Mis Derechos Humanos
más elementales, fueron violados
Por una ex numeraria auxiliar, Europa
El siguiente testimonio ha sido escrito por una mujer joven
de Europa que experimentó directamente la penosa vida
de una numeraria auxiliar del Opus Dei. El Opus Dei recluta
mujeres jóvenes de zonas poco favorecidas económicamente,
para que dediquen sus vidas a fregar, limpiar y cocinar para
los numerarios de los opulosos centros de la obra. Y, además,
se les exige una vida célibe con votos de pobreza,
castidad y obediencia.
En su libro, "Tras el Umbral: Una Vida en el Opus Dei"
(por María del Carmen Tapia, Ediciones B, 1992. En
español puedes leerlo en Carmen
Tapia y en inglés, en ODAN), Maria del Carmen
Tapia dice: "en esto el fundador del Opus Dei era inflexible.
Es decir, una sirvienta nunca podía aspirar más
que a ser una buena sirvienta
" ..."En otros
países donde las numerarias y las sirvientas realizan
esa labor en las casas de los varones de la prelatura, reciben
un sueldo, pero bajísimo, y por supuesto ningún
seguro social de ningún tipo. En virtud de la pobreza,
esos sueldos van directamente a la caja de la casa donde viven
y a las sirvientas no se les entrega dinero alguno porque
se supone que, al tener que ir siempre acompañadas
de las numerarias son éstas las que pagan los gastos
que sean. Naturalmente cuando necesitan ropa o zapatos también
se les compra, pero ellas no manejan dinero alguno."
ODAN y Opuslibros agradecen a la joven que ha compartido
el testimonio de sus dificultades. Aplaudimos su coraje al
hablar acerca de las realidades de la vida de una numeraria
auxiliar.
Yo fui un miembro del Opus Dei durante siete años.
Mi situación dentro del Opus Dei era definida como
una "numeraria auxiliar."
Mi primer contacto con el Opus Dei surgió por un anuncio
en la prensa local sobre una escuela de hostelería.
Se ofrecía un certificado en administración
del hogar y cocina a muchachas jóvenes. Las interesadas
tenían que pasar por dos entrevistas, una en su hogar
y otra en el centro del Opus Dei. En aquel tiempo había
una fuerte recesión económica y mucho desempleo
en mi país. A las candidatas se les garantizaban contratos
fijos al finalizar el curso de cocina y servicio. Ese cebo
influyó en la decisión de mis padres para enviarme
a aquella escuela privada. Así que a la edad de 15
años empecé el curso de hostelería.
Cuatro meses más tarde, me convertí en numeraria
auxiliar. Fui reclutada de la manera usual. Las asociadas
del Opus Dei del centro me consideraban una "líder"
y, por consiguiente, tenía muchas posibilidades de
influenciar a otras muchachas. Sin embargo, ahora me doy cuenta
de que había una doble intención en lo que hizo
que los directores del Opus Dei me diferenciaran de las otras
estudiantes. Mi familia tenía un problema particular
que yo había discutido con mi "directora"
durante las llamadas "confidencias." No lo supe
hasta muchos años después. Ella había
comentado mi problema familiar con otras directoras de la
obra, por lo que pusieron en acción un plan sofisticado
para reclutarme.
Empezaron sugiriendo que rezara por mi familia, luego que
me confesara semanalmente, comulgara diariamente y otras cosas.
Me dijeron que si seguía la voluntad de Dios, la situación
de mi familia mejoraría. Sin enterarme, yo ya tenía
vocación; me dijeron que sería infeliz durante
el resto de mi vida si no hacía lo que Dios me pedía
y que, además, el problema de mi familia empeoraría.
Yo estaba aterrorizada cuando "pité" como
numeraria auxiliar en Roma durante la conferencia UNIV (la
Conferencia UNIV es un evento en Roma promovido anualmente
por el Opus Dei durante la Semana Santa. Participantes de
todo el mundo son seleccionados para participar en esta conferencia.
Típicamente, sólo aquellas personas que están
a punto de unirse al Opus Dei son invitados a participar en
la conferencia, junto con los numerarios que se esforzarán
en que pidan la admisión. Se ejerce una presión
tremenda sobre "los candidatos" para que se unan
al Opus Dei durante esa semana.)
Cuando regresé a mi país después de
la conferencia UNIV, me separaron de las otras estudiantes
del curso de hostelería. Censuraban el correo que recibía
y enviaba, controlaban mis llamadas telefónicas y revisaban
mis pertenencias personales. Tenía que hacer una contabilidad
de mis gastos a la directora y entregar el poco dinero que
tenía. Lo que más me molestó durante
ese tiempo fue cómo el Opus Dei vigilaba y dirigía
mi relación con mi familia. Me decían lo que
podía y no podía escribir en mis cartas y qué
les debía decir cuando hablaba con ellos por teléfono.
Siempre había una numeraria al lado cuando mi familia
hablaba, y ella siempre me llamaba más tarde aparte
para preguntarme sobre lo que había hablado con ellos
telefónicamente.
No hay necesidad de decirlo, mi familia ignoraba totalmente
el hecho de que me había convertido en un miembro del
Opus Dei. La directora me dijo que se lo podía decir
una vez el curso terminase.
Mientras tanto, también me dijeron que les mintiese
acerca de lo que estaba pasando en mi vida cuando les visitase
durante las vacaciones. Después de esas visitas a mi
familia, los miembros del Opus Dei me interrogaban acerca
del sitio donde había dormido, lo que había
conversado y los periódicos que había leído.
Mi familia, lógicamente, notó un gran cambio
en mi conducta. Desapareció mi forma de ser alegre
y extrovertida. Me volví introvertida y sospechosa
de todo.
Cuando el curso iba a terminar, ¡me instruyeron sobre
cómo tenía que contarles a mis padres mi decisión
inminente de unirme al Opus Dei! Cuando mis padres supieron
la decisión que había tomado, se volvieron locos.
Mi única respuesta a su infinidad de preguntas fue:
"es la voluntad de Dios."
Apenados y tristes, mis padres dejaron que regresara para
presentarme a los exámenes, con la esperanza de que
cambiase de opinión. Pero sus deseos no se cumplieron.
El Opus Dei me mandó a uno de sus centros con muchas
numerarias auxiliares y unas cuantas numerarias para que me
ocupase en la administración de casas y residencias
de la obra, tanto para las de hombres como para las de mujeres.
Darme cuenta de mi situación como numeraria auxiliar
finalmente empezó a afectarme. A mí nunca me
contaron ni me hablaron de las responsabilidades y compromisos
de una numeraria auxiliar. Solamente me habían dicho
que las numerarias auxiliares y las numerarias eran lo mismo,
aunque nuestro trabajo era diferente. Me empecé a dar
cuenta de que mi vida dentro del Opus Dei iba a consistir
en largas y duras horas de trabajo, sin absolutamente ninguna
vida de tipo social. Además, estaba claro que no éramos,
de ninguna manera, igual a las numerarias.
Ante todo, había diferencias materiales entre las
dos clases. Las numerarias usaban ropa costosa mientras que
las numerarias auxiliares usaban uniformes con un delantal
blanco. Las numerarias auxiliares podían usar ropa
"corriente" si salían del centro, pero normalmente
era ropa de segunda mano, barata o vulgar. Las numerarias
comían en comedores diferentes y su calidad de alimentos
era mejor mejor; nosotras comíamos las sobras. Las
numerarias eran servidas por numerarias auxiliares vestidas
con un traje negro de mangas largas, de cuello blanco almidonado,
puños, cofia y delantal. Las numerarias tenían
mejor calidad de mantelería, ropa de cama, loza y muebles
que los que usábamos las numerarias auxiliares.
Nuestras habitaciones y baños también eran
diferentes. Las numerarias, normalmente, tenían habitaciones
privadas mientras que las numerarias auxiliares tenían
baños y dormitorios comunes. En los países donde
había muchos miembros, como en España o Roma,
las dos clases de numerarias, inclusive, tenían oratorios
separados. Los oratorios de las numerarias eran más
ampulosos, con adornos de oro; los oratorios de las numerarias
auxiliares eran muy simples y de madera. Las numerarias auxiliares
también tenían puertas diferentes para entrar
en las casas del Opus Dei. Se llamaban "entrada de las
sirvientas" y lo normal es que no estuvieran a la vista,
sino en la parte de atrás del edificio.
Mientras que esas diferencias entre los dos grupos aparentemente
"iguales" podían parecer significativas,
había también otras actitudes que desconcertaban.
El catecismo del Opus Dei define a las numerarias auxiliares
de la siguiente manera, "hay otras numerarias que hacen
el trabajo manual y de cuidado de la casa en las casas del
Opus Dei quienes se llaman sirvientes. "Mientras que
el término sirvientas ha sido suprimido y se usa ahora
el término "auxiliar" o "numeraria auxiliar"
(Carmen Tapia), la realidad es que sigue existiendo para las
numerarias auxiliares en todo el mundo.
Las numerarias auxiliares son reclutadas usualmente de ambientes
rurales, pobres y de bajo nivel educativo, mientras que las
numerarias tienden a ser reclutadas de ambientes educados
y más selectos. Las numerarias auxiliares nunca pueden
ocupar cargos directivos ni pueden trabajar fuera de las casas
del Opus Dei.
Carmen Tapia sugiere que el fundador del Opus Dei veía
a las numerarias auxiliares como personas de inteligencia
limitada o como él decía "con su propia
mentalidad." Todos los miembros del Opus Dei reciben
educación en los cursos anuales y la diferencia entre
el tipo de educación ofrecida a los distintos tipos
de miembros, refleja las diversas actitudes hacia ellos. Las
numerarias reciben clases en teología, ley canónica
y español mientras que las numerarias auxiliares reciben
clases en higiene, lectura, escritura básica e instrucción
religiosa elemental.
Escrivá también consideraba a las numerarias
auxiliares como incapaces de sentimientos o emociones humanas.
Por ejemplo, a las numerarias auxiliares se les permitía
tomar entre sus brazos a bebés pero no a las numerarias.
Escrivá creía que el instinto maternal de una
numeraria podía despertarse abrazando a un bebe, pero
pensaba que eso no le sucedería a una numeraria auxiliar.
Pensaba Escrivá en las numerarias auxiliares no podría
despertarse ese sentimiento.
Irónicamente, las directoras nos decían constantemente
que nosotras -las numerarias auxiliares- éramos "las
madres" de los miembros del Opus Dei. ¡Claro! Nosotras
cocinábamos, limpiábamos y planchábamos
para esos numerarios de la mañana a la noche, siete
días de la semana, cincuenta y dos semanas al año,
año tras año.
A Escrivá le gustaba llamar a las numerarias auxiliares
"sus pequeñas hijas." Es bien sabido que
él fomentaba en ellas una conducta infantil. Tapia
dice que ella se sentía a veces avergonzada al ver
a mujeres adultas actuar como si tuviesen trece años.
Las directoras también nos incitaban a caer en esa
conducta infantil. Después de haber pasado un tiempo
como numeraria auxiliar, llegaba a ser un hábito difícil
de eliminar.
Las numerarias auxiliares no podían nunca estar solas.
Las numerarias tenían siempre que acompañarnos
a donde fuésemos, dentro o fuera de los centros. No
podíamos poseer o tener acceso a ningún dinero;
las numerarias pagaban nuestras compras por nosotras.
Estas actitudes y condiciones formaban la base de mi vida
en el Opus Dei. Mi vida era controlada y absorbida; tenía
poco acceso al mundo exterior. Los periódicos que llegaban
a nosotros estaban censurados y el programa de televisión
que empezábamos a ver, a menudo se apagaba si ese programa
se consideraba inapropiado para nosotras por alguna de las
estrictas (fanáticas) numerarias que tenían
poder para apagar o encender la televisión.
Mi vida claustrofóbica tenía poco espacio para
la individualidad y la creatividad. Como muchachas rurales,
a menudo éramos el objeto de las burlas de las numerarias.
Dado que ellas procedían de ciudades, se reían
de nuestros acentos, nuestro lenguaje y nuestras tradiciones.
Éramos a menudo las víctimas de su mal carácter,
pero no se nos permitía hacerles correcciones fraternas.
La directora, sin lugar a dudas, siempre estaría a
favor de la numeraria y no de la auxiliar.
Viví una vida de conformismo y aleccionamiento. Empecé
a hacer preguntas acerca de algunas contradicciones que veía,
pero me "tranquilizaban" de inmediato diciéndome
que iría al infierno por haber pensado esas cosas.
Debido a mi falta de preparación, era incapaz de articular
una respuesta.
Y un día, no lo soporté más. Era incapaz
de entender las inconsistencias de mi alrededor. Empecé
a preguntarme quién era Dios. Escrivá era más
venerado que Dios mismo. A veces, llegué a sentir que
pasaban semanas sin escuchar la palabra "Dios."
Siempre era "El Padre" y "Nuestro Padre."
Extrañaba al Dios que conocí antes de mi vida
en el Opus Dei.
Una mañana lluviosa y con mucho viento dejé
el centro del Opus Dei y a mis amigas numerarias auxiliares.
La numeraria que me llevó a la parada de autobús,
tiró mi maleta a la calle y se alejó sin ni
siquiera decir adiós. No podía entender la conducta
de esa persona que, aparentemente, estaba dedicada a Dios.
Cuando subí al transporte que me llevó a mi
familia me di cuenta que, mientras estuve en el Opus Dei,
me habían quitado hasta la soltura de poder comprar
un billete.
Llegué a casa, a mi familia que me perdonaba, herida,
confundida, con culpa y disgustada. Poco a poco empecé
a darme cuenta de que el mundo no era tan cruel o diabólico
como el Opus Dei me lo había pintado. Había
mucha gente buena fuera.
Durante un tiempo traté de superar mi estancia en
el Opus Dei diciéndome a mi misma que todo estaba bien
y que podía amoldarme. Sin embargo, dado que me habían
quitado toda mi relación con el mundo y con las mínimas
desenvolturas de la vida corriente, además de la confianza
en mi misma, urgentemente necesité consejo y asesoramiento.
Después de un largo período de tiempo, recuperé
lentamente el amor propio. Regresé a la escuela y terminé
mi educación secundaria, fui a la universidad y obtuve
un grado académico. Espero hacer una maestría
en los próximos años. Ahora tengo un buen trabajo,
un vehículo, casa y buenas relaciones.
Hay muchas numerarias auxiliares en todo el mundo que viven
experiencias muy similares a las que yo he contado. Me duele
que los derechos humanos de esas mujeres estén siendo
quebrantados tajantemente por las actitudes y las reglas del
Opus Dei. Sin embargo, el Opus Dei continúa justificando
y permitiendo la existencia de ese tipo de situación
que solamente puede ser descrita como la explotación
de un grupo de mujeres vulnerables, en el nombre de Dios.
Sé de muchas mujeres infelices y perturbadas que están
todavía en el Opus Dei dando todo por esa organización.
Personalmente fui testigo de la auto mutilación de
algunas de esas personas y todavía puedo escuchar su
llanto apagado durante la noche. La depresión y trastornos
en la alimentación eran habituales. Algunas numerarias
auxiliares que por razones físicas no podían
trabajar más fueron expulsadas sin ninguna explicación,
sin dinero o casa a donde ir.
Muchas no hablan. Puede ser por su falta de preparación
o por el sentimiento de culpa que les han inculcado. Muchas
viven atemorizadas por miembros del Opus Dei y por la habilidad
de estos para atacar por la espalda a quienes se atrevan a
hablar en contra.
Mientras que hay mucha gente que es conciente de los métodos
de reclutamiento usados por el Opus Dei y el tipo de vida
en particular que los numerarios viven, la vida de las numerarias
auxiliares usualmente es olvidada. Yo les ruego que por favor
consideren las circunstancias en que estas mujeres viven.
Tenemos que darles voz a este grupo de mujeres silenciadas,
vulnerables y olvidadas.
No he hecho mucho hincapié sobre el castigo corporal
(cilicio, disciplinas...) porque éste, al lado de los
otros, no era la verdadera cruz en nuestras vidas. Tuvimos
que batallar con cosas mucho peores.
Por favor, pensad las palabras del Acta de Derechos Humanos:
Artículo 7: "Nadie será sometido a tortura
o a trato o castigo cruel, inhumano o degradante. Artículo
8 (2): "Nadie será mantenido en la esclavitud".
Hay muchos otros asuntos que no he discutido. Sin embargo,
he tratado de dar un bosquejo de la vida de las numerarias
auxiliares. Por favor, recen por ellas.
Arriba
Volver a Tus escritos
Ir a la página
principal
|