EL
OPUS DEI Y LA MISOGINIA
atp, 5 de diciembre de 2003
Creo que debemos seguir analizando y, desde luego, denunciando,
el incalificable machismo que impregna el espíritu
y la práctica de la obra, consecuencia inevitable de
la misoginia sin límites de la que siempre hizo gala,
incluso alardeando de ella abiertamente y sin pudor, Monseñor
Escrivá.
A lo largo de mis muchos años de pertenencia a la
Prelatura, he vivido año tras año la tradicional
meditación del 14 de febrero, aniversario de la "fundación"
de la sección de mujeres, y sin excepción, perpleja
y atormentada, he oido la estúpida anécdota
del Fundador escribiendo decididamente que "nunca habría
mujeres en el opus dei". Me llamaban desagradablemente
la atención las risitas, no puedo menos que calificarlas
de histéricas, con las que siempre era recibida esta
demostración de repugnante "feminofobia".
Todavía no logro comprender porqué mujeres
como mínimo mediatamente inteligentes, al oír
este insulto, no nos levantábamos para marcharnos con
la debida dignidad, dando una lección al sacerdote
que se hacía eco de lo que, se mire desde cualquier
ángulo, es una ofensa grave que además desmonta
el mito de que Escrivá, el 2 de ostubre de 1928, "vió"
el opus dei "en su totalidad y tal cómo sería
a través de los siglos". ¿O es que "vió"
mujeres de ahora, numerarias con pantalones, y esta vestimenta
transgresora para sus cánones y los de la época,
lo confundió?. No creo, ¿verdad?.
Profundicemos acerca del desprecio que supone la expresa
exclusión de las mujeres firmada de su puño
y letra. ¿Por qué?. Quizá porque él,
a la búsqueda de la aristocracia de la inteligencia
y en su pertinaz convicción de que nosotras somos seres
incapaces de cualquier atisbo de racionalidad no se planteó
jamás que una mujer pudiera evolucionar con la heroica
promoción de sus derechos hasta desempeñar el
rol social que hoy, en los países industrializados,
protagonizamos.
Pero, pese a su inicial y cazurra omisión, pocos años
más tarde, ¡el Señor dispone lo contrario!.
Perdonad pero en mi opinión, los primeros numerarios,
hijos de su tiempo, se habían cansado de vivir en el
caos doméstico. La voluntad de Dios debía coincidir
con la perentoria necesidad de servicio gratis, incondicional
y de calidad.
El tipo de asistencia doméstica que tanto valora Satur
y que proporciona un confort al "módico"
precio de la esclavitud fomentada por la incultura y el inmovilismo.
Así pues hemos de asumir que desde el principio entramos
en el opus dei por la puerta falsa, la entrada de servicio.
¿En qué apasionantes y trascendentales aventuras
embarcó el fundador a las primeras?... ¿alguna
cátedra, una carrera profesional que abriera camino
a otras y fuera ejemplo para las apocadas chicas de la España
de entonces?. Pues no precisamente: a fregar, encerar, cocinar,
sin derecho siquiera a recibir un educado "gracias"
por la patológica prudencia obsesiva con el sexo, que
impone ese ridículo silencio de "señoritismo"
en el comedor.
¿Para que mandó llamar a Roma al grupo de pioneras?...
pues ya lo destacan todas sus hagiografías: fundamentalmente
para que le llevaran... ¡¡¡una tortilla
de patatas!!!!.
Ciertamente que esto hubiera sido un detalle de cariño
sin más importancia en aquella época de escasez
y así trataba de interpretarlo yo. Pero me he ido dando
cuenta de que la historia del paso de las mujeres por el opus
dei, está jalonado de tortillas, porque, perdonad,
pero ¡¡¡tiene muchos huevos!!!.
Ciertamente, carezco de las más básicas nociones
de psicología por lo que agradecería infinito
que alguien estudiara la causa de la misoginia del Fundador.
Yo sólo estoy en disposición de señalar
hechos y situaciones objetivas: desde la tabla de la cama
de las numerarias hasta la ridiculez de que para hablar con
un sacerdote se nos deba recibir en el confesonario, que en
la obra se construye como un búnker... ¿para
defender a quién y de qué tipo de ataque?
No entro a valorar aquí la oportunidad de utilizar
este medio para el sacramento de la confesión, pero
¿para mantener una conversación sin implicaciones
delicadas o formular cualquier consulta, a veces señoras
de edad avanzada y sacerdotes que ocupan cargos de gobierno?
Son excepcionales los sacerdotes que me han recibido con
naturalidad en una salita.
¿Tan intrínsecamente perversas somos que hay
que hay que ocultarnos trás un "burka o chador"
de cemento?.
Cuando el régimen talibán empezó a estar
de actualidad por la guerra en Afganistán, no pude
menos que comparar y hallar similitudes!!! en el trato radicalmente
discriminatorio que se nos dispensa a las mujeres.
La administración es algo así como un harén
a la disposición de los numerarios, pero dónde
sólo se trabaja a destajo sin ápice de relax
y obviando la sexualidad para glorificar el inacabable afán
doméstico que recuerda la labor abnegada, callada,
injusta y servil de los sirvientes en las mansiones británicas
reflejada en la serie "Up and down" de la BBC o
más recientemente, en la película de Altman,
"Gosford Park".
Yo creeré que el opus dei abre los caminos divinos
de la tierra si el actual prelado "ve" la necesidad
de que piten varones, en la categoría de numerarios
auxiliares.
Con mono azul para la brega y chaquetilla blanca en el comedor.
Llamando desde la distancia más respetuosa "señoritos"
a los numerarios y directores.
Ruego a todos que penséis qué obstáculos
objetivos -yo no descubro ninguno- tiene este planteamiento
tan acorde con nuestros tiempos y su magnífica realidad.
Yo, al amparo del principio de la no discriminación
de sexo me nombro abanderada del derecho que asiste con absoluta
legimitad a los hombres a ser numerarios auxiliares. Que lo
reivindiquen, que lo luchen que cuentan con toda mi solidaridad.
Y me siento a esperar que alguno dé un paso al frente.
Con la que está cayendo no seré yo, que además
no lo he hecho nunca, quién defienda el nefasto vicio
de fumar. Pero ¿porqué liberar a las mujeres
de una muerte horrible a la que en cambio, se condena alegremente
a los varones?.
Gracias por el detalle pero estoy segura de que la motivación
del prohibir a las mujeres el uso del tabaco no es sino otra
de las muchas pejiguerías aún vigentes, cómo
esa malsana manía de hacer insoportables correcciones
fraternas por las más nimias peculiaridades indumentarias
que en la cabeza caliente de alguien que debiera lucir un
hábito monjil o frailuno, se califican de provocativas
y más bien son, maliciosamente, atribuibles a la envidia.
Al respecto y a modo de ilustración muy significativa
por provenir "de lo más alto", no puedo evitar
explicar mi personal "anecdotón" totalmente
verídico y de primera mano:
En cierta ocasión, fui convocada con gran alborozo
a una tertulia en la que una numeraria que acababa de volver
de Roma, nos contaría algo "muy importante"
del Padre. La verdad es que asistí gustosa y esperanzada.
Entonces yo aún me aferraba a la posibilidad de ser
presa de un pasajero ataque de espíritu crítico,
reversible con oración, mortificación y visión
sobrenatural. Aún pensaba que la culpa de mi inadaptación
era mía y de mi soberbia. Así que acudí
como a una fuente de agua purificadora y salvífica.
Convencida de que eso "tan importante" resolvería
todas mis dudas y volvería a orientarme al buen camino
y a la luz que enciende la noche oscura. Explico con detalle
mis disposiciones para que comprendáis la decepción
que aún me atenaza con amargura pese a al lado cómico
innegable.
En fin, la directora con gran enfásis explicó
que al final de un show que le habían brindado al Padre
actual para celebrar no sé qué, éste
mandó llamar de inmediato a la plana mayor de la asesoría
central. Todas acudieron raudas, se les hizo saber que el
asunto era grave. Con el corazón en un puño,
oyeron al prelado interpelarlas severamente, la tristeza en
sus ojos:
- ¿No habéis notado nada en Fulanita?
Sorpresa general. Fulanita!!!!, una muchacha intachable, monísima,
ejemplar.
Silencio. Don Javier insiste:
- ¿Tan poco os queréis que no es habéis
dado cuenta?
Alarma. Todas tras devanarse los sesos, confiesan compungidas:
- Pues... no, Padre.
Y entonces, el Prelado, depositario de la pureza de la fe
del Fundador, revela indignado ante tamaña falta de
fraternidad:
- ¡¡¡¡EL PANTALÓN LE MARCA
DEMASIADOOOO!!!
La directora calló, emocionada por el recuerdo, y durante
un instante de clarividencia, yo descubrí, entre atónita
y hundida, sin saber si reir o llorar, la respuesta a la pregunta,
"¿Qué es
el Opus dei?" que reitera Satur en sus descacharrantes
escritos: una tontería.
Destructiva, hipócrita y manipuladora. Pero, tontería,
al fin y al cabo.
Creo que esa anécdota sí me ayudó, muchísimo.
Me dio la convicción de que no fallaba yo. Lástima
que ya no podía reclamar mi juventud, mi entrega, mi
ilusión y mi fe. Humildemente, si me lo merezco aunque
me temo que no, me lo pague Dios.
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