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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 06 de Abril de 2016
Au coeur de L’Opus Dei.- Agustina
Acaba de salir en Francia el libro de María del Carmen Tapia “Au coeur de L’Opus Dei” (En el corazón del Opus Dei). Un libro imprescindible para conocer, de mano de una de las primeras numerarias de la Obra, “el corazón de un sistema terrible…”
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El mejor sitio.- ElCanario
Hoy me aprovecharé del artículo "El uso del tiempo en las casas y cosas del Opus Dei". Confieso que no lo había leído antes, pero ahora se me han encendido las luces con la costumbre de Agustina de volver a publicar artículos antiguos de Opuslibros. Gracias. Me han llegado al alma esas palabras en las que recoge lo expresado por un ex numerario en las que ponía de manifiesto que estaba mejor en cualquier sitio que en la propia casa o residencia donde estaba. Por lo recogido debió ser muy duro para él. Incluso alguna vez se fugaba a un hotel a ver las televisión y a pasar el rato. Le echaba mucha cara, pues no era cliente del hotel.
Ha sido una manera distinta de ver un problema que yo tuve en el tiempo que fui agregado del Opus Dei. Para los agregados, su "casa" no es la residencia de numerarios, aunque sea su centro. Es lo que en mi época llamaban "apeadero", un lugar donde normalmente no había oratorio, ni tenía administración del Opus Dei que lo limpiara, debiendo recurrirse a una señora contratada para este servicio. En uno de estos sitios, en la calle Recoletos 5 de Madrid, tampoco había calefacción central y éramos los agregados que llegábamos a primera hora de la mañana los que encendíamos la calefacción. Claro que la calefacción se encendía dos o tres horas al día para ahorrar dinero. Eran los años sesenta y principios de los setenta del pasado siglo. Los numerarios nos decían que se trataba de vivir la pobreza. Ellos, los numerarios, sí que disponían de ese calor en sus casas o residencias.
Cuando me fui haciendo veterano, frecuenté con mayor asiduidad la residencia de los numerarios que atendían el "apeadero". Fue la ocasión de tratar no solo con el consejo local del centro de agregados, sino también con los residentes en la casa. Lo que dice Gervasio yo lo ratifico. Con tanto círculo, charla fraterna, uso del oratorio, sala de cooperadores, etc., se hacía difícil que el ambiente fuera agradable. A veces estabas haciendo la media hora de oración mental o meditación en el oratorio y era difícil concentrarse, pues era muy habitual que se abriera y se cerrara la puerta para saludar al Señor o para despedirse a la entrada y salida del centro. Y eso sucedía en la parte común del centro.
Los numerarios residentes disponían de su zona privada. Sus propias habitaciones individuales eran lugares donde no accedían agregados o supernumerarios que habían ido a hacer algo en el centro. Recuerdo que un numerario tenía su dormitorio al lado de la llamada sala de cooperadores, donde se guardaba el fichero de todos los libros que se podían leer o no y su correspondiente calificación, así como las fichas de cada una de las actividades que se desarrollaban dentro o fuera del centro y las publicaciones de "Crónica" y "Obras" de uso interno. Pues bien este numerario me dijo que aquello era su habitación y que no debía estar allí. Le hice frente y le señalé que aquello era de todos. Finalmente recurrió a la explicación de decir que había sido una broma. No me convenció. Otro día ya conté que en el mismo centro, me echaron de la sala de estar diciendo que aquello tampoco era mi sitio. Yo iba a esa residencia con miedo y precaución. Esa residencia, llamada "Lima" por estar cercana a la plaza de Lima, junto al estadio Santiago Bernabéu de Madrid, tenía para los agregados un "apeadero" en la calle General Yagüe. Era nuestro lugar habitual de reunión, salvo las excepciones y le denominábamos "El K", por ser el tercer piso letra K, aunque luego subimos tres pisos más arriba para dejárselo a un club juvenil también de la Obra que estaba en el mismo piso y con el que existía una fácil comunicación a través del patio. A los pocos años cerraron nuestro "apeadero" y los directores nos distribuyeron por otros centros.
Recuerdo otra cosa de "El K". El citado club juvenil decidió un día usarnos. No sé con qué permiso. El caso es que al día siguiente que fuimos a usarlo descubrimos que nos habían destrozado los asientos de las sillas tejidas con material vegetal. Bueno, yo lo había visto antes pues los domingos me gustaba desconectarme allí. Era como si hubieran pasado unos niños sin educación y nos hubieran destrozado nuestro lugar habitual. Debo aclarar que los que visitábamos el "apeadero" éramos todos mayores de cuarenta años y ejercíamos nuestra profesión. No entendíamos tal irresponsabilidad. Aquel lugar para agregados también era un sitio de escape para numerarios de la residencia de la que dependíamos. Uno de ellos, sacerdote numerario, solía estar muchos domingos por la tarde. El pretexto para estar en el "apeadero" de agregados era aprender inglés. Para ello encendía el televisor y conectaba con cadenas extranjeras de televisión. Por alguna razón no estaba en su casa, en su supuesto domicilio. Y eso que el fundador del Opus Dei decía a gritos en algunas tertulias que le Obra era el mejor sitio para vivir y para morir. Le añadía la coletilla "¡Qué bien se está en el Opus Dei!" Esto provocaba los aplausos de los asistentes. ¿Realmente el Opus Dei es el mejor sitio para vivir y para morir?
Un numerario al que conocí se había comprado un apartamento también cerca del estadio Santiago Bernabeu. Allí era donde se desconectaba. Le gustaba escribir libros. Para preparar sus textos llevaba a sus contactos a su "pisito" privado. Un día me comentó: "¿Te imaginas que yo esté hablando de tal personaje público con mi amigo y estemos oyendo de fondo el rezo del Rosario?" Esto es textual. ¿Por qué algunos numerarios viven en "pisitos" privados?.
EL CANARIO
Pequeño análisis de los niveles de conciencia en el Opus Dei.- Yo
Actualmente, en toda población o sociedad pueden distinguirse grupos o grupúsculos embargados y dirigidos o canalizados, por los más bajos niveles de una propia conciencia atrapada en el EGO interno de individuos que han sufrido la coerción y la canalización por parte de sus “superiores”, que se han erigido como comerciantes o mercaderes del pecado y la salvación. Entre estos grupos, creo que podríamos aceptar que el Opus Dei tiene ciertas características, en tanto a organización, que están adheridas a estas premisas. Intentaré describirlo de forma simple y suave, pero no por ello exenta de crítica veraz.
Un individuo humano tiene una historia. La historia educacional recibida de padres, familia y profesores. En esta historia se va forjando lo que en el futuro será su conciencia -eso cree el individuo- cuando en realidad le están clonando su conciencia en base a un ADN que el grupo cree que es la verdadera y única poza génica capaz de hacer frente a los cambiantes ambientes fenotípicos o externos que le van a afectar en la vida. Poco a poco el individuo interioriza esta conciencia como propia y la única posible, si no quiere traspasar la línea del pecado y ofender a su Dios. Podríamos decir en otras palabras que el individuo no ha crecido en base a una conciencia libre. Sea como fuere, esta carga educativa derivada de una genética no propia sino impuesta, va transformando este ser en un depósito de los más bajos niveles de conciencia. A saber: (Voy a puntuarlos para facilitar la comprensión)
Nivel más bajo: 20(1) Lo poseen los seres humanos en los que predomina la conciencia de la VERGÜENZA. Son individuos que viven cerca de la muerte. Una muerta a veces buscada (autolesión suicida), otras veces en un suicidio de conciencia, y algunas en las que el individuo simplemente no pone los medios para prolongar su vida (suicidio pasivo): por ejemplo cuando un individuo cree haber caído en desgracia, o ha sido desprestigiado. Este ser desea ser invisible, pues por sí mismo se considera un ente sin vida. La vergüenza lleva a la neurosis que desencadena un muy bajo nivel de autoestima y por ello lleva a un aumento de enfermedades físicas. Conlleva una personalidad tímida, retraída e introvertida. La vergüenza es en realidad una cruel arma que hace que sus víctimas a su vez se vuelvan crueles. Se escuda en el perfeccionismo y la rigidez; en la intolerancia. Produce falso orgullo, ira y culpa. Son personas despectivas, miserables, a las que les gusta la humillación y la "eliminación" de otros seres.
Nivel siguiente 30: Es la conciencia de aquellos humanos que están inmersos en la CULPA. Quien los ha formado ha inoculado en ellos un sentimiento de castigo y los ha manipulado hasta hacerlos llegar a una conciencia de remordimientos, masoquismo, recriminación y victimismo. Son personas con graves enfermedades psicosomáticas, con abundantes accidentes en su vida, con conductas suicidas. Algunos, al estar en un nivel ligeramente superior, energéticamente hablando, al de la vergüenza, pueden pasar etapas de lucha en contra de este continuo sentimiento de culpa. Otros, por tener una fuerte carga emocional negativa dentro de la culpa, (nivel más cercano al 20, aunque no sientan vergüenza) evaden las culpas que los superiores o líderes les hacen sentir y se tornan amoralmente amorfos. Son personas extremadamente preocupadas por el pecado. Y han llegado a esta alta escala de preocupación quienes han tenido demagogos religiosos coercitivos que les han controlado sobre todo en las épocas de formación más conscientes (adolescencia y juventud). Algunos, en su etapa de estudios superiores se enfrentan a sus profesores acusándolos de fomentar el pecado y si pudieran ellos castigarían a estos profesores, pues se les ha inculcado que todo acto contrario o desacorde con la moral merece una culpa. Ellos mismos acaban sintiendo tal grado de culpabilidad (tanto los formadores con culpa como los formados) que se llegan a auto-flagelar. Es la llamada subcultura de la culpa en la que, a mi entender está inmerso el Opus Dei. La pedagogía del temor y no del amor. Quien es formador se convierte en un comerciante del pecado y de la salvación y pone en situación de vigilia a sus discípulos en lo que hace referencia a cualquier atisbo de situación que pueda llevar a lo que ellos consideran pecado. Como sea que el ser humano normal se pone muchas veces en estas situaciones que hipotéticamente pueden llevar al pecado, si su conciencia ha recibido la formación de la culpa, es inevitable que busque de forma desesperada la confesión de tales pecados y, con frecuencia, la busca fuera de sus formadores, pues en este punto, el individuo está más cerca de la vergüenza que de la culpa. Son personas con rabia, con ganas de aniquilar (y consecuentemente olvidar a los que abandonan esta lucha que ellos llevan de forma heroica). Suelen ser individuos a los que la pena de muerte en determinadas sociedades les complace, pues “los que no han seguido las reglas y no han luchado merecen un castigo a sus culpas de forma que este castigo complazca a todo el grupo – se entiende el grupo atrapado en la culpa -)
Espero que no haya que explicar los paralelismos pues a mi modesto entender, en el Opus Dei, ”para muestra un botón”
Si os ha gustado habrá más.
Os quiero.
Yo
(1).- Por debajo de 20 el individuo pierde su consciencia y a menudo su vida. Es el nivel de la muerte. Su cuerpo i/o su mente contrae enfermedades físicas o psicosomáticas incompatibles con una vida en sociedad y en familia. Pérdida de muchos sentidos físicos y propioceptivos.
De nuevo sobre el tabaquismo como signo de mentalidad laical.- Josef Knecht
Me siento cordialmente obligado a responder a la crítica apasionada de Supo (4.04.2016) a mis opiniones y experiencias (16.02.2015) acerca del tabaquismo de los numerarios del Opus. Comienzo dando la razón a Supo en su tesis fundamental: por supuesto que a nadie se obligó a fumar, excepto a don Álvaro. Yo mismo, sin ir más lejos, no fumé nunca, y nadie me obligó a hacerlo. En mi aportación escribí literalmente que la mentalidad laical de los miembros varones del Opus no sólo se manifestaba en fumar para diferenciarse de los religiosos, sino también en elegir con libertad entre fumar o no. Cito literalmente mi párrafo: “En esta página web, siguiendo el magisterio de Haenobarbo, E.B.E., Gervasio y otros más, se ha escrito mucho sobre la contradicción que se da entre la versión oficial del Opus, según la cual sus miembros son cristianos corrientes en medio del mundo, y la vida real de sus miembros célibes, que sigue muy de cerca y, en muchos aspectos, es idéntica a la praxis vital de las órdenes religiosas. Por eso, no está de más recordar ahora este pequeño detalle de los laicos varones del Opus: ser libres para optar por fumar o no significa para ellos que no son religiosos. Es un detalle que parece contradecir, en parte, la tesis antedicha. En realidad, no la contradice en absoluto, porque pensar que por el hecho de fumar se es más laico que por no fumar es una memez gigantesca”. Me expresé con una gran claridad que Supo no supo o no quiso ver, tal vez movido por el apasionamiento y casi enfado, desproporcionado en mi opinión. Cuando uno se enfada con alguien, suele tergiversar sus afirmaciones, por claras que sean.
Aunque los numerarios no estábamos obligados a fumar, el ejemplo de obediencia del fumador don Álvaro era interpretado desde la perspectiva del “buen espíritu” (el escrivariano, se entiende) como un aliciente para imitar el “conducto reglamentario” que monseñor Escrivá había señalado a Portillo. El gesto de obediencia de don Álvaro era presentado en las tertulias de los Centros y en charlas de formación como una gesta casi épica, digna de ser emulada –no por obligación, sino por vía de “buen espíritu”– por parte de quienes querían vivir el “espíritu laical” del fundador con la misma fidelidad con que lo vivía don Álvaro.
Los directores del Opus no obligaban a nadie a fumar, pero sí daban al tabaquismo una estimulante y “sobrenatural” publicidad que seducía a muchos ánimos, sobre todo de gente joven. Por eso, no se equivocan quienes en esta página web han sostenido recientemente que el Opus fomentó el tabaquismo entre sus miembros varones durante los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, hasta que los propios directores del Opus, a lo largo de los años 90, padecieron las nefastas consecuencias de ello cuando veían empeorar la salud de los numerarios fumadores o cuando los veían morir de cáncer de pulmón, y decidieron dejar de insistir en el ejemplo épico de don Álvaro para pasar a recomendar a los fumadores el esfuerzo de deshabituarse del tabaco. Siento decirlo así de claro, porque estimo personalmente a Supo, que es buena persona: es Supo quien se equivoca negando aquella realidad de los años 60, 70 y 80, cuando las vocaciones al Opus eran muy abundantes y cuando los miembros varones fumaban muchísimo por distintas razones, una de las cuales –y muy decisiva– era el ejemplo “laical” del obediente don Álvaro.
Reitero que no exageré con mi afirmación de que varios catedráticos de la Universidad de Navarra, numerarios ellos, se sentían bastante molestos o reticentes cuando se promovió la prohibición de fumar en las aulas y bibliotecas de la Universidad. Podría incluso dar nombres, pero por discreción no lo voy a hacer. Al final, lógicamente todo el mundo aceptó entonces la prohibición de fumar, incluidos los admiradores de la gesta épica de don Álvaro. Los tiempos cambian. Lo malo en el Opus es que los pocos cambios positivos que ahí se producen acostumbran a llegar bastante tarde, cuando, después de experiencias traumáticas, la dura realidad se impone por su propio peso.
La intervención de Supo ha incentivado mi memoria. Pocos días después de que, en la Universidad de Navarra, se colgaran en las paredes de cada aula el letrero de “Prohibido fumar”, sucedió una anécdota divertida. Un profesor, ilustre numerario, de cuyo nombre no quiero acordarme, no tuvo el inconveniente de fumar mientras impartía su clase delante de los alumnos, contraviniendo públicamente la prohibición fijada por escrito en una pared del aula y manteniendo inamovible su costumbre ancestral de fumar en clase. Por cierto, fumaba con mucha elegancia como recreándose en la inhalación del humo. Lo divertido fue que uno de los alumnos grabó a escondidas con un aparato de vídeo al profesor mientras fumaba impartiendo la lección, y la grabación enfocaba también el letrero de “Prohibido fumar”. Ese vídeo corrió como la pólvora entre el alumnado y el profesorado; todos nos reíamos viéndolo, y la cosa se quedó en eso: una anécdota.
Por último, reconozco que Supo hace bien exigiendo más rigor a los que escribimos en Opuslibros y, por eso, acepto su noble crítica de que Kayac y yo nos equivocáramos en aducir como causa del tabaquismo el miedo a aceptarse a uno mismo en un contexto de agobio psicológico. No soy especialista en psicología y, por tanto, me pude equivocar en este punto, aunque he leído alguna vez en publicaciones médicas que entre el agobio psicológico y el tabaquismo se da o se puede dar una interrelación. Como bien sabe Supo, la vida de los numerarios, sobre todo jóvenes, está repleta de numerosos agobios, que pueden psicológicamente ser mal compensados con el recurso al tabaco, máxime si pulula por el ambiente el ejemplo de don Álvaro; en este caso, el hábito de fumar puede originarse –o reforzarse, si ya se fumaba antes– por factores externos agobiantes y a la vez “ejemplarizantes” más que por el propio criterio personal, lo cual viene a ser una manera de sometimiento y de no aceptarse a sí mismo. Pero, en fin, como bien dice Supo, no soy quien para hablar de este tema, del que no tengo más que una culturilla superficial. Me callo, pues, para no decir tonterías.
Y ya que hablamos de psicología, manifiesto mi sincera preocupación por el enfado de Supo acerca de esta cuestión: no es para tanto, amigo. ¿Qué le pasa a Supo, que se irrita tanto por tan poco, hasta el punto de negar una evidencia histórica como la que sucedió con el tabaquismo de los numerarios en las décadas 60, 70 y 80 del siglo XX? No un ignorante como yo, pero sí un buen psicólogo estaría en condiciones de dar una respuesta al porqué de su enfado.
Josef Knecht
Contestando a Supo.- JaraySedal
Quiero hacer un pequeño comentario a la experiencia de Supo sobre el tabaquismo (4 de abril), ya que de vivencias se trata, y aporto la mía. A fines de los años 60 era común fumar en los clubs y centros que yo he conocido, y no a los 16 sino desde los 14 años. No he visto que nadie obligue a fumar a quien acude a un club o a un centro, pero se empieza a fumar por emulación (“imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas” según el DRAE). Cualquier estudio dice que la existencia de fumadores en el entorno social, la percepción de que el consumo de tabaco es la norma, las actitudes a favor del consumo, incluso facilitar el acceso al tabaco son factores determinantes en el hecho de empezar a fumar. También que cuanto antes se comience a fumar más difícil es erradicarlo.
Desconozco la situación actual en el Opus, incluso en años posteriores a los señalados (Cooperata refiere a los años 80), pero mi experiencia dice que aquellos monitores con los que nos lo pasábamos tan bien, a quienes admirábamos, en cuyo grupo pasábamos a integrarnos, muchos de ellos fumaban, algunos fumaban compulsivamente, otros encendían y fumaban con elegancia sus cigarros, alguno era igualmente elegante con la pipa, y parecían disfrutar. Directores y sacerdotes fumaban también. Y, sobre todo, nunca pusieron óbice alguno a que lo hiciéramos nosotros igualmente. Fumar era un acto social más, una forma de asimilación al grupo.
Es cierto que la existencia del fumador compulsivo (lo he sido muchísimos años) no requiere explicaciones psicológicas reduccionistas para los fumadores opusinos como la “ansiedad interna de los mismos, su miedo a aceptarse a sí mismos”. Si así fuera sería una premisa de validez universal. La nicotina es muy adictiva y si no hay ninguna prevención contra la misma en el ambiente se fumará continuamente. También pueden influir aspectos psicológicos, como el estrés, la ansiedad que genera la idea de dejar el tabaco o la atribución psicológica al cigarro de beneficios mentales. Por ejemplo, se asocia el tabaco a una mayor concentración en el estudio o en el trabajo intelectual. Ponerse a estudiar en serio y encender un cigarro eran actos simultáneos. Tampoco, desde mi experiencia, comparto la opinión de Cooperata de que íbamos al club solo para fumar (y Ducados) . Fui por primera vez porque me llevaron y seguí yendo porque me lo pasaba pipa en las actividades, porque me adulaban y me hacían sentir querido. Lo que se veía desde fuera era eso. El tabaco era un elemento más.
Dejar de fumar requiere de un acto de voluntad sostenido a lo largo del tiempo. Existe realmente más miedo a la ansiedad que pueda crear el dejar de fumar que ansiedad real una vez se ha dejado de hacerlo y transcurridos muy pocos días. Es una lástima que el Opus que tanto insiste en la fuerza de voluntad, que ahorma sus miembros conforme a un plan de vida rígido de obligado cumplimiento, no se haya molestado nunca, hasta donde conozco, en inculcar hábitos saludables contra la adicción al tabaco (me alegraría saber que ya no es así). Y ya que sus miembros hacen lo que les mandan, esto lo cumplirían a rajatabla. Y no asistiríamos a la muerte por cáncer de pulmón de algún numerario fumador empedernido allegado, como aquéllos de los que hizo memoria Josef Knecht (16 de febrero 2015).
Por último, y en honor a la verdad, la percepción sobre el tabaquismo no era la misma en los años 60 que ahora. Según me tomo la molestia de leer hasta 1964 no se informó oficialmente en Estados Unidos que el tabaco era cancerígeno. Y los efectos sobre el fumador pasivo se estudiaron mucho después. Por eso, entre otras razones, hasta tiempos recientes no se prohibió en España fumar en lugares públicos. Las vivencias hay que situarlas en su contexto. A lo mejor alguien mejor informado conozca cual es la situación actual del tema dentro del Opus.
JaraySedal
Fomentar no es obligar.- Manzano
Por alusión debería aclarar un error en el escrito de Supo. No por qué me atribuya un salto al vacío, si no porque lamentablemente parece confundir el transitivo “fomentar” con “obligar”. Escribí la palabra fomentar, lo que significa “favorecer de algún modo que una acción se desarrolle o que aumente un aspecto positivo de ella”, según reza el diccionario. Como tampoco obligaban a una vocación, tan sólo la fomentaban.
Lo que yo viví es lo que conté y me parece muy bien, creíble y respetable que Supo o cualquier otro lo hubiera vivido distinto. Otros testimonios dan fe de situaciones similares a la mía, lo que motivó mi reciente aportación. Si de rigurosidad es lo que nos pide, habrá que atar mejor los propios términos y evitar hacer lecturas desviadas. A veces es solamente cuestión de matices y si hubiera sido el caso no me hubiera entretenido en aclarar nada. Una experiencia no debería desautorizar a las demás.
Lo repetiré para que quede más claro: que yo sepa o viera, el Opus Dei jamás obligó a nadie a fumar, pero en muchos de sus ambientes y con menores de edad se favoreció esa práctica entre la década de los 60 y los 80 del siglo pasado. No me imagino que, aunque fuera una práctica común y aceptada en esa época, los padres estuvieran muy satisfechos de que sus hijos lo hicieran ni creyeran que fuera algo bueno. Hay familias y "familias", ya se sabe.
Y puestos en humo, lo verdaderamente importante de todo esto es que los adolescentes, además de ignorar lo perjudicial del tabaco, tampoco sabíamos muy bien qué tipo de vocación allí se “fumaba” o se fomentaba.
Manzano
Escritos recomendados.- Agustina
Sobre los estereotipos y prejuicios acerca del Opus Dei. Jacinto Choza
Mientras papá y mamá no lo sepan... mejor. Nicanor
Piensas equivocadamente que sólo te ha pasado a ti. Nikita
Carta a “una auxiliar confusa”. David Taylor
Precauciones ante una decisión comprometedora. Rescatado
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