salvador :
El Opus Dei no es consciente de aquello que podemos llamar el “problema cultural”, tan embebido como está de un determinado marco cultural que es completamente marginal en esta post-modernidad.
Los jesuitas, con Arrupe al frente fueron conscientes, en tiempos del Concilio, de la revolución cultural en marcha y cambiaron de rumbo. Hoy en día, dentro de la pluralidad jesuítica, es posible encontrar espiritualidad verdadera. Y mi recomendación es “volver a los jesuitas”.
Jacinto Choza trata de los condicionamientos culturales en relación a la religión y a lo eclesiástico, dos cosas diferentes que en sus trabajos –serios y muy elaborados- parece identificar, como lo hace el Opus Dei. O, por lo menos, no diferencia suficientemente.
Como dice Choza, hoy en día no hay una identidad cristiana; es decir, no hay una referencia cultural cristiana. Esto es dejar al Opus Dei sin contexto porque el suyo cultural es de un pasado que ya no tiene vida; y ajeno al mundo actual. Mi tesis es que el Opus Dei era más un proyecto cultural que uno espiritual.
El Opus Dei originario era una mezcla de intuiciones profundas y aspectos lamentables. Estos últimos, de principio y de detalle, han sido exhibidos en esta web.
Escrivá era como un empresario lleno de energía e ímpetu que percibe una necesidad importante en el mercado, formula la idea… pero no es capaz de traducirla en un producto adecuado o solvente.
Una de las ideas era la de la secularidad. El producto resultante lo confeccionó a base de una espiritualidad reducida a un ascetismo férreo de una “orden (sumisión de observancias) laical” que se puede sintetizar en la fórmula de “religiosos sin papeles”. De una religiosidad de prácticas conventuales a compaginar con el trabajo normal. El público eran las clases dirigentes. Primero fueron los intelectuales, y fracasada la misión, la empresa, los altos funcionarios y la educación. Finalmente, el ámbito eclesiástico.
Su oferta consistía en la “selección de los selectos”, siguiendo el patrón jesuítico de entonces. Su finalidad, la reivindicación de un marco cultural cristiano –una identidad concreta- que la modernidad secular englobaba dentro de la “contrarevolución”. Su innovación fue ser modernos antimodernos. También innovó en política comunicativa. Nunca hubo espiritualidad, pero sí mucho marco cultural o identidad. En realidad, un proyecto eclesiástico- cultural.
¿Las pruebas de ello? Su historia. Me permito lanzar un esbozo ideológico y estratégico que me gustaría que fuera revisado y completado (hay blancos por falta de información que pongo en verde) por vosotros.
Cordialmente, Salvador.
Publicado el Monday, 13 November 2017
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