Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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CORRESPONDENCIA

 

6-1-2004

RECORRI 800 km CON UN SECRETO

Ha transcurrido un año, un año de pesadilla después de muchos años de insomnio.

Pero hoy me atrevo sin miedo, quizá fruto de esta noche Mágica de Reyes. Ayer andaba sola y pense... ¿Qué pediré a Sus Majestades este año, cuando Dios ha puesto en mis manos una nueva vida?, y con un poco de ingenuidad después de media vida “Melchor, Gaspar y Baltasar este año no quiero regalos... sólo quiero tener a mi lado gente que me quiera de verdad”.

Septiembre, un domingo cualquiera hace veinte años, está a punto de empezar un infierno para mis padres que dentro de pocos años lo será para mi, pero todos sonreímos, mi madre quizá está más triste, mi padre contento, hace años que planeaba que me formara en esa Escuela, le costaba sacrificio económico pero merecía la pena. En el anden nos despedimos con risas y lágrimas, yo me voy con un secreto que mis padres ignoran, ellos desconocen lo que tan sólo hace tres días ha pasado...

Jueves, me levanto a las 5’30 am (el tiempo apremia) para coger un autobús destino a una capital, allí me espera mi amiga veinte años mayor que yo. Sin mas preambulos:

-¿Recuerdas lo que hablamos antes de vacaciones? Como lo llevas?
-¿Te refieres a la vocación?... si, lo he tenido en la cabeza, pero no sé. No estoy muy segura.
-No estarás segura hasta que digas que sí. Acuérdate, lo viste claro en el curso de retiro, con el corazón ya dijiste que sí.
-Si te parece me lo pienso un poco, me parece algo muy serio para precipitarme.
-Te invito a desayunar y luego te llevo al centro (como os podéis imaginar mi desayuno le salió gratis, era incapaz de meterme nada en el cuerpo).

Ya en el centro llamaron a un sacerdote para que hablara con él, después de una corta conversación y confesión llegó la penitencia... (y en este punto después de tantos años esbozo una sonrisa...)

-Rezaras como penitencia “Jesús ,María y.... (me preguntó: ¿cuál es el tercero?)
Yo que andaba escasa de formación dije: ”no sé”
-Muy bien: que este siempre con los tres.
Y yo que andaba escasa de formación estuve rezando durante dos meses: “Jesús, María , no sé que este siempre con los tres” (me parecía un acto de humildad). Claro que no sabía, no tenía ni idea de donde me metía.

Luego fui pasando de “salita en salita”, y todo esto contenta, con miedo eso si, pero el miedo se pasaba en cuanto decías que sí y enseguida... ”Una cuartilla Galgo, una pluma y un Sí”.

Tres días más tarde, con 16 años recién cumplidos y un secreto que mis padres desconocían, recorrí 800 Km.

Mi Historia es la de todos.

Las mismas artimañas que usaron conmigo, yo las use y os aseguro que con gente muy inmadura.

Esther

Queridos orejas después de 20 años creo que necesitaría un poco de ayuda os agradecería que me orientarais.
El relato os puede parecer una tontería pero para mi es un gran paso.
Gracias por dedicarme vuestro tiempo.

(Amiga, te hemos contestado en privado y recibirás toda la ayuda que entre todos podamos proporcionarte. Tu relato no es ninguna tontería, todo lo contrario. Un fuerte abrazo)


EL PRINCIPIO DEL FIN

Decir que tuve una "premonición" no sé si será acertado, pues la imaginación da tantas vueltas cuando uno está preocupado, analiza tantas ideas, que muchas veces es difícil colocarle luego, con acierto, la etiqueta de "premonición". Pero, desde luego, fue providencial, pues de otra manera me hubiera costado muchos años tomar la decisión de irme.

Estaba yo en el segundo curso del centro de estudios, y me encontraba con bastantes problemas para asumir un espíritu y una forma de vida que no se correspondían con la información que la institución me había facilitado con anterioridad. Me refiero a las situaciones y contradicciones descritas con tanta claridad por E.B.E. en "Las redes de la barca del opus dei" (31-12-03).

Además, con tanta ocupación y preocupación de orden espiritual, mis estudios universitarios, que antes seguía con la necesaria dedicación y buenos resultados, se convirtieron en algo que me parecía superior a mis fuerzas, algo que me agobiaba, algo sobre lo que había perdido el control, y cuyos resultados dejaron de ser buenos.

En esos momentos no era capaz de darme cuenta que lo que me agobiaba en realidad era el opus dei, el cual había ido tomando el control de mi vida y de mi conciencia.

Pues bien, en esas circunstancias, un día de otoño, me pasó por la cabeza una idea sin mucho sentido, concretada en una frase: "Si te fueras al servicio militar se acabarían tus problemas" (en aquellas fechas el servicio militar era obligatorio).

En ese momento no le dí importancia, y desde luego no entraba en mis planteamientos conscientes irme a realizar el servicio militar. Simplemente pensé, con una sonrisa: ¡qué cosas se le ocurren a uno!...

Pero en la siguiente Navidad me llamaron mis padres por teléfono y me dijeron que, por unos problemas burocráticos en la solicitud de aplazamiento del servicio militar y debido a varios cambios de domicilio de mis padres (que fueron la causa de que no les llegasen varias notificaciones relativas al asunto), les habían avisado del ejército que el 10 de Enero del año entrante tenía que incorporarme a filas sin más remedio, o mandarían a la policía a buscarme.

Me quedé perplejo, tanto por la trascendencia de la noticia (que me obligaba a partir hacia tierras lejanas durante más de un año, abandonando mis estudios universitarios y el centro de estudios), como por el recuerdo de habérseme pasado por la cabeza la idea antes mencionada.

El 10 de Enero me incorporé al servicio militar a unos 1.000 kilómetros de mi centro de estudios.

En esas lejanías me di de bruces con la realidad.

En la cabeza, presa en las redes del opus dei, llevaba muchas ideas sobre el opus dei, muchas ideas en las que había sido adoctrinado y que, de buena fe, creí. Hasta que llegó ese momento siempre había creído todo lo que había oído dentro del opus dei. Incluso disculpé engaños que en su momento interpreté benévolamente como errores cometidos por ciertas personas, pues aún consideraba que Dios estaba detrás del asunto de mi supuesta vocación y que la institución estaba libre de culpa.

Tenía bien sujeto el llamado "espíritu crítico", de manera que mi inteligencia rechazaba a priori todo pensamiento que pudiera poner en tela de juicio cualquier aspecto de la doctrina recibida. Y todavía no había tenido tiempo ni ocasión de experimentar y valorar por mí mismo la realidad.

Entre las ideas que llevaba en la cabeza estaba la de que éramos una familia, y que, nuestra madre, la Obra nos atendería donde quiera que estuviéramos. Esta era una de las pocas obligaciones que al parecer la institución asumía expresamente para con sus socios.

En la ciudad donde finalmente fui destinado por periodo de un año no había centro estable del opus dei, yo era el único numerario, y a los supernumerarios se les atendía desde un centro de otra ciudad lejana, cuando podía venir un sacerdote o un director para ese menester.

Quiere ello decir que, de entrada, desapareció para mí la charla semanal y la confesión. Además había otro dato que dificultaba todavía más el cumplimiento de esas normas del plan de vida: mi horario militar no solía coincidir con las esporádicas visitas del sacerdote o del director de turno. De tal manera que la charla o la confesión las realizaba cada mes o mes y medio.

Y mi trató con cualquier otro socio del opus dei llegó a ser algo absolutamente excepcional. Me pareció que en la práctica los supernumerarios de aquella ciudad no se consideraban familia mía. Lo cierto es que prácticamente no tuvimos trato más allá de un mero saludo de compromiso.

De ésta manera se fue produciendo un alejamiento entre mi persona y el opus dei del que yo no era responsable de ninguna manera.

¿De quién era la responsabilidad de esa situación? Inevitablemente venían a mi cabeza las ideas de que el opus dei era una familia, y de que el opus dei se había comprometido a atenderme donde quiera que estuviese... Algo estaba fallando y no era yo. ¿Qué era lo que fallaba? Fallaba la realidad. No cabía duda, frente a la doctrina recibida, la realidad se imponía inexorablemente.

Como es lógico, a los pocos meses de encontrarme en ésta situación había desaparecido mi confianza ciega en los criterios de la obra, de manera que empecé a pensar por mi cuenta y a contrastar la teoría, las diversas teorías y criterio, entre sí y con la realidad. Ya no me fiaba de la pura teoría o del simple criterio porque en cualquier momento podía descubrir -ya lo había experimentado- que no existiera la correlativa realidad.

Empecé a analizar mi vida en el opus dei, desde mi llegada, sin el prejuicio de suponer que la Obra nunca se equivoca.

Me atreví a mirar por encima de los muros de idas que a mi alrededor había levantado el opus dei, y empecé a ver la realidad tal cual era.

Empecé a recordar algunos dichos y hechos que, bajo ésta nueva perspectiva -con un saludable espíritu crítico que el opus dei prohíbe sistemáticamente a sus socios- tenían un significado muy distinto al que yo mismo les daba de muros para adentro.

Así, volví a analizar hechos, teorías, situaciones y vivencias. Comprobé que había ideas contradictorias, así como afirmaciones y planteamientos teóricos sobre la institución y sus socios que no se materializaban en la realidad, o que la realidad estaba muy lejos de la teoría.

Por otra parte, mi realidad en ese momento era muy sencilla: el opus dei no estaba cumpliendo su obligación de atenderme espiritualmente, y además, en contra de lo que me habían dicho, no éramos una familia.

Me consideré liberado moralmente y, gracias a Dios, tomé la decisión de irme del opus dei.

PD: No doy el nombre de la ciudad porque es pequeña y serían fácilmente identificables los supernumerarios aludidos, a los que no pretendo perjudicar de ninguna manera. Si llegan a leerme, reciban un cordial saludo y sepan que les estoy agradecido por haberme ayudado a ver la realidad y, en consecuencia, a salir del opus dei.

José Antonio


Estimado José Carlos, tus correos son la sal de opuslibros que entra en nuestras heridas :-).

Afirmo la inexistencia de el cielo, de el dios, de los duendes y de el chupacabras (también afirmo que los Reyes Magos son los padres).

Pero por si acaso, tu ya me entiendes, deseo hacer constar que no soy digno de las etiquetas psiquiátricas y sociales que he recibido de entornos opus ni de los graves daños personales, sociales, familiares y laborales que me han causado desde mi infancia hasta la actualidad. Ni mucho menos llego a ser digno de ser llamado "luciferino detractor" igual que los exmiembros del opus que no continúan deshechos y callados agachando la cabeza.

Pero como al final me encuentre en la misma esquinita que el San Cucu Fatuo ese que fue precedido por un tal Jesús, y que se coló porque sus prosélitos robaron a su guardián terreno las llaves de San Pedro, van a tener que cambiar completamente la decoración del cielo.

O bajarme al purgatorio, en donde los miembros del opus que van subiendo cantan sin descanso hasta la parausía canciones de la casa al descuidado portero mortal.

:-) Xavier de Barcelona.

P.D.: Sigo atento al tema de las demandas civiles. Cada caso es un mundo. Personalmente preferiria demandar al Opus Dei y no al centro internacionalmente famoso por el que iba entre mis 11-15. Supongo que el Opus Dei dispondrá en España de algún tipo de personalidad jurídica y estará en el registro de sociedades ¿Registrado cómo sociedad mercantil? ¿Cómo club de fans del papa? Más que a por otra cosa voy a por el cambio en su práxis habitual con la juventud.

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