SÓLO
HAY UN CAMINO
ÁNGEL, 29 de junio de 2005
No suelo intervenir en casos
como el tuyo, ya que hay otros que lo hacen y
muy bien- con experiencia más reciente que la mía.
Sin embargo, tu edad y los años que llevas dentro me
han traído recuerdos. Tenía yo un poco más
de 27 años y 11 como numerario, cuando el problema,
que me resistía a encarar, finalmente hizo crisis.
En ese momento me dije: la voluntad de Dios, que busca la
felicidad del hombre, no puede ser que reduzca el afán
de mi vida a perseverar a toda costa para mayor gloria del
Opus Dei, aunque objetivamente existan elementos están
dañando mi salud y estabilidad emocional. ¿Qué
es más importante las organizaciones o el bienestar
de las personas?, me pregunté.
Tomé la decisión de irme sin escuchar a nadie,
pensando sólo en mis necesidades personales, para evitar
el chantaje emocional, ni esperar plazos . Intuía que
si dialogaba, como tú haces, nunca saldría del
laberinto. De esa forma, en el mundo real y sin consejos interesados
y manipulaciones de mis sentimientos, enfrenté mis
problemas que en una atmósfera de libertad- desaparecieron
más rápido de lo yo creía.
Han pasado más de 30 años y te aseguro que
no he arrepentido. Acerté al pensar que era joven y
estaba a tiempo, tenía como ves más o menos
tu edad, de rehacer y controlar el rumbo de mi vida. Pero,
además, tú tienes una ventaja respecto a mí:
está página web, una Oreja importantísima
que escucha y conoce los problemas. Yo di un salto al vacío,
pensando que lo que me sucedía, era algo excepcional.
Han tenido que pasar muchas décadas, para que a través
de las experiencias y documentos aquí publicados, mi
experiencia personal de más de 11 años adquiera,
en la madurez de mi vida y con las heridas cerradas, un sentido
y las piezas terminen por encajar en su lugar.
Finalmente, creo que el que hayas escrito -y con suma claridad-
es que ya decidiste y sólo te falta abrir la puerta
y salir al mundo. ¿Da cierto temor?, por supuesto y
de eso se aprovechan. Sin embargo, ocurre como en una vieja
película de mi juventud, de las primeras que vi después
de tener prohibido desde la adolescencia el cine, que se llamaba
Fuga en el siglo XIII.
En ese siglo el poder de un grupo se mantenía teniendo
a la gente encerrada bajo tierra, con el temor de de que al
aire libre sólo existía destrucción.
Para evitar la sobrepoblación no se podía vivir
más de 30 años. Llegada a esa edad los habitantes
eran sacrificados. Pero hubo uno que se negó a morir
en plena juventud, consiguió romper el tabú
y abrió un escape al exterior. Así descubrieron
afuera lo que les había sido negado: un mundo rebosante
de vida, verdor y fecundidad.
Con la fuga se terminó la opresión. Por eso,
Marina, no te dejes sacrificar a los 30 años y abre
tu propio camino a la libertad de una nueva vida.
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