QUIERO
IRME (DE LA OBRA), CREO...
MARINA, 27 de junio de 2005
Les escribo después de muchas dudas, y aun ahora no
sé si hago bien en comunicarme con ustedes. Voy directo
al grano, que eso sí he aprendido en la Obra: a ser
sincera hasta la crudeza (incluso creo que contaré
en la charla, dentro de dos días, que escribí
este mail).
Llevo 12 años en el Opus Dei. Soy numeraria, y mi currículum
es relativamente nutrido: he sido subdirectora en un Centro
de Estudios varios años y directora en un centro de
numerarias jóvenes por un año y medio. Desde
hace algunos meses estoy en un centro de mayores, y sigo pasando
las de Caín.
La verdad, yo soy la que pedí que me sacaran del centro
en el que era directora. Sucede que quería dejar la
Obra y no quería escandalizar a las que vivían
conmigo. Quería y quiero irme por razones que no sé
si son suficientes, pero sí claras para mí:
1) Tengo síntomas de depresión y ninguna persona
de mi familia, tenga la edad que tenga, ha sufrido ni sufre
esa enfermedad. Eso me hace sospechar que mis particulares
circunstancias son las que producen ese malestar.
2) Un psiquiatra de la Obra, al que acudo acompañada
siempre, me ha dado unos antidepresivos que han reducido mi
angustia pero me hacen doler la cabeza, me tienen medio atontada
todo el día y hasta me hace oír ruidos extraños
dentro de la cabeza (sic).
3) He querido tomar unos días de descanso alejándome
de la ciudad en la que vivo, acompañada por otras de
la Obra, y con todas las garantías de que podré
hacer las Normas, y las directoras de la delegación
me han contestado que lo nuestro es lo ordinario, que debo
obedecer y estar tranquila, y que en el centro están
dadas todas las condiciones para que me reponga si hago caso.
4) Antes de ir a este psiquiatra, he ido a un médico
generalista (también de la Obra). Éste me dijo
que era muy importante que hiciera ejercicio físico.
Las directoras con las que hablé me dijeron que les
parece muy bien, y que lo haga, pero no me permiten ir a un
gimnasio porque va contra la pobreza y porque debo vivir con
delicadeza exquisita la guarda del corazón (van hombres
al gimnasio). No pareció serles útil lo que
les dije: que no quiero un novio, sino hacer ejercicios que
me ayuden a estar mejor.
5) He dicho que quería irme de la Obra y me han contestado
que las decisiones importantes como ésa sólo
deben tomarse con la cabeza fría, con salud, y en la
presencia de Dios. Que sería una imprudencia hacerlo
ahora que estoy mal. Entiendo que es hasta cierto punto razonable
lo que me dicen pero, a la vez, pienso que estoy mal por estar
en la Obra y que nada me garantiza que en el futuro vaya a
estar mejor para tomar la decisión. Conclusión:
puedo pasarme la vida esperando el momento para estar en condiciones,
y éste no llegar nunca. ¿Qué me dirán
cuando tenga 40 años hoy tengo 30-, cuando quiera
irme y sea todavía más difícil recomenzar
a esa edad?
6) Pienso en el futuro, y no quiero estar en la Obra dentro
de unos años, ni siquiera sana: veo a las numerarias
mayores (sobre todo a las que han estado en cargos de gobierno
muchos años) y me apena su vida. Son rígidas,
ingenuas, ignorantes, pseudomilitares para algunas cosas y
aniñadas para otras. Una anécdota me hizo ver
claro: Consulté una corrección fraterna para
una, por considerar que estaba siendo rígida y poco
lógica en sus juicios. La directora me contestó:
Tienes que entenderla, ha estado muchos años en la
Asesoría. ¡Me parece demencial que los años
en la Asesoría produzcan estrechez mental! Si las que
tienen la mente más estrecha son las que nos gobiernan,
estamos apañadas
7) Quiero a nuestro Padre, y lo admiro, pero no puedo creer
que todo lo que dijo en su vida se aplique a nosotras, tantos
años después, sin necesidad de correcciones,
actualizaciones, enmiendas. Ser santo no lo hace inmune a
los errores, no lo hace infalible. Las veces que he insinuado
esto me han dicho que era una falta de unidad y de humildad
y de otras diez virtudes más. Sigo pensando que era
santo y, por santo, humano, y por humano, falible. Y nosotras,
idiotas por creer que todo lo que dijo viene de él,
baja directamente del Espíritu Santo, sin escalas.
8) He contribuido a la rigidez mental de muchas numerarias
(el Centro de Estudios me dio la oportunidad de llevar varias
decenas de charlas), y me siento culpable por eso. Cuando
he tenido ocasión, últimamente, he llamando
aparte a cada una y le he pedido perdón. Ya van dos
que me hicieron correcciones fraternas por haber pedido perdón
por eso.
9) Me da desconfianza que me digan que si me voy de la Obra
no seré feliz y me juego la vida eterna. Me da desconfianza
que lo haya dicho nuestro Padre, que lo repitiera Don Álvaro
y que ahora lo diga el Padre. Me parece imposible que supieran
cómo es la vida después de dejar la Obra, y
me recuerda lo que le pasó a una amiga cuando le dijo
a su novio psicópata que lo dejaba: él le dijo
que sería infeliz, que no podría vivir sin él,
que luego se arrepentiría
Un loco, en definitiva.
No quiero pertenecer a una institución que consigue
que yo persevere por miedo a lo que me pasará si me
voy. No quiero más miedo en mi vida. Supongo que eso
es lo que me enfermó.
10) Siempre creí que la vocación era un misterio.
Una elección que Dios hace de una, y que una acepta
si quiere. Y que Dios llama todo el tiempo (eso son las gracias
actuales, ¿o no?). No creo que irme sea decirle que
no. Será decirle: Sí, te quiero, pero creo que
puedo quererte más de otro modo, porque así
me estoy amargando, agriando el carácter, y enfermando
Supongo que obediencia inteligente es eso: le digo que sí,
y pongo la cabeza para hacerlo lo mejor posible. Y lo mejor
es sana y contenta, no enferma y deprimida. Y si irme del
Opus Dei es decirle que no, pienso que no hay pecado que Dios
no pueda perdonar ¿o no es omnipotente?
En fin, no tengo muchas razones más, creo. Tengo asfixia,
claustrofobia, hartazgo
ganas de vivir la vida sin tantas
reglas absurdas. Vivir. Simplemente vivir.
Creo voy a imprimir este mail y lo entregaré en la
charla, para que la directora entienda lo que digo con claridad
(no creo poder decirlo bien cara a cara).
Si alguien tiene algo para decirme que crea que puede ayudarme,
se lo agradezco de verdad. Y si no, pues ya me ayudé
a mí misma poniendo esto por escrito.
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