LOS
QUE SE VAN PERO AÚN SIGUEN DENTRO
Por Heraldo (Héctor) el 17 de octubre
de 2003
El diálogo con José
Carlos me brinda la ocasión de tocar un tema
que juzgo interesante: el de los que se han ido y siguen dentro.
Por desgracia no podré ser todo lo explícito
que desearía por razones de tiempo; tendré que
ser breve y, por tanto, correr el riesgo de incurrir en imprecisiones.
Esta WEB tiene tal vida que ni siquiera me es posible mantenerme
al día de la cantidad de testimonios que se aportan.
En efecto, en lo humano no existen generalidades absolutas;
siempre aparecen excepciones. No me cuesta no dudar del testimonio
de José Carlos. Conozco un caso muy parecido al suyo.
Pero sigo pensando que lo que José Carlos dice no es
verdad. Seguramente no miente, pero, repito, lo que dice no
es verdad. En la Obra se troquela la mente y el corazón
de tal forma que romper esos moldes resulta tarea de titanes.
A veces se deja la Obra sin haberlos roto.
Haberse salido y seguir dentro es un fenómeno poco
frecuente pero que puede darse. Llegar a descubrir las incongruencias
de la Obra es una tarea que a mí me llevó muchos
años. Era un numerario ejemplar, modelo, totalmente
identificado con la Obra y los directores. Seguramente que
esto influyó en la confianza que se me tenía
y que se manifestó en tantos cargos de responsabilidad
que por muchos años se me confiaron. Muchas de las
cosas que ahora llamo incongruencias fueron valoradas por
mí como defectos de personas concretas o meras situaciones
coyunturales superables. Me resistí a pensar que se
trataba de verdaderas incongruencias consecuencia del modo
equivocado de sistematizar un espíritu en sí
mismo santo.
Pero, ¿qué pasa con las personas que dejan
la Obra y siguen dentro? ¿Qué pasa con quienes
han dado el paso de salir y continúan viendo la Obra
y toda su praxis institucional como algo inmaculado y salido
de las manos de Dios?
No quiero caer en las tan denostadas generalidades. Daré
una respuesta adecuada a lo humano, que permite excepciones.
Esas personas tienen que cargar con una horrible sombra en
su interior: la sombra de la infidelidad, la sombra del fracaso.
Por ello, son personas afortunadamente pocas que
no logran superar nunca, en redondo, su paso por la Obra,
y sobre todo su salida. Esta situación es gravemente
peligrosa. Es una fractura interior. Queda como un desgarrón
o herida que se resiste a cicatrizar. En estos casos se aplica
a la letra aquello del Fundador: encontrarán hiel hasta
en aquello que para las demás personas es motivo de
alegría.
Me gustaría poder contribuir a que este sufrimiento
no le ocurra a nadie. Esta WEB cumple maravillosamente con
el propósito de redimir a quienes no han logrado tener
la audacia y lucidez para discernir lo que es una falta de
fidelidad de un desencanto. Se trata de un delicado asunto
de conciencia que cada uno ha de resolver en su interior y,
si tiene fe, de cara a Dios. Pero mi consejo es tratar de
salir de la Obra por entero: fácticamente, de iure,
con toda la mente y todo el corazón; y además
sin engaños. Considero que es la única manera
de volver a gozar la vida en plenitud y conseguir una auténtica
renovación. Es, asimismo, la única manera de
garantizar hasta donde nos es posible-, el éxito
de esa nueva vida.
En esta línea, aconsejo abandonar toda dependencia
del Opus Dei y de sus miembros, en lo humano y en lo espiritual.
Me parece poco acertado, por ejemplo, seguir recibiendo dirección
espiritual en la Obra, o acudir a un sacerdote de la Obra
para la confesión. En suma, quedar como un satélite
del Opus Dei es un modo de no lograr la aludida renovación
de vida. No es nada fácil volver a ser una persona
normal, llegar a ser un verdadero cristiano corriente. Se
tiene que obrar una auténtica metanoia. Facilitémonos
ese proceso.
Acceder a esta WEB, en cambio o cualquier cosa análoga,
constituye a mi juicio una excelente terapia. Dejar dentro
y pretender tapar e ignorar lo que se ha acumulado durante
años no es sano.
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