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 Tus escritos: Clases sociales en el Opus Dei.- Gervasio

050. Proselitismo, vocación
Gervasio :


Clases sociales en el Opus Dei

Gervasio, 4/12/2019  

            Fui leyendo con fruición la magnífica serie de artículos de Salypimienta que llevan por título Esclavas de los hombres por vocación divina, que acaba de concluir. Me han gustado mucho y estoy seguro de que gustan a muchos. Lo que no me agrada tanto es lo de esclavas de los hombres, porque a continuación sin solución de continuidad, pasa a hablar de las numerarias auxiliares. ¿Es que las numerarias auxiliares no sirven igualmente a las numerarias a secas, es decir, a las señoritas? Una cosa es la subordinación de la mujer al hombre y otra distinta, la subordinación de quien sirve a aquel, aquella o a aquellos a quienes presta  su servicio.

La subordinación del sexo femenino al masculino se manifiesta en el Opus Dei sobre todo en las tareas de gobierno. Así, en la elección de prelado general —del Padre— lo de menos es que la elección haya de recaer necesariamente sobre un varón, sino sobre todo que los votos provenientes de la sección de mujeres no se suman a los provenientes de la sección de varones como otros votos más. Tienen en sí mismos distinto carácter. Son meramente consultivos. Se computan aparte y el resultado es solamente indicativo. Así sucede en tantas cosas. Responde a la mentalidad de que a las mujeres no les corresponde tomar decisiones, sino sólo ser consultadas. Eso sí, teniendo muy en cuenta su parecer. Se manifiesta igualmente en el nº 8 § 2 de los estatutos de 1982, donde se encomienda a la sección de mujeres —concretamente a las numerarias— llevar a cabo las tareas domésticas de los centros del Opus Dei. De todos ellos, omnium Centrorum, dice el citado precepto. ¿Por qué les tocan a ellas las tareas domésticas?...



Recuerdo a ese respecto un sketch de Charles Chaplin, en el que alguien, pretendía que Charlot, su popular personaje, barriese una estancia; pretensión a la que Charlot se oponía enérgicamente alegando:

—Es un trabajo impropio de mi sexo. ¡Me niego! ¡Me niego! Y ¡Me niego!

Hay para quienes barrer, freír un huevo o coser una prenda de ropa constituye una tarea propia de una femenina e inadecuada y hasta humillante para un varón. Consideran que ser minero, soldado o bombero es propio y privativo de los varones e inadecuado para la mujer. En esto la Obra no va muy con los tiempos actuales, sino más bien con los de la época de su fundación, que es más o menos la de Charles Chaplin. En esa misma línea está lo de que corresponde a la sección femenina hacer apostolado en el campo de la moda. Me viene a la cabeza la revista Telva, cuando estaba dirigida por numerarias del Opus Dei.

Los profesionales más afamados y admirados de la alta costura suelen ser varones. Y también con frecuencia son homosexuales. Y, ¿por qué un varón homosexual que sobresale en alta costura no puede santificarse en su profesión, siendo del Opus Dei? Lo mismito que Isidoro Zorzano se santificó en su profesión de ingeniero, un modisto homosexual puede santificarse en el ejercicio de su profesión; en celibato apostólico por supuesto. Uno se abstiene de actividades heterosexuales y el otro las homosexuales. O mejor dicho, ambos se abstienen de ambas. Me imagino a un modisto gay, que ha salido manifiestamente del armario, impartiendo un círculo o una charla, en la que alecciona a los presentes sobre el modo como debe vivirse la castidad —con su guarda de la vista y demás zarandajas—, mientras se atusa el pelo, acompasa su voz con cadencias suaves y gesticula con las manos en posición de muñeca rota. También los veo muy aptos para encargarse de la decoración de “nuestras casas”. Me estoy divirtiendo demasiado. Volvamos a lo del servicio doméstico.

Queda por tratar lo de la subordinación de quien realiza tareas domésticas a la persona o institución a la que presta sus servicios. En tal sentido la categorización de esclavas de los hombres aplicada a las numerarias auxiliares me parece inapropiada. No sólo por la razón ya apuntada de que no sólo sirven a mujeres además de a hombres, sino también porque la esclavitud propiamente dicha, hace tiempo que se eliminó. En América a lo largo del siglo XIX, mediante leyes de fechas muy precisas. En Europa el proceso fue más lento y gradual pero no menos efectivo. ¿Qué queda hoy de aquellas épocas en la que las personas se dividían en siervos y libres? Bastante. Lo llamativo es que en tema de servicio doméstico —como en tantas cosas— el Opus Dei se quedó anclado en lo que se llevaba a comienzos del siglo XX. No favorece las reivindicaciones de quienes se dedican al servicio doméstico, sino todo lo contrario. Los del Opus Dei fueron los últimos en aceptar dar de alta a las sirvientas en la seguridad social.

En realidad en el Opus Dei todos fuimos y son —al menos se aspira a que lo sean—siervos, esclavos. Como es bien conocido, el fundador estuvo a punto de denominar esclavitud a lo que se acabó llamando fidelidad. Es decir, la emisión de los llamados votos perpetuos, que luego pasaron a ser no-votos perpetuos. Lo que sucede es que en el caso de las empleadas del hogar lo de la esclavitud se nota mucho más. Se nota menos en el caso de un arquitecto o de un médico que trabajan para la institución, porque sus tareas tienen la consideración de profesiones liberales. Recuerdo a sucesivos chóferes del Padre, numerarios todos ellos. Los tenía súper-sometidos, aunque no les hacía llevar gorra de plato. Y ellos tan felices de ser el chófer del padre. Pero lo eran a ratos y no de por vida. En el caso de las numerarias auxiliares sólo cabe dedicarse a una profesión muy concreta: la de empleada de hogar. Tal profesión u oficio se considera vocacional y de por vida, algo así como un sacerdocio. Tu es ancilla domestica in aeternum secundum ordinem… ¡Toma castaña!

Fue un error —a mí modo de ver— convertir el oficio de empleada doméstica en una categoría vocacional: la de numeraria auxiliar. Que no me digan que el fundador percibió en sus visiones del 14 de febrero de 1930 dos clases de numerarias, que no me lo creo. Y si lo vio, peor todavía, porque la Santa Sede muestra rechazo y va logrando que se supriman en los diversos institutos de vida consagrada esa categoría de vocaciones serviles —tipo Fray Escoba— que llevan a distinguir como vocaciones y categorías de miembros distintos entre “hermanas” y “madres”, entre “hermanos” y “padres”.

La distinción entre numerarios y agregados también va por ahí. Se basa en la distinción de clases sociales. En el caso de las numerarias, se pone de manifiesto todavía más que lo que cuenta, lo distintivo de la numerariez, es la clase social. No hace falta que sean universitarias, ni que se dediquen a tareas intelectuales o a profesiones liberales. Basta que sean “señoritas”, chicas “de buena familia”, chicas bien.

Por lo que se refiere a la llamada vida de familia, la diferencia se vuelve cada vez más tenue entre agregados y numerarios. Cada vez es más frecuente que un numerario o numeraria sea dispensado de hacer vida de familia y tenga su propio piso. No aguantan la vida de familia o más bien la vida de familia —con sus rígidos horarios de comidas, sueño (siete horas y media), tertulias, etc., tal como se entiende en el Opus Dei— no los aguanta a ellos. Los excluye. Por su parte los agregados tienden a ser agrupados en formas de vida compartida, sobre todo cuando se hacen mayores. Dice el número 10 §1 de los estatutos de 1982 que ordinariamente viven con su propia familia. ¿Pero cuál es la familia de un agregado de 74 años, cuyos padres, como es ley de vida, ya han fallecido, sus hermanos, si es que los tuvo, también; y carece de sobrinos o si los tiene apenas ha tenido trato con ellos?

Las diferencias entre las diversas clases sociales se van diluyendo cada vez más. He conocido a dos numerarios pilotos. Nunca conocí, en cambio, a un numerario que fuese conductor de autobús. Trasladar  pasajeros de Sevilla a Madrid, pongamos por caso, es una profesión de igual naturaleza, hágase el traslado en autobús o en avión. Sin embargo, ambos tipos de chófer dan lugar a dos clases sociales distintas. Y lo propio sucede con las azafatas. Las azafatas prestan los mismos servicios que las empleadas del hogar, tales como servir comida y bebida a los pasajeros. Hasta hay un timbre para llamarlas, que no campanilla. Son responsables de que los retretes del avión estén en condiciones. Han de trasladar equipajes, cuando resulte necesario, etc. Pero, en fin, son azafatas, son señoritas. Para resaltarlo las eligen guapas y las visten con elegancia. Eso no les impide usar mandil cuando es necesario: unos delantalitos muy monos y discretos. Leo en Wikipedia: Normalmente se requiere una altura mínima de 1,67 m,[cita requerida] pero sobre todo es básico tener buena presencia, don de gentes, conocer idiomas y ser resolutivo ante los problemas que se puedan plantear. Con esto de las azafatas me estoy divirtiendo demasiado, de modo que volvamos a lo de las clases sociales. Hablar de camareros y azafatos también daría para mucha diversión.

Como se lee en los sucesivos reglamentos y constituciones del Opus Dei, el ambiente social de los numerarios es el propio de la flor y nata de la intelectualidad. Pero hoy día ya no es así. El numerario ha descendido de categoría social. Lo han desplazado de la Universidad a la segunda enseñanza. Ha quedado muy arrinconado lo que se decía en el número 18 § 3 de las constituciones de 1950: El apostolado específico de los socios Numerarios consiste en esforzarse en la formación espiritual, religiosa y profesional de los jóvenes y en especial de los alumnos de las Universidades. Los maestros y los profesores de segunda enseñanza merecen todos los respetos, no cabe duda. Algunos son de Nobel para arriba y de óscar hollywoodense para arriba. E.g. Antonio Machado. Pero esos profes habitualmente no forman parte de la llamada de la llamada intelectualidad. No se les da un agasajo postinero en Chicote, como cantaba Agustín Lara, con la crema de la intelectualidad.

¿Por qué ese desplazamiento de la Universidad a la escuela? Para encontrar vocaciones. Y cómo se consiguen: colegios para niños de clases acomodadas, para que piten de numerarios y colegios en barriadas pobres, para que piten de agregados. Pero captar niños bien no es lo mismo que captar personas pertenecientes a la llamada “clase intelectual”, personae quae intelectuales dicuntur (Codex Iuris particularis Operis Dei n. 2 §2).

Eso de ser esclavas de los hombres por vocación divina, mejor tomarlo en el sentido de no ser esclavos/as de los seres humanos, die Menschen. Para nada confundir la entrega a una organización humana —Dios no inventó ni nos reveló cómo ha de estar organizado el servicio doméstico— con la entrega a Dios.

Gervasio




Publicado el Wednesday, 04 December 2019



 
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