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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 25 de Junio de 2014
La vida no se trata de sufrir (II).- Salypimienta
Queridísimo sacerdote, numerario, numeraria que aún estás dentro del Opus Dei. Ésta vez voy a tratar de contener mis expresiones burlonas y con bastante mala leche con las que suelo dirigirme a la Obra y a sus directores solamente por ti, porque sé que te debe de escandalizar un poco que diga las cosas que digo, y lo que necesitas ahora es un poco de comprensión, de sentir verdadero cariño, de sentirte arropado y comprendido.
Yo sé que sufres intensamente, que la mayoría de las veces las pastillas que te hacen tomar lo único que logran es que estés atarantado y torpe todo el tiempo, pero no te quitan ese dolor, ni la angustia ni la desazón que sientes clavada en el centro del pecho. Sé que esperas a que llegue la noche para que el sueño te permita unas horas de verdadera paz.
Yo sé que para ti el minuto heróico de la mañana es lo de menos, vives horas enteras heróicas mientras estás despierto, tienes que vivir de una manera que no te llena, que no te gusta, que te entristece y te desespera. Tienes que vivir con personas que ni te importan y a quienes no les importas en lo más mínimo, pero que de cara al público tienes que tratar como tus hermanos, como tus hermanas, y añoras con desesperación a tus verdaderos hermanos y hermanas, a los hijos de tus padres con los que compartiste comidas, regaños, travesuras, viajes, abrazos.. y un que otro pleito. Añoras ese hogar que abandonaste creyendo que el centro al que te destinaron iba a ser un nuevo hogar para ti, en el que encontrarías la paz que tanto ansiabas para estudiar, la comida servida a tiempo, las camisas bien planchadas, el silencio, el orden... y darías todo lo que tienes, ¡todo! por volver aunque sea por unas horas a tu verdadero hogar, ese lugar lleno de hermanos y de hermanas que se hablaban a gritos, a la comida de tu niñez servida sin numeraria auxiliar, pero servida con amor. A esos platillos que nunca saldrían fotografiados en una revista de cocina, pero que a ti te sabían y siempre te sabrán a verdadera gloria. Te gustaría ir recorriendo todos los armarios de la casa buscando la camisa azul que quieres ponerte, porque al vivir en una casa normal, lo normal es que se pueda confundir el sitio donde debe ponerse a falta de etiqueta de iniciales o de números. ¿Cuántas noches no te has acurrucado en la cama recordando con el corazón encogido aquellas tertulias familiares en las que no había censura y cada quien hablaba de lo que le gustaba, de sus aficiones, o del último chiste de Pepito? ¿Cuántas veces no has soñado que te ibas a la cama depués de darle un beso a tu madre?
Dime la verdad, ¿no te encantaría ver a tus antiguos amigos e irse por ahí a tomar una cerveza y platicar sobre el último partido de fútbol? ¿Te das cuenta de que tus verdaderos amigos se han ido porque se cansaron de que les platicaras todo el rato de ser santo por medio de cientos de normas que ni las monjas de clausura practican?
¿Y qué me dices tú sacerdote?, tenías vocación de todo menos de cura, pero alguien decidió que ése era tu lugar: un confesionario escuchando la inmensa mayoría de las veces cosas realmente intrascendentes. Porque esas no son confesiones ni son nada. Confesar 'gente de casa' es una pérdida de tiempo, porque ningún miembro del Opus Dei tiene tiempo de cometer pecados, y cuando los cometen, van y lo confiesan con el cura de una parroquia apartadísima de su zona para que nadie se entere. ¿Te parece una vida maravillosa escuchar todos los días en el confesionario temas de descuido en el trato con el Custodio, pereza en el cumplimiento de las normas y aridez en la oración?... Pero la realidad es que tú te ordenaste por que te lo ordenaron. Y al hacerlo, desordenaste toda tu vida. Dime Padre X, ¿por qué en 20 años nunca vi a un sacerdote de la Obra genuinamente feliz?, ¿Por qué cuando se pasean esperando que les caiga 'alguien' a confesarse tienen un gesto de infinita tristeza?, ¿No dicen que "En la cara se reflejan los paisajes del alma"? En el momento de tu ordenación ¿ni por un momento pensaste que lo que hacías era una farsa?, tú lo sabes, sobre todo si has tratado con seminaristas lo que es una vocación al sacerdocio. ¿Tu vocación al sacerdocio fue así?, y de haber sido así, ¿por qué se te ocurrió pasar años enteros de tu vida estudiando ciencias, o humanidades?, ¿por qué mejor no te dedicaste todos esos años a estudiar filosofía y teología que es lo que estudia un sacerdote en vez de estudiar Ingeniería Industrial o Literatura o Medicina? Te ordenaste porque no te quedó de otra más que obedecer. ¿Y si ahora te dicen que tienes que secularizarte y casarte con Lady Gaga, obedeces también? Digo, si la vida se trata de obedecer ciegamente a un superior, ¿de qué sirve el libre albedrío?, porque a mí que no me vengan con cuentos chinos, eso de "Obedezco por que se me da la gana es una soberana estupidez". El libre alberdío es uno de los regalos más grandes que Dios nos dio, el mismo Dios respeta el libre albedrío en cada uno de nosotros. ¿En qué momento de obnubilación se te ocurrió poner tu libre albedrío en otras manos?.
A lo largo de mi vida he tenido trato con muchos sacerdotes de diferentes órdenes o sociedades, tengo parientes entre los Dominicos, los Misioneros del Espíritu Santo, Los Agustinos y los Franciscanos, estudié con los Legionarios de Cristo y con los Jesuitas, y por eso puedo decir con completo conocimiento de causa que nunca en mi vida he visto sacerdotes más menospreciados, humillados, ninguneados y maltratados que a los sacerdotes numerarios del Opus Dei. Bueno, que un fulanito imberbe pueda... y lo peor ¡deba! corregir, regañar y castigar (lo que se conoce intra muros como 'corrección fraterna') a un sacerdote no se ve en ningún sitio más que en el Opus Dei. La vida no se trata de sufrir, y tú sacerdote sufres, lo sé. Y además estás tan marginado ahí dentro que no hay manera en que te puedas desahogar con alguien. El día que lo decidas, habemos muchas personas, hombres y mujeres en todos los sitios en donde hay labor con quienes puedes contar para lo que necesites, si quieres aunque sea para desahogarte. Si quieres con tu nombre o si quieres con un 'nick'. El caso es que ya es hora de que te des cuenta de que a la tierra has venido a aprender a ser feliz ¡punto!
Si puedo echarle la mano a alguien de cualquier manera, puede pedirle a mi queridísima Agustina mis datos.
Les deseo a todos que sean muy felices.
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