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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 24 de Mayo de 2017
Sobre la prokynesis. Declaración de Alvaro del Portillo.- Alma Llanera
En el reciente escrito de Stoner sobre la práctica de la prokynesis, se refiere a la historia - cuyo origen cifra en la tradición oral, sin una fuente histórica clara- de un Consiliario que -seguramente con mucho sentido común, pienso yo - filtraba algunas de las indicaciones que llegaban de Roma, y que al saberlo Escrivá le llevo a instruir al Defensor de la región para llevar a cabo esa prokynesis en presencia de toda la Comisión Regional.
Me parece importante destacar que ese suceso no está basado únicamente en la tradición oral, sino que está perfectamente documentado en la declaración como testigo de Álvaro del Portillo en el proceso de beatificación de Escrivá. Se encuentra en las páginas 209-212 del volumen II de la Positio, en las que Portillo se refiere a las defecciones en la Obra, y en concreto al caso de Antonio Pérez Hernández (después Antonio Perez-Tenessa), que fue Consiliario de España.
En la imagen de abajo he marcado el párrafo en que Portillo relata como Escrivá dio instrucciones al Defensor, Francisco Planell, para realizar la prokynesis, tal como relata Stoner. (La traducción es mía):
Una vez, en el enésimo intento de remediar este estado de cosas, nuestro Fundador llamó al Defensor de la Comisión Regional de España, Francisco Planell, y le dijo: "Esto no funciona, continuáis sin darle la importancia necesaria a las disposiciones que os enviamos desde Roma. Por ello, harás lo que te voy a decir: En cuanto os llegue de Roma un aviso o una indicación mía concreta, tomarás ese papel y durante la reunión de la Comisión te arrodillarás, te lo colocarás sobre la cabeza con las manos, y dirás: Esto viene de nuestro Fundador, por tanto viene de Dios, y lo pondremos en práctica con toda nuestra alma". Francisco siguió al pie de la letra el consejo y todos los presentes, en su ya probado buen espíritu, reaccionaron de modo ejemplar. Pero, una vez más, se tropezaron con la oposición del Consiliario, a través de quien debían pasar, necesariamente, todas las decisiones del Consejo General: lamentablemente don Antonio había perdido completamente el espiritu sobrenatural.
Es muy interesante leer en este enlace las cuatro páginas completas de esa parte de la declaración de Portillo para mejor evaluar el contexto en que el propio Fundador instituye la práctica de la prokynesis en el Opus Dei. (Está en italiano, quizás algún participante de Opuslibros pueda ayudar con la traducción).
Verdaderamente el texto es antológico de lo que en el Opus Dei llaman "espíritu sobrenatural" = se me hace caso a todo lo que digo, en todos sus detalles mínimos, porque yo soy la revelación de Dios para vosotros. Si no, no tenéis mi espíritu. Exacto: "su" espíritu, pero no el de Dios, porque en tantas de sus disposiciones desplaza al Espíritu Santo y se pone él. Es justamente la metodología de todo fenómeno sectario.
Saludos,
Alma Llanera
El trato con la administración.- dlmO
Al hilo del escrito de Shukem (Tú a lo mejor me quitabas el hipo…), referente a las relaciones entre numerarios y numerarias, me ha venido a la cabeza, una anécdota que me sucedió viviendo en el Colegio Mayor Moncloa –centro al que me destinaron al salir del centro de estudios- y que, para los profanos, era y es un colegio mayor “abierto”, es decir, un centro donde residen universitarios que no son de la obra junto a miembros de la misma. O, en otras palabras, es un “semillero de vocaciones” donde la labor de los numerarios estaba fundamentalmente focalizada en hacer proselitismo (creo que ahora esa palabra aconsejan no usarla) entre los residentes.
Por aquél entonces yo no era parte del consejo local pero, cierto día al acudir al comedor para la cena, el cura me dijo que, como no estaban presente ninguno de los directores, tenía yo “que hacer cabeza”. En la práctica, eso se traducía en tener que sentarme en la mesa destinada al director y situada en el centro del comedor, hacer sonar la campanilla al comienzo y al final de la cena, que era la señal para bendecir la mesa e indicar que la cena comenzaba y, al final, dar gracias a Dios. Además, debía transmitir a la administración cualquier cosa que fuera necesaria pues en estos Colegios, lo mismo que en los centros sólo de numerarios, ningún residente podía hablar directamente con la administración sino que, para cualquier cosa que necesitara, debía dirigirse al director o a quien “hiciera cabeza” en su nombre, quien a su vez, se la transmitía a la administración.
El comedor era, por tanto, el único sitio donde un numerario podía hablar directamente con una numeraria (fuera del comedor se utilizaba un telefonillo de comunicación interna situado en el despacho del director). Por supuesto, no hablo de los sacerdotes numerarios quienes, hablarían con las numerarias en confesión o como quiera que lo hicieran –lo desconozco-. Era por tanto, excepcional, que un numerario y una numeraria se intercambiaran palabras pero, “para aparentar cierta normalidad” en el comedor se hacía así. Claro está que los mensajes debían ser escuetos, claros y directos como, por ejemplo, “en la mesa del fondo hace falta agua” o “llegarán tarde dos personas y habría que dejarlas cena en el antecomedor”. No se usaban las fórmulas de cortesía de “gracias” o “por favor”. Hoy día, me parecerían “de mala educación” pues a nadie se le trata así. Entonces parecía normal y estábamos acostumbrados a verlo, a diario, en el centro de estudios y casas de retiros.
Volviendo a mi anécdota, y ya iniciada la cena, uno de los residentes me pidió que le dijera a la administración que otros dos chicos llegarían tarde y que necesitarían que se les dejara cena para ellos por lo que, casi al finalizar, toqué la campanilla. Al momento, se acercó una de las mujeres que atendían el comedor. Debo decir que, en estos casos, todas las miradas del comedor se volvían a la escena y es que, se conoce, entre los residentes había chanzas sobre las estupideces de los numerarios en el trato –o no trato- con la administración. Y más, en particular, en la mesa de dirección en la que ese día, aparte del cura y de mí estaban sentados otros tres chicos “que no eran de casa” (no eran miembros de la Obra) y un “supernumerario joven” (de esto, quizá, hablaré otro día, pero había varios supernumerarios a los que se admitía en la residencia con la esperanza de que se pasaran a numerarios…). Perdón si me voy del tema.
Se acercó la numeraria en cuestión y, siendo yo consciente de las miradas del resto de residentes, y saltándome adrede las normas del Vademécum que regula las relaciones entre numerarios y numerarias le dije textualmente y mirándola a los ojos “buenas noches; harían falta, por favor, dos cenas para más tarde; gracias”. La numeraria asintió y se retiró. En la mesa se instaló un incómodo silencio, pues el cura no habló nada el resto de la cena, que ya estaba a punto de terminar. Al día siguiente, el supernumerario pidió verme a solas para hacerme una corrección fraterna que el cura, con la venia del director, le pidió que me hiciera (al parecer, los curas no hacen correcciones fraternas directamente o, al menos, yo nunca les vi hacer). El supernumerario, que estaba bastante cortado y consciente de lo absurdo del momento, me dijo que sólo me transmitía lo que le habían pedido que hiciera: recordarme que a la administración no se la debía mirar a los ojos y que los “porfavores” y “gracias” no son necesarios porque se alarga y enreda las comunicaciones. O algo por el estilo. Los residentes tenían razón: éramos estúpidos. Muy estúpidos.
dlmO
¿Para qué hemos nacido?.- Daniel
Querida Luciana, queridos todos:
Voy a retomar mi anécdota inconclusa del numerario que me decía que Dios es amor y yo le contesté que será amor, pero en su vida no había amor. Un tiempo después aquel convencido numerario pasó a formar parte de los ex y además casado. No conozco su vida, por lo que a pesar de lo que algunos puedan pensar, no estoy en condiciones de decirle que por fin en su vida sí hay amor. ¿Cuando pitó hizo uso de su libertad? ¿Cuando se marchó hizo uso de su libertad? ¿Actuó siempre por amor? Para hablar de libertad tenemos que hablar, primeramente de conocimiento, de verdad. Una mentira un millón de veces repetida y firmemente creída no la convierte en verdad. Cuando algo se mama desde antes de nacer, es difícil sacarlo de la conciencia, pero se puede. Si se actúa con algo infundido desde antes de nacer y no se cuestiona ni se analiza por muy estridente que resulte al cuerpo y al raciocinio, no podemos hablar de uso de la libertad, porque esta ya se ha coartado perversamente aprovechando la fragilidad de la infancia, corrompiendo la inocencia, abortando la posibilidad de una madurez hacia la plenitud del Ser.
Nuestro querido compañero Alter Alterius dice que no piensa irse. Cuando yo digo que no me lo creo... o al menos que pienso que alguna vez sí lo ha pensado... ¿lo estoy juzgando? Bueno... no lo estoy moralizando, simplemente estoy diciendo que no me lo creo. ¿Lo estoy llamando mentiroso? Uhmmmmm... qué fuerte ¿no? Lo que estoy diciendo es que está decidiendo dentro de la caja en la que encorsetaron su conciencia. Cuando yo dije a aquel numerario que en su vida no había amor ¿lo estaba llamando mentiroso? ¿Estaba diciendo que su vida era falsa? ¿Hice mal en darle aquel toque para sembrar en él el comienzo de un desarrollo que él mismo ansiaba pero no se decidía a dar el salto? Sí, lo ansiaba: mis conversaciones con él acababan siempre en lo mismo. Caben otras preguntas: ¿lo lancé a las puertas del Infierno? ¿pagaré yo por aquello eternamente? ¿se arruinará mi vida como castigo por incitar a tan alta traición?
Creo que nos traicionamos a nosotros mismos cuando decidimos no vivir, cuando decidimos recluirnos en la vitrina de la divinidad, cuando decidimos castrar nuestra mente en vez de desarrollarla, cuando decidimos no relacionarnos con el mundo en el que hemos nacido, cuando decidimos que somos algo diferente a la divinidad y la divinidad de nosotros, cuando decidimos aceptar razonamientos forzados que nos obligan a repasarlos continuamente para no rechazarlos, ¡cuando decidimos sin pleno conocimiento ni valor para adquirirlo, porque eso llevaría a la responsabilidad!. Nos traicionamos cuando actuamos con miedo a la libertad. ¿Realmente hacemos uso de nuestra libertad cuando vivimos con miedo a esta, cuando vivimos creyendo estridencias y tememos descubrir cómo se han fraguado esos sistemas de ingeniería social? Con qué facilidad decimos de los musulmanes: pobrecitos, creen eso porque se lo llevan diciendo desde que nacieron... y no pueden escapar. Aquel numerario, ya ex, cambió su vida. Leo a Alter Alterius y lo mismo que yo me expreso con sinceridad, igual que tú, espero que él también lo haga y se ayudará a sí mismo. Si cambia su vida en el sentido que estamos tratando aquí, ¿me afecta? Pues todo nos afecta a todos, pero no lo voy a presionar así directamente, haciéndolo responsable de mi bienestar, sino que le recuerdo que hemos nacido para realizarnos, que no espere cambios en el Opus Dei, que el cambio lo tiene que dar él y que ese cambio no será un solo salto sino que habrá muchos a lo largo de su vida, cada vez más aterradores y emocionantes a la vez.
Dicho todo esto, cuando hablo de estas cosas, suelo concluir con que no somos tan libres como creemos... ni siquiera cuando empezamos a tomar conciencia de nuestras cadenas y a romperlas, que hasta ahora han pasado desapercibidas por nuestra inercia, nuestra quietud, nuestra pereza espiritual. Actitud de superioridad, uhmmmmm... no puedo dejar pasar esto, pero no para defenderme, pues comprendo perfectamente tu crítica. Si Alter Alterius no piensa irse, es porque tiene una creencia firme en lo que le hizo entrar... y ¿acaso no es una soberbia de campeonato asumir que algo es verdad simplemente porque se cree en ello? Eso, en psiquiatría, se llama delirio de grandiosidad. Se tiene la fe como un estado superior de conciencia en vez de como un estado castrado y anquilosado de la razón. Y cuando se les presentan argumentos que tiran por tierra sus creencias, se agarran a que son ciertas porque son misterios de fe. ¿Eso es humildad? Bueno, puede ser humildad admitir que el Cosmos es más complejo de lo que podamos imaginar y que puede haber cosas que no vemos ni podemos medir, etc, pero de ahí a decir que todo aquello en lo que meramente creemos es cierto, hay un abismo.
Una vez oí una frase que hice mía, porque en realidad ya lo era pero nunca la verbalicé tan bien: El humano es el único animal que cuando puede elegir entre "salud y libertad" y "enfermedad y esclavitud", elige lo segundo. Y es curioso cómo las creencias, cuanto más dañinas, absurdas e irracionales son, más difícil es desarraigarlas. Os dejo este enlace, de Vivaldi. He escrito mientras lo escuchaba. Simplemente quiero compartirlo con vosotros.
Daniel
La web del Opus Dei.- Orange
La web oficial del Opus Dei se reduce a un simple medio de propaganda a la vieja usanza. Ofrece una información sesgada, rígida, sectaria, distante, perfectamente previsible, repitiendo machaconamente la versión oficialista sin dar opción alguna a la libre opinión. Es algo parecido periodísticamente a aquellos Pravda e Izvestia del comunismo soviético; órganos triunfalistas que no dejaban opciones a la pluralidad... hasta que la Unión Soviética se hundió. Leer esa web causa hartazgo y empalago por su oficialismo que desprestigia a la propia Obra.
La web de la prelatura parece un funeral. A sus autores les recomiendo, sin acritud, que abran espacio para que la gente normal y corriente, esa gente normal y corriente que dicen ser los del Opus Dei), puedan publicar sus colaboraciones y comentarios. Que dejen de ser un trágala, una web-mordaza. ¿Hay algo tan absurdo como que los miembros de una organización no puedan expresarse en su propia web? Se ve que están a la defensiva.
Por otra parte intento buscar una explicación al hecho de que, ante el numeroso, incesante y variado aluvión de ideas y criticas que el Opus Dei recibe en Opuslibros por parte de miembros y ex-miembros, éste no salga en su propia defensa, presentando sus argumentos como lo haría la gente normal, fomentando un debate constructivo, que sería muy bien acogido sin ningún tipo de resquemor.
Ante la avalancha de críticas razonables, documentadas, profundas y serenas, ellos no responden porque sencillamente POCO O NADA TIENEN QUE DECIR; su argumentario es pobre, endeble y escuálido y no tiene el nivel suficiente como para poder mantener un debate enriquecedor. Temen que sus razonamientos sean rebatidos punto por punto. Están secos de ideas. Y al no disponer de respuestas presentables, no les queda otra que la de permanecer callados, so capa de absurdo orgullo. ¿Quién hubiera pensado antaño en algo capaz de tener callado y acogotado al Opus Dei recibiendo un chaparrón de críticas bien elaboradas? Pues eso se ha hecho realidad con Opuslibros.
Y ya, en otro orden de cosas, de nuevo me congratulo por los de la Obra que se han animado a escribir.
Orange.
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