SUICIDIOS
EN EL OPUS DEI
ALBERTO MONCADA, 5 de junio de 2005
Las peculiares circunstancias en las que viven los numerarios
del Opus Dei conducen con frecuencia a frustraciones, depresiones
y abandonos a lo que hay que añadir el creciente número
de suicidios e intentos de suicidio que, aunque ocultados
por la dirección, van siendo conocidos.
Según observadores de la situación, explicada
en testimonios a la página web opuslibros.org, las
depresiones están a la orden del día en las
casas de los numerarios y numerarias. Como explica un antiguo
numerario: Las casas donde vive la gente mayor están
llenas de personas con problemas, deprimidos, que tienen que
tomar pastillas constantemente y algunas casas son destinadas
casi exclusivamente a este tipo de personas. El problema
central que tienen esos numerarios es la contradicción
biográfica entre lo que les prometieron que sería
su vocación, santificar su trabajo en medio del mundo
en una profesión civil y la realidad de su situación,
parecida a un encierro conventual, en la que sus vidas están
minuciosamente reglamentadas. Además, prácticamente
la mitad de los numerarios se dedican a labores internas como
sacerdotes y funcionarios de la organización y su red
educativa. Y más estresante aún es la situación
de las mujeres, mayoritariamente ocupadas en funciones auxiliares,
aunque tengan titulación universitaria y sometidas
al dominio jerárquico de los varones.
La depresión, y su tratamiento en el Opus, puede producir
una situación tal de impotencia que...
la tentación de suicidio comience a presentarse.
Como explica un corresponsal de la página web: Crecientemente
veía más claro que la única solución
era el suicidio, que la vida no tenía valor para mi
ni yo tenía fuerzas para salir de la situación.
R, numerario en Brasil durante veintiún
años, escribe: Las autoridades de la organización
son muy diligentes en no dejar que se divulguen entre los
miembros las noticias negativas o desalentadoras o, en el
caso en que eso no sea posible, dan versiones en las que la
organización no aparece como culpable. Hay, por ejemplo,
el caso de C. P., un numerario mayor que hoy está
incapacitado para el trabajo. La versión oficial es
que el impacto de la muerte de su padre le ha desencadenado
problemas mentales. A.I.C. es un sacerdote mayor, de
gran capacidad intelectual. Es visible su fragilidad psicológica
y sufre persistentes migrañas. Pocos en la organización
saben que ha intentado suicidarse ingiriendo una dosis letal
de medicinas. Fue socorrido a tiempo pero, por ironías
del destino, un miembro del equipo médico que le atendió
en el hospital a donde le llevaron, era un exnumerario que
le conocía.
Una madre de familia numerosa, muy ligada a la organización,
se tiró por la ventana de la consulta del ginecólogo.
Sólo los más allegados sabrán lo que
pasó. Hay entre los numerarios de Brasil casos de depresión
que exigen cuidados médicos especializados pero son
médicos numerarios, sin especial preparación,
los que les atienden y medican tanto para aliviar al paciente
como para evitar situaciones embarazosas en la casa en que
viven. Si no mejoran los cambian de casa para que los que
lo vieron con salud no sean testigos de su declive y en la
nueva casa sean considerados enfermos, desde el
primer momento. Así no hay testigos del proceso como
un todo y se hace fácil divulgar una interpretación
oficial conveniente de los hechos. Cada cierto tiempo, A.
un psiquiatra numerario de Uruguay, especialista en electroconvulsoterapia,
visita Brasil y la condición de paciente de A
es ocultada a los demás en la medida de lo posible.
En La
Cuarta Planta, (Revista el Siglo, nº 605,
31 mayo 2004), me referí a esa zona de la Clínica
Universitaria de la Universidad de Navarra dedicada al tratamiento
específico de numerarios y numerarias con enfermedades
mentales.
Según algunos de los socios tratados, hoy fuera de
la Obra, el trabajo del equipo médico no consiste tanto
en ayudar a recuperar la salud, a clarificar la identidad
de los pacientes sino, sobre todo, en insistirles a que sigan
en el Opus y acepten su enfermedad como prueba divina.
Las informaciones sobre casos de suicidios de miembros del
Opus Dei en España crecen a medida que se pregunta
a antiguos socios que citan, entre otros, el de una numeraria
en Andalucía, JJ.R.R. profesor de Filosofía,
que se pegó un tiro en Pamplona. En algunos casos,
los directivos del Opus tratan de maquillar las circunstancias.
Por ejemplo, el de N. G. directivo del Opus en Córdoba,
gran deportista, profesor de Física en un Instituto
que se tiró por una ventana de su casa una noche y
se dijo que era un caso de sonambulismo. Según parece,
está enterrado en el cementerio de Córdoba con
una lápida sin nombre.
B, otro ex numerario, cuenta casos de
Zaragoza: Un numerario, J.M., de unos veintitantos
años, de una familia con muchos miembros en la Obra,
tenía problemas escolares, depresiones y estaba en
tratamiento psiquiátrico cuando el servicio doméstico,
al entrar por la mañana a hacer la limpieza en el club
Jumara de Zaragoza, se lo encontró ahorcado con el
cinturón del traje de kárate. Otro numerario,
M.A.R. se cortó varias veces las venas en Miraflores,
la residencia de estudiantes de Zaragoza en los años
sesenta. Quisieron endosárselo a su familia pero su
padre, un reconocido ginecólogo, les dijo que ellos
se lo habían llevado y ellos tenían que cuidarlo.
Un supernumerario médico, de casi ochenta años,
A.A., amigo de mi padre, se tiró por el balcón
de su casa en Zaragoza.
La cantidad de numerarios y numerarias que abandona el Opus
a partir de cumplir la media edad, treinta o cuarenta años,
crece en estos momentos en todo el mundo, alentados también
por la previsión de que su vejez va a ser aún
peor pues no existen en el Opus medidas concretas para la
atención de los mayores. Es un caso parecido a la gran
desbandada que se produjo en los años sesenta cuando
Escrivá se negó a aceptar los postulados del
Concilio Vaticano II. Desde entonces se han agravado los perfiles
sectarios y fundamentalistas del Opus Dei, que se traducen
en una infantilización de la adhesión al grupo,
muy propio de las sectas. El Padre, los directores,
tienen siempre razón y en el Opus, una de dos, u obedeces
o te marchas, reza Camino, el libro definitorio del
espíritu opusdeista.
El tema del abandono del Opus ha experimentado una evolución
que hace aún más desagradable el trance. Al
principio, Escrivá presumía de que las puertas
estaban abiertas de par en par para el que quisiera irse pero,
poco a poco, y también, en consonancia con la progresiva
sectarización de la organización, ocurre todo
lo contrario. Aparte de la necesidad de solicitar la dispensa,
un trámite que los directores gestionan a su arbitrio,
a los que quieren abandonar se les acosa de muchas maneras.
La más sencilla es pronosticarles desgracias espirituales
y materiales, algunas de las cuales son fácilmente
administradas también por la organización si
el que abandona trabaja en una actividad de Opus. La manera
de actuar de los directivos es congruente con su talante.
Los que mandan hoy son nombrados básicamente por su
lealtad a la organización y apenas tienen preparación
psicológica y, menos, respeto por los derechos humanos.
Ellos creen firmemente, en base a su fanatismo, que dejar
el Opus es una desgracia personal y un fracaso grupal y tratan
de condenar a la muerte civil, de muchas maneras, a los que
se van, transformando la salida en un drama. El acoso prosigue
incluso después de que la gente se haya ido. Los F.
d. A son una familia de dinero de Barcelona, muy exhibida
por el Opus, una de cuyas hijas, numeraria, decidió
salirse y, tras muchas dificultades, lo consiguió,
yéndose a vivir con una prima suya. Pero sus antiguas
correligionarias no cesaron de perseguirla, incluso por la
calle hasta que la chica se tiró por una ventana. La
gente de su ambiente quedó muy impresionada aunque
la familia no dejó traslucir la tragedia.
Y la pregunta es: ¿La incidencia de suicidios en el
Opus es superior a la media sociológica? Si se añaden
a los suicidios consumados los intentados parece que sí,
aunque la información al respecto es parcial, voluntarista
e imposible de contrastar con las autoridades internas. Para
preservar la identidad de los afectados los he citado por
sus iniciales, aunque existe información completa facilitada
por testimonios cualificados.
Una última circunstancia contribuye a la frustración
de los numerarios. Ellos, les dijeron, eran la espina dorsal
del Opus Dei, los socios paradigmáticos, los protagonistas
del espíritu de la Obra, la santificación en
medio del mundo ejerciendo una profesión civil. El
sacerdocio dentro de la obra era circunstancial, un servicio
a los hermanos que el Padre pedía a algunos como un
sacrificio personal. Pues bien, desde la conversión
de la Obra en una Prelatura personal, las cosas han cambiado.
Como es sabido, Escrivá buscaba la fórmula de
evitar el control sobre sus actividades por los obispos territoriales
y encontró esa solución, en la maraña
de la legislación eclesiástica, a lo que accedió
Juan Pablo II. Pero lo que ellos no esperaban, y trataron
de amañar sin mucho éxito, es que el modelo
de prelatura personal incorporada al nuevo Código canónico
no contempla la existencia de pueblo propio, de laicos miembros
de ella sino solo como cooperadores mediante contrato ad
hoc. La prelatura está constituida canónicamente
solo por clérigos A esta interpretación apostó
el actual papa. De modo que los numerarios, con sus votos,
sus promesas, su régimen disciplinario y su encierro
domiciliario no pertenecen realmente a la organización
salvo que sean ordenados sacerdotes. De hecho, hoy, los miembros
directivos del Opus son sacerdotes en su mayoría.
Semejante situación no favorece mucho la perseverancia
en un régimen de vida tan duro y puede contribuir al
desaliento y la desesperación que tantos sienten. Siempre,
claro, que se enteren de ello, pues los directivos de la organización
no explican a sus miembros la nueva situación jurídica
y sus complicaciones.
Quiero agradecer a Carmen Charo su inestimable ayuda para
la redacción de este documento, así a cuantos,
a su través, me han enviado informaciones. Si alguien
tiene comentarios o nuevos datos, lo agradecería.
Alberto Moncada.
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