MÁRTIRES
IGNACIO CARRIÓN
EL PAÍS - 23-04-1992
El arquitecto Miguel Fisac escribió días atrás
en este periódico un
artículo en tomo a la beatificación
del fundador del Opus Dei. Fisac perteneció a la obra
durante 20 años. Un buen día la abandonó.
A raíz de ello, los altos mandos de la organización
religiosa convirtieron su fuga en una tocata insufrible de
coacciones y golpes bajos dirigidos a quien sólo pretendía
alejarse de ellos. Un hecho recordado por Miguel Fisac estremece
por su refinada perversión. Cuando su hija de seis
años murió, aparecieron el día del entierro
en su casa dos sacerdotes del Opus que, en lugar de rezar
un responso y decirle unas palabras de consuelo, hicieron
extraños aspavientos y le dieron a entender, en voz
baja, que esa muerte era una de las desgracias merecidas por
el socio al haber abandonado el dichoso club. "Miguel
va a sufrir mucho y va a ser un desgraciado", le había
augurado con sobrenatural clarividencia el fundador del Opus
en una carta dirigida a Fisac a través de su confesor.
No es de extrañar que el proceso acelerado de beatificación
de Escrivá, en cuyos escritos, según denuncia
Fisac, abundan las falsedades y mentiras sobre la vida del
disidente, se considere polémico. Convendría
averiguar si también es injurioso.
Me pregunto: ¿Serán piruetas como ésta
las exigidas para que el varón brinque del suelo al
altar sin que se le enreden las faldas de la sotana? ¿Será
prueba irrefutable de milagro la paciencia de santo Job que
ha demostrado Miguel Fisac y, con él, otros emancipados
y después hostigados por la guardia pretoriana de monseñor?
Sería encomiable que, si esto es así, el Vaticano
no sólo beatifique a monseñor Escrivá,
sino que canonice también a los numerosos mártires
de su pintoresca cofradía, en el mismo acto y a la
misma hora.
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