Un
túnel enloquecedor
Gabriela Rodríguez
La Jornada Virtual
20 de junio de 2002
¿A cuántas personas habrá enloquecido
el Opus Dei? ¿Cuántos de sus afiliados han sido
arrastrados a la depresión, a la paranoia, al suicidio?
Desde mi punto de vista el Opus Dei es una de las sectas secretas
más destructivas y manipuladoras que se crearon en
el siglo XX a la sombra de la España franquista. Una
institución laica de bautizados que se rige por sus
propias reglas y principios, prelatura de tipo elitista que
ejerce influencia en la sociedad mediante la selección
de agremiados que ocupan posiciones claves en los medios político,
económicos y culturales.
Enfocado en la pequeña y gran burguesía, persigue
y acosa a sus socios hasta las últimas consecuencias
y también ocupa a campesinos, obreros y empleadas domésticas
para someterlos al servicio de la elite sin favorecer su ascenso
social. El Opus Dei atiende de manera especial la educación
y la cultura, la administración y control de los empresarios,
la penetración de las estructuras de poder gubernamental,
muy particularmente logrado en el actual gabinete de México.
Presente en más de 80 países, cuenta con 75
mil socios y mil 350 sacerdotes. Tres cuartas partes de sus
socios son personas casadas que viven en sus casas; los socios
numerarios viven en celibato, radican en comunidad y dedican
tiempo completo al apostolado; si son mujeres deben realizar
las labores domésticas incluyendo limpieza de los cuartos,
lavado y planchado de su ropa y la de los varones numerarios,
quienes tienen prohibidos estos quehaceres, así como
el contacto visual con las numerarias.
Los supernumerarios son profesionistas, políticos,
intelectuales e industriales que ocupan puestos directivos
importantes, soldados que cumplen secreta y clandestinamente
la misión de la Iglesia, aprovechando su propio espacio
social y con la mayor perfección posible.
"Señor, haznos locos, con esa locura pegadiza
que atraiga a muchos a tu apostolado", reza el punto
número 916 de Camino, libro escrito en 1949 por el
fundador de la también llamada Obra de Dios (traducción
de Opus Dei), José María Escrivá de Balaguer,
"con la ilusión de ayudar a ver esa luz para los
caminos de la tierra...", quien será próximamente
canonizado junto con Juan Diego, ese indígena que,
según los historiadores, nunca existió.
Esta secta ha cobrado una nueva víctima en Monterrey.
Se trata de mi homónima Gabriela Rodríguez Segovia
(lo que me hace sentir que pude ser yo o cualquier mortal),
funcionaria destacada del departamento de relaciones públicas
en el DIF municipal de San Pedro, quien fuera secuestrada
con lujo de fuerza y recluida en un manicomio después
de años de acoso, arrebato de la custodia de sus hijos
y venta de sus bienes materiales, por parte de sus hermanos
Jaime, Javier, Marcelo y Alejandro, diácono del Opus
Dei el primero y supernumerarios los siguientes.
La razón de su secuestro fue "porque no iban
a permitirle que siga viviendo en pecado mortal e iban a hacer
hasta lo imposible por salvar su alma", toda vez que
se enamoró de un músico y cantante de blues,
divorciado y de su misma edad, con el que se fue a vivir dos
años después de divorciada. Como cómplices
José Castillo Ruiz y Ricardo Chapa Vázquez,
dos médicos directivos del Hospital Psiquiátrico
Centro Avanzado de Salud Anímica (CASA), la declararon
demente e incapaz de cuidar de sí misma y de administrar
sus bienes; sus palabras fueron: "la paciente refiere
síntomas paranoicos con pérdida de contacto
con la realidad afirmando que el personal de esta institución
tenemos la consigna de parte de su familia de volverla loca
y quitarle o robarle objetos de valor de su casa en complicidad
con su familia", tal como consignó este diario
en días pasados (La Jornada, 10-11-13/06/02).
Hasta hoy han logrado internarla por año y medio sin
permitirle contacto con nadie, ni telefónico, en ese
centro donde otras mujeres sufren una prisión injusta
e ilegal. Y hay más, al no haber acceso ni para los
periodistas que la buscaron, el hecho terrible es que hasta
hoy no sabemos dónde está, lo que la convierte
en desaparecida.
Sus hermanos y médicos, empresarios ambiciosos trastornados
por su ideología institucional religiosa, han hecho
un acto de entrega, de caridad, tal como la define el padre
Escrivá en el punto 226 de Camino: "Trata a tu
cuerpo con caridad, pero no con más caridad que la
que se emplea con un enemigo traidor".
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