“Ut pictura poiesis” es una expresión que acuñó el poeta Horacio para poner de manifiesto el vínculo que existe entre la poesía y la pintura. Como en pintura, así en poesía, como en una secta (opus escribariana) así en otra (PCE). Y si no, miren estas reflexiones de Jorge Semprún, en su conocida Autobiografía de Federico Sánchez, en que repasa su vida como militante clandestino y, a la postre, su expulsión del partido en 1964, más o menos la misma época en que fue egresado de la (secta) Opus el gran Raimon Panikkar:

“La memoria de los dirigentes comunistas funciona pragmáticamente, de acuerdo con los intereses y los objetivos políticos del momento. No es una memoria histórica, testimonial, es una memoria ideológica. Así, Romero Marín cuenta que, después de la pérdida de Cataluña, en febrero de 1939, cogió un avión en Toulouse y regresó a Madrid. Recuerda que en ese avión iba Hidalgo de Cisneros. Pero no recuerda que también iba Enrique Líster. Y es que Hidalgo de Cisneros murió en olor de santidad siendo miembro del Comité Central, y Líster vive expulsado del partido. Líster es un no-ser, por tanto. Enrique Líster ya no existe en la memoria de Romero Marín, puesto que ya no es miembro del partido.”

“Fuera de la Iglesia no hay salvación, fuera del partido tampoco. Peor aún.- fuera del partido no hay ni salvación ni existencia. Fuera del partido se deja de existir. Se convierte uno en un no-ser. Se hace uno transparente, ectoplásmico, nebuloso.”

Lógico, ya que la memoria del Grupo sectario no busca la verdad, sino la justificación histórica de la situación actual, por eso se reescribe constantemente el pasado, en el peor nivel de obsesión cancelatoria estalinista, hasta borrando fotos, presencias. Lo malo (¡lo bueno!) es que, como siempre, toda esa neurosis del doblepensar se acaba volviendo contra ellos: a fuerza de no verse como son, sino como querrían ser, como querrían haber sido, de hecho, generan una dicotomía tan brutal entre la realidad cotidiana y la “teoría idealizada, amoldada a cada situación” que el miembro, aun reprimido, siente en lo más íntimo de su ser que está haciendo pie sobre la base tambaleante de un inmenso fraude. Si uno conserva un pequeño atisbo de sinceridad, de honestidad, esa paradoja entre la rala realidad y lo que tendría que ser y haber sido revienta en la gente y la lleva a buscar una salida. Lo malo, lo delictivo, es que a veces esa salida no es la calle: ahí os quedáis, sino el empastillamiento, el adocenamiento, la tibieza enfermiza, la acedia espiritual y, a veces, el suicidio.

Ramana