PSIQUIATRAS
DE LA OBRA
AQUILINA, 14 de junio de 2004
Hoy me gustarìa añadir alguna reflexiòn
mìa a las que se estàn haciendo en estos dìas
acerca de los tratamientos psicoterapeúticos y de los
psicofármacos.
Antes de todo quiero agradecer Carmen
Charo por habernos ilustrado mucho acerca de este
argumento desde su experiencia personal, y también
por el valor que ha tenido en pronunciarse publicamente en
el articulo que saliò hace poco. Ayer, mientras leìa
su intervenciòn contestando a Angeles,
me chocaron especialmente unas palabras suyas:
Yo lo que noto es que tengo lagunas de memoria de
ciertas etapas de tiempo, y también creo que la memoria
se ve atrofiada. Yo ahora soy mucho más olvidadiza,
tengo menos capacidad de retentiva, y siempre he tenido magnífica
memoria.
Me chocò mucho porque a mì me pasa lo mismo,
y esto no puede ser casualidad. En el pasado habìa
pensado llevar este tema en la web, pero después lo
dejé porque me parecìa quedarme demasiado en
una cuestiòn personal. Ahora que ha salido el argumento,
me gustarìa averiguar, entre los que sufrimos depresiòn
màs severa y fuimos tratados con medicamentos fuertes,
cuantos aùn a distancia de años de salir del
opus y de la depresiòn seguimos con los sintomas de
memoria y en general con un agotamiento que no se puede explicar
por las causas normales de todo el mundo.
A menudo pasa de comentar entre colegas y amigos que cada
vez es màs dificil, con el ritmo de nuestros vida,
guardar energias para otra cosa que no sea el trabajo, pero
yo noto que en cada caso la gente tiene fuerzas suficientes
para salir por la noche para alguna distracciòn o cosas
semejantes que yo, cada año màs, tengo dificultades
a realizar, aunque sea de caracter una persona enérgica
e ilusionada. Aunque yo no tengo pruebas cientificas, siempre
he pensado dentro de mì que esto debe depender de aquellos
medicamentos, y creo que una reflexiòn entre aquellos
que nos encontramos en estas circustancias nos pueda ayudar
a tener, si no pruebas, sì fuertes razones para entender
algo màs de estas circustancias.
Ademàs querìa contar mi experiencia.
En los meses que transcurrì en Pamplona para curarme
en la
cuarta planta de la clinica, siempre tuve la sensaciòn
de que los fármacos me provocaban màs problemas
de los que me resolvian. Si por un lado tapaban un poco las
angustias, por el otro yo me encontraba con una sensaciòn
dificil de explicar, como si mi organismo rehusara esas medicaciones,
casi como la reacciòn del cuerpo a un trasplante. Lo
manifesté y me los cambiaron, sin éxito. Cuando
después de unos cinco meses se rindieron con mi caso
y tuve que volverme a curar en Italia, el numerario que me
tuvo como paciente consiguiò suministrame unos farmacos
màs aptos para mì, aunque aùn muy fuertes.
Aunque se tratara de una persona muy institucionalizada por
su posiciòn en la obra, tengo que reconocer y lo hago
con agradecimiento- que antes y después de salirme
de la obra cuidò de mì con cariño y cierta
competencia profesional, aunque con el paso de los años
yo haya llegado a percibir con mayor claridad los limites
que su actuaciòn padecìa por su militancia en
la obra. El muriò hace un par de años, y pocos
meses antes, después de mucho tiempo sin contactarle,
le habìa llamado por teléfono para pedirle mi
historial clinico, pués habìa tenido problemas
de higado y hubiera sido interesante reconstruir cuales substancias
habìa asumido a lo largo de mucho tiempo. El me contestò
que cuando habìa informatizado esos historiales habìa
destruido los documentos anteriores, y que habìa sido
yo poco prudente en no guardar las recetas que me habìa
prescrito. Yo ne le hice notar que las mayorias de las recetas
que me habìa prescrito me las retiraban en la farmacia
por ser farmacos que, segùn la ley italiana, deben
ser prescritas cada vez por el medico (por ser fármacos
demasiado fuertes) para no alimentar una polemica sin sentido.
En aquel momento solo pensé en una frialdad suya debida
al mucho tiempo que habìa pasado. Ahora, a la luz de
las experiencias que nos entrecambiamos en la web, tengo la
duda que su contestaciòn tan cortante sea debida a
evitar de dar cuenta, a quien ya no sabìa como lo iba
a utilizar, de estas terapias tan destempladas.
Otra reflexiòn que quiero añadir al tema es
la necesidad, para un buen psicoterapeuta, de haber hecho
una honda psicoterapia didactica para poder ejercer su profesiòn
sin el riesgo de proyectar en sus pacientes sus propios problemas
aùn no resueltos. Esta es una caracteristica de la
que carecen totalmente los medicos de la obra, porque no hay
que olvidar que, aunque los psiquiatras sean la panacea de
la obra para resolver las crisis vocacionales de los miembros
de la prelatura, la psicoterapia no està bien vista
por la gente que aùn no se encuentra en crisis vocacional:
para estos es suficiente y sobra la direcciòn espiritual
charla semanal y confesiòn- y como bien sabemos todos
està muy mal visto hablar de asuntos intimos y personales
con otros, aunque sean de la obra.
Esta falta de preparaciòn y por consecuencia de rigor-
creo yo que compromite gravemente la real profesionalidad
de los psiquiatras miembros de la prelatura.
En fin, solo subrayar que, no obstante a mi testimonio de
hoy, yo sigo creyendo en el valor de una buena psicoterapìa
para arreglar y mejorar nuestro mundo interior: el problema
es encontrar un buen profesional de confianza. Y también
creo que, con mucho cuidado, hay momentos en los que son irrenunciables
también los fármacos, al menos para llevar a
una persona a un nivel de sufrimiento bastante bajo como para
permitirle empezar a trabajar alrededor de su propia vida
para mejorarla.
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