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CAMINO A LOS ALTARES

Por Ramos Perera
El Siglo de Europa nº 491


Todo apunta a que desde edad temprana, José María Escrivá sabía que iba para santo. Se hizo sacerdote porque "el matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo... engendrar es exigencia sólo para la especie, pudiendo desentenderse las personas singulares" (Camino, 28).

Una vía muy expeditiva para llegar a ser canonizado es el martirio, que no requiere los preceptivos milagros. Pero monseñor Escrivá había desechado hace tiempo esa opción, cuando no dudó en hacerse pasar por un loco para eludir su detención en la guerra civil. En Camino dejó muy clara su posición: "Me hablas de morir 'heroicamente'. ¿No crees que es más 'heroico' morir inadvertido en una buena cama, como un burgués..., pero de mal de amor?" (743).

Tampoco debía tener muy claro el cumplimiento de los prodigios sobrenaturales que se requieren para ser canonizado, cuando escribió "No necesito milagros: me sobran con los que hay en la Escritura" (Camino, 362)

Su elevación a los altares pasaba por crear una prelatura, que llamó en un gesto de soberbia, "Obra de Dios", aunque en latín. Era consciente que las órdenes religiosas no escatiman esfuerzos para colocar en sus altares a sus respectivos fundadores, y el Opus Dei tenía el dinero y el poder necesarios para conseguirlo. Por ello, llevaba al lado siempre a dos hagiógrafos, denominados "custodios de la fe", para que apuntasen todas sus ocurrencias "no vaya a pasar? les decía? como a san Ignacio de Loyola que se descuidaron en vida y luego no encontraban nada". Un sobrino del padre Escrivá, hizo la confidencia al escritor Manuel García Viñó, que antes de obtener el marquesado, su tío le había confesado: "si bien los jesuitas tuvieron un noble que llegó a ser santo, mi Obra tiene un santo que llegará a ser noble".

Y por si sus hagiógrafos no eran lo suficientemente prolijos, dejó escrito su catecismo, Camino, que refleja mejor que nada su talante machista y paternalista.

Tan machista es su obra, que parece redactada sólo para hombres. Aconseja al lector o lectora: "...sé varón, 'esto vir" (4); "sé recio, sé viril, sé hombre y después sé ángel"(22). Y acusa indirectamente a las mujeres de tener el monopolio del chismorreo cuando dice "eres curioso y preguntón, oliscón y ventanero: ¿no te da vergüenza ser, hasta en los defectos poco masculino?" (50). Y es que cuestiona la igualdad, dado que "tal como la entienden, es sinónimo de injusticia" (46).

Su concepción paternalista se pone de manifiesto en muchas máximas de Camino. "...se precisa mucha obediencia al Director y mucha docilidad de gracia. Porque, si no se deja a Dios y al Director que hagan su obra, jamás aparecerá la escultura..." (56); "Director, lo necesitas, para entregarte, para darte..., obedeciendo..." (62). El libre albedrío y el discernimiento ajenos no entraban en su credo.

Él mismo, en otro gesto de soberbia se hizo llamar "Padre", haciendo caso omiso a la recomendación de Jesucristo "no llaméis a nadie 'Padre' vuestro sobre la Tierra, porque uno es vuestro Padre, el del Cielo". Sin embargo, hasta en su lápida se puede leer "El Padre".

Para el jesuita José María Martín Patino, personaje clave de la transición española, José María Escrivá no es un buen modelo de santo porque no fue capaz de superar ninguna de las tres grandes tentaciones que tuvo que vencer Jesús en el desierto: la de tener propiedades, la de tener poder y la de obtener notoriedad.

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