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CORRESPONDENCIA

Viernes, 09 de Marzo de 2018

Una historia más (X)

Lupe, 9/03/2018

Mentiras verdaderas

Los días que siguieron a mi “declaración de independencia” en Acapulco fueron los peores de mi vida. 

Esa semana en la costa la viví como un sueño. Fue como haberme casado nuevamente y disfrutar 6 días de viaje de bodas. El problema comenzó cuando volvimos a casa. Regresamos a nuestra rutina: Eduardo al trabajo y yo al cuidado de los niños, la organización de la casa y las normas. Luego de haberme tomado esa licencia en mi plan de vida pretendí que todo volviera a ser como antes. Me dije: he caído pero me levantaré, retornaré al rebaño. Me arrepentiré, me confesaré y volveré a ser la hija buena del Padre que siempre he sido. Ilusa de mí…

¿Qué postura va a tomar el prelado después del día universal de la mujer, en el que se defienden la igualdad de derechos de la mujer frente al hombre? ¿Qué decisión va a tomar en el derecho al voto en la elección del prelado? ¿Qué decisión va a tomar con respecto al trabajo en las administraciones?

El machismo en la Cosa ha sido siempre fundacional. No hay más que leer al fundador o ver las películas de las catequesis. ¿Por qué no pueden asumir los numerarios muchos de los trabajos que realizan por ejemplo los supernumerarios en sus casas?: ponen lavadoras, pasan la aspiradora, hacen la compra semanal, bañan a sus hijos y recogen el cuarto de baño. ¿Os imagináis a los numerarios desempeñando esos trabajos? Yo me lo imagino y me entra un ataque de risa. Será por eso que sé que el prelado no moverá un dedo. Y la asesoría central, la regional y delegación seguirán haciendo la ola a todo lo que el prelado diga y haga. Si las mujeres no se mueven, seguirá habiendo super machismo. En el fondo ellas han sido formadas así y están muy contentas con esa vida. Qué pena. 

Saludos a todas y a todos

Solitudine

De visita por Andalucía con una pareja de amigos extranjeros, entramos en una iglesia. Nuestra sorpresa fue encontrarnos, además de la imaginería tradicional andaluza, un cuadro que estaba fuera de lugar. Era una fotografía de Escribá -no sé si con fotoshop o no-, en la que el santo, ensotanado de negro y toqueteándose ambas manos con gesto poco viril, mira directamente al frente mientras esboza una sonrisa angelical. Debajo de ese cuadro, otro cuadro contenía un documento y una reliquia de esa persona. 

Entre esculturas de santos medievales e imágenes de pasos de Cristos y Vírgenes, la foto y la única reliquia del templo nos parecieron surrealistas y de muy mal gusto. No combinaban en absoluto con la religiosidad andaluza, colorida y exagerada.

Al principio sentí rabia porque pensé que, una vez más, el párroco o un par de supernumerarios habían maniobrado para imponer con calzador una foto que seguro al resto de parroquianos les resultaría indiferente o rechazarían. Nuestros amigos, por el contrario, se tomaron a chunga ese collage ridículo y se partieron de risa al ver al tipo de la foto y su pedazo de tela en el relicario que estaba entre santos y vírgenes elegantemente vestidos y con gestos de Pasión.

Al salir del templo comentamos cómo estas cosas sólo pasan en España y, naturalmente, en América. Y recordé las veces que he entrado en templos que tienen esculturas o cuadros de Escrivá. Me atrevería a decir que no estaban ahí por iniciativa popular de los creyentes y que en todos los casos ha sido porque el párroco ha impuesto su santa voluntad o porque algún grupito minúsculo de supernumerarios ha presionado al párroco para que se impusiera artificialmente la devoción al santo Escrivá.

Ahora, días después de aquella visita, no guardo ni rabia ni cachondeo. Siento pena. Pena porque en el opus no son capaces de hacer atractivo su estilo y sólo consiguen sobreponerse al rechazo eclesial por la imposición y la manipulación. En las iglesias católicas los fieles cantan alegres. En las iglesias escribarianas los fieles callan temerosos.

Rebeca

SUPERNUMERARIOS: Vivir en la calle de la amargura (XII)

La vez pasada contaba que mi esposo y yo frecuentábamos los círculos ecuestres. Tanto en las carreras de caballos como en las competiciones hípicas. Lo de las carreras no lo conté nunca porque de verdad nunca vi nada malo en ello. El ambiente del hipódromo era muy familiar. Por otra parte, el padre de mis hijos fue durante muchos años un jinete muy reconocido. Aunque yo nunca me dediqué de lleno a ello antes, cuando me casé, lo lógico era que me dedicara un poco más a la equitación. Todos los fines de semana íbamos al club hípico para que él entrenara, y como no me iba a quedar sentada viendo pasar las horas, comencé a entrenar en la modalidad de dressage. Tampoco nunca me pareció importante decirlo. Para mí era un deporte más…

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