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CORRESPONDENCIA

 

Viernes, 30 de Octubre de 2015



En busca de la alegría.- A plaza

El otro día presencié la siguiente conversación entre dos amigos:

- Tío, ¡tienes que estar contento!

- ¿Contento sin más?

- Y sin menos…

Me quedé pensativa y me pareció un buen consejo, que aproveché para aplicarme yo.

En esas estaba, cuando a modo de pesadilla se me vino a la cabeza algo muy conocido por todos nosotros: La alegría tiene sus raíces en forma de cruz.

¡Qué de años conjugando el binomio alegría- dolor! Y como siempre, poniendo como excusa a Dios, para vivir con una profunda tristeza interior envuelta en una capa de falsa alegría, que en nada se parece a lo que Dios quiere para sus hijos. Y que acaba rompiendo el corazón.

El dolor se puede trasformar en alegría, faltaría más, pero la alegría tiene muchísimas más raíces, que hay que regar.

Sé qué me expongo a parecer frívola pero las raíces de la alegría ahora las percibo de modo diferente. Un regalo, un cafelito con, un viaje, una sorpresa, un dinerito extra, una buena comida, un perrillo, una buena acción, shopping & shopping, un amigo, un amor, un beso , un abrazo, una cerveza fresquita, una canción…

La alegría se encuentra “poniéndose en ocasión”, porque no suele venir sola. Hay que buscar esas situaciones y hacer esas pequeñas cosas de la vida y de cada día que nos hacen estar contentos y felices.

Después de un profundo “psicoanálisis” y con bastante humillación por su resultado he llegado a la conclusión de que mi alegría tiene raíces en forma de ¡¡¡tortitas con nata!!! Solo de pensar en ellas se me dibuja una gran sonrisa en la cara.

Esa maravillosa e involuntaria sonrisa, que esponja el alma y da ganas de vivir.

A. Plaza





Sobre la justicia eclesial.- Ramón

Hola amigos,

Vayan de nuevo mis condolencias a la familia del chaval que denunció abusos en el colegio Gaztelueta de Vizcaya. Menudo lío que les han organizado con el "juicio canónico", "investigación" o como quieran llamarlo.

Si el juicio o investigación eclesiástica se reducen a la mascarada que denuncia la familia, como nos temíamos algunos (véase el escrito de Gervasio de 16 de octubre), quedan a la altura del betún el Papa y la iglesia entera, que demuestra una absoluta incapacidad para hacer las cosas bien, poner un poco de orden en sus filas y sobre todo para mostrar delicadeza, condolencia, tacto y simpatía. 

Me dan pena, esos padres que tanto insisten en que la iglesia haga algo "hacia dentro", como también decía JaraySedal (21 de octubre): ya se ha demostrado que la jerarquía no quiere hacer nada, que tanta historia pasada, encubrimiento papal incluido, les tiene acostumbrados a pasar página y se acabó. Decía Clemenceau que la justicia militar era a la justicia lo que la música militar a la música. Parecido pasa con la iglesia, quien demuestra una vez más que no sabe diferenciar entre pecados y delitos, trata a los victimarios como pecadores (véase en USA) y a las víctimas como delincuentes (véase en USA y en este caso).

En la práctica, lo que deberán hacer los padres es dirigir sus esfuerzos a que funcione la justicia civil, que es al fin y al cabo la que tiene potestad real para investigar, aclarar y sentenciar. Quizás no esté tan mal que esto sea así, y que la justicia eclesiástica se dedique a lo que sabe: a imponer penitencias de tipo espiritual y si procede a perdonar. Pero creo que su confianza en la iglesia es poco útil. Si la institución ha respondido ha sido porque la ley y la opinión pública le han obligado.

Dice Josef K, en su atinado escrito (21 de octubre), que la "exención" de las órdenes religiosas les permite salirse de la disciplina episcopal. Este extraño invento canónico puede tener alguna ventaja, pero desde luego no se puede usar como se ha hecho aquí: ni el Opus es una orden religiosa, ni los numerarios son frailes. Y en todo caso, el Obispo ha quedado como el culo, con perdón. No se ha comportado como Pastor que protege sus ovejas, en este caso feligreses, las cuida y carga con las heridas, sino como mero funcionario (al fin y al cabo, ese es el significado de la palabra ordo) y ni siquiera de los buenos y probos, sino simplemente de los que van a cubrir el expediente y a refugiarse entre las páginas del BOE, en este caso el derecho canónico y traído por los pelos. ¿Cómo puede el obispo dejar pasar algo así, con exención y sin ella? ¿Cómo puede decir que no puede intervenir en lo que le pase a sus feligreses? ¿Cómo se puede permitir semejante chapuza, con comunicado a la prensa antes que a la persona afectada, a la que se le comunica vía telefónica? Por cierto, vaya papelón para el vicario, no sé cómo se ha dejado liar.

Tengo un buen amigo, cristiano fiel, me dice:

- Ramón, la iglesia no cambia porque los cristianos toleramos a la jerarquía cosas que no toleraríamos a cualquier otra institución. Los obispos y curas saben que al final la gente sigue yendo a misa y confiando.

En fin, que Dios nos asista a todos y que sobre todo de paz y justicia al muchacho.

Ramón





Jardines prohibidos.- Dionisio

Querido Desconcertado: Posiblemente sea porque ese autor ya no es numerario.

Querida A. Plaza: El  desconcertado era yo cuando leí tu escrito. No entendía la relación entre tampax y pecado. Una amiga ex numeraria, que también te había leído, me explicó que el motivo de prohibir su uso era por la posibilidad de perder la virginidad y encontrar cierto placer en usarlos (sic). Supongo que es por eso.

Querido Gervasio: Yo fui tutor en un colegio del lado oscuro por un corto periodo de tiempo y coincido plenamente contigo. La tutoría debería estar prohibida. Su único objetivo es pescar críos para el proselitismo.

Un abrazo de todo corazón.

Dionisio, el Areopagita.




 

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