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 Correos: Al ombligo de Nicole.- fede

100. Aspectos sociológicos
fede :

al ombligo de Nicole

Nicole, las cosas bien claras desde el principio. En tus dos mensajes (miércoles y jueves) te despachas a gusto sobre nosotros y sobre Gustavo. Vaya, pues, también mi opinión inicial sobre ti a partir del tenor de esos dos mensajes: eres una perfecta maleducada y una absoluta impresentable. Y más cosas, ninguna buena, que ahora me callo pero que acabarán saliendo, porque dudo que pueda contenerme ante tanta vileza.

Por fortuna para ti y para nosotros, la experiencia demuestra que los maleducados e impresentables dejan de importunar más pronto que tarde porque coincide que suelen carecer de capacidad de argumentar. Son gente que no sabe realmente dónde se mete cuando escribe a este sitio, pagados como están de sí mismos y ciegos ante su propia ceguera, que no ven que no ven por la misma razón por la que no ven (algo que ya se te nota y sólo llevas dos mensajes).

Tú abusas de la libertad de expresión que permiten este foro y esta sección de correspondencia para atentar contra el respeto debido a quienes aquí han escrito episodios dolorosos de su vida y desnudado su alma con la esperanza de entenderse y de entender por qué recibieron tanta ingratitud de personas, directores del Opus Dei, que representaban a la que, quizá no mucho antes, creían su "Madre guapa, la Obra". Otros ya te lo han dicho: con todos tus años en la Obra, sabes de ésta mucho menos de lo que crees y mucho menos que muchos de los que nos hemos ido. Entre otras cosas, porque no has pasado por el trance de verte fuera y de recibir el trato denigrante que muchos han recibido en ese proceso de una u otra forma (por ejemplo, haciéndonos ir a un psiquiatra afín a la Obra que diagnosticase cualquier supuesto trastorno que les permitiese justificar forzarnos a pedir la dispensa de compromisos). Estar fuera da una perspectiva que te falta. Y eso te dificulta entendernos (aunque es patente, por tu poca disposición a leer con atención y amplitud la correspondencia o los escritos, que intentar entendernos es algo que no entra en tus cortos planes).

A diferencia de casi todos los que te escribieron ayer, que te trataron con bastante respeto e incluso te felicitaron por tal y cual motivos, he de decirte que no he visto nada bueno en tu primer mensaje. En él nos desprecias y llamas mentirosos. Exhibes prejuicios y estás atenta sólo a transmitirnos la bonita imagen que tienes de ti. Tus palabras de autocomplacencia y tus críticas te delatan. Sólo tienes ojos para mirarte el ombligo. Tú das pena, una inmensa pena. Eres todo un ejemplo de lo que uno puede esperar encontrar en algunas personas que llevan cuarenta años en el Opus Dei. Es palpable que has perdido la capacidad de reconocer la verdad que tienes delante de los ojos, pues ves trucos y tejemanejes en unos testimonios en los que hay enorme transparencia. Es evidente, por tus palabras, que no te importa el dolor ajeno. Que has perdido los sentimientos humanos más básicos. Que careces de perspectiva y de horizonte. Que te has acostumbrado, como Smeagol-Gollum ("¿verdad, mi tesoro?"), a la podredumbre moral. Eres tú y tu ombligito. Sólo tienes boca para alardear de tus reales ganas. Tú sí que eres puro montaje, la triste ficción de una supuesta identidad personal de mujer libre y liberada que no se te sostiene.

Me has hecho recordar las palabras de una persona que asistió a una conversación que mantuve con un numerario (A.C.) de la casa de la delegación de Sevilla, hace ocho o nueve años. Recuerdo lo esencial de sus palabras porque me impactaron. Al despedirnos, esta persona me dijo algo así: "No sé cómo no se da cuenta ese dandi de que tiene el ombligo más grande del mundo a fuerza de mirárselo. En todo el rato ni me ha mirado y en realidad a ti tampoco te escuchaba. Sólo quería hablar él y de cómo sus obligaciones en el Opus le impiden dedicarte tiempo. Y, por cómo habla, se nota que en su vida no hay nada importante por lo que quedarse una noche sin dormir. Será amigo tuyo, pero está en las nubes o en una burbuja. No me extraña que esos amigos tuyos no se casen. Lo que me extrañaría es que alguna mujer quisiese vivir con alguien que parece incapaz de querer a nadie más que a su ombligo. No sé cómo has podido ser numerario tantos años. Ese sólo estaba preocupado de no mirarme y de que no se le manchasen de polvo los zapatos. Y hablaba dogmatizando. De verdad, me he sentido muy incómoda e insultada de que no me mirase. Se debe creer muy santito y mejor que los demás, pero es porque tiene todo el tiempo del mundo para mirarse el ombligo y no ve más allá. Con esas obligaciones que dice que tiene, que me río yo de ellas si luego dice que juega tanto al tenis y las chorradas que te ha contado. Está claro que su sitio es el Opus, porque ninguna mujer querría aguantar a alguien así de chulo y de creído." A mí eso me dolió en su momento, porque a esa persona aún la consideraba "buena gente" (fue director del centro de la Obra en el que pedí la admisión). En ese momento la defendí y me parecieron injustos estos comentarios. Pero, cuando al cabo de los años me volví a encontrar en la calle con ese numerario e hice ademán de saludarle, se apartó con gesto de repulsa y esbozó una mueca. Entonces vi lo que la primera vez no había visto. Pues, bien, Nicole: aplícate el cuento, porque he reflejado la situación y las palabras que inmediatamente me vinieron a la mente al leer tu primer mensaje.

Tu segundo mensaje es aún peor, ya que básicamente lo dedicas a carcajearte del dolor de Gustavo. No he podido ni querido releerlo, del dolor y sensación de obscenidad que me han provocado tus palabras. En Gustavo te ríes también de mi dolor y del de muchos otros. Dejas patente que te importamos un comino; confirmas que sólo te importas tú y tu ombligo. Eres insensible y engreida. Pura soberbia. Dices que llevas en la Obra cuarenta años. No has aprendido nada, o bien has sido alumna aventajada. Me ha dolido indeciblemente este segundo mensaje. El impulso inicial fue mandarte a cierto lugar, pero rectifiqué la intención. Pero nada garantiza que logre mantenerla recta si sigues tocándonos las narices. Aunque en definitiva despiertas una gran pena. ¿No serás más bien tú la que carece de atención y cariño? Siento pena por ti, por lo que has hecho de ti, por lo que la Obra ha hecho de ti y hace con tantos, y en cierta medida también ha hecho conmigo mismo.

Si fueras sensata o discreta, que por el tenor de tus dos mensajes se ve que no eres ninguna de las dos cosas, dejarías de reirte del dolor ajeno y de abusar de nuestra buena fe. Leerías, como hemos hecho muchos, todo o buena parte de lo aquí escrito antes de escribir. Y, sobre todo, dejarías reposar lo leido. Eso sería respetar a quienes aquí escriben. Entre eso y lo que has hecho tú, leer aquí y allá y no dejar reposar ni un minuto lo leido, que eso se nota, media un abismo. En dos días has enviado dos mensajes muy desafortunados que prescinden de toda cortesía y que no revelan buena educación. Dos mensajes carentes por completo de sentimientos de humanidad, de sensibilidad, de sensatez. No esperes que todos te aguanten, porque no tienen por qué.

Si no fuera por lo que escribió aquí hace pocos meses un numerario que vive en Alemania, Enrique Banús, y por la correspondencia que mantuvo con algunos en privado, el lector ocasional podría pensar que lo único que cabe esperar de alguien que lleva cuarenta años en el Opus Dei son insultos para quienes nos fuimos y carcajadas cínicas ante nuestro dolor. El tono de los mensajes de esa persona, como el de otras que siguen siendo personas cabales después de muchos años en la Obra, y que han escrito a este sitio, contrasta radicalmente con el tuyo. Verdaderamente, Nicole, tú no estás en tus cabales.

En todo caso, a cuantos entran en esta página y no han sido de la Obra, después de leer tus mensajes, les habrá quedado claro que en la Obra también hay gente como tú. Y entenderán mejor por qué, gracias a Dios, algunos nos fuimos: porque no queríamos arriesgarnos a acabar siendo la piltrafa moral en que te has convertido. Una avejentada señoritinga que alardea de hacer sólo su real gana y que escupe desprecio para quienes supuestamente no nos esforzamos por ser tan fieles como ella a... ¡una "causa común"!

¡Si es que manda huevos, Nicole! Ni siquiera estás a la altura de tu queridita vocación. Ni siquiera has comprendido lo más básico. Aunque precisamente por eso escribes lo que escribes y como lo escribes. Nadie que hubiese alcanzado una comprensión cabal de qué va todo esto hablaría de esforzarse por una "causa común" ni, como haces tú, de "mi" santidad (qué repulsa me producen esas expresiones: la primera por colectivizante y la segunda por la miseria moral que revela). Cabía esperar mucho más de ti.

Por lo que más quieras, nunca más presumas retóricamente de que alguno de nosotros no nos esforzamos por amar a Dios con todas nuestras fuerzas mientras estuvimos en la Obra. Y, ante todo, jamás vuelvas a carcajearte del dolor ajeno. Al hacerlo, te envileces.

fede


Publicado el Friday, 25 June 2004



 
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