VIDA Y MILAGROS DE MONSEÑOR ESCRIVÁ,
FUNDADOR DEL OPUS DEI
EPILOGO PARA 1992
Monseñor Escrivá de Balaguer murió en
Roma el 26 de junio dc 1975. En las primeras horas de la mañana
de ese mismo día habla visitado la Villa delle Rose,
el centro de la Sección Femenina de la Obra en Castelgandolfo
y había sostenido una breve tertulia con las residentes.
En el momento de la muerte, acaecida hacia las once y media
de la mañana en Villa Tevere, la sede central del Opus
Dei en Roma, estaba con el fundador el entonces secretario
general don Javier Echevarría. La persona que había
de suceder a Escrivá en la presidencia general de la
Obra, don Alvaro del Portillo, dirigió el 29 de junio
una carta a todos los socios para darles cuenta del fallecimiento
del Padre y de las primeras exequias que se le tributaron
en el oratorio de Santa María, en la misma casa generalicia
del Opus Dei. A ella pertenecen los siguientes párrafos:
"(...) Nos resistíamos a convencernos
de que había fallecido. Para nosotros, ciertamente,
se ha tratado de una muerte repentina; para el Padre, sin
duda, ha sido algo que venía madurándose,
me atrevo a decir, más en su alma que en su cuerpo,
porque cada día era mayor la frecuencia del ofrecimiento
de su vida por la Iglesia."
"(...) (En el oratorio de Santa María)
extendimos sobre el suelo el paño negro que se suele
utilizar para el túmulo en las misas de difuntos
(...) Se compuso bien, con todo amor, el cuerpo de nuestro
Padre. Poco después se le revistió, sobre
la sotana negra, con el amito, el alba, la estola y la casulla
roja. El alba era de batista de hilo, color marfil, con
viso de seda roja bajo el encaje de Bruselas desde la cintura
hasta los pies. Era el alba que el Padre usaba los días
de fiesta."
"(...) El rostro del Padre parecía
enormemente sereno:
una serenidad que infundía una gran paz a cuantos
lo miraban; ha sido el comentario unánime de todas
las personas que se han arrodillado delante de los restos
mortales de nuestro santo Fundador."
En la carta aparece bien clara la voluntad de la Obra de
promover la causa de canonización de Josemaría
Escrivá de Balaguer. En realidad, en lo que a la Obra
respecta, el proceso que había de elevarle a los altares
comenzó mucho antes. Comenzó ya en vida del
padre Escrivá, que gozó siempre entre los suyos
de una nunca discutida fama de santidad. El había sido
el "instrumento de Dios" para la creación
del Opus Dei y también, como frecuentemente él
mismo les decía a sus hijos, y ellos lo aceptaban sin
el menor asomo de duda, "el conducto reglamentario para
llegar a Dios". Los socios de la Obra, desde la época
en que comenzó su apostolado, se hacen eco del alto
concepto que, en lo sobrenatural, tiene Escrivá de
sí mismo. Alto concepto que no le impide presentarse,
a menudo teatralmente, como "un hombre lleno de defectos"
y "un gran pecador". Lo cual no hace sino confirmar
a sus "hijos" el grado heroico de sus virtudes.
Se dedican a Monseñor exequias propias de un gran
hombre y un gran santo. En la capilla ardiente, su cuerpo
aparece tendido en el centro del oratorio con la cabeza a
los pies del altar, apoyada sobre un cojín de terciopelo
rojo. Las manos, cruzadas sobre el pecho, sostienen el crucifijo
que tuvo San Pío X a la hora de su muerte. En la primera
misa "de corpore insepulto", don Alvaro del Portillo
pronuncia unas palabras:
"Estamos seguros dice, de que Dios
le ha premiado por su vida santa, vida de entrega y sacrificio
y, sin embargo, yo os pido por el amor de Dios que hagáis
todos los sufragios que podáis, aunque no los necesite;
es una obligación de piedad filial que tenemos".
"En la tarde del 26, escribe uno de sus biógrafos,
fueron llegando a Villa Tevere, cardenales, obispos, embajadores,
personalidades civiles y eclesiásticas, gente modesta,
obreros de la construcción, madres con chiquillos de
la mano..., miembros, cooperadores y amigos del Opus Dei.
Era un desfile incesante de personas, con el luto en el alma,
para ver y rezar en la capilla ardiente." A la hora del
entierro, el día 27, trajeron el féretro de
caoba rojiza, recubierto de una chapa de cinc por dentro y
forrado de seda. Se dijo la última misa de "corpore
insepulto". En total, durante los días 26 y 27
se dijeron cincuenta y una misas. Después se efectuó
el entierro, en procesión, desde el oratorio a la cripta
y finalmente se cubrió la tumba con una gran losa de
mármol verdinegro con la inscripcíón
EL PADRE. Al día siguiente, los solemnes funerales
celebrados en la basílica de San Eugenio in Valle Giulia
dieron nueva ocasión al despliegue de todo el boato
que el Opus Dei sabe poner en las ceremonias litúrgicas.
Un boato que el fundador y la Obra hicieron siempre compatible
con las constantes protestas de Escrivá de que "No
me gustan las solemnidades".
En el presbiterio estaba don Alvaro del Portillo acompañado
de cardenales, obispos, prelados y algunos directores de la
Obra. En las primeras filas, el hermano del Padre, Santiago,
con su mujer, y las autoridades italianas y extranjeras presentes.
No se menciona, en el protocolo de los funerales, a ningún
miembro de la familia de la madre del fundador. Al parecer,
el padre Escrivá no tenía buenas relaciones
con los Albás y, desde que añadió a su
primer apellido el gentilicio "de Balaguer", no
había vuelto a utilizar prácticamente su segundo
apellido.
Para volver a los solemnes funerales de San Eugenio in Valle
Giulia, el templo estaba abarrotado de fieles, y ello a pesar
de que una inoportuna huelga de distribuidores de periódicos
había dificultado la difusión de la noticia
del fallecimiento de Monseñor y del anuncio de las
exequias. La misa fue cantada en latín, en un momento
en que la Iglesia había introducido ya, después
del Concilio Vaticano II, la renovación de la liturgia
y recomendaba la sustitución del latín por las
lenguas vernáculas. Pronunció la homilía
el consiliario del Opus Dei para Italia y, al terminar la
misa, los responsos y los pésames, don Alvaro del Portillo
insistió en su convicción de la santidad del
difunto al pedir al público y a las autoridades asistentes
"la limosna de su oración, aún estando
seguro de que nuestro Fundador ha ido directamente al Paraíso
llevado por el Señor y por la Virgen".
Siguiendo las normas vigentes que requieren que no se pueda
introducir una Causa de Beatificación hasta pasados
cinco anos desde la muerte del Siervo de Dios se esperé
hasta febrero de 1981 para iniciar la correspondiente al fundador
del Opus Dei. En el tiempo transcurrido entre el fallecimiento
de Escrivá de Balaguer y la introducción de
la Causa, el Opus Dei tuvo ocasión de demostrar su
enorme capacidad de movilización. Más de seis
mil, cartas postulatorias fueron enviadas a la Santa Sede
por personas de más de cien países, manifestando
el interés con que esperaban la incoación del
proceso. Numerosos cardenales, arzobispos, obispos, superiores
de órdenes religiosas, jefes de Estado y de gobierno,
personalidades del mundo de la cultura y de la ciencia, así
como numerosísimos fieles se dirigieron al Santo Padre
para manifestarle su vivo deseo de ver, en un futuro próximo,
al Siervo de Dios elevado a los altares. La Postulación
recogió en dos volúmenes de más de ochocientas
páginas un gran número de testimonios que probaban
que monseñor Escrivá de Balaguer había
gozado en vida de una solidísima fama de santidad.
Le llegaron asimismo diez mil narraciones de "favores"
atribuidos a la intercesión del fundador. Solamente
con las que llegaron en los tres años siguientes a
su muerte se pudo compilar un volumen de casi setecientas
páginas. Transcribo a continuación algunos de
estos favores con que el futuro Beato atendió las preces
de personas residentes en más de cuarenta países
del mundo:
"Prometí a Monseñor
Josemaría que si se cumplían tres peticiones
que eran muy difíciles de cumplir, les escribiría
para que tuvieran un testimonio más. Durante siete
meses, sin dejar una noche, recé la Oración
para la devoción privada con mucha fe; todo se cumplió,
y por eso les escribo y adjunto les Mando cinco mil pesetas
para ayuda de sus obras." E.C.S. Madrid.
"Una amiga mía con devoción
a Monseñor Escrivá tenía una empleada
del hogar cuya madre estaba muy enferma y casi no veía.
La señora le dio a la empleada una estampa de Monseñor.
Ya en su casa, la empleada dejó que su madre se durmiese
y, sin que nadie la viera, pasó la estampa por los
ojos de la madre. Cuando la madre se despertó, dio
un grito porque veía. Las dos están muy agradecidas
a Monseñor Escrivá y muy impresionadas."
M.C. Lisboa.
"Desde hace un año, he estado
en tratamiento para recuperación del alcoholismo.
Estaba al borde de la desesperación cuando un sábado
por la tarde fui a mi parroquia y allí cogí
una estampa con una pequeña oración a Josemaría.
Así comencé, a través de esta oración
a recibir muchos favores. El me ayudó a dejar de
beber. Me ayudó a unirme a mi familia. En Octubre
tuve una hemiplejia y con ayuda de Josemaría me estoy
recobrando. Mi hijo estaba buscando trabajo y no encontraba
un puesto donde trabajar; invoqué a Josemaría
de nuevo y mi hijo consiguió trabajo." X.X.
(Canadá).
"Recientemente, se me planteó
el problema de buscar un piso porque me echaban del que
tenía ya que iban a derribar la casa. Hice la Novena
del Padre y me salió todo que ha sido una gran suerte."
M.M. Madrid.
"Tengo dos hermanas casadas que han
llevado una vida desordenada durante años, debido
a malentendidos con sus maridos. Se vinieron a vivir a casa,
donde estuvieron durante unos meses. A veces abandonaban
a sus hijos pequeños y se marchaban sin que nadie
pudiera cuidarlos. Para empeorar las cosas no iban a la
iglesia durante estos años infernales. Para que se
unieran de nuevo, mis padres no tenían otro camino
que rezar a través de Monseñor Escrivá.
No pasó mucho tiempo hasta que todos volvieron a
vivir juntos, recibieron el sacramento del matrimonio y
bautizaron a los niños. Ahora son todos buenos cristianos
que no dejan de ir a misa los domingos." M.M., Bungoma,
(Kenia).
Cuando llegó la noticia de la beatificación
de Josemaría Escrivá, el Cardenal Tarancón
mostró su sorpresa por las prisas con las que se habla
sustanciado esta causa en contraste con la lentitud que lleva
la del Papa Juan XXIII. Responsables del Opus Dei se apresuraron
a contestar que la rapidez con que se ha concluido la causa
del Beato Escrivá se debe a que la Iglesia ha agilizado
los procedimientos de tramitación. Siguiendo las recomendaciones
del Concilio Vaticano II, Pablo VI en 1969 y Juan Pablo II
en 1983 dictaron normas que venían a racionalizar y
abreviar, aunque no a hacer menos rigurosos, los procedimientos
para la tramitación de las Causas de los Santos. Según
el sacerdote del Opus Dei don Jesús Urteaga, en su
prólogo al opúsculo "Josemaría Escrivá
de Balaguer. Itinerario de la Causa de Canonización,
la reforma de la legislación anterior se ha llevado
a cabo "precisamente para que quienes vivieron santamente
en cada época puedan subir pronto a los altares y ser
presentados a sus contemporáneos como modelos de vida
cristiana".
Esta reforma ha significado la abolición del proceso
sobre la fama de santidad y sobre las virtudes que la anterior
legislación exigía como paso previo a la introducción
de la causa y su sustitución por una serie de investigaciones
mucho más ágiles y que permiten una mayor rapidez.
Se han reducido los trámites a la mitad; un solo proceso,
en lugar de dos y la demostración de un solo milagro
en lugar de los dos que antes se requerían para la
beatificación.
En mayo de 1981 se instruyeron dos procesos, uno en Roma
y otro en Madrid, sobre la vida y virtudes de Josemaria Escrivá.
Según la citada publicación del Opus Dei, los
procesos se prolongaron durante seis años y medio,
los tribunales celebraron novecientas ochenta sesiones, interviniendo
noventa y dos testigos que habían tratado personalmente
y durante un tiempo prolongado a Monseñor Escrivá.
La Obra asegura que más del cincuenta por ciento de
los testigos no pertenecían a la institución
y que había entre ellos algunos ex-miembros, así
como algunas personas "manifiestamente contrarias a la
Causa". También se incluyeron en la documentación,
en frase de los redactores del Itinerario, "las publicaciones
difamatorias contra Monseñor aparecidas hasta entonces".
Es muy significativo y muy propio de la manera de actuar
del Opus Dei que se califique de "difamatorias"
a las publicaciones que dieran del Padre Escrivá una
visión distinta de la que da de él el mismo
Opus Dei. Es una forma de descalificarlas a los ojos de los
Consultores Teólogos que debían entender de
la Causa. Es cierto por otra parte que declararon ante el
tribunal de Madrid algunas personas a las que puede suponerse
"manifiestamente contrarias a la Causa" y todas
ellas eran ex-miembros del Opus Dei. El relator de la Causa,
el padre dominico Ambrose Eszer, encargado de redactar la
"Positio" que se sometió al juicio de los
Consultores, leyó las declaraciones de estos testigos,
pero no debió de concederles demasiada importancia.
Así consta por una conversación que transcribe
el periodista Kenneth L. Woodward, responsable de las páginas
de temas religiosos del semanario Newsweek y autor del libro
"La Fabricación
de los Santos" en el que se dedica un capítulo
a la Causa de la beatificación de Escrivá. En
este libro, Woodward cuenta que cuando él le preguntó
al relator si el Opus Dei y su fundador no tuvieron adversarios,
el padre Eszer le dijo:
-Las únicas críticas al Opus Dei que he
leído venían de antiguos miembros, de gente
que lo dejó.
A esto apostilla Woodward:
-Con esto daba a entender que esas personas no le parecían
testigos dignos de crédito.
Preguntó entonces a Eszer si alguno de los jueces
dio un voto negativo y el relator dijo:
-Eso no se lo puedo decir.
De lo único que no se puede acusar a la Obra es de
no haber trabajado en la Causa de Beatificación de
su fundador. Una veintena de miembros del Opus se encargaron
de preparar la documentación de la Causa, que tenía
en total unos veinte mil folios. El relator, el padre Eszer,
se ocupó de convertir esta montaña de alabanzas
a Monseñor Escrivá que la Obra había
recogido una a una en todo el mundo, en una "positio"
de seis mil folios. Pero no lo hizo él personalmente,
no podía hacerlo una sola persona y, según le
dijo a Woodward, la "positio" la escribió
el postulador general del Opus Dei, don Flavio Capucci, que
tenía a cuatro profesores universitarios, miembros
del Opus Dei, trabajando para él. El padre Eszer ni
escribió ni siquiera revisó, por lo que él
mismo dijo, la "positio". Se limitó a eliminar
los testimonios redundantes porque, afirmó, "no
podernos darles a leer a los asesores teólogos toda
una biblioteca".
En estos seis mil folios de panegíricos se encontraban
los de innumerables cardenales y obispos (un tercio del episcopado
mundial según el postulador Capucci) y los de algunos
políticos conocidos de Francia, de Italia y de Iberoamérica,
así como los de una multitud de miembros, simpatizantes
y amigos del Opus Dei. Los testimonios de los ex-Socios de
la Obra y de las personas "manifiestamente contrarias
a la Causa" o las "publicaciones difamatorias",
si es que fueron incorporadas a la "positio", debieron
de quedar sumergidos en el conjunto de declaraciones favorables.
En el "Itinerario de la Causa" preparado por el
Opus Dei se dice que "algunos de los testigos contrarios
citados por la Postulación fueron rechazados por el
Tribunal tras examinar la consistencia testifical de cada
uno de ellos (intimidad y duración de su trato con
el Siervo de Dios, importancia de los hechos presenciados,
credibilidad del testigo)". Es lógico pensar que
esa "consistencia testifical" dependió sobre
todo de la forma en que la Postulación General del
Opus Dei presentó a esos testigos. Y muchas de las
personas que pretendieron testificar, o lo hubieran hecho
de haberles sido posible, ni siquiera llegaron a la situación
de ser admitidos o rechazados por el Tribunal. Varios ex-miembros
de la Obra que solicitaron declarar no obtuvieron respuesta,
a pesar de que alguno de ellos lo hizo a través de
un notario eclesiástico.
El 9 de abril de 1990 el Papa Juan Pablo II promulgó
el "Decreto sobre la heroicidad de las virtudes"
del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer
en el que se subrayan la prodigiosa fecundidad de su apostolado,
su contribución a la promoción del laicado y
su celo en la formación de los sacerdotes, comparándose
sus escritos a los de los clásicos de la espiritualidad.
El Decreto insiste mucho en la obra de Monseñor, en
su mensaje de santificación "en" y "desde"
las realidades terrenas que invita a los cristianos a participar,
mediante el trabajo diario, en la acción apostólica
de la Iglesia, permaneciendo cada uno en su lugar y en su
propia condición de vida. Un mensaje, dice el Decreto,
"que se muestra providencialmente actual para la situación
espiritual de nuestra época" y "parece además
destinado a perdurar de modo inalterable, por encima de la
vicisitudes históricas, como fuente inagotable de luz
espiritual". Menos atención dedica el documento
a la personalidad de Escrivá de Balaguer. Destaca,
eso sí, la fama de santidad de que gozó su vida,
su dedicación a la oración, sus experiencias
de "contemplativo itinerante" y en general, el ejercicio
en grado heroico de las virtudes teologales y cardinales.
Pero el Decreto no nos permite conocer el lado humano de la
personalidad del Siervo de Dios. Da la impresión de
que el documento viene a premiar las ideas, las enseñanzas,
la obra de Monseñor y, sobre todo, la importancia que
esa obra, el Opus Dei, tiene en el seno de la Iglesia; pero
se fija menos en los rasgos personales que tan preminente
y significativo lugar han ocupado siempre en los relatos de
las Vidas de Santos.
Según la praxis vigente, la Congregación para
las Causas de los Santos no examina el milagro necesario para
la beatificación hasta después de que se promulgue
el Decreto sobre las Virtudes. Así se ha hecho en esta
ocasión. El proceso canónico sobre el milagro
fue instruido en 1982 por el entonces arzobispo de Madrid
Monseñor Enrique y Tarancón, que había
presidido también el Tribunal que tomó declaración
a los testigos españoles en el proceso sobre las virtudes.
A fines de 1984, la Congregación dictó el decreto
de validez de ese proceso del milagro, pero la documentación
se guardó hasta tanto fuera promulgado el decreto sobre
las virtudes. La Postulación del Opus Dei había
recogido en dos volúmenes que totalizaban mil doscientas
páginas veinte curaciones atribuidas a la intercesión
del Siervo de Dios que diversos estudios médicos habían
declarado "científicamente inexplicables".
Alguna de estas supuestamente milagrosas curaciones será
presentada en su día a la consideración de la
Sagrada Congregación para que de validez al segundo
milagro que Monseñor Escrivá necesita para pasar
de Beato a Santo. Pero, en lo que se refiere al primer milagro,
al necesario para la Beatificación, la Postulación
eligió otro caso de curación. El de una religiosa
del convento de El Escorial de la Congregación de las
Carmelitas de la Caridad Vedruna, así llamada por el
apellido de Santa Joaquina de Vedruna que la fundó
en el siglo pasado.
Sor Concepción Boullón Rubio, la religiosa
en cuestión, padecía una "lipocalcinogranulomatosis
tumoral" complicada con otras dolencias de la que, según
se dice, sanó repentinamente en junio de 1976, cuando
se encontraba en trance de muerte. La curación se produjo
un año después del fallecimiento del fundador
del Opus Dei a cuya intercesión habían acudido
los familiares de la enferma. La Postulación señala
en su "Itinerario" de esta Causa que "Sor Concepción
no rezó nunca por su curación. Este detalle
excluye una posible influencia psicológica inconsciente
en su curación". Y añade: "Fueron
las hermanas de Sor Concepción quienes rezaron por
ella, a través de la intercesión de Monseñor
Escrivá de Balaguer", recurso éste "que
se hizo cada vez más insistente a medida que las condiciones
de la enferma iban a peor".
El médico de cabecera y el radiólogo que entonces
visitaron a Sor Concepción certificaron que se había
curado no sólo de los tumores, sino también
de una úlcera gástrica y de otras dolencias
que padecía. Aunque se sorprendieron de que este resultado
hubiera podido obtenerse sin tratamiento especial ni intervención
quirúrgica, nadie, ni los médicos ni las monjas
del convento pensaron en que la curación pudiera atribuirse
a alguna razón de carácter sobrenatural. Lo
atestigua el hecho de que la superiora del convento, Sor Leandra
Herranz, en su declaración ante el Tribunal, tuvo que
fijar la fecha de la curación dc Sor Concepción
recordando un pequeño incidente que le había
sucedido a otra de las monjas. "Puedo todavía,
dijo Sor Leandra, concretar un hecho para precisar la fecha
de la curación:
El 21 de junio de 1976, por un golpe que
había recibido la hermana Pilar Prieto, tuvo que
ir al médico a hacerse una radiografía. Yo
dije que la acompañara Sor Concepción. Esto
indica que para esa fecha ya se encontraba curada".
No debió de ser muy grande, por tanto, la conmoción
que se produjo en el convento como consecuencia de la curación.
Y hay otro dato que debo mencionar. Una vez que los periódicos
hubieron publicado, a mediados de 1991, la decisión
del Vaticano de dar por válido el milagro atribuido
a la intercesión de Monseñor Escrivá,
tuve ocasión de hablar con la persona que, en 1976,
era Superiora General de las Carmelitas de la Caridad Vedruna.
"Yo no me enteré de nada", me dijo Sor Catalina
Serna. Y añadió: "Cuando leí la
noticia en el periódico pensé que la persona
que se había curado había sido alguna Carmelita
de clausura, y no una Hermana de nuestra Congregación".
Una vez que, en abril de 1990, se promulgó el Decreto
sobre las virtudes del Siervo de Dios, la Postulación
presentó a la Congregación para las Causas de
los Santos el proceso de la curación, presuntamente
extraordinaria, de Sor Concepción Boullón. La
Consulta Médica formada por eminentes especialistas
italianos con gran experiencia en las Causas, declaró
el 30 de junio del mismo año que la curación
de la religiosa no era explicable por causas naturales, así
como que su muerte ocurrida en 1988 a los 82 años de
edad, se había debido a causas que no guardaban relación
alguna con la enfermedad de que sanó repentinamente
en 1976. El Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos
discutió la curación y dio una respuesta positiva,
pasando de forma igualmente positiva el examen de la Congregación
Ordinaria de Cardenales y Obispos. Finalmente, el 6 de julio
de 1991, el Papa Juan Pablo II ordenó la promulgación
del Decreto por el que la curación de Sor Concepción
Boullón se declaraba milagrosa. Cumplidos todos los
requisitos que señala la legislación, el Santo
Padre anunció la Beatificación de Monseñor
Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei.
Su apresurada y polémica ascensión a los altares
pone fin a esta singular historia.
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