Querida Agustina:

Dirijo este escrito para ti al ser la administradora de esta página, pero en realidad este agradecimiento es para todos los que colaboran por aquí desde sus inicios y hasta ahora.

Creo que todavía hay muchísima tela por partir sobre el reciente mazazo del Papa a esta secta que tristemente campa todavía por la Iglesia. Creo que es un primer paso para hacerles corregir categóricamente todos los atropellos que han cometido su fundador, sus sucesores y muchos de sus miembros en el nombre ni siquiera de Dios, sino en el de la Obra, a personas que sí buscaban a Dios y se encontraron al Opus Dei. Bien se nos ha enseñado teológicamente que el peor pecado cometido por el demonio ha sido la soberbia y el más grave de los que el hombre puede cometer. Como era de esperarse, la personalidad soberbia y narcicista del fundador que ha impregnado a la institución y a sus miembros de cargos importantes, es ahora objetivo directo de una de las correcciones más severas del Papa Francisco en este motu propio. Basta de pasar por encima de la gente y basta por querer ser más inteligente que la propia Iglesia, basta de mentiras.

Si bien hay mucho en lo que no estaré de acuerdo con cómo se han llevado y llevan algunas cosas en la Iglesia, vale la pena para mí recordar aquella frase de Miguel Fisac en una entrevista en televisión: "La Iglesia es mi madre... pero otra cosa es que sea una buena madre", con esta pequeña luz para todos los que en algún momento nos hemos sentido afectados en muchas situaciones por el Opus Dei, recuerdo que en el fondo tarde o temprano la verdad acaba siempre saliendo a la luz.

Está página es ejemplo fehaciente de eso: de buscar la verdad. Debido a todos los que escriben aquí, en un proceso largo yo también encontré la verdad sobre el Opus Dei, su fundador y el modus operandi institucionalizado; quiénes son y fueron realmente. Todo lo que producía estrés de una relación anormal con Dios, se ha esfumado poco a poco gracias a todos los que aquí han ido mostrando la verdad. Mencionaría a cada uno de ustedes, pero no terminaría nunca. Algo así como cuando nos decían que el Padre no terminaría nunca sí leyera todas nuestras cartas.

Así que a ti que me estás leyendo y para los que alguna vez escribieron y no tienen oportunidad de leerme, quiero darles las gracias. Gracias por mostrar y buscar la verdad, porque por más penumbra que sea está institución dentro de la Iglesia -y algunas cosas de la Iglesia misma-, son un rayo esperanzador de luz todos ustedes. Eso sí que es de Cristo: ayudar a otros a encontrar la verdad, a la cual muchas veces esta institución se ha opuesto y se opone, sin importar cuánto afectan o han afectado a mi y a ustedes. Gracias a todos, infinitas.

Arcángel