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CORRESPONDENCIA
Lunes, 19 de Abril de 2021
Opus Dei: fraude vocacional e infidelidad de Escrivá.- E.B.E.
«Nuestro Fundador ha alcanzado la santidad porque ha cumplido la Voluntad de Dios. Y esa Voluntad consistió (…) en fundar el Opus Dei» (Álvaro del Portillo, “Carta” 19-III-1992, n.5)
Lo que dijo Lux hace unos días me hizo pensar en otras dimensiones del fraude vocacional, cuando escribió específicamente de las numerarias auxiliares: [el Opus Dei] les ha robado su profundo deseo de entrega a Dios.
Escrivá interpretaba las deserciones como producto de gente que falló. Si lo comparáramos con una universidad o entidad educativa, el fundador diría que los que abandonaron la institución fueron los reprobados –incluso podríamos decir, "los réprobos", los desgraciados-, ya sea porque no les daba la capacidad como porque hacían trampa, eran infieles.
Jamás la prelatura se atribuiría responsabilidad alguna por la masiva pérdida de vocaciones ni tampoco la reconocería.
Sin embargo, según incontables testimonios publicados en Opuslibros, que lo que sucedió fue al revés: mucha gente entró al Opus Dei para entregar su vida a Dios y se encontró con que fue espiritualmente abusada y perdió su vocación (de entrega) a causa del Opus Dei, o sea, no por culpa propia, como perversamente nos quería hacer creer Escrivá siempre. Y digo perversamente porque ese modo de instigar a las víctimas (del fraude y de los abusos) a que se culpen a sí mismas por lo padecido termina de cerrar el círculo vicioso creado por Escrivá: lo que él cometía se lo endilgaba a sus víctimas. Supuestamente debíamos ser fieles a un fraude vocacional: un absurdo, como darse golpes contra la pared.
Creo que este punto es central para entender qué nos ha pasado a tantos.
El fraude vocacional, entonces, no es sólo cambiar la vocación (que se prometía originalmente), sino además arruinarle la vocación a quien la tenía. De esto es responsable el Opus Dei y su fundador.
Mientras tanto, la institución hizo su negocio con las estas personas que fueron entregando todo lo que tenían. El Opus Dei aprovechó su oportunidad y al mismo tiempo la desaprovechó, la arruinó, al menos en el largo plazo.
Por supuesto, siempre algunos podrán rencauzar su vocación de entrega, pero muchos otros encontrarán que la oportunidad ya pasó (ciertamente podrán rencauzar su vida religiosa, pero no su vocación y eso es algo muy diferente). Los años que van de los 20 a los 30 son de una energía que luego no se vuelve a tener y son fundamentales para desarrollar una vocación. En este sentido, pienso, es que muchas veces se dice que son los mejores años de la vida.
Lo que ha hecho el Opus Dei, y Escrivá puntualmente, es muy grave, aunque ello pueda ser invisible y su fundador esté canonizado. No cambia nada las cosas.
Es resumen, uno tenía derecho a desarrollar su vocación religiosa y a no ser engañado por la institución que se ofrecía como cauce para llevar a cabo dicha vocación. Es cierto, a muchos el Opus Dei les inventó la vocación, pero no estoy seguro de que a todos.
Al menos el Opus Dei debería haber reconocido que no era capaz de llevar adelante lo que inicialmente proponía y debería haberle permitido a cada uno decidir qué hacer con esa vocación de entrega a Dios, si encauzarla por otro lado, por otra institución, etc.
Pero los abusos espirituales confirman que el fraude vocacional no fue inocente.
Todo el tiempo Escrivá predicaba acerca de la necesidad de ser fieles. Ahora bien, ¿quién fue el infiel, en este caso? ¿El que no siguió adelante o el que cometió fraude vocacional? ¿El que no siguió adelante o el que cometió abusos espirituales?
Por lo cual, en todo caso, el primero que no ha sido fiel a la voluntad de Dios ha sido Escrivá. Es algo tan obvio que por eso su canonización resulta descabellada.
E.B.E.
¿Vocación de Supernumerario?.- Novum
Si estás en un proceso de "descubrir", de "aceptar" la vocación de supernumerario, te comparto mi experiencia después de varias décadas como supernumerario, en las que algo viví y conocí dentro de la Obra.
Revisando al paso del tiempo identificas cuál es la estrategia eje con la que te identifican y se allegan de "nuevas vocaciones". Tristemente se basa en la identificación de las carencias afectivas y dependencias emocionales de cada uno, las cuales son tratadas en un principio como un real apoyo y guía, lo que en su momento agradecí, y en realidad agradezco hasta la fecha, y que en la sinceridad del trato y confidencia con los curas, me libró de muchos problemas que realmente nos acosan en algunas etapas de nuestra vida y que marcaron mi vida para bien, lo que como adulto y padre de familia hoy valoro.
En algunos casos fueron exigencias y criterios duros, orientados a la obligatoriedad de "descubrir" la vocación a numerario, a la cual siempre resistí. Esa negativa a la vocación a numerario, también obedeció a la selección que hacen de los pitables por el ámbito familiar, que sí determina la "vocación", pues debe ser ejemplar y para los que no contamos con una "familia bonita y pudiente", pues nos queda la amable invitación a descubrir y vivir la vocación de supernumerario. Pero como todo, al correr de los años y la insistencia a "descubrir" y "escuchar" la vocación a la obra, uno acaba por ceder y convencerse, no sin ayuda. Esos curas auténticos, que ya han fallecido y que fueron guía, después son desplazados o van delegando por instrucciones del Consejo, el trato a los numerarios que empiezan a fastidiar la vida, con sus exigencias y visión de la vida programada y cuadriculada a su voluntad y corto entendimiento de la vida.
Esos numerarios que con tiernitas primaveras basan su "charla y guía" en el "manual" del numerario/supernumerario, quienes en la vida han vivido problemas familiares, económicos y no comprenden nada del mundo real, laboral y social. Se erigen como adalides de la vida espiritual y de la Obra, y se basan en ese gran absurdo llamado la "gracia de estado", que justifica las arbitrariedades e imposiciones sin medida para los demás. Y que nos obliga a obedecer sin chistar, achantado. Lamentables charlas fraternas, lamentables y dolorosos consejos, el silencio y la resignación me llevaron en múltiples ocasiones al sufrimiento, al ausentarme, a escabullirme, a conflictuarme y volverme duro conmigo mismo y con los demás, familia y en los entornos reales en el mundo.
Como ejemplo de esas múltiples "recomendaciones" comento una, que más de uno habremos sufrido, "si el trabajo que tienes te impide cumplir con las normas, entonces déjalo, las normas son lo primero"..... vaya conflicto que sufres cuando recientemente has sido "admitido" por la gracia de Dios, cuando recientemente te incorporas a la vida laboral y esta demanda viajes domésticos y al extranjero frecuentes, cuando sientes la obligatoriedad del compromiso adquirido y la remarcada máxima "el que obedece no se equivoca", y por dentro analizas las deudas, la manutención personal y familiar (aún siendo soltero), en sí, el mundo se desmorona y aquel caradura numerario de alcurnia con la "gracia de estado" es capaz de mandarte a la indigencia, claro que a la vista de él, como en la fiesta brava me trataban con la premisa el toro "se crece al castigo".
El tremendo daño tatuado en el alma y la vida espiritual, familiar y social, lo trataré en otro escrito, refiriéndome a cómo afecta la rigidez y el mal entendido de la vocación al noviazgo y la vida matrimonial, claro según la obra, no sólo en la vida íntima, sino para todo lo relacionado con el trato con mujeres, y cómo daña la percepción del noviazgo y posterior matrimonio como supernumerario.
Temas largos de tratar y profundizar, que me he decidido a compartir con sinceridad, no con el sentido de catarsis, no con el recurrente sentido acusatorio de señalar lo que todos sabemos, abusos, traición, infidelidades, mentiras, misterios, secretos, dineros, etc., sino en la intención de orientar a la reflexión a nuevas "victimas" o simplemente recordar lo vivido y sentirnos satisfechos de las buenas y malas decisiones que tomamos mientras lo permitimos, hasta que cada uno de nosotros tomamos la firme decisión de descubrir y vivir libremente una real vida católica y adquirir doctrina para conocer, creer, vivir y amar a Dios, lo que es muy carente en la Obra.
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