Por tanto, si algo tiene la prelatura de buena es lo que copia de la Iglesia y si algo tiene de error y maldad es lo que le diferencia de ella: ser un grupo paralelo a ella que sólo se organiza para la toma del poder temporal. Para mantener ese grupo a flote se consideran esos fines como de origen divino. Y esa es la herejía de facto, como en otros grupos de la Iglesia actual. Se creen, todos, la verdadera Iglesia, la única y verdadera forma de creer, con un mandato divino que supera su miseria personal. Y ese mandato divino, esa locura y estupidez, hace posible que todo, absolutamente todo, valga. Por eso estos grupos, como la prelatura, se alinean con poderosos de una ideología o de otra para someternos al resto.
Es curioso que para formar parte de ese grupo, copia a las formas de organización de partidos de masas, lo primero y único indispensable es que se pierda la dignidad, que se traduzca el negarse a si mismo por la infantilización que producen las reducciones ideológicas. El grupo lo es todo, lo consigue todo, la victoria final es inevitable, tiene la llave de la interpretación de toda ciencia, conocimiento y acción. Uno pierde su valor como persona por pertenecer al todo, al que llevará a la Humanidad a la felicidad absoluta. Como el hombre, para la desgracia de estos totalitarios, vive en la soberbia y rebeldía sólo queda obligar y someter a todos por la fuerza. Esa fuerza puede ser con violencia moral, física o con la opresión de las mayorías. Y de esto tenemos ejemplos en la colaboración cruel y torticera de prelaturos y de otros grupos de "verdaderos creyentes".
Para más locura y estupidez, en el derrumbamiento de las explicaciones totalitarias, el grupo aparece como una anécdota cruel de un tiempo pasado. De risa es ver por la Iglesia el pulular de sotanas y seglares que han encontrado misiones de salvación para todos copiando las visiones enfermizas de partidos de raza, clase, nación, sexo o religión. De risa es cuando esas ideologías y sus partidos más fieles sufren una crisis global. Y esta crisis no ha sido casualidad, esta trabajada desde lo más hondo del desprecio de la dignidad humana y el absoluto abandono de la voluntad de Dios, retorciendo esa voluntad a los deseos del poder de turno.
Ahora, como no puede ser de otra manera, en su desfachatez y locura, piden tolerancia con la forma de vida, dentro de la Iglesia, de esos grupos. Es curioso que grupos que tienen como única misión el totalitarismo, ahora que no son nadie, que han sido descubiertos en sus pretensiones y horrores, pidan tolerancia. La miseria moral de quienes se creen por encima de todos y exigen tolerancia para seguir haciendo, sin critica ni proposito de enmienda, lo de siempre pero sólo a unos pocos. No he escuchado ni una ni dos veces que la Iglesia va por caminos de minoria, de quedarse en grupos reducidos de "verdaderos creyentes" en boca de progresistas, ellos se llaman así, y de integristas de su grupo, como los prelaturos.
En la Iglesia no vivimos la “tolerancia”, no somos una suma de grupos que no tienen nada en común, la Iglesia no es la suma de todos esos grupos. No se puede confundir las diferencias de carismas como la verborrea inútil de quien no tiene carisma alguno, que sólo coge de la Revelación y el Magisterio lo que conviene al grupo, lo que coincide con el pensamiento común que tienen con poderosos de este mundo. Lo que si es cierto, a diferencia de otros tiempos, es que el ruído de esas minorias es mayor que el de la mayoria. Y eso hay que trasladarlo al lado de la jeraquia. Los obispos conocen y saben que hay una gran masa de católicos, en parroquias por todo el mundo, abandonados a la critica feroz de esos iluminados que exigen seguimientos de sectarios partidistas.
No hay aspecto del Evangelio que se viva de forma especial en estos grupos para llegar a decir que Dios y el Espíritu Santo, nos hace ver en ello un aspecto central de la Revelación.
Si contemplo lo que aportan los franciscanos, los dominicos, trapenses, etc, puedo identificar dos cosas. El carisma fundacional claro y diáfano, primero. La diferenciación explicita que llega hasta el hábito, la forma de vestir y de vivir, segundo. La Iglesia ha obligado siempre a que se muestre con claridad, que no haya secretos, que no se rompa con lo común de todos los fieles, que los católicos no se vean sometidos a vocaciones o carismas que no son los soyos. Si los religiosos, en una deriva que aún tienen que justificar, quieren aparecer como uno más, como un seglar, es terrible para los católicos corrientes. No sólo viven una esterilidad que les delata, sino que se creen ejemplo de vida del común de los católicos. En su forma de vida poco diferenciado del mio, sin habito, sin vida en común especial, no los hace más cercanos. Lo que hacen es comparse conmigo, con mi forma de vida, libre y personal, y juzgarla como más lejos o más cerca de la suya, modelo de un cristiano normal cuando no lo es, es sólo un disfraz que esconde un carisma mal vivido.
Lo que aporta la prelatura es nada en comparación en la vida de un católico normal. Por eso tanto secreto, tanto buscar formas de hacerse notar, por eso tanto peso en el grupo, por eso tanto sectarismo. Si fuera algo diferencial, un carisma claro y diáfano, no necesitarían esconderse, hacerse conspiradores y los veríamos con signos distintivos.
Los seglares que lo somos, no nos diferenciamos de forma clara porque somos cristianos corrientes, de la calle. Se nos conoce por nuestros actos, nuestra forma de actuar y por mostrar a las claras que somos católicos, sin escondernos. Vamos a lugares comunes, las parroquias, donde allí están ricos, pobres, grandes, pequeños, viudos y casados, niños y ancianos, todos, a la vez. Sólo nos escondemos dónde se nos persigue de muerte y enseguida se nos mata, de todas formas. La Iglesia es para todos y para cualquiera. No hay filtros previos. Basta con ser un pobre necesitado del amor de Dios.
Entonces, cogiendo lo que tiene de bueno la prelatura, todo es copia de lo que ya somos los católicos de a pie y, en lo que tiene de diferencial, no es más que un grupo más de sometimiento de unos sobre otros para fines, no queda otra opción, que son la conquista del poder.
Y en esas estamos. Los que pertenecen a la prelatura, si cruzarán la calle y se fueran a la parroquia, pasarían por todas las fases de descontaminación de otras víctimas de grupos así y correrían con sus mismos riesgos, buscar soluciones totalitarias que les mantuvieran en la dependencia psicológica. Y eso es lo que los hace tan insoportables, nada más que eso. Cuando lo son, por su locura y estupidez, cuando lo dejan, por el largo y costoso proceso de desintoxicación.
Hay que ser muy compasivo, muy paciente y santo para soportar a estos hermanos que viven en la inconsistencia psicológica y espiritual. Y esa es la pesada carga que llevamos, nada más. Si a veces somos duros o demasiado críticos es por la hartura, el cansancio, de tanto victimismo, de tanta petición de compresión a quienes han hecho de la manipulación, la mentira, la conspiración y la esclavitud de conciencias su razón de ser.
Es como ser de una familia numerosa y tener esos hijos que no se centran, que no paran de estar en todas las salsas, en todas las cosas "importantísimas", y descuidan constantemente su más elementales deberes para con ellos y los demás, que sólo vienen a casa cuando se han quedado sin dinero, sin cama o comida, en una adolescencia eterna. ¿No es así como vienen la víctimas de esas prelaturas a la Iglesia, a casa de sus padres?
Y eso es lo exagerado de muchas aportaciones en esta página. La paciencia y el perdón que Dios tiene con cada uno, es la medida del juicio. A partir de ahí, si nos toca soportar a estos elementos, que sea a condición de no despistarnos del bien que tenemos que hacer y del mal que tenemos que evitar. Pero sin caer en el totalitarismo contrario, en creer que se es verdadero creyente por pertenecer a un grupo ideologico de otro signo. Las criticas más feroces la prelatura no las he visto en esta página. Las he escuchado de fanáticos de otros grupos de la misma Iglesia. Aquí hay experiencias de vida reales, con juicios basados en la realidad, no en el prejuicio ideológico.
Esa es la excusa de algunos para descalificar a esta pagina. Se critica desde posturas igualmente sectarias. Y esa es la vida de muchos grupos de la Iglesia, cierto, la pelea entre sectarios dependientes de poderes de este mundo, de ideologías totalitarias. Pero la mayoria de los testimonios son de víctimas de una de esas sectas. Eso es lo diferencial. Si digo que la Iglesia tiene en su seno pederastas, no soy sectario, constato un hecho. Si digo que la prelatura esconde una secta por usar los mismos métodos, objetivos y fines, constato un hecho.
Es muy fácil creer que se quita el problema haciéndolo desaparecer. Saldrían otros haciendo lo mismo. Legionarios, Yunques, Comunidades de Bases, etc. cada semana se inventan un grupo de verdaderos creyentes, y así desde el siglo I. No hay nada especial en la prelatura para bien y para mal.
Ahora, también es cierto que, de forma todo lo frágil que se quiera, muchos hombres y mujeres de Iglesia, en ese afán de serlo, están haciendo todo lo posible porque nada se pierda. Quien tiene rectitud de intención y ama a Dios, a su Iglesia, es querido y amado como el que más. Es cierto que hay hombres y mujeres de Iglesia que tienen como elemento de su entrega y santidad personal el ir integrando a todos en todo y no es nada fácil. ¿Cómo amar incondicionalmente sin ceder en nada al mal y al pecado? A veces, como explican bien en la prelatura, se le tacha de tibieza o falta de carácter. Esa es la excusa de los violentos y maltratadores, siempre, desde Abel y Caín.
En esas estamos. En lo que puede ser salvado se salva. Quien se empecina en poner sus orgias de poder y corrupción por encima de todo, tiene ya cosechada su recompensa. Y eso a pesar de que la Iglesia soporta parte de esa carga, lo que hace que la condena que soportan sea doble. Cuando se dice que la prelatura es un grupo de conspiración sectaria para llegar al poder, es cierto. Los hechos lo demuestran sin cesar. Lo peor no es eso, sino que manchan a la Iglesia, pero, como secta que es, eso es irrelevante: es el precio que hay que pagar para ser la Iglesia que Dios quiere.
En definitiva, en lo que hacen nada es diferente que no sea la pura pertenencia a un grupo y que, gracias a Dios, la Iglesia no me obliga, no tengo vocación especial para seguir a tuertos y el hacer de la ceguera virtud.
Y esto es así, como siempre ha sido. Si un obispo, cardenal, papa, noble, burgues, laico o religioso, usando su poder cree que la verdad será la que él dice, dará igual. En 20 siglos muchos han intentado forzar a la Iglesia a sus intereses y todos conocemos el precio pagado.
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