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CORRESPONDENCIA
Viernes, 20 de Febrero de 2015
Recuerdos y reflexiones en un miércoles de ceniza.- Luciana
¡Buenas noches a todos! Miércoles de Ceniza y aquí estoy aprovechando el día festivo en mi tierra para quedarme unos momentos más levantada y leer la correspondencia en Opuslibros.
Los correos sobre el tabaco del lunes me han recordado cuando, siendo yo adolescente, un día me dice la Directora del Centro al que acudía: “Don Álvaro no fumaba. Pero un día Nuestro Padre le pidió que lo hiciera para que todos vieran que éramos laicos en medio del mundo, y Don Álvaro –que era muy obediente y quería mucho al Padre- empezó a fumar...”. Yo era bastante inocente, pero ese comentario más que admiración por Don Álvaro me provocó rechazo. Hoy en día entiendo que lo que me molestó, más allá de que fumara, fue que lo haya hecho simplemente por “obediencia”. Por esa obediencia ciega que en el Opus Dei tanto se valora y que resulta, cuanto menos, patológica...
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Sobre el tabaco y la homosexualidad.- Ramón
Hola,
Se ha levantado una pequeña nube de polémica sobre el tema del tabaco en el Opus Dei. Como se ha mencionado, en los años 70-80 fumar era algo de rigeur en España. No sólo por la imagen sofisticada / dura que según Hollywood aportaba a varones y mujeres (en estas incluso con toques de atractivo sexual); sino porque fumar era cosa de hombres hechos y derechos. Se fumaba adrede.
Si en el Opus Dei se fumaba tanto, es por un reflejo de esa sociedad machista y atrasada. Puede que dijeran que se debía a que los religiosos no pueden fumar, eso es una rematada estupidez. Como siempre han dicho los jesuitas:
Va un franciscano y le pregunta al Papa:
-Santidad, ¿se puede fumar mientras se reza?
- Hijo, qué ocurrencias tienes
Va un jesuita y le pregunta al Papa:
- Santidad ¿se puede orar mientras se fuma?
- ¡Claro que sí hijo, claro que sí! Orar siempre y en todo lugar.
Los jesuitas que yo conocí en esa época se iban al partido del Athletic y los que fumaban se llevaban un puro más largo que el brazo. Los curas han fumado siempre, tonterías aparte. Y si no, que miren en las excavaciones arqueológicas en los monasterios, en la literatura...
Lo que sí es cierto es que el tabaco es un poderoso relajante, tanto por la nicotina que porta como por el factor psicológico que desencadena. Es un agente poderosísimamente adictivo. No es de extrañar que en un ambiente cerrado, ordenado, compulsivo, estresante como el Opus Dei la gente fumara como chimeneas. Y el que no fumaba de entrada, lo hiciera tanto por identificarse con el grupo (motivo importante, como hemos visto) como por paliar la tensión interior. Nada que los diferenciara del resto de los laicos, aunque en el resto de los laicos las preocupaciones y el estrés vinieran por otras vías.
Y en cuanto a la homosexualidad, tema que sale una y otra vez en esta web, me parece que procede poco. Mientras que la Iglesia en general avanza al igual que la sociedad, y el Papa pide que dejemos esa matraca, resulta que los sectores recalcitrantes vuelven una y otra vez al mismo rollo.
La homosexualidad, y en eso el Sr Cesar Vidal de Libertad Digital (¡Libertad, hay que ver qué cosas se escriben en su nombre!) no tiene gran cosa que decir, no es una enfermedad. Los médicos la quitamos del índice (DSM) en los años 70, y bien quitada que está. Los "libres digitales" y otras hierbas que intelectualmente nutren el Opus Dei, quieren de alguna forma se declare que los homosexuales son tarados, o enfermos. Y los psiquiatras erre que erre que no lo son. Ya basta de prejuicios homófobos: la homosexualidad no debió nunca ser una enfermedad, porque en realidad su entrada en el DSM, se debía mucho más a factores ideológicos y religiosos que a verdaderos estudios científicos y a problemas reales. Protestan mucho de que se presionara a los psiquiatras para que la quitaran, pero no piensan en los motivos por las que se clasificó como tal. Ojalá los médicos no hubiéramos tenido prejuicios racistas, etnocéntricos ni religiosos, que fueron los que nos llevaron a Auswitz, al apartheid, a tantas aberraciones hechas con negros.... Si la gente del Opus quiere seguir por esa vía, que lo haga, pero debe saber que está contraviniendo los básicos de la práctica médica.
En fin, como es un tema ideológico volverá a salir, hasta que un día se den cuenta de que toda la parroquia se ha ido a otra parte y no da más de sí.
Que Dios os guarde, en especial de los intolerantes
Ramón
Justo así era el asunto del tabaco.- Josef Knecht
La nota de Pepito del 18.02.2015 me ha complacido mucho. Como él mismo afirma, aporta un “testimonio aquilatado” de lo que vivió respecto al consumo de tabaco en sus años de militancia en el Opus. Así es. Y precisamente por eso su testimonio confirma de lleno lo que expuse en mi escrito del 16.02.2015, pues Pepito consigue que el lector contemporáneo se meta en la mente de lo que vivían y de por qué lo vivían los laicos (no así los religiosos) fumadores de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. Por tanto, con el fin de aparentar que los miembros del Opus no eran religiosos ni vivían como religiosos, fumaban como los demás laicos, es decir, como “muchas personas decentes y mentalmente equilibradas”. Eso es justo lo que quise decir en mi escrito, y el testimonio de Pepito lo confirma de maravilla.
Además, en mi escrito hice sobre todo hincapié en la contradicción que lleva consigo el hecho de “aparentar” ser laico. Este aspecto de mi escrito, que fue el aspecto más importante, parece haber pasado inadvertido a Pepito, mientras que seguramente lo habrán entendido otros lectores. No fue mi intención polemizar sobre si el consumo de tabaco es bueno o malo, aunque también traté esta cuestión, ni mucho menos molestar a los fumadores, compulsivos o no. Mi intención fue SÓLO mostrar una de las muchas contradicciones de la Obra de Escrivá.
También tiene razón Pepito cuando afirma que, en el Opus, se cometen cosas mucho peores por las que merece más la pena rasgarse las vestiduras que por esta. En fin, me ha gustado la aportación de Pepito por su sincero y espontáneo valor testimonial que ratifica mi tesis.
Josef Knecht
Las tertulias, entre nubes.- Bastian
No sé si ahora se sigue fumando en las casas del Opus Dei al mismo ritmo y con la intensidad que se hacía en los años sesenta del siglo pasado, especialmente durante las tertulias que seguían a la comida del mediodía. En los centros de estudios, que eran seminarios pero no lo sabíamos, aunque se distribuyeran los residentes del colegio mayor por grupos pequeños en salas de estar, la realidad era que allí fumaba todo el mundo o la inmensa mayoría —para procurar ser veraz al ciento por ciento—, lo que venía a suponer que cada tertulia se convertía en un fumadero donde quince o veinte personas echaban humo por gusto, y dos o tres se lo metían entre pecho y espalda bien a disgusto. No había tertulias exclusivas para fumadores y cuando la tertulia era de todos los grupos a la vez, el fumadero tenía unos ciento veinte chimeneas activas y menos de veinte fumadores pasivos por obligación. En esas ocasiones la atmósfera se volvía entre azul y amarilla, se veían las nubes de humo ir de un lugar a otro de la sala y, cuando la tertulia terminaba para dar paso al rezo comunitario del rosario, se abrían los ventanales de par en par mientras los encargados de recoger y limpiar los ceniceros cosechaban el equivalente a varias cajetillas de cigarrillos, pero en colillas, que se solían eliminar por la taza del váter.
Sabido es que, de vez en cuando, a esas tertulias unitarias de los centros de estudios, se invitaba a personas de relevancia profesional o por su vinculación al instituto secular. En una de ellas, el personaje invitado resultó ser un austriaco de cuyo nombre y profesión no puedo acordarme. Pero nunca se me olvidarán sus gestos al poco de que los cigarrillos comenzaran a echar humo por toda la sala de estar de Aralar, fase uno, cuyos ventanales dan o daban a la piscina.
El pobre austriaco se puso rojo, después verde y finalmente azul. Y, aunque aguantó con el culo pegado al asiento la media hora larga que duraba la tertulia, tal vez algo más por contar ese día con un invitado especial, al final nos lanzó una pequeña filípica en muy pocas palabras, estas: "Ya veo que están ustedes muy afeminados". Se produjo un elocuente murmullo desaprobatorio, que obligó a una mayor concreción por parte del asfixiado invitado. Y vino a decir que en Europa ya solo fumaban las mujeres, casi como está ocurriendo ahora en España cincuenta años después. Entonces yo no lo entendía, y supongo que la mayoría de los jóvenes numerarios arracimados en Aralar, tampoco, porque en Pamplona y en otros sitios estaba mal visto que las mujeres fumaran, aunque muchas lo hacían, pero eso les daba una cierta connotación. Como en otros aspectos sociales o industriales, en esto de abandonar el tabaquismo también la modernidad llegó a España con medio siglo de retraso, y también las españolas se han sumado, con el mismo retraso, a sus congéneres occidentales al dulce placer de echar humo como lo echaban los machos hispanos. Y así, hasta en el morir nos vamos haciendo más unisexes al compartir casi ya al cincuenta por ciento los hombres y las mujeres el cáncer de pulmón, el de vejiga, los de lengua y boca, las enfermedades cardiovasculares y las pulmonares obstructivas. Y no sé si dentro de otros cincuenta años, veremos -verán- cómo habrá hombres que mueran de cáncer de ovarios y mujeres de cáncer de próstata, pero todo podría llegar a ser si el género supera al sexo y la transexualidad deja de ser una rareza. Lo digan o no los psiquiatras y el vademécum.
Y sí, el tabaco en aquellos años y los anteriores era un signo de secularidad y hombría en las filas del santo. Creo recordar haberle oído decir al fundador que le encantaba fumar puros, y me parece haber visto alguna foto antigua con Escribá, Del Portillo y algún otro clérigo más puro en mano. El alfa del grupo dejó de fumar cuando tuvo la visión divina de que un clérigo fumante estaba mal visto, sobre todo cuando ya se pertenecía a una curia. A don Álvaro se decía que el santo le obligó a seguir fumando para parecer más de mundo, y creo que el primer sucesor siempre fumó la marca Bisonte, tabaco rubio español que al principio venía sin filtro: para más machos todavía. Pero don Álvaro los empalmaba en una elegante boquilla. En lo de fumar también hay que tener clase.
Y aunque no venga mucho a cuento, y los jóvenes numerarios de ahora no se lo puedan creer, deben saber que en aquellos tiempos, muchos domingos, casi todos los festivos importantes y en las grandes solemnidades, nos poníamos ciegos en los centros de numerarios con la impagable y exquisita colaboración de la administración, nuestras admirables hermanas pequeñas, pues no solo cocinaban como si todos fuéramos marqueses, sino que entre el aperitivo y sus vermús con ginebra, el vino de la comida y los licores de la tertulia, donde a los cafés solían hacerle compañía nuestro inseparable Remigio Martin y sus primos pobres, Fundador, Soberano, Magno, algún que otro monárquico, Carlos III, Carlos I, y otros que harían esta lista interminable, tras la tertulia, durante el llamado silencio menor, no se oía una mosca: habíamos caído todos como troncos en nuestras habitaciones, donde se suponía que estábamos estudiando para curas. Luego, durante la meditación previa a la bendición con el Santísimo, teníamos otra media hora para prolongar la siesta a media luz. Y ya no recuerdo si después merendábamos o directamente cenábamos. Pero les puede asegurar que eso sí era vida. Vida dedicada a ser santos, según el modelo del santo fundador. Menos mal que por aquel entonces los papas estaban más por el dogma y la obediencia que por el Evangelio.
Los numerarios y exnumerarios de aquellas generaciones podemos decir, como el cantante español Julio Iglesias, que lo mejor de tu vida lo he disfrutado yo. Y hacíamos voto de pobreza, también de desobediencia e impureza. No sé si me explico. Nos fuimos o nos fueron en masa y los gerifaltes se fueron muriendo, también en masa. Los que fueron nuestros compis, son ahora vuestros gerifaltes, aunque también se van muriendo. Luego vosotros seréis los gerifaltes, y también os iréis muriendo. En fin, empezad la Cuaresma con las ideas claras. Dentro de la organización no sé si las encontrareis. Pero todo cambia. Ahora, nuestras santas orgías de los días santos resultan inconcebibles, pero entonces nadie ponía en duda que eran la voluntad de Dios, que venía a través del santo, y todo eso del aislante que no chupa electricidad, y bla, bla, bla. O sea: todo inmutable, perpetuo... y santo.
Bastian.
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