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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 10 de Marzo de 2021
Perlas (I).- Dax
El otro día, mientras leía un libro de Saint-Exupéry, "Tierra de hombres", me topé con un párrafo que me removió muchísimo. Me trajo a la memoria aquellos años del conformismo prelaticio, en los que los deseos del corazón eran algo malo, retorcido, opuesto a la voluntad de Dios. No me refiero, como se podría imaginar, a nada que tenga que ver con la pureza, sino a algo más profundo: a ese impulso existencial que nos nace de dentro y nos lleva a orientar nuestra vida hacia los objetivos vitales que nos marcamos. Desgraciadamente (no solo en el Opus Dei) acallar estos deseos identitarios desemboca en una existencia gris, anodina, compensada. Leí aquel párrafo y deseé que alguien me lo hubiera dado a leer hace años, porque mucho hubiera tenido que acallar mi conciencia para rechazar el pensamiento de que lo que allí se narraba me estaba pasando justo a mí... Y a otros tantos de mi centro, a juzgar al menos por la impresión externa. La cita es la siguiente:
"Viejo burócrata, compañero mío aquí presente, nadie te ha permitido evadirte y tú no eres responsable de ello. Has construido tu paz a fuerza de bloquear con cemento, como lo hacen las termitas, todas las salidas hacia la luz. Te has enroscado en tu seguridad burguesa, en tus rutinas, en los ritos sofocantes de tu vida provinciana. Has alzado tu humilde muro contra los vientos y las mareas y los astros. No quieres inquietarte por los grandes problemas. Ya has tenido bastante con olvidar tu condición de hombre. No eres en modo alguno el habitante de un planeta errante, no te planteas preguntas sin respuesta: eres, tan sólo, un pequeño burgués de Toulouse. Nadie se preocupó de sacudirte por los hombros cuando aún era tiempo. Ahora, la arcilla de que estás formado se ha secado, se ha endurecido. Y nada, en adelante, será capaz de despertar al músico dormido, al poeta o al astrónomo que quizás habitaban en ti."
Dax
HACER ORACIÓN.- Clic-Clac
Hacer oración, curiosa manera de auto apropiarse de una palabra que sólo parece ser válida para ellos, ya que pocas veces se oye en ambientes diocesanos no opusinos. Un verbo único para una acción única: REZAR, orar, meditar, trabajar, fregar, cocinar, reunirse, en definitiva, amar a Dios desde nuestro corazón siendo nosotros mismos oración, en todo lugar y circunstancia, sin depender del minutero del reloj. Amar a Dios y enamorarse de Dios. Amar y enamorarse nuestro prójimo. Amar y enamorarse, como lo hacen dos enamorados, que no miran nunca el reloj, sino los ojos brillantes de su enamorado/a. Con la cotidianidad y a la vez novedosa tarea diaria: trabajar con intencionalidad en presencia de Dios y ayudando a los nuestros. Un trabajo ofrecido siempre; no sólo cuando hay que “encomendar” a alguien. Sufriendo los embates involuntarios que nos presenta el día, a los que se debe responder con espontaneidad inmediata, sin añadirlos a la lista para “después cuando HAGA oración”…
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