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 Tus escritos: Del opuslibres: homenaje a Opuslibros, las Ágoras y sus personas.- CRNUMEROBAJO

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CRNUMEROBAJO :


Del opuslibres: homenaje a Opuslibros, las Ágoras y sus personas

CRNUMEROBAJO, 7/02/2024

Pasó, en cierta manera, la primera época de la denuncia rabiosa; lo digo sin pretender dar una visión negativa, por cuanto quien así lo denunciaba, lo hacía porque no había dónde ir con paz, pues era echado de la obra con rencor y falta de misericordia, aislándolo: ¿qué menos que sentir rabia e impotencia? Inmediatamente llegó la época de las evidencias documentales, como muestra de la cara-oculta del opus; también combatidas con malas artes desde el otro lado. Luego llegó el tiempo de las (miles) de denuncias personales individuales, separadas y un tanto desconectadas; contra la que poco pudieron… en parte porque en un corto espacio de tiempo, estas se convirtieron en decenas, centenas y miles. Ahora estamos en el momento de los testimonios concatenados, asamblearios, dolientes y cruzados. Primero entre sí y después con todos los anteriores y, en particular, con otros que habían quedado en el interior de la conciencia de muchos de nosotros, silentes durante años. Con esta ola ya no solo no pueden nada, sino que les inunda todas sus galerías (y las de la Iglesia)...



Ese es el puzzle –como decía Agustina hace un par de semanas– de casos vivos, de verdades, identificadas o anónimas, que conforma el ser existencial del opusdei; una realidad más real que la ficción en la que vive la institución acristalada. Un puzzle que lo empezaste tú, Agustina, y en el cada uno aporta su pieza.

Todo ello tiene mucho que ver en cómo han ido prosperando las denuncias oficiales y oficiosas y la exigencia impuesta de encauzar un supuesto carisma propio que ha quedado tapado y por el cual el propio Papa les está reconviniendo. Y es, por así decirlo, también la otra cara de por qué se están auto-hundiendo en términos de cifras: nadie pita y muchos/as se van. Los que quedan o bien están enfermos o bien están pasivos, salvo los que quedan demasiado institucionalizados y ciegos. Estoy totalmente seguro que somos muchos más los que estamos fuera que los que nunca, incluso acumuladamente, han estado dentro.

Claramente, la historia del opusdei ha dejado de ser –si lo fue algún día– la de las “misericordias divinas” y, en términos histórico-humanos, es además de la historia de quienes están, la historia (e historias) de los miles de personas que nos fuimos. En un gran número de vidas, además, con grandes daños y profundas heridas. No es el cuento rosa e insoportable de los artículos de Crónica/Noticias, ni el manipulado, ficticio, ridículo y tedioso relato que se expone de la vida en los absurdos diarios de los centros. Estamos ante verdadera hecatombe espiritual que dudo que haya existido en ninguna otra institución de la Iglesia, al menos con esta minoría de edad histórica. Quizá Dios sepa más y por qué; en todo caso, los hechos son tozudos y así debería verlos la cúpula opusística.

Más aún, manifiesta a las claras que de igual modo a que ni sabíamos cada uno qué éramos, tampoco se sabía o quería entender institucionalmente. Por mucho que hicieran el acto voluntarista de creer saberlo y en tal sentido se catecumenara a los miembros sin recato alguno, cambiando el relato o adornándolo todo en pro del “Líder”, como en el orwelliano relato de 1984. Lo cual se hacía mediante ese juego de velos, biombos y tapices, armado en torno la ficticia identidad canónica… que se está viniendo abajo a ojos vista.

A raíz de lo que se analizó el día 26 de enero en ágora coloquios (Flavia y EBE, en opuslibros). La obra no sabe qué es porque no ha querido, nunca, dar la cara institucional y porque, según ellos, todo lo malo ha sido hecho por las personas… pero no por la institución que, en cambio, siempre resulta ser un ente puro, blanco e inmaculado. De manera que esa supuesta santidad intangible del opus-institución y de su espíritu impide y evita que la institución asuma el existente rastro de culpa y responsabilidad. Pero así, por eso, el opus no “puede” pedir perdón ni “sabe” reparar de verdad, pues tal perdón correspondería a toda la institución como ente y no (sólo) a las personas que lo componen, ni siquiera de los que la dirigen; sino en cuanto sujetos representantes y actuantes de esa trama.

Menos aún resulta válido tal perdón cuando se realiza, como parece estar haciéndose, con palabras formales y vacuas y encomiendas rezatorias que de poco o nada valen. Porque el perdón radical, el de una institución fallida y sus representantes exige enmienda, reparación, corrección y justicia.

Primero, enmendar/corregir y cambiar todos los elementos estructurales y, conceptuales, vitales, que han llevado a la organización a instituir, estructuralmente, durante décadas, la doctrina y práctica de esos daños de conciencia, libertad e identidad (y otros). Segundo, separar y cortar a todas las formas y personas que los hicieron, renovando sus puestos y sus canales estructurales y organizativos. Tercero, reparar en justicia (estricta), civil y canónica, los daños producidos, particularmente en términos jurídico-económicos: seguridad social, derechos laborales, seguros, situaciones médicas, etc. Cuarto, asumir las obligaciones formales y estructurales que impone la Iglesia y “democratizar” la institución para evitar tales situaciones en el futuro (lo que implica el tema de la dirección de las conciencias y de los menores de edad). Quinto, en particular, establecer vías institucionales que den verdadera voz y voto a laicas/os, (¿no es tal, junto con valor familiar, el elemento esencial de su carisma y el que más ha sido vapuleado por su deriva?). Lo cual conllevaría, particularmente, una tarea de reconstrucción: identificar ese carisma originario y reconstruir desde tal lugar (¿el de los agregados, casados o no, como identidad vocacional? ¿redefiniendo el valor del celibato y el estatuto canónico-clerical de los miembros numerarios?...)

Antonio hablaba, hace unos meses, de varias líneas rojas. Hay algunas indudables: unos Estatutos supervisados por la Iglesia, con clara separación del gobierno y de los fieles y una determinación de sus respectivos status y roles. Una organización asociativa que posibilite el control de la jerarquía por sus socios, también supervisada por la Iglesia. La eliminación de cualquier atisbo de control de las conciencias y de la libertad, mirando detenidamente su praxis interna (y escrita) y prohibiendo que sea normativa escondida. La exigencia de mayoría de edad absoluta, sin ambages, para entrar, en cualquier forma o fórmula, con invalidez completa de cualquier vínculo con menos de 18 o 21 años, según la legislación de cada país. La eliminación de la “vocación” de numeraria auxiliar en cualquier forma. Transparencia completa de su régimen a todos sus miembros; derechos contractuales claros; posibilidad de salida completamente libre (¿a-vocacional?).

Pero claro. Esto todo esto es pedir mucho. Esto supone enmendar a Escrivá y desvelar qué es el opusdei, asumiendo una identidad jurídica clara y delimitada. Refundarlo, incluso. Limpiar sus estructuras y ver qué quieren (o pueden) ser desde una concepción verdadera de las formas eclesiales y no desde un molde-a-medida auto-configurado, manipulado y forzado para encubrir su autoprotegida opuscracia institucional, representada en esos 80 o 90 viejos de la foto famosa, la cual dice todo de cómo están y qué son.

En fin, acabo.

Ahora, decía, estamos realmente ante un entrecruzado acumulativo de todos los episodios expuestos al principio. Gracias a Agustina y todos lo que la siguieron, desde el principio y, ahora, continúan. Gracias y perdón particularmente a las valientes y dolientes ex numerarias auxiliares (y gracias y perdón a ellas que siguen, también). Ellas representan, por encima de todo lo demás, qué ha hecho el opusdei de puertas adentro.

Gracias, particularmente, a que los dos foros ágora y a sus impulsores –con dos estilos ya muy marcados, tras tres meses de andadura separada (aunque muy unida por un “denominador común”)–, porque están limpiando las heridas de quienes nos fuimos y me da la sensación de que, también, la de quienes están, fuera o dentro, sin haber podido o querido ventilar debidamente su situación; y para quienes, de seguro, todo esto les está suponiendo una luz cenital. Un punto de ruptura, imprescindible en el reconocimiento y sanación.

¡Qué impresionante!: …Bere, la Encobijada, Nancy el “farolillo rojo” de los testimonios (¡con qué sencillez, linealidad y claridad ves todo; qué apuntes tan brillantes has hecho!), Carlos… Vaya historias, vaya situaciones, abiertas en canal para vuestra y nuestra curación. Enhorabuena. Gracias.

También gracias a los más o menos veteranos: Flavia –¡qué bien armada tu exposición!–, Jacinto, Eliad, Mediterráneo, Antonio M., Jordi, Diego, EBE, Zartán... Tantos otros que se quedan sin citar: los muchos que estáis platicando y escribiendo, armando y coordinando los foros, de este “cuarto” episodio de esta historia que es opuslibros y (del)opuslibres

Estoy tan sobrecogido que solo quiero dejar testimonio de la gran impresión que está produciendo todo lo expuesto en mi corazón y mi cabeza, en mi persona entera. Una revolución social silenciosa y necesaria. Un llanto y rechinar de dientes (no de los nuestros). Un enorme tirón de orejas a la institución. Un puzzle de historias que son el reverso del cuadro (o tapiz) que aparentaba ser perfecto.

 




Publicado el Wednesday, 07 February 2024



 
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