la casa una cantidad para sus gastos. Pero si un profesional, abogado, arquitecto, médico, comerciante decide hacer inversiones en sus oficios o negocios necesita la autorización de sus superiores, algo que se complica si quieren pedir créditos bancarios. A esa contradicción se fueron sumando otras, la de tener que abandonar cada cierto tiempo el trabajo civil para actuaciones apostólicas, la de cambiar de casa o ciudad por las mismas razones, hasta ir haciendo prácticamente imposible la realización normal de una actividad profesional. Contradicciones que producen crisis de identidad.

Actualmente la mayoría de los numerarios trabajan en ocupaciones internas, son sacerdotes, funcionarios de la burocracia opusdeista, profesores en los centros de enseñanza propios... Con lo que realmente su empleador es el mismo Opus Dei, de modo que son las mismas atoridades las que controlan a la ve su observancia religiosa y su trabajo. Ello simplifica las contradicciones al precio de haber convertido al numerario en otra cosa, en un religioso disfrazado de civil y, con la intensificación del carácter sectario de la organización, en un robot manejado a distancia.

A su vez las autoridades han ido evolucionando. Hoy la gente llega al poder, al mando, preferentemente por lealtad a la organización y ello les impide entender y resolver las contradicciones intelectuales y vitales que sufren tantos socios. Además, las personas que ocupan cargos internos apenas tienen experiencia civil, su vida ha transcurrido dentro de la organización y toda su preocupación es mantener el control personal e ideológico de los socios. El actual prelado, Javier Echevarría, entró en el Opus muy joven, no ha estudiado en universidades civiles, ha vivido siempre en Roma, pegado al mando y no ha tenido ninguna experiencia profesional.

En cuanto a la ideología, y aunque se predica la libertad profesional, de hecho lecturas, viajes, contactos están controlados. Una consecuencia sociológica de ello es que entre los numerarios apenas hay gente que ejerza profesiones críticas. Hay médicos, ingenieros, militares, abogados, empresarios, pero no hay humanistas, poetas, sindicalistas, políticos progresistas. Los numerarios y los supernumerarios son profundamente conservadores en sus opiniones y afiliaciones políticas. Una antigua numeraria fue severamente criticada en el confesionario porque no votó al Partido Popular en un determinado momento.

Son los supernumerarios, casados y con un lazo no muy estrecho con la organización, los que encarnan la doctrina de la obra de que sus miembros deben actuar en el mundo. De hecho los supernumerarios, extraídos del catolicismo más tradicional, sirven principalmente para financiar las actividades del Opus a través de esa contribución del diez por ciento de sus ingresos que deben efectuar, como parte de su compromiso.

El dedicarse preferentemente a los asuntos internos condiciona la perseverancia. "A donde voy a ir a mi edad, -comentaba un numerario cincuentón-; no he ejercido mi profesión, no tengo dinero, aquí me cuidan bien, tengo una casa confortable, servicio doméstico, mis necesidades están cubiertas. Si me voy a la calle a empezar de nuevo, me sería muy difícil". Así hay tanta perseverancia forzada, tanto aguantar decisiones con las que no se está de acuerdo, algo que desemboca obviamente en el cinismo. El Opus, al contrario que otras organizaciones religiosas, no tiene previsto ayudar económicamente a los miembros que se lo abandonan.

Otra característica del nuevo Opus influye también en la creación de mentes enfermas. La recluta de numerarios que se hacía normalmente en la Universidad, hoy se hace antes. Es muy difícil convencer a adultos de que se hagan numerarios como es igualmente difícil que la Iglesia católica consiga vocaciones para el celibato sacerdotal. Por ello la recluta se practica entre niños, especialmente entre hijos de supernumerarios que son educados en colegios del Opus. Y aunque la ley canónica prohíbe que se puedan reclutar antes de los 18 años, -el cardenal Hume de Londres tuvo conflictos graves al prohibir esa práctica en su diócesis-, se acude a un truco legal. Y es que se ha creado la figura del aspirante que puede entrar en la Obra a los catorce años y medio y luego pasar a numerario aunque, desde el principio, está sujeto a las mismas reglas.

Ciertamente que a ello contribuye la progresiva transformación del Opus en una red de colegios. Escrivá sostenía al principio que la Obra nunca tendría centros de enseñanza, que sus socios trabajarían en centros públicos pero, con el paso del tiempo, las necesidades de supervivencia y los cambios sociales, han hecho variar la estrategia opusdeista. Aprovechando el abandono por los jesuitas de la educación de las elites, el Opus ha abierto cientos de centros, especialmente en el mundo latino, a los que acuden las clientelas católicas. La educación mantiene el tono elitista y conservador que esas familias desean, incluso no hay colegios mixtos sino separados por sexos. Los centros del Opus tienen buena calidad técnica pero sus profesores están obsesionados con la idea de reclutar numerarios y numerarias y usan las tutorías docentes para ese fin. Una coalición inmoral entre profesores y confesores conduce a la presión sobre los alumnos que tantos han documentado ya, especialmente en los testimonios que aparecen en la página web: www.opuslibros.com.

La presión sobre los candidatos produce precoces vocaciones opusdeistas que se consideran por el mando como la mejor productividad de esos colegios. Pero también produce personalidades débiles, alojadas en esa burbuja ideológica y costumbrista que es hoy el Opus de los numerarios. Muchos, la mayoría, se salen en cuanto pueden empezar a pensar por su cuenta, en cuanto sienten más intensamente las pulsiones sexuales. Pero otros se autorreprimen, sefanatizan y uno de los efectos secundarios de esta manera de proceder por los mandos son los trastornos psicológicos de tantos chicos y chicas, algunos de los cuales, incluso, han intentado suicidarse (ver página web citada). Una mención especial merecen las numerarias auxiliares, las que se dedican a limpiar las casas. Según Escrivá eran sus "hijas pequeñas" y ese tratamiento pueril se mantiene de por vida, con una rigurosa separación en dormitorios, reuniones, etc, de las otras numerarias. Lógicamente, como todo el servicio doméstico, estas asociadas proceden de países más pobres pero, a la larga, tal discriminación produce abandonos y también graves daños psicológicos graves.

La cuarta planta es, hoy, la última expresión de esa progresiva transformación del Opus Dei en una secta aunque el Vaticano se siente cómodo con esta organización para llevar a cabo esa contrarreforma de los nuevos modos que se abrieron en el último concilio. Otras organizaciones parecidas, como los Legionarios de Cristo o los Neocatecúmenos tienen, junto al Opus, el favor de este Papa, en detrimento de la influencia de otras organizaciones que, no hace mucho tiempo, constituían el tejido orgánico de la Iglesia católica (los jesuitas, los dominicos o los franciscanos, que han ido evolucionando y acoplándose a las nuevas realidades sociales).

Este tipo de organizaciones fundamentalistas y sectarias están contribuyendo a que, de hecho, existan dos Iglesias católicas: la Vaticana, -tradicional, amiga de la cercanía a los poderes civiles, insistiendo en los viejos temas de la sexualidad, la formalidad, la lealtad-, y la del Concilio, abierta al mundo, simbolizada por la Teología de la Liberación y dominante en el espacio demográfico de más futuro como es América Latina.

 

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