LAS
INMORALIDADES DEL OPUS DEI
Enviado por Ñam Ñam el 28
de noviembre de 2003
Tiempo atrás participé (con el seudo "ñamñam)
en dos foros sobre el Opus Dei en que participaban ex miembros,
casi todos gente de nivel. El proceso de destrucción
de ambos foros fue igual: empezaron a proliferar participantes
que se presentaban como ex-miembros y en realidad eran panegiristas
ardientes (y estultos) del Opus Dei. Proliferaban como la
peste. Se contestaban unos a otros, para así "ahogar"
el foro. Al poco, comenzaron a quitarse la careta y pasaron
al insulto directo con mensajes autocopiados, como virus informáticos....
y realmente lograron que los auténticos interesados
en el foro se largaran. Y yo aquí me lleno de sospechas,
no lo puedo evitar.
Porque yo me pregunto: ¿Existe la figura del ex-miembro
en buen plan? Me refiero a quienes hayan estado el suficiente
tiempo para enterarse bien de cómo funciona todo y
haber vivido a fondo el espíritu, leído
documentos internos... No conozco a ninguno de esas características
que luego de haberse ido siga alabando al Opus Dei. Por eso,
cuando alguno aparece, esporádicamente, y sólo
encuentra virtudes en la Obra, me lleno de sospechas, no lo
puedo evitar.
Yo sí que viví, no una vez sino SIEMPRE la
cuantificación de los posibles pitajes (conseguir vocaciones,
para quienes no conozcan el argot interno de la Obra). Aquello
de "dos vocaciones al año"..., las listas
de San José... Y cuando coincidí (univ...) con
gente de otros países, era exactamente igual. España
es para el Opus Dei de otros países, el espejo en que
mirarse. Si algo se hace en España, la niña
mimada del Consejo y su vaca lechera, es seguro
que se hace o se intenta en todos los demás países.
Precisamente la pretensión de alguno de que en el país
en que estuvo (¿cuál?) no se hacían algunas
cosas, choca con la obsesión de la unidad. Si dice
eso dentro del Opus Dei la corrección fraterna es fulminante
y muy seria.
- Durante años me encargué de llevar una exhaustiva
estadística de todos los chicos de San Rafael que acudían
a cada una de las actividades: retiros, cursos de retiro,
convivencias, películas, visita al sacerdote, charla
con él, círculos. Ídem cuando llevé
un centro de agregados y finalmente cuando estuve en la labor
de San Gabriel, con supernumerarios. Se llevaba cuenta absolutamente
de todo por indicación expresa de la Delegación.
Y periódicamente se enviaban los estadillos a Delegación.
Yo tuve el mérito de confeccionar para
mi uso un estadillo tan eficaz que encandiló a los
de Delegación y se lo tuve que pasar a limpio
y enviárselo. No sé si lo llegaron a usar, ni
me importa, pero la evidencia del supercontrol es aplastante.
Todo esto empezó a perforar mi coraza de numerario
programado, porque no lo veía compatible con la famosa
afirmación de Escrivá de que El Opus Dei
es una organización desorganizada O le tenían
secuestrado y no se enteraba de nada, o es que estaba tan
enfermo desde hace tantos años que la dirección
la llevaban de hecho otros, o es que era un hipócrita.
- Me han obligado a mentir de la manera más cochina:
como miembro de un consejo local, tuve que recortar alguna
página de Crónica y sustituirla por otra retocada,
estilo estaliniano. Aunque en la cabeza me saltaban todas
las alarmas. En la nota que llegó de Delegación,
prescribía seriamente que no debíamos leer bajo
ningún concepto la página sustituida. Eso es
mentir, falsear la verdad, con premeditación y alevosía.
Con nocturnidad no, porque lo hice de día.
- El Opus Dei sí me quitó la libertad, de
un modo mucho más sutil y efectivo que atándome
con cuerdas: comiéndome el coco, lavándome el
cerebro, dándome una formación de robot, aislándome
de mi familia. Cuando salí del centro de Estudios,
con la carrera recién acabada y me enviaron a la quinta
puñeta, bien lejos de mi familia, en una ciudad penosa,
sin posibilidad de dedicarme a lo que era mi profesión,
yo asentí y hasta con el gozo de un joven impulsivo
y generoso. Pero no era libre. Si hubiera dicho que no...
me hubieran presionado a muerte, me harían ver que
tenía una horrorosa falta de espíritu, que estaba
traicionando a la Obra, que no obedecía... Esa no era
una elección libre, como no lo es ninguna de las opciones
del clásico "¡la bolsa o la vida!"
- Había cosas que no entendía, sí,
pero no la tontería de mangas largas o cortas. No entendí
nunca bien la instrumentalización de la amistad, que
me sugirieran que dejara de tratar a una persona que claramente
no pitaría, aunque fuese mi amigo del alma. Nunca entendí
que organizáramos cursillos (por ejemplo, de las famosas
"Técnicas de Estudio") sin ninguna competencia
profesional para ello y encima con la única intención
de conocer a gente. Nunca entendí que me obligaran
a decir a mi familia que sólo podía estar con
ellos dos días porque estaba agobiado de trabajo en
el centro... cuando yo sabía que eso era una pura mentira.
- Me obligaron a hacer inmoralidades, sí, como la
que cuento a continuación. Durante años llevé
la charla de un agregado, a quien llamaré Santi. Era
una persona fundamentalmente "buena" además
de gran trabajador pues se sacaba brillantemente una carrera
universitaria compatibilizándola con trabajo profesional
a tiempo completo. Además hacía apostolado.
Puntualmente ingresaba su sueldo completo en caja, del cual
solo sacaba para su manutención. Y hasta incluso tenía
una presencia física bastante agradable.
Cuando Santi acabó sus estudios universitarios, su
familia le animó a dejar su trabajo para preparar unas
prestigiosas y durísimas oposiciones. Sus padres le
estuvieron manteniendo durante esos años haciendo un
enorme esfuerzo económico. Y coincidió que cuando
Santi sacó las oposiciones, el pequeño negocio
familiar paterno se fue a pique dejando grandes deudas (en
parte porque centraron sus esfuerzos económicos en
mantener al hijo mayor, prescindiendo de la ayuda que antes
les daba por comida y alojamiento). Se quedaron realmente
con lo puesto, sin ningún ingreso. Este agregado rápidamente
planteó darles una "ayuda familiar" ya que
ganaba un buen sueldo. La respuesta oficial de la Delegación
fue conceder una ayuda miserable, (en dinero actual sería
el equivalente a 300 euros-50.000 pta, para una familia de
padre madre e hijo y con deudas) que además la daría
directamente la Obra. Él se quedó indignado
y yo le di la razón; hablé con los de Delegación,
pero era inútil: eso es lo que estaba dispuesto por
Nuestro Padre y no había más que hablar. A base
de insistir conseguí que me dieran un rapapolvo por
"falta de docilidad" y que el director de mi centro
en persona me sustituyera en llevar la charla de Santi. El
entró en rebelión: le indignaba y veía
como una enorme injusticia, que habiendo dado todo su dinero
a la Obra, se le respondiera en caso de grave necesidad con
esas migajas humillantes. Sus padres estaban destrozados,
claro. Además tenía un hermano pequeño,
que con esa miseria nunca podría estudiar lo que él
estudió... Tras una madura reflexión Santi dejó
el Opus Dei. Y sembró en mí una semilla de inquietud
y rebelión.
Esto que cuento, que es rigurosamente cierto, es una inmoralidad
de tomo y lomo. Un pecado gordísimo. Y una conducta
muy parecida a la de los fariseos tan fustigados por Jesús,
esos que colocan pesos enormes sobre los hombros ajenos y
ellos no ponen un dedo para ayudarles. ¿Que coño
pasa (con perdón) con el dulcíiiisimo precepto?
Además no se puede argüir que esto es un caso
particular o una conducta equivocada de una persona. No: es
una "conducta tipificada". Está escrito que
se haga así. Es una inmoralidad prevista, deseada e
impuesta. El responsable principal es el Opus Dei, y secundariamente
los directores. Yo ante Dios sé que hice lo que pude
No es el único caso de este tipo que me tocó
vivir. Pero para muestra vale un botón.
- Es una inmoralidad lo que hace el Opus Dei con el coche
y las personas que se van, como os relato a continuación.
Los últimos años de estar en el Opus Dei compré
un coche, que necesitaba para mi trabajo, muy distante del
centro, y para atender las labores apostólicas y a
los de Casa. (Con los años que llevaba aportando mi
sueldo, me podría haber comprado un montón de
coches bastante mejores.) Me hicieron firmar un "Vendí"
con el nombre en blanco. Para los que no sabéis de
que va eso, se trata de un documento en que tú firmas
que le has vendido el coche a... Si te vas del Opus Dei, te
presentan el papel y te quedas sin coche.
Eso es lo que hicieron conmigo el día que me marché,
con el recochineo de que no me dejaron usarlo ni para hacer
el transporte de las maletas al modesto apartamento que me
alquilé. Y me encontré con que no tenía
como ir al trabajo.... en autobús público era
muy complicado. Hice lo que pude, los compañeros del
trabajo me ayudaron y al poco, pedí un préstamo
y compré el coche más barato que encontré.
Este tipo de comportamiento -tipificado también- es
una auténtica falta de caridad. Es la política
de "putear al que se va" (con perdón, pero
somos mayorcitos)
- Es una inmoralidad que me hicieran mentirle descaradamente
a una compañera para no tener que llevarla en coche
al trabajo. Fue despiadado, porque realmente la buena mujer
no conducía y no había otro medio de ir. Tuvo
que quedarse a dormir en una mala pensión, siendo madre
de familia. ¡Qué falta de caridad más
grande me hicieron cometer! Pero no, el fin de preservar mi
pureza (?) justificaba cualquier otra barbaridad. El caso
es que fue ahí donde perdí la pureza... de intención
y la inocencia, pues fue la primera vez en mi vida que mentía
obligado y a sabiendas de que era malo. Cuando me confesé
de ello y le pregunté al cura qué debería
hacer para reparar, para no seguir mintiendo... me dijo que
no le diera mas vueltas, "no seas puñetero".
Eso sí, cuando se trataba de cosas realmente relacionadas
con la "pureza", (con el sexo, vamos) había
que ser delicadísimo y sincerísimo. Recuerdo
las insistentes y detalladas preguntas que me hacían
cuando comentaba que esa noche había tenido una polución
y estaba algo intranquilo, porque tampoco me acordaba bien
de que hasta qué punto era voluntario, si estaba o
no dormido del todo... ahí no me decían que
no fuese puñetero. Por cierto, acabaron recetándome
pastillitas, un clásico en el menú.
- Si algún ex miembro (y los que estén dentro)
no ha visto ningún comportamiento del tipo de los que
relato, o estuvo ciego o... Pero yo me lleno de sospechas,
no lo puedo evitar
Y ahora, reflexiono en voz alta:
-¿Me lo he pasado en grande? (Esto me lo inspiran
los simpatiquísimos escritos de Satur)
He de decir que pasé muy buenos momentos con chavales
como yo, generosos, decididos y entregados. Pero mi vida en
el Opus Dei no fue un camino de rosas. Me "especialicé"
en el trabajo duro y callado. No sé bien por qué
pero me acababan cayendo las tareas más duras e ingratas:
atender a las personas más conflictivas, aguantar "montajes"
ingratos, duros y de los que los demás de Casa huían
como de la peste. Otros, quizás por provenir de familias
"bien", se dedicaban a divertidísimas (y
carísimas) actividades con niños rubios: esquí,
convis, Univ... mientras yo que no soy de familia bien ni
especialmente guapo ni simpático, me pateaba tres fines
de semana al mes los campamentos militares donde había
gente de casa haciendo la mili. Campamentos que además
estaban todos a más de tres horas de distancia en coche
y en sitios horrorosos. La verdad es que algún director
me llegó a decir que no sabía que haría
sin mí, porque yo le solucionaba todas las papeletas
duras. Esta "confidencia" es impropia de un director,
pero debía responder a verme agotado, para animarme.
Y efectivamente, en más de una ocasión caí
enfermo de agotamiento puro y duro, stress, que me lo tuvo
que diagnosticar un médico amigo al que trataba, porque
el médico oficial, otro numerario que vivía
conmigo, sólo veía un ligero resfriado y me
miraba mal porque no me levantaba de la cama.
En los cursos anuales, me daba la impresión de que
poca gente se tomaba los estudios internos con la seriedad
con que yo me los tomaba, visto lo poco que estudiaban...
y eso que a mí siempre me resultaron descorazonadoramente
fáciles. En alguna ocasión me enfadé
con el cura que explicaba por lo enormemente inepto
que era e hice huelga de estudio por mi cuenta
y sin decir nada a nadie me negué a coger apuntes ni
a mirar el folleto que nos daban de texto, (otra
ofensa a la inteligencia) ni a estudiar na de na. Hice el
examen por cumplir... y resulta que saqué Summa
cum laude. La asignatura era Ética especial.
Mi asombro fue enorme, me partí de risa y cuando lo
conté en la charla me echaron la gran bronca y me prohibieron
que lo contara a nadie. Lo que pasa es que a los pocos días
vino el director espiritual del centro de estudios (este sí
que era un geniecillo con dos doctorados y listísimo)
y me dio la razón en cuanto a la incompetencia del
profe, pero me riñó, quizás con razón,
por mi soberbia. Creo que mi pecado fue no cerrrar los ojos
a la evidencia.
Siempre estuve pilladísimo de tiempo, haciendo dos
o tres cosas a la vez. Recién pitado, compatibilizando
una dura carrera técnica superior con las ocupaciones
mil del centro de estudios en donde además llevaba
un buen número de charlas de otros chavales de casa.
Después, empezando mi vida profesional, en el consejo
local de un centro numeroso de agregados, muy disperso, con
viajes continuos por montes y llanuras, con trabajo profesional
a tiempo completo y preparando oposiciones nada fáciles,
que acabé sacando con éxito. Finalmente, compatibilizando
como podía, el trabajo profesional a tiempo completo
con dar clases en la universidad (con todos los parabienes
de los directores de la Delegación, que me prometieron,
-falsamente- aligerarme de trabajo interno), y con la atención
de dos grupos de supernumerarios, uno de ellos en un lejana
ciudad (100 Km.) donde no había centro (eso lleva su
tiempo, os lo aseguro).
Cuando empecé a quejarme de que ya no podía,
y a pedir que me rebajaran algo los encargos, (tal como me
habían prometido en Delegación), que ese año
no hiciera los estudios internos los fines de semana... la
respuesta fue hacerme asistir a clases extras de latín,
a raíz de una de esas ventoleras en forma de notas
llegadas de Roma.
No, realmente no lo he pasado en grande en el Opus Dei. Lo
que he hecho ha sido trabajar como un burro, alejarme de mi
familia, darles una cantidad de dinero considerable, pues
llegué a cobrar sueldos bastante elevados. La única
compensación era la convicción de estar cumpliendo
con mi deber y comprobar que mi esfuerzo aliviaba a otros.
Pero realmente he de reconocer que cumplieron lo dicho: me
exprimieron como un limón y luego me iban a tirar...
cuando me fui antes.
Hay quien se fija mucho en las comodidades de la vida de
los numerarios: que si comida hecha, ropa planchada, casa
limpita... A mí no me compensó en absoluto.
A cambio tuve que sufrir incomodidades mil, mucho más
importantes. Por eso, lo primero que fui viendo cuando salí
de la Obra es que me lo pasaba infinitamente mejor fuera que
dentro. Y eso que lavo, barro, plancho, y me hago la comida
todo yo solito. Infinitamente mejor.
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