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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 29 de Abril de 2020
Próxima actualización.- Agustina
PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN
LUNES, 4 DE MAYO DE 2020
Violación del Secreto de Confesión.- Guillermez
Queridos amigos,
En estos días he descubierto los escritos de otro amigo con "nombre" de apellido, Jiménez, y me han impresionado. Sobre todo porque me han servido para recordar algunos aspectos de la praxis opusina que tenía muy olvidados. Pero sobre todo, un testimonio "¿Violó o no el sigilo sacramental?" me ha hecho hervir la sangre: cuando narra el modo en que los curas numerarios se saltan el sigilo sacramental, al obligar al penitente a conversar con ellos antes de entrar en confesión.
De los 11 años que pasé de numerario en distintos centros y ciudades, varios sacerdotes actuaron así conmigo. Recuerdo especialmente a dos de ellos. Cuando iba a confesarme (ya fuera un pecado mortal o confesión semanal), me decían que me esperase. "Siéntate, primero hablemos" -ordenaban-, y durante un rato les contaba las miserias de las que quería pedir perdón a Dios. Al terminar, me decían "ahora, de rodillas", y empezaba la confesión propiamente. Pero con una particularidad, no tenía que repetir lo que ya había dicho antes:
- "Ok, te confiesas entonces de lo que me has contado. ¿De algo más?"
Durante todos estos años (dentro y fuera) ni me acordé de esta práctica. Si acaso, pensaba que era un gesto de confianza con los curas, un modo de hacer más sencillo el sacramento. Pero ahora me doy cuenta de su gravedad: estas personas actuaban así para poder contar mis miserias a los directores sin violar el sigilo sacramental. Propiamente, ellos sabían de mis faltas por una conversación "normal", y eso no implica secreto de confesión.
¿Se puede tergiversar más el sentido de un sacramento? Esta práctica no sólo es un abuso a las conciencias, sino que está prohibida por la Iglesia. Recordemos que la violación del secreto de confesión está penada con la excomunión. Es más, para algunos delitos canónicos (abusos sexuales, entre otros), si estos tuvieron lugar a raíz del conocimiento que el sacerdote tenía por una confesión, estamos ante los llamados "delicta graviora", para los que se reservan las penas más graves.
Señores del Opus Dei, acaben con esta inmoralidad. Es más, acaben con la violación continua a la intimidad que hay dentro de la institución. Ustedes no están por encima de las normas de la Iglesia, no pueden hacer lo que les dé la gana. El fin NO JUSTIFICA los medios. Eso se llama sectarismo. Conozco a personas que nunca más volvieron a confesarse porque pillaron a un cura numerario que había contado algo que ellos les dijeron. ¿Así actuaría Jesucristo?
Tal como ofrecía Jiménez en su escrito, yo también me pongo a disposición de la Iglesia por si necesitan testimonios que confirmen que esta práctica inmoral se realiza al interior del Opus. Creo que estamos ante un abuso que debe ser investigado cuanto antes por la Santa Sede. Ojalá el Vaticano se anime -de una vez- a intervenir el Opus Dei.
Guillermez
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