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CORRESPONDENCIA
Viernes, 15 de Noviembre de 2019
Saxum.- Nancy
¡Hola amigos!
Acabo de leer a JasonJonas, me he reído un rato con su comentario tan acertado de Saxun, cuyo nombre es un reconocimiento de Escrivá a Álvaro del Portillo.
Viví en primera persona la preparación de la Beatificación de Saxum (Álvaro del Portillo).
Fue maratoniana, trabajamos mucho, muchísimo (no me quiero entretener con esto, aunque hay mucho que contar).
En esos momentos - 2014-, se estaba en plena campaña económica, como siempre, pero esta vez más porque era para Xasum. Se nos vendía el bien que iba a hacer, cosa que la mayoría de los que pertenecíamos en aquel momento a la Obra, no nos lo creímos.
Al mismo tiempo Beatificación, corría a cargo de España, y ya os podéis imaginar el gasto, a las delegaciones las tenían ahogadas, pero eso al Prelado Javier no le importaba nada "todo para el bien de la Iglesia".
Algunas teníamos el encargo de organizar los ornamentos litúrgicos, algunos de ellos muy costosos, en concreto unos manteles de altar muy grandes, con sus consabidos cubre manteles y de fiesta. Como Madrid no los podía cubrir, llamamos una por una a todas las delegaciones y cuál es mi sorpresa que una de ellas, nos dijo -se entiende que era la subdirectora de la dele- que ya no podían más, que estaban hasta los pelos con la contribución para Xasum, y que nada de manteles, que se habían quedado sin un duro.
Xasum ha costado sangre, sudor y lágrimas ¿Para qué? Si lo que nos importa cuando vamos a Tierra Santa, es recorrer con piedad infinita la tierra de Jesucristo, y los Franciscanos nos lo enseñan estupendamente que para eso son los custodios de tierra Santa.
Xasum, otra vanidad de vanidades, allí ni está Jesús ni ninguno de sus discípulo y los que la visitan pierden tiempo y dinero, pues hay que dejar una colaboración económica, amén del gasto que supone ir hasta allí.
Os animo a ir a Tierra Santa por lo menos una vez en la vida, vale la pena, pero no al bodrio de Saxum.
Un abrazo,
Nancy
Los colegios, una cáscara vacía.- Cyrano
Leyendo la comunicación “Komati Foundation... ¿otro camelo?”, me vinieron a la memoria unos cuantos hechos que enumero a continuación:
1. El calendario Monkole, que es parecido a lo de Komati pero en el Congo y que forma parte del atrezo de otros colegios del Opus. Es el toque edulcorado de caridad que necesita un centro cristiano para completar un decorado fetén y además todo queda en casa, nunca mejor dicho.
2. La organización de tertulias en un colegio obra corporativa con representantes políticos de varios partidos. La verdad es que no le veo interés académico a esta actividad. Más bien suena a lo de poner una vela a Dios y otra al diablo intentando quedar bien con todo el mundo.
3. El bajo nivel académico de algunos de estos centros que está haciendo huir hasta a los supernumerarios. Me contaba un padre que a su hijo le calificaban todos los trabajos con 10 aunque estaban mal y cuando fue a protestar le dijeron que dejara “que su hijo fuera feliz”. Al curso siguiente ya no estaba allí. Desde la óptica “opusina”, qué más da instruir o no si lo que buscan son “vocaciones”. Cuanto más ignorantes menos libres.
Todo es imagen, apariencia, disimulo, fingimiento, doblez: apelan a la caridad ocultando su interés, ofrecen innovación pedagogía para esconder indolencia, presumen de nuevas tecnologías pero están ayunas de contenidos, usan la promesa de instrucción como señuelo para captar vocaciones, citan a Dios pero aspiran al éxito humano, se jactan de ortodoxia pero transigen con todo lo que les beneficia argumentando que son de “mente abierta”, presentan fotos que evocan felicidad mientras empastillan a sus prosélitos.
Al final se trata de hacer negocio. Un colegio concertado de 2 líneas de infantil a bachillerato que cobre 130€ al mes por alumno puede fácilmente sacar en limpio 750.000 euros cada curso. Con ese dinero se puede ir montando una red de colegios. Esto lo puede comprobar cualquiera: como casi todos los colegios concertados son fundaciones sin ánimo de lucro, se pueden consultar las cuentas en los protectorados de fundaciones de las comunidades autónomas. Son públicas. Este es el enlace a la de Madrid.
En el Opus Dei deberían saber que el dinero no sirve para extender el Reino de los Cielos pero lo que está claro es que da el pego...
Hay en España muchísimos colegios religiosos de un amplio abanico de “marcas”. Cuando los padres llevan a sus hijos a esos centros encuentran un ambiente “reconocible”: cierto ideario cristiano, capilla, algún sacerdote... pero lo que no se imaginan es que varias de esas familias religiosas hace años que desaparecieron por falta de vocaciones y que lo que queda son fundaciones o incluso sociedades mercantiles encargadas de preservar un patrimonio inmobiliario de un valor ingente. ¿Y saben cuál es la máxima preocupación de los directivos? Que cada centro sea viable teniendo suficiente demanda de alumnos. Entre sus preocupaciones no está la calidad educativa, ni la extensión de la fe, ni la formación de los pobres... ¡No, no! Su preocupación es que todo siga rulando.
Los colegios del Opus van por el mismo camino. Un decorado sin vida, una cáscara vacía. Éxito humano quizá pero fracaso moral. ¡Ah! Y no les eximo de responsabilidad en el desastre educativo que padecemos en España. Una responsabilidad compartida, sí, pero de la que ni el Opus en particular ni la Iglesia en general son parte menor. Corruptio optimi pessima.
Cyrano
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