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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 18 de Noviembre de 2020
Hechos probados y carta pastoral.- Neo
Dos precisiones:
1º Caso Gaztelueta.. el caso ha adquirido firmeza, contra la sentencia del supremo ya no es posible recurso. Por lo tanto ahora ya no existe presunción de inocencia, ahora ya estamos hablando de un condenado, es cierto que se ha rebajado la pena de 11 a 2 años, pero existen unos hechos probados y condenados... por lo tanto existe un responsable penal, otra cosa es que el condenado no entre en prisión porque la pena no es superior a dos años entre otros factores.
2º leída varias veces la carta pastoral de 28-10-2020, no encuentro la razón de la misma, es la misma película en blanco y negro, es más, me inclino en pensar que es una vuelta de tuerca para recordar a los diferentes miembros sus compromisos, impidiendo cualquier atisbo de confusión entre los mismos e insuflar ánimos de que las cosas van bien cuando la realidad es otra bien distinta, es como querer apuntalar el espíritu fundacional para evitar cualquier corriente tendente al cambio.
Neo
Esto no lo he contado nunca a nadie,- Pez
Para Alvaro C.
En escrito reciente comenté algunas vivencias personales a propósito del caso Gaztelueta. El cruel y desatinado escrito de Alvaro C. (Dios te perdone, cariño) me impulsa a relatar un hecho personal que NUNCA he comentado a nadie. Te lo mereces, Alvaro, y Opuslibros también, aunque por motivos opuestos.
A mis nueve añitos, yo era un niño guapo, espabilado, deportista, enormemente ingenuo y totalmente ignorante de cualquier cosa referente al sexo. (Es lo único que puedo reprochar a mis padres, muy marcados por su época). Sufrí una horrorosa agresión sexual, que relato por encima. Pero poneros en lo peor.
Acompañé a un amigo de mi edad a pescar al rio, en las afueras de mi ciudad de provincias. El sitio mejor estaba ocupado por un grupo de unos cuantos chavales algo mayores; al pasar de largo junto a ellos se nos echaron encima, mi amigo huyó y salvo su pellejo y su caña (algo cobardica fue, sí). Yo me ví rodeado por unos cinco chavales "arrabaleros", algo mayores que yo. Me defendí cómo pude, " pero eran cuatro puñales y tuve que sucumbir" como diría Lorca. Me inmovilizaron en el suelo, boca arriba, el mayor se puso encima de mí... y mi resistencia heroica y mis gritos hizo que se asustaran sin llegar a "mayores", a lo que estaban más que dispuestos. Me liberaron con otra buena tanda de sopapos y me fui lloroso a casa. Creo que me salvó mi ignorancia absoluta de todo lo sexual, que hizo que lo interpretara como una gamberrada de unos indeseables y por ello no afectó para nada a mi desarrollo emocional ni sexual. Cuando crecí en edad y en conocimiento, evidentemente me di muy buena cuenta del horror del que me había librado, pero ya estaba a salvo de sus consecuencias, afortunadamente.
Esto no lo he contado nunca a nadie. ¿Por qué? Quizás por lo desagradable, lo difícil de explicar y la escasa huella que ha dejado en mí. Y os puedo asegurar que no soy nada pacato en estos temas, aunque jamás exhibicionista de ningún tipo. Aunque lo recuerdo con sumo detalle, y eso significará algo probablemente.
¿Te ayudará esta experiencia, Alvaro, a entender un poco, un poquitín siquiera, a los que sufren abusos sexuales ? Yo sufrí un intento, nada más, y fíjate lo que me ha costado contarlo, aún siendo abierto y hablador como soy. Por eso yo sí creo el relato de Asier, estoy con él, le apoyo y le comprendo. La referencia a sus padres, Alvaro de las narices, es de una crueldad inaudita. Pide perdón cuanto antes a Dios, a Asier, a sus padres y a todos nosotros, sufridos lectores y autores de Opuslibros, que tenemos que leer truños como el que has perpetrado.
Pez
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