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CORRESPONDENCIA
Viernes, 29 de Septiembre de 2017
EL MISMO PERRO CON DISTINTO COLLAR.- Dionisio
Voy a hacer algunos comentarios a la entrevista al Prelado que Pinsapo nos ha facilitado tan amablemente.
A mí, como a Sancho Panza me gustan los refranes. Pues ya está dicho en el título. El prelado, que me perdonen los gallegos, si no lo es podría serlo, porque todo son palabras medidas para parecer que sí, pero no, lo mismo y todo lo contrario. Te lo encontrarías en una escalera y no habría forma de saber si sube o baja.
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.” El prelado se ha puesto un maquillaje, pero es exactamente lo mismo de siempre. Es el mismo santo sacerdote que puso una demanda a esta web para pasar a ser llamado “El Innombrable”. Espero que no lo hayáis olvidado.
Se le puede rebatir y volver en contra casi cada oración de la entrevista, pero me da una pereza enorme. Solo me voy a quedar en comentar una de sus frases. “A mí me gustaría pedir perdón por todos”.
A mí. Esto tiene su gracia, porque él sí lo haría, pero otros no. O el sí lo haría, pero quizá no le dejen otros que son malos. A él le gustaría, pero a otros no les gustaría. Quizá se pueda interpretar así: “A mí”, a título personal, no como prelado, me gustaría; pero de forma institucional, jamás. No nos confundamos.
Me gustaría. Usa el verbo gustar, que es algo de tipo opcional. No representa una necesidad o deber. A uno le puede gustar cualquier cosa, incluso cosas absurdas, que no pasa nada. Puede estar practicando la elipsis. Es como si pensara, pero no dijera: “No siento ninguna obligación de hacerlo porque a esos podridos que chupan rejalgar no les debo nada, pero “me gustaría”; para que veáis los buenos gustos que tengo. Que “me gustaría”, por supuesto, no significa que lo he hecho, lo estoy haciendo o lo voy a hacer. Es apenas una frase que cuando se lea aprisa y corriendo, sin reflexionar, parece de buen rollo. De hecho, no tengo ni la menor intención de hacerlo. Con lo cual demuestro que tengo una habilidad impresionante para usar las palabras sin decir nada y tratando de quedar bien.” Si de verdad el prelado estaba tratando de rectificar algo, podría haber dicho “Me siento obligado en conciencia a pedir perdón y lo pido”, pero eso es pedir peras al olmo (otro refrán). Definitivamente el “me gustaría” es perfecto como maquillaje, para que ni siquiera pueda parecer que hay algún tipo de sonrojo por debajo de semejante manipulación.
Pedir perdón. Pedir perdón es correcto, pero absolutamente insuficiente. Tal como aprendimos en los tratados de moral, una falta demanda una satisfacción. “Pedir perdón” puede ser muy bonito y muy lo que quieras, pero hay un dicho americano: “Pon el dinero donde pones la boca”. Es decir, hablar es muy fácil. Ahora saca la billetera y enséñame el dinero que vas a poner. Lo demás es tocar el violín (creo que no es un refrán, pero es asimilable). Señor prelado, bienvenida su petición de perdón, si es que viene, pero completamente estéril si no viene acompañada de compensaciones e indemnizaciones que son estrictamente de justicia. Cosa de la que espero algún día la justicia divina le pedirá cuentas, como espero que ya lo haya hecho a sus distinguidos predecesores que tanto nos han querido y han sido tan paternales.
Por cada uno de ellos. Es como si dijera: “Obviamente no por mí, que yo no he hecho nada, ni he tenido nunca cargos de dirección, ni he maltratado a nadie, ni siquiera por omisión. “Por cada uno de ellos”… que con “buena intención” han insultado, vejado, ofendido, abusado, mentido, explotado, burlado, abandonado, manipulado, engañado… etc. “Ellos” son los que han tenido cargos de gobierno y formación por décadas, inamovibles, intocables, que se reían de las correcciones fraternas, que usaron el poder para su propio beneficio personal. “Ellos” que quizá fueron nombrados por la ONU, porque el prelado no siente la menor responsabilidad por haberlos nombrado y mantenido en el cargo a pesar de las abundantes evidencias de abuso, incluidas faltas graves. “Ellos” que seguramente no estaban al tanto de las minuciosas indicaciones de los directores. “Ellos”, porque la organización se desentiende de todo. Solamente hay bien intencionados fallos humanos. Señor prelado: A otro perro con ese hueso.
Mensaje final de Dionisio para los bienaventurados: Vais a tener que seguir esperando, no os prometo nada, pero quizá haya suertecilla y con el próximo prelado el maquillaje tenga más calidad y algún atisbo de credibilidad. Este maquillaje es penoso, pero hay que reconocerle que al menos hizo el intento de maquillarse. Y la entrevistadora supongo que al terminar pediría la bendición, como es preceptivo. Yo, gracias a Dios me fui, si hubiera cedido a la tentación de esperar a ver qué venía después de la javeriana travesía por el desierto, ahora estaría arrancándome los pocos pelos que me quedan. Ya me sospechaba yo que no venía nada bueno por el horizonte.
Pues aquí estoy. Apenas el lunes pasado dije que no escribía porque no tenía nada que decir y hoy me largo con una filípica. Es que esto de escribir es como rascarse, uno empieza y luego no puede terminar.
Abrazos y besos a discreción desde el Areópago. Os quiere,
Dionisio, el Areopagita.
El sentido de las festividades.- Gervasio
El sentido de las festividades
Gervasio, 29/09/2017
Escribí el pasado viernes: Oí decir al fundador en más de una ocasión que cada vez percibía menos la diferencia entre la providencia ordinaria de Dios y su providencia extraordinaria. Pero luego, a la hora de la verdad, teníamos que aceptar que Dios había intervenido en su vida milagrosamente en diversas ocasiones. Por si se nos olvidaba o no lo teníamos en cuenta suficientemente, dentro de Opus Dei, hay varias festividades en las que se conmemoran sucesos extraordinarios de los que $anjosemaría fue protagonista. Las principales fechas que se celebran son el 2 de octubre de 1928 y los 14 de febrero de 1930 y de 1943. En esas fechas hay aperitivo, comida especialmente esmerada, café, copa, puro y no se usa cilicio. Y a lo mejor hasta se proyecta una película. Tales conmemoraciones, como es de suponer, son muy bienvenidas. Nos daban mucha devoción. Tanta devoción que don Álvaro un buen día —habiendo ya tomado posesión de su cargo de Prelado del Opus Dei— prohibió que en tales ocasiones se sirviesen bebidas alcohólicas de alta graduación...
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