DE
LA VOCACIÓN Y LA TEOLOGÍA
RAMÓN, 7 de enero de 2005
Después de leer el escrito magnífico escrito
de Jesús F.
(3-1-05), la sugerencia de Dionisio y la carta
de don Álvaro, me he decidido a escribir sobre
un tema que al parecer en la opus resulta importante: la vocación.
La carta de don Álvaro, aparte de ser un gran monumento
literario, incurre en lo que para mí son algunos errores
de concepto sobre la vocación y la espiritualidad cristiana
en general. Ahora bien: si tenemos en cuenta lo que contáis
sobre cómo se trata la vocación en la opus,
la carta se estructura con total coherencia interna, y la
práctica opusina es coherente con sus supuestos teológicos.
La vocación es un tema espinoso en la existencia personal.
La palabra vocación, etimológicamente es "llamada".
La vocación presupone una llamada a la que el hombre
puede responder o no. El poder responder implica un cierto
grado de libertad. La vocación cristiana es, así,
la llamada de Dios por medio de Cristo y la respuesta libre
del hombre. Los apóstoles estaban en sus barcas y Jesús
les invitó a seguirle y ser pescadores de hombres.
Ellos, dejándolo todo, le siguieron. Si aceptamos este
concepto de vocación, y el ejemplo de los apóstoles,
veremos que tienen poco sentido expresiones y prácticas
como:
- La santa coacción: no sabemos si Jesús
coaccionó santamente a Zaqueo cuando estaba subido
al árbol (simplemente se invitó a comer a
su casa, con mucho morro), ni a Mateo el publicano (simplemente
le dijo sígueme), ni a los apóstoles (no parece
que tipos como Pedro o Santiago y Juan, "los hijos
del trueno" se dejaran tocar las narices por nadie
y menos por san Escribá).
- La coerción o proselitismo con los más
jóvenes (adolescentes y menores de edad en general),
puesto que su libertad de elección no es completa,
en su estado de minoría afectiva y vital. Aclaremos
que si bien ha habido grandes santos de vocación
juvenil, lo han sido por convencimiento interior y decisión
propia, como Santa Teresa, Santa Catalina, y sobre todo
San Francisco de Asís, que fue previamente coronado
"príncipe de la juventud" y preparado para
la guerra. Por otra parte, no se nos escapa que la sociedad
ha cambiado tanto que si hace doscientos años un
joven de 14 era un hombre, ahora es un adolescente escolar.
Es el mejor modo de crear gente alicorta, y que luego falle
o se marche por agotamiento o simplemente por aburrimiento.
La vocación necesita el concurso de la Fe: fe en ese
hombre, el Señor Jesús a través del cual
Dios se zambulló en la historia de la humanidad hasta
lo más hondo, la muerte en la cruz. Esto, que para
nosotros es algo resabido y desgastado, si se mira bien es
un acto revolucionario: creer en lo que no vemos, que un judío
de hace 2000 años vivió una vida que le llevó
a la muerte como un delincuente a manos de los poderosos,
y por eso mismo fue ensalzada por el Padre en la resurrección.
Desde entonces, la historia ya no será lo mismo, puesto
que encierra esperanza para los más desgraciados y
para todos.
La vocación, es un acto personal, una respuesta a
una llamada que se siente en el corazón. En el corazón
del hombre anida Dios, que infundió su aliento a Adán
en el momento de la creación. Sin embargo, la cosa
no es tan sencilla ni tan automática. Para oír
hace falta tener los oídos abiertos. Descubrir la propia
vocación puede ser un proceso de años, de búsqueda
o incluso de sorpresa, puesto que Dios se manifiesta cuando
y como quiere. Dice Pablo que la fe la da Dios, para que nadie
pueda enorgullecerse de tenerla (san Escribá decía
que él quería a Dios más que las monjas,
mientras les daba la comunión, hace falta...)
Fijémonos en el ejemplo de Jesús: vive en su
aldea hasta los 30 años (la adultez completa). Va a
bautizarse y ALLI como un pecador más, siente la bajada
del Espíritu. No contento con eso, se va 40 días
al desierto con el demonio por compañía. Y luego
ya decide predicar. Es más, en un evangelio dice "cuando
asesinaron a Juan Bautista, salió Jesús a predicar
".
Es decir, que lo suyo no fue ni mucho menos claro. Todavía
tardó tres años, con milagros incluidos en ver
claro su destino mesiánico y culminarlo en Jerusalén.
Y aún así, muere angustiado en la Cruz.
Pablo, se cae del caballo, y es en esa situación de
postración cuando ve a Cristo. Pero aún así,
se queda ciego y tiene que hacer penitencia. San Vicente de
Paúl iba para capellán de nobles, cuando un
protestante le dijo que lo suyo era una vergüenza. Tanto
le llegó esta mala persona, que se convirtió
y se hizo santo. San Ignacio, con 40 cumplidos, tuvo que sufrir
el tiro en la pierna y leer mucho para convertirse. Luego
fue eremita, peregrino
y luego santo. San Francisco
de Borja, consejero imperial, tuvo que ver a la Emperatriz
putrefacta para decidirse. Algo parecido le sucedió
a Bartolomé de las Casas. Pedro Arrupe tuvo que ver
la bomba atómica en Hiroshima en primera persona (estaba
consagrando) para cambiar su vida. Y la madre Teresa...
Monseñor Romero era un cura sin más cuando
lo nombraron arzobispo del Salvador. Un hombre gris y dócil
a la oligarquía. Pero en esto, mataron a Rutilio Grande,
un cura que había hecho la opción por los pobres
(y cómo). Monseñor Romero, se convirtió
y empezó a hablar claro. Antes de diez años,
estaba muerto. Y menos de cinco años tras su muerte,
Ellacuría, sus compañeros y las domésticas.
Nada de esto supuso una rotura diplomática del Vaticano
con El Salvador, o un anatema contra los ideólogos
de los crímenes, que eran el Departamento de Estado
de USA, los escuadrones de la muerte, etc.
Como vemos, la vocación brota de dentro, y ante los
hechos más inesperados por los que Dios nos habla.
Es más, se puede hablar en estos casos de Conversión.
Llama la atención que estos ejemplos de conversión
se dan en lo que algunos teólogos llaman el reverso
de la historia: la muerte, la injusticia, los crímenes
contra la humanidad, la enfermedad. Es decir, vieron a Dios
donde aparentemente es menos visible. Como dice Pablo: anunciamos
a Cristo, y éste, crucificado. Si creemos que estos
ejemplos son ciertos, no tienen sentido conceptos como:
- La predestinación para una vocación:
esto rompe con la teoría del libre albedrío,
Dios nos deja libertad para hacer nuestra vida, no puede
más que llamarnos. Nosotros respondemos si queremos
como dice el profeta, "me dejé seducir".
- Vocación específica para la opus:
esto sí que tiene miga. La opus será en el
mejor de los casos es una herramienta para la salvación.
Creer que Dios puede estar creando almas con una predestinación
para ese lugar es un salto mortal mayor que el del mito
de la caverna, una presunción fuera de lo común.
Démosle la vuelta al argumento: si Dios es así,
¿por qué esperó a San Escribá
para crear la opus y no lo hizo en el siglo XII con el papa
en Aviñon, o con los Borja en el papado? Claro, eso
es un misterio gozoso.
- La "gracia de estado" de un director
o de un cura: resulta difícil de creer cómo
alguien desde fuera pueda ver que uno tiene vocación,
sobre todo a edades precoces, y para un tipo de vida u otro
(numerario, agregado, super, auxiliar), cuando uno mismo
no sabe si qué quiere hacer con su vida.
- Insultar a los que no quieren seguir en la opus
como si fueran traidores, malas personas, etc
Simplemente,
porque no es pecado dejar el opus. Porque es el modo de
conseguir que no vuelvan. Pero además, porque puede
que alguien descubra que su verdadera vocación esté
en otro lugar, y eso viene de Dios. Porque amar (y todo
amor es divino) no es "ceder a las tentaciones de la
carne". Porque como vemos por la web, muchos lo dejan
amargados por situaciones irregulares cuando no reprobables.
Malo sería si lo dejaran porque se van a dedicar
al tráfico de drogas, al proxenitismo, a la especulación
inmobiliaria
pero por lo visto, la codicia no supone
ningún problema para ser de la opus.
- Condenar a la muerte
civil o perseguir a los ex miembros, eso es
directamente pecado cuando no delito punible por la justicia.
Un aspecto nuclear de la vocación cristiana es que
no nos saca del mundo, sino que nos mete en él de hoz
y coz. Tanto amó Dios al mundo, que envió a
su hijo único para salvarlo. Los ejemplos de vocación
que hemos visto no les llevaron a salir del mundo, sino a
intentar transformarlo con los medios a su alcance. Incluso
el ejemplo más distante, la iglesia orante en la clausura,
no se retira a orar por sí misma, sino por la redención
del mundo. La vocación, y la espiritualidad a que nos
lleva, como dice Boff, no es tal si no conlleva transformación
personal. Y yo me atrevería decir que, como consecuencia,
social. En el discurso programático de Jesús
en Marcos, dice: los ciegos ven, los cojos andan, a los pobres
se les anuncia la buena noticia
Si la espiritualidad
y vocación no llevan a un cambio de perspectiva existencial,
moral, ideológica, mal vamos. Claro que el evangelio
dice que tras el primer milagro de Jesús, "empezaron
a tramar para matarlo"
(continuará)
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