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CORRESPONDENCIA
Lunes, 30 de Octubre de 2017
Víctor y Vicente.- Faran
Agustina, te envío un artículo que escribí en septiembre de 2012 y que no publicaste porque consideraste que no era oportuno. Han pasado varios años, y me gustaría que lo volvieses a leer. Un abrazo, Faran
VÍCTOR Y VICENTE
El 14 de septiembre la página “Opuslibros” publicó una carta de Jimena que decía:
“Vicente, como eres diputado y tu reciente esposa es Secretaria de Estado, intuyo que tu salida del opus no ha sido nada traumática teniendo en cuenta que eras un numerario de pro y bien conocido por ello. Apostaría que ahora sirves de ejemplo para mostrar al mundo lo bien que tratan en el Opus a los miembros que se van. Lo dicho, felicidades.”
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Jimena. Vicente era uno de esos enchufados de la institución que tanto abundan, siempre iba por libre y se lo permitían todo o casi todo. Recuerdo haber consultado alguna vez ir al cine para acompañar a un amigo que lo estaba pasando mal, y no tenía con quién ir (¡incluso mi amigo me dejaba elegir la película a mí!). Respuesta de la persona con la que hacía la charla, después de haberlo consultado con el “consejo local”: - que no, que en el opus somos pobres (¿?) y no podemos gastar ni dinero ni tiempo en el cine ni en ningún espectáculo.
Sin embargo, al día siguiente, después de cenar, viendo por televisión los resúmenes de los partidos de fútbol, cuando le tocó el turno al equipo del “LEVANTE”, que creo que jugaba contra el Barcelona o el Madrid, las cámaras enfocaron al palco presidencial y ¿quién estaba allí? Pues Vicente fumándose un puro rodeado de todos los gerifaltes. Lógicamente fui a pedirle explicaciones al director y entonces me confirmó que Vicente era miembro de la junta directiva del “LEVANTE U.D.”, y que si estaba allí, era porque tendría autorización de los directores. (y a continuación esa coletilla tan famosa: “los directores saben mas...).
También coincidí con él en algún curso de retiro, retiro mensual y en alguna convivencia de formación, y era frecuente que llegara algún día tarde y se marchara antes. Por supuesto el móvil siempre lo tenía a mano, y hablaba con toda normalidad, y se encerraba en una habitación y estaba allí media hora hablando, algo impensable en un numerario de a pie. Por eso estoy convencido que su salida habrá sido pactada, y seguirá trabajando para el opus. Dentro de poco será cooperador (si no lo es ya) y cuando convenga, supernumerario. No hay que olvidar que su actual mujer es “secretaria de estado de turismo”, ¿cómo no utilizar ese enganche para conseguir contactos y promocionar... Torreciudad, por ejemplo?
Y Víctor.... Me quedé de piedra cuando leí su carta, no tenía ni idea de que lo estaba pasando tan mal, si no habría intentado verlo. Debo reconocer que lloré y que cada vez que pienso en él se me parte el corazón. Yo doy fe de que lo que cuenta en su carta es cierto, puesto que en aquella época yo vivía en el Club Collvert (Valencia), y fui testigo directo de ese proselitismo absurdo, enfermizo e inhumano que él padeció. Víctor era alto, rubio, bueno, estudioso, lleno de vida, e hijo de padres supernumerarios “muy de casa”. En fin que tenía todas las papeletas para ser obligatoriamente del opus. Además casi todos sus compañeros de clase del colegio “El Vedat” venían por el club, y muchos pitaron, como él. Era un grupo de gente muy buena y de alto nivel humano y académico, y poco a poco fueron cayendo todos. La persecución fue implacable y muy estudiada y coordinada: actividades en el club, convivencias de estudio, charlas, tertulias, círculos, meditaciones, conversaciones con el preceptor, con el director, con el cura del centro, con los directores de la delegación, partidos de fútbol, convivencias en Fátima, en Torreciudad, en la Lloma, en el colegio, conversaciones con los padres... Creo que pitaron todos. Fue una campaña muy bien llevada por parte de los numerarios de Collvert siguiendo las directrices de la Delegación, y trabajábamos muchísimo para que todo saliera bien. El director nos daba continuas indicaciones (en el círculo, en charlas, en convivencias, el cura en las meditaciones...) para que pitaran los chavales, y siempre estaba con el rollo ese de que estábamos en tiempos de expansión y hacían falta muchas vocaciones, y que el Club Collvert era el semillero de vocaciones en Valencia, y que la Delegación y el padre confiaba en nosotros, y bla, bla..... y nosotros nos lo creíamos. Yo en aquella época estaba principalmente con los más pequeños, pero intervine en muchas actividades como cuerpo auxiliar. También participé, coordinadamente con otros, en la persecución de dos de estos jovencitos que despitaron (confío en que Dios me perdone). Recuerdo con especial crudeza a uno de ellos. A mí me enviaron ya a la desesperada y como último recurso, confiando en que accedería a hablar conmigo, porque yo había sido su preceptor hacía un par de años y nos llevábamos muy bien. Pero fue imposible, ni siquiera llegué a hablar con él, no quería ni verme porque “yo era numerario”. Los padres lo tuvieron que sacar del “Vedat” porque se negaba a ir a ese colegio y perdió el curso. Ya no he vuelto a saber nada de él, pero lo pasó muy mal.
Con esto quiero decir que Víctor era una persona normalísima, y sana y llena de vida, y que si cayó en el pozo de la enfermedad mucha culpa la tuvo el opus, seguramente esta institución fue quién le empujó al abismo, y ya no pudo salir de él. Mi propia experiencia personal me confirma esta tesis. En la última fase de mi pertenencia al opus, y tras varias conversaciones (en las que me dijeron todo tipo de barbaridades) con el cura del centro y con el subdirector, y con el director, y con los de la delegación, como no me plegaba a sus requerimientos (que obedeciera ciegamente a los directores) emitieron su diagnóstico: “que yo estaba enfermo y que tenía que ir al psiquiatra”. Es decir, el Opus es “Dios” y siempre tiene razón, si no estás de acuerdo con lo que te dicen y ordenan, es que estás loco. Y así actúan todos los totalitarismos. Según he podido saber, Víctor falleció por sobredosis de pastillas. Hacía tiempo que las tomaba por la depresión que sufría. Su hermana lo encontró tumbado en el suelo del pasillo, pero ya no pudo hacer nada.
Una aclaración. El D. Antonio al que se dirige la carta no es el director de Collvert, sino el que entonces era cura de allí: D. Antonio M., y que hoy día está de cura en un centro de Europa. Era una excelente persona al que todo respetábamos mucho. Era un cura muy humano, que ponía a las personas por encima de la institución. Imagino que por eso se lo han llevado fuera de España, para que de buena imagen del opus, y han dejado aquí a los que son mas robots, para que fabriquen numerarios. Al director de Collvert se refiere en su carta con el nombre de Antonio, que era y sigue siendo un autentico robot, que cumple muy fielmente las órdenes de sus jefes.
Un abrazo Víctor.
Faran. 18 de septiembre de 2012
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