LA
LIBERTAD DE EXPRESIÓN DENTRO DE LA OBRA
E.B.E., 3 de febrero de 2004
Habiendo leído algunos mails muy reaccionarios contra
quienes critican al Opus Dei, recordé algo que ahora
es corriente para mí como para tantos que salieron
de la Obra, y es la libertad de acceso a las fuentes de información.
Dentro de la Obra uno sólo recibe la información
del canal oficialista, un verdadero bombardeo: las revistas
internas, las notas y avisos escritos, los medios de formación,
las charlas, las lecturas, etc., y además todo redactado
o dicho con una seguridad tal que quien duda es un hereje.
O sea, las dudas se reemplazan por afirmaciones. Es como la
política de «partido único». La
creación de mitos convertir cosas ordinarias
en extraordinarias sin que medie razón- en la historia
interna de la Obra refuerza su hermetismo (porque los mitos
subsisten en un ambiente de gente «convencida»).
Estando fuera de la Obra, y habiendo tomado distancia de
la voz monopólica y oficial que representa la Obra,
uno pierde la memoria de cómo era todo aquello, el
ambiente herméticamente cerrado de la Obra. En todo
lo que hace relación a la Obra existe siempre una sola
versión de los hechos y es la que dice ella misma de
sí misma.
Es extraño, porque así uno vive la doble vida:
secular afuera y teocrática adentro.
Y es lógico que muchos reaccionen en la forma en que
lo hacen frente al «error» o información
que no concuerda con la Voz Oficial. No tienen experiencia
de pensar por sí mismos ni mucho menos de cuestionar
a la Voz Oficial cuando algo que dice genera inquietudes.
Es que, si no se tiene un pensamiento propio, menos se puede
cuestionar nada. ¿Desde qué lugar hacerlo?
El monopolio que ejerce la Obra sobre la información
y la formación es increíble. Y es también
cómodo y placentero, en algún aspecto, porque
forma parte de un sistema que «se hace cargo de todo»:
lo único que exige de uno es «dejar hacer»,
volverse pasivo, eliminar toda defensa. Este «dejar
hacer» (en manos del alfarero) es un principio fundamental
de la ascética de la Obra y de su dirección
espiritual. Forma en la irresponsabilidad personal y al mismo
tiempo en el automatismo de pensamiento y de acción.
Uno es sustituido por el modelo hecho en serie.
Por otro lado, el fundador habló de todo, fue todo
un «adelantado». Y en ese sentido puede dar la
impresión de pensamiento «abierto»: él
da su versión sobre todo, entonces en apariencia no
hay nada que esté prohibido decir o pensar. Es una
libertad de expresión «coactiva» (cuándo
no) que se adelanta y dice qué es lo que hay que pensar
sobre todo (o casi todo). No es una censura directa o mutiladora
(aunque la hay, como en el caso de diarios y revistas o libros
también) sino más bien una censura por imposición:
«esta es la verdad sobre tal tema y no hay otra cosa,
el resto son falsedades». En este sentido, la información
«abunda» en la Obra, rebalsa. Es censura por embotamiento.
Una persona en la Obra difícilmente tendrá
acceso a otras fuentes de información que contrasten
con la Voz Oficial. No es una cuestión «física»:
existe Internet y tantos otros medios a los cuales pueden
acudir, es cierto. El problema es el acceso interior: tiene
la censura incorporada con una fuerza tal que no hay hacker
posible que pueda filtrarse en los contenidos de la conciencia
de una persona de la Obra, si ella libremente no lo permite.
Y el ejemplo más claro son los mails reaccionarios
que esta web recibe.
En la Obra forman y educan para «la resistencia»,
para la «impermeabilidad». Así como cerrada
es la Obra en sus formas institucionales de ser, así
de cerrados han de ser sus miembros. No digo que sea imposible
otra cosa: es que en cuanto empieza a darse algo distinto
ese miembro de la Obra corre peligro. Porque para acercarse
«interiormente» a las fuentes de información,
hay que acercase a la «frontera». Y de ahí
al «exterior», hay pocos pasos, o tal vez uno.
Pienso en el caso de Alfredo y Javier, donde éste le
pregunta sin preguntar «de qué lado estás»,
() porque Alfredo
quiere pensar y decidir como un hombre libre, algo que va
a contramano de todo el tráfico mental de la Obra.
Es curioso cómo en el Opus Dei se hablaba tanto de
«las aguas estancadas» y de la importancia de
que «las aguas circularan» (refiriéndose
a la sinceridad «hacia arriba») mientras se estancaba
la información «hacia abajo» cuando se
pedían explicaciones sobre ciertos criterios. La Obra
con toda su complicación de secretos, misterios y prohibiciones
en la circulación de la información: pensemos
en la prohibición de tomar nota literal de las frases
del fundador o en la prohibición de hablar de la Obra
una vez afuera de ella- creó un ambiente mental más
estancado que las aguas podridas a las que aludía.
El hermetismo que se vive en la Obra produce lo que las aguas
estancadas. Con la erección en Prelatura, la Obra comenzó
a dar una apariencia institucional de «circulación»
de la información hacia el mundo exterior. Como bien
dijo Brisa
(30/1), recién con la Prelatura los numerarios comenzaron
a decir que eran de la Obra. Pero todo esto es pura apariencia.
La Obra retiene con fuerza aquello que no quiere que circule.
Qué bueno que ahora nosotros hagamos circular esas
aguas empantanadas para que vuelva la salud a nuestras mentes
y a las de tantos otros. Que nada de esta podredumbre quede
en nuestras cabezas.
Le deseo a Alfredo lo mejor y que de ser posible pueda seguir
viviendo en la Obra conservando su forma de ser y de pensar,
a pesar de lo que dice la experiencia de tantos y tantas,
que han visto como un imposible tal objetivo.
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