LA
CANONIZACIÓN DEL PADRE
JORDI PORTA RIBALTA
La Vanguardia, 8-10-2002
coordinador de Cristianisme Segle XXI
El mejor estudio sociológico sobre el Opus Dei, a
mi modesto entender, es el elaborado por el profesor Joan
Estruch y titulado "L'Opus Dei i les seves paradoxes"
(Edicions 62, 1993) y, en su versión castellana, "Santos
y pillos" (Herder, 1993). Se han escrito numerosos
trabajos sobre la Obra y su fundador, pero como el mismo Estruch
dice en el citado estudio, "desde el día de su
fundación -oficialmente fechada en 1928- el Opus Dei
parece haber tenido tan sólo defensores encarnizados
o bien detractores empedernidos".
Y es que es difícil moverse en el terreno del análisis
objetivo cuando de trata de valorar, incluso -y sobre todo-
desde el interior de la Iglesia, una organización que
ha tenido un papel relevante en la reciente historia del Estado
Español, de la Iglesia universal y de la política
del Vaticano.
En sus dos mil años de historia, la experiencia cristiana
ha dado espiritualidades diversas, que van, por ejemplo, desde
el franciscanismo hasta el jesuitismo, y que responden a las
diversas sensibilidades sobre las que se ha encarnado la fe
cristiana. Vaya por delante el respeto que merecen todas ellas.
Permítaseme, sin embargo, expresar también con
respeto, y forzosamente de una forma breve, los motivos por
los que personas que nos confesamos cristianas sentimos recelos
y, a veces, animadversión hacia los postulados y formas
de actuar del Opus Dei.
El primero es debido a que cuando se entra en contacto con
la Obra, uno tiene la sensación de encontrarse con
una especie de elite dentro de la Iglesia. Ya no es que no
haya salvación fuera de la Iglesia. Es que parece que
no la haya fuera de la organización. "Estamos
llamados a una vida más alta", como me dijo un
compañero de universidad, miembro del Opus, en mis
tiempos de estudiante.
El segundo recelo tiene que ver con una concepción
jerárquica que se refleja, por ejemplo, en el papel
atribuido a la mujer y a la visión del laicado, poco
acorde con la sensibilidad de nuestro tiempo. Baste recordar
la famosa frase del Padre "el matrimonio es para la clase
de tropa y no para el estado mayor de Cristo".
En tercer lugar, la opción prioritaria por difundir
el evangelio utilizando las estructuras de poder. Poder económico,
poder político, poder mediático y poder intraeclesial,
usado especialmente este último para mover los hilos
de la Curia y de la complicada y, a veces, poco evangélica
diplomacia vaticana.
Todo ello viene a cuento del proceso de canonización
de don Josemaría Escrivá de Balaguer. A algunos
nos invade la duda de si éstos son los métodos
que corresponden a la deseada eficacia del mensaje cristiano.
Cito a Joan Estruch en el estudio indicado: "Jesús
Urteaga, sacerdote del Opus Dei, dedica el primer capítulo
del libro 'El valor divino de lo humano' (1948) a hablar de
los santos y de las vidas de santos. Da vergüenza, dice
el autor, comprobar cuál es la concepción que
de un santo tienen muchos católicos, como un fetiche
al que recurrir para pedirle favores. Cuarenta años
más tarde, al leer la clase de documentación
que llega al archivo de la postulación de la causa
de monseñor Escrivá, resulta inevitable la sensación
de que el Opus Dei corre el peligro de ver su fundador convertido
en uno de estos fetiches".
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