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CORRESPONDENCIA
Viernes, 17 de Enero de 2020
¿Qué delito cometen los que un día deciden salir de la Obra?.- Molines
Ayer pensaba sobre el porqué de que el Opus Dei silenciara, en incluso vejara, a todo aquel que no fuera fiel a la Prelatura.
¿Qué se esconde detrás de ese planteamiento? ¿Cómo influye en las personas que han pertenecido a la Obra el trato recibido durante tantos años y el silencio y vacío que se les da después de salirse de la prelatura?
El Opus Dei es una institución llena de planteamientos y criterios, inamovibles y absolutos. En el Opus Dei todo es para toda la vida, no se puede dudar de la vocación, tu vocación es para siempre. ¿Por qué todo es tan absoluto en el Opus Dei?
¿Qué delito cometen los que un día deciden salir de la Obra, pues descubren o creen que no es su camino, o simple y llanamente consideran que no deben seguir? ¿Por qué cuando alguien se iba de la Obra incluso quitaban las fotos en las que el salía en los álbumes de familia de los centros? “Reza por él” te decían si preguntabas, pues te hacían ver que su condenación estaba cerca.
¿Por qué no se informa con total normalidad de que alguien deja la Prelatura?
Muchas son las preguntas que después de tantos años y ante la cantidad de testimonios que se leen, te hacen ver que el Evangelio no es precisamente la doctrina que más se sigue en el Opus Dei.
¿Abandona Dios a aquellas personas que un día dejan la Obra? ¿No se merecen los ex miembros, amor, comprensión, acompañamiento?
¿Por qué ante la cantidad de testimonios, entiendo que incluso denuncias, la Iglesia no ha tomado cartas en el asunto, dejando claro que ese no es el camino de la Iglesia?
¿Por qué hay tanta deshumanización en el trato que se recibe en la Obra? En la Obra seguro que hay amigos y buenas relaciones, pero para nada se fomentan, no se cultiva la conversación normal entre los miembros, para crecer juntos, compartir experiencias y preocupaciones, donde se viva en familia. En el Opus Dei no está bien visto el sufrimiento personal, la preocupación, el agobio de la persona, compartirlo con tus compañeros, en el Opus Dei siempre había que estar en buen plan.
En el Opus Dei lo único que se cultiva es la relación directa con Dios, con tu director, con tu confesor y con quien te lleva la charla fraterna (que tiene poco de charla y poco de fraterna). Al margen de eso no se habla de fe entre los miembros, no se crece juntos, no existe el grupo.
En el Opus Dei todo es Voluntad de Dios, y la voluntad de Dios en tu vida, pasa por el criterio de tu director, del sacerdote y de quien dirige tu charla. La voluntad de Dios en la Obra no es lo que tú piensas, o lo que tú crees, o aquello que disciernes con buena intención, al contrario la Voluntad de Dios pasa por los Directores de turno.
En la Obra hay mecanismos donde el gusto propio (aunque sea noble y honesto), las decisiones propias, el criterio personal, no sirve si no pasa por la validez que le den los Directores de turno. En el Opus Dei todo aquello que no te guste, te genere contradicción, contradiga tus apetencias y tus pensamientos es fácil que sea lo que les guste a los directores (por lo menos a los que yo conocí).
Seguramente haya una parte de exageración en mis palabras, pero otra parte de total realidad. En el Opus Dei te hacen creer que solamente se es feliz si se hace la voluntad de Dios, que siempre pasa por el buen criterio de los directores y siempre dentro de la estructura santa de la Obra, fuera de la Obra la salvación es dudosa.
Siempre me he preguntado: ¿Cuántos de los Numerarios que pasaron por el Colegio Romano y fueron ordenados sacerdotes, se ordenaron por iniciativa propia o porque se lo pidieran los directores? Me gustaría tener testimonios. Puedo estar equivocado, pero tengo la sensación de que si algún numerario iba a Roma con idea de ordenarse sacerdote, habría algún director de turno que diría que esa no era la voluntad de Dios. Es solo una sensación, pero creo estar poco equivocado.
El Opus Dei ha sido una parte de mi vida, que también ha generado en mí, planteamientos a veces absolutos, y de los cuales al cabo de los años me he tenido que liberar, pues Dios creo que no tiene nada que ver con algunos de los criterios del Opus Dei.
¿Cuántos años lleva el Opus Dei diciendo que son noventa mil miembros en el mundo?, me da la sensación que son bastantes menos, pero es solo una sensación, gracias a la información cada vez más gente sale del Opus Dei y cada vez entra menos.
No me alegro en absoluto de que el Opus Dei esté en horas baja, pero de lo que si me alegraría es que el Opus Dei se llenara de libertad, de Amor de Dios, de caridad y cariño entre sus miembros, de respeto por las decisiones de cada uno, de que cuando oigas a algún miembro de la obra pueda sorprenderte por su criterio personal, su vivencia personal y no por palabras huecas, aprendidas y corporativismo rancio.
MOLINES
No vale la pena ni hoy, ni ayer, ni mañana.- iotganaderia
Perdonar el anonimato. Es una forma de seguir manteniendo las distancias. Os ofrezco mis reflexiones sobre mi experiencia en la Iglesia católica y con la prelatura. A mis 60 años, puedo resumir mi relación como una especie de decepción tan profunda como justificada hasta sus últimas consecuencias.
Suponiendo que Dios exista, tal y cómo nos lo cuenta la Iglesia Católica, y suponiendo que podemos decir, de alguna manera, que es una persona, el trato con la Trinidad, por explicado y razonado que este, es completamente decepcionante. Es tal distancia que se ha establecido entre el Evangelio y las realizaciones históricas de la Iglesia que he dejado de creer. No tanto en términos absolutos como en términos relativos. Hay un ser superior que tiene un plan, parece claro, más allá de las vías tradicionales de demostración. Me dedico a un mundo que está a caballo entre la filosofía, la ciencia y la tecnología. Los hechos son los que son. El mal en el mundo, siendo ese misterio que nadie quiere desvelar, es tan evidente cómo evidente la impotencia de hacerlo desaparecer.
Aún en el supuesto de que eso llegue a ocurrir en el futuro, nada cambia en el pasado, si tenemos cómo base la dignidad de cada persona. Y este el punto central de mi decepción. Aún cuando son muchas, una mayoría cada vez más silenciada, que hace el bien hasta grados de heroísmo que sólo se entienden por el amor a Dios, la Iglesia católica, y la prelatura, en particular, son agentes activos y determinados para hacer que el mal, la ausencia del bien debido en su fórmula clásica. Hay profesionalización, una ideología, una estrategia, tácticas hasta la náusea, dedicadas a provocar el mayor mal posible. Ahora mismo no me preocupan las interpretaciones o las iniciativas para poder reconducir todo ello. Tengo 60 años y no tengo tiempo para más. Son mis hijos los que me han hecho reflexionar sobre todo ello. Es una condena difícil de explicar que tenga más miedo de que participen en la Iglesia que en actividades dónde la Iglesia no esté presente.
Tenemos una formación básica, elemental, de parroquia, pero lo más importante de las supuestas virtudes las hemos aprendido con la vida y a pesar de la Iglesia. No quiero ser injusto, no creo que sea así toda la Iglesia. Pero también tengo que advertir dos cosas. El sistema de perversión es institucional, aplica en lo más alto de la Iglesia y, por tanto, se derrama por todos sus niveles.
También, y esto es lo último ya, no me vale con islas, con grupos o movimientos en paralelo a todo ello, por buenos que sean. Tengo todo el derecho a exigir, o a pedir más bien, que cualquier bautizado tenga la posibilidad de ser católico sin estas contradicciones. Me he pasado media defendiendo que hay otra Iglesia y hoy puedo asegurar que existe, pero está escondida, en una minoría silenciosa e incapaz de poder alzar su voz. Esa tensión que se supone entre tradicionalistas y abiertos no hace más que aumentar el desasosiego. Sólo hay que seguir, por ejemplo, los ataques despiadados al Papa Francisco y ver cómo son una niebla de difamaciones, injurias o calumnias, frente a verdaderos pecados estructurales de los que le atacan.
He vivido bajo Pablo VI, Juan Pablo I y II y Benedicto XVI. No es esto lo que me esperaba al final de mis días. La maldad pura, químicamente pura, en un grado de refinamiento que no tiene nada que envidiar a los peores momentos del pasado.
No ha valido la pena, en absoluto, haber hecho de la Fe una militancia sectaria. El Mal ha extendido sus posesiones de forma brutal. Perdonar si parece pesimismo, pero no lo soy en absoluto, pesimista. Necesito tener las ideas claras para no perder la Fe.
iotganaderia
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