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CORRESPONDENCIA
Lunes, 10 de Junio de 2019
Preguntar será... lo más sobrenatural. Tan simple como eso.- JuanchoR
"Tengo que hablar contigo un momento. Siéntate. Mira, últimamente da la impresión de que vas un poco por libre, tienes que vivir mejor la unidad..."
"Ya sé que te estás esforzando mucho, pero mira a ver si a lo mejor no podrías mejorar en..."
A veces, te sientas con un director, echas un rato de diálogo sobre determinados asuntos relacionados con tu vida espiritual, la labor, etc., y tomas nota de lo que habéis visto.
Pero alguna otra vez puedes encontrarte con uno de esos directores que, después de años compartiendo centro te da la impresión de que nunca tiene tiempo para hablar un poco contigo, y un día de buenas a primeras, te sienta, y te suelta el sermón. No me ha pasado a menudo, pero sí cuatro o cinco veces en estos veinte años. Y en esas ocasiones, ha sido muy duro: porque una persona en la que confiabas (al menos, por su cargo) te juzga sin siquiera darte oportunidad para aclarar las cosas. Normalmente, el sermón deriva de hechos muy concretos que él ha visto pero no ha podido contextualizar, y a partir de ahí, ha sacado una "impresión" que ha llevado a la oración e incluso ha podido pasar por el Consejo Local. Así, por arte de adivinación, de un hecho concreto es capaz de adentrar en lo más hondo de tu ser y juzgar las intenciones que había detrás (falta de unidad, pereza, etc., etc.). Luego va y te suelta el sermón, y si quieres decir algo... es soberbia (de nuevo, un juicio de conciencia). Lo más peligroso es la creencia de que, al pasarlo por la oración, su juicio de algún modo se ha convertido en infalible, y si quieres aclarar algo, lo toma como excusa, soberbia o mal plan. Sí, así es, hay gente para todo.
La raíz del problema: el director que no vive bien su encargo por las razones que sean, en algunos casos, porque está de encargos hasta la coronilla y no tiene tiempo, ni un minuto, para pararse a preguntar a aquella persona que de él depende cuando ha visto algo que le ha chocado. Y porque no ha sido, a la vez, claro con sus directores, para decir: a esto no llego. Hay que ser muy divinos y muy humanos. A veces nos olvidamos de los segundo.
Otras veces, el no preguntar al interesado, es por miedo, por timidez, o por causas parecidas.
Desde aquí, decir a voz en grito si hace falta: la tarea más importante de todo director es conocer bien a los que de él dependen. Porque ese tipo de sucesos que he narrado, a veces pueden marcar a una persona y hacerla entrar en crisis. Especialmente, a los jóvenes, pero también a los que llevan 40 años, ya sea porque les pilla en un momento sensible o por lo que sea. No olvidemos que somos humanos. Señor dire: si usted no ha hecho sus tareas, por mucho que "purifique la intención" en la oración, lo más probable es que se equivoque. Dios no da el don de la adivinación, al menos de ordinario, y nosotros somos cristianos ordinarios. Es como pedir en la oración, ante un examen de química, que -sin haber estudiado- Dios nos diga cuáles van a ser las preguntas y sus respectivas respuestas.
Dicen los médicos que no hay peor enfermo que el que no reconoce que lo está. Se puede decir que aquellas personas que se creen iluminadas, que legitiman sus decisiones en base a supuestas inspiraciones divinas sin atender al trabajo y esfuerzo que, también desde el punto de vista humano, conlleva el "dirigir" (o acompañar espiritualmente, expresión que prefiere Ratzinger) a otras personas, esas que después de media hora en el oratorio creen que están legitimadas para cualquier cosa, aquellas que no reconocen la falibilidad de sus decisiones por creer que, aunque ellas mismas como personas sean falibles, una vez que han pasado las cosas por la oración sus decisiones serán infalibles... o que por razón del cargo gozan de una gracia especial que suplanta o exime de esforzarse humanamente... (dicho sea de paso, si así fuera, no habría problemas o no se romperían los matrimonios por contar con una gracia que además es sacramental) son las más "peligrosas". No hay teología capaz de soportar tales creencias (que, además, resultan bastante pueriles).
Por eso, un llamamiento desde aquí a que hagamos bien nuestras "tareas", "poniendo todos los medios humanos como si no hubiera medios divinos y todos los medios divinos como si no hubiera medios humanos". Y si te falta tiempo, no te precipites. Por mucho que te hayan encomendado que hables con tal persona y "que de esta semana no pase".
No podemos juzgarnos ni a nosotros mismos, como dice el evangelio; ¿cómo vamos a juzgar a los demás? Los juicios de conciencia están reservados a Dios, ni siquiera a Nuestra Madre o a los Ángeles, que no tienen acceso a nuestra intimidad si nosotros no se la abrimos.
En realidad, es todo más fácil. Si esta tarde se te ha "acumulado" el trabajo, y tienes que hablar con seis de tu centro, y no dispones de más de 10-20 minutos para cada uno... antes de soltar la pedrola a cada uno, pregunta. A lo mejor te resulta más esclarecedor y provechoso.
Tampoco caigas en el peligro de cargar las tintas sobre los más dóciles ("no dispongo de mucho tiempo, a este basta con que le diga tal y cual, y aunque me equivoque, él todo lo aguanta. Al otro, que es más complicado, tendré que dedicarle más tiempo..."). Porque puede darse el caso de que pierdas la confianza del que hasta el momento la tenías.
Con cariño,
JuanchoR
Creencia, fe, espiritualidad…- Ramana
Las opiniones de RESCATADO, siempre tan profundas y pertinentes, me llevan a reflexionar sobre algunos de los temas que plantea en su último escrito. Querría solo y antes, brevemente, hacerle notar una pequeña errata: confundir Judaísmo con Sionismo; y un error: que haya decidido calificarme de “panteísta”. Creo, admirado Rescatado, que para los panteístas todas las cosas son Dios. Desde la No-dualidad (ese “concepto” tan profundo y sutil que nos ha venido de Oriente y que tiene tanto que ver con lo que tu llamas Espíritu Santo) se suele decir, en cambio, que Dios es todas las cosas. Y no es lo mismo. En absoluto. Pero no hemos venido a esta página a discutir, y menos a elaborar sutilezas que para más de uno pueden sonar a bizantinismos.
Me interesa mucho en cambio tu división sobre los tipos de creencias, aciertas en que el ateísmo es una creencia (como ciertas modernas ideologías políticas, cohesionadas también, como las antiguas religiones, con santoral, praxis e iconos emocionales). Me gustaría reflexionar en estas líneas sobre cuál es la espiritualidad (la ideología, por mejor decir) subyacente en el Opus escribariano.
Para ello, y a la manera moderna (practicada por ejemplo entre los judíos y los budistas: “Buddha is what he does, not what he says”), me fijaré en lo que hacen, en cómo actúan, no en lo que dicen que hacen. Hechos, no palabras. Y estos son (aun a riesgo de generalizar) algunos hechos:
- Elitismo
- Pietismo
- Pelagianismo
- Doblez
- Alejamiento del mundo
- Aristocratismo trasnochado
- Machismo
- Catolicismo preconciliar y eurocéntrico
- Confusión entre la doctrina social de la Iglesia y reaccionarismo político
- Intraclericalismo: confianza exclusiva en los propios sacerdotes y reticencias hacia los demás grupos eclesiásticos, amén de desconfianza y sentimiento de superioridad (infundado) con respecto a otras espiritualidades o religiones que, por regla general, desconocen y juzgan solo desde el más soberano prejuicio etnocéntrico
- Práctica obsesiva del proselitismo como fin en sí mismo y busca de un apostolado no de imantación (“por sus obras les conoceréis”), sino de indoctrinación
- Doblepensar: verdadero síntoma de la gran enfermedad de la Obra
- Obsesión por influir mentalmente desde arriba, en vez de convertir los corazones. Claro que, para eso, habría que empezar por los propios
- Voluntarismo
- Obsesión por el poder, la imagen y el culto al dinero, a veces travestido de esteticismo litúrgico desmedido que, a día de hoy, deja bastante que desear
- Culto a una peligrosa neurosis colectiva obsesionada por la apariencia y ajena, casi siempre, a la realidad de los hechos: este, creo, es el principal cáncer que devorará la Prelatura. El miembro medio se preocupa más por lo que “debería hacer” que por lo que en realidad hace. Ciego o hipócrita, hasta el punto de construir un personaje que justifique esa doble vida.
- Desconfianza absoluta en la libertad. Control férreo de las conciencias
- Dirigismo
- Confundir la fe con la piedad, y la espiritualidad con un normativismo mecánico y rayano en lo obsesivo Como puede verse, se trata de una ideología en la que la espiritualidad brilla por su ausencia. Por eso muchos que entran, que entramos, movidos por una sincera búsqueda espiritual, quizá en los primeros ardores de la adolescencia, acabamos frustrados, agotados, desvencijados por una praxis completamente ajena a nada ni remotamente parecido a un camino de crecimiento espiritual.
Querido Rescatado, en el Opus, el Espíritu Santo ni está ni se le espera: lo han sustituido por un compromiso mecánico de actividad pietista y un voluntarismo que, aunque eficaz a corto plazo, anula la personalidad y frustra el proceso de maduración de las personas. Y les recuerdo que el pecado contra el Espíritu santo es el único que no se perdona. El vuelo libre y creativo del espíritu ha sido fagocitado por un pelagianismo adocenado que, tristemente, conlleva frustración y mediocridad pues adolece de una clara desconfianza en la Gracia. El miedo a la libertad los atenaza y consume por momentos. Si esto no lo pueden ver, de nada les vale la famosa jaculatoria: ut videam…, porque no se trata de recitarla mecánicamente, sino de abrirse a la posibilidad siempre actual del vuelo libre y confiado del Paráclito. Vale.
Ramana
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