POBRES
CHICOS...
RAMÓN PL, 9 de septiembre de 2005
Hoy tenía un poco de tiempo para la web. Ultimamente
hay tanto que leer que ya empiezo a seleccionar. Pues, en
un momento dado, leyendo un texto, no he podido dejar de ver
la cara de algunos como FV en Roma y sobre todo los gestos
y rostros de tantos que al conocer de esta web dirán
..."pobres chicos" con un gesto de asco y desprecio.
Esto es lo institucional en la prelatura: cuando uno se va,
desaparece, a nadie importa, nadie pregunta, nada se comenta...
Pero todos aseguran conocer el motivo "real" de
su marcha: o estaba loco o tuvo un problema de sucios amoríos.
Pobres chicos y chicas.
He estado casi veintisiete años dentro. He visto a
muchos que se iban. Pero los veía con esa deformación
obtenida en delegaciones y en Roma, de persona sin sentimientos,
fría, con el hueco bien hecho y bien instalado, sin
necesidad de limpiar ni hacer la cama, sin faltar nunca la
sal en la mesa, y a aguantar que de aquí al cielo...
Ahora, al cabo de los años cuando beso a mi hijo pequeño,
empiezo a entender lo que me falta. Y también a mi
mujer (aquí me pillan: no te decía yo..., dirán)
que me reclama algún beso más, que le hable
de sentimientos, que me compadezca de la gente de la calle,...
Y es que han sido tantos años con oír y predicar
que los sentimientos son malos, que no se piden nunca en la
oración porque no hacen falta, que no se reflejan en
la cara, ni se cuentan (esas amistades particulares...) Me
gustaría encontrar algunos de esos guiones, pero es
igual pues aunque saliese en la web no se creería.
Viendo a muchos que se iban y nunca, nunca, un ayudarles
a instalarse de nuevo, un intentar comprender las razones,
los motivos, un intento de investigar los hechos. Ahora lo
comprendo, pues es cierto: no hay institución eclesial
que trate así a las personas. No hay estructura eclesiastica
jerárquica que funcione así. Ni hay estructura
con tantas ramas secas que se caen porque es normal en otoño:
ni con la crisis del postconcilio ocurrió lo que ocurre
en esta prelatura! Y todos, tan tranquilos: pobres chicos!
Desanima mucho encontrarse con muros: he tenido el gusto
de discutir personalmente con el actual prelado, cuando no
lo era, por el secretismo de muchos documentos, por la falta
de claridad al no dar la traducción de los estatutos
en latín,... y ha sido un muro de cemento. Igual muro
cuando le decía que por mucho que lo dijera el fundador
no cabía en una asociación civil incluir a los
muertos como socios activos... pues costó años
convencer a la prelatura de lo contrario para el caso de las
asociaciones de cooperadores. Pobres chicos.
Muchos pensarán, estarán convencidos, que los
orejas de la web viven en comuna, o al menos serán
dos ex que ahora forman pareja, o que la masonería
les financia la web (podría ser, ciertamente: es más
prelaturo de creer que la
explicación de la coordinadora), o que quien
de verdad está detrás son los de siempre (ahora
no son los jesuitas, sino los legionarios, que todo lo copian)
Impresiona mucho ver a hombres que no lloran ni con la muerte
de un familiar y que cuando están decidiendo su marcha
de la prelatura es tanta, tanta, la tensión que sufren
que rompen a llorar. ¿Alguien me puede explicar situaciones
en la vida con similar tensión? ¿No es, al menos,
algo llamativo?. Más de uno me ha dicho: de mayor lloré
por impotencia en la mili y cuando me debatía entre
seguir o irme al infierno, a la infidelidad permanente (si
eres infiel ahora lo serás con todas las mujeres que
conozcas), y a los problemas de todo tipo que me repetía
el director, el cura, el de la delegación...
Es curioso que con tantos "enfermos" por depresiones
en ambas secciones, y con tantos "raros" a los que
se mantiene en los centros de mayores, nadie se pregunte por
los posibles motivos: si es la falta de selección,
si es la sociedad,... o si es que mire usted por donde, algo
huele mal en la primera prelatura (encomendemos que no sean
los de Lefebre los siguientes, dicen...). Pobres chicos y
pobres almas de tantas buenas personas.
Pd: Me encantaría que pronto aparezca en la web un
teléfono de ayuda, una dirección a la que acudir
y que un batallón de amigos aparezcan dispuestos en
cada ciudad a ayudar a la pobre chica o chico que pretende
dar el paso, con el apoyo moral y hasta el laboral, si hace
falta.
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