Leyendo los escritos de Mari Paz sobre su estancia en el Opus Dei como Numeraria Auxiliar, me iban viniendo a la cabeza las declaraciones de una Auxiliar que han sacado en la Web oficial de la Prelatura, dentro de la campaña que la Oficina de Información está realizando para prestigiar la figura de las Numerarias Auxiliares.

            Se trata de un vídeo (http://www.opusdei.es/art.php?p=27179) que recoge una especie de idílica entrevista a Andrea Feehery, una Numeraria Auxiliar estadounidense que trabaja en la administración del Shelbourne Conference Center (Indiana, EEUU). La joven, que es mona y desenvuelta, y cuenta que dejó a su novio para entrar en la Obra hace 11 años, sigue un guión en que se ve claramente que trata de rebatir las críticas que están recibiendo.

Empieza pretendiendo convencernos de que no viven en régimen de casi esclavitud porque su status es como el de una madre de familia: sic! Me extrañaría que en su casa haya visto eso. Pues su madre, que -como ella cuenta- se dedicó a su hogar, no tuvo a una Numeraria mandándole; ni que limitarse a realizar trabajos materiales sin mantener ninguna relación personal con los beneficiarios de esos trabajos; ni que ir a comprarse una ropa de inferior calidad que la de las Numerarias; ni que salir a la calle acompañada de otra de la Obra, como las monjitas; ni que aguantar tantas otras normas obsoletas que acaban con la salud psíquica de muchas.

Resulta sospechosa, por artificial y empalagosa, su reiterada insistencia en que se siente súper contenta en esa situación. Aunque luego se delata un poco cuando recomienda una postura voluntarista para superar las dudas que según ella a todo el mundo le entran sobre el camino que está siguiendo en su vida. Un voluntarismo que no todos pueden soportar por mucho tiempo, como podrían atestiguar tantas que han caído enfermas por someterse a ese régimen de vida tan inhumano.

También se delata porque se pasa de natural, y afirma lo que quienes estamos dentro sabemos que no es admitido por las Directoras: que mantenga el trato con sus amigos de antes, a los que dice que trata de hacerles entender que es muy feliz con lo que hace, y respecto de los cuales sostiene que ha acabado convirtiéndose en su consejera sentimental ante los problemas que tienen en sus matrimonios: un mundo feliz el suyo, mientras ellos, los pobres, viven en las tinieblas exteriores.

Finalmente, me parece chocante que después de afirmar la importancia de liberar a los numerarios de las tareas domésticas, niegue que se trate de un planteamiento machista y desfasado, e intente justificarlo equiparándolo al trabajo de las madres que se dedican íntegramente a educar a sus hijos mientras por ser pequeños necesitan una cercanía afectiva muy absorbente.

Aprovecho para agradecer a Bienvenido el trabajo que se ha tomado para mostrarnos por qué no es riguroso decir obispo prelado del Opus Dei; para felicitar a Sancho1964 por su simpático artículo, que me ha ayudado a entender por qué en ocasiones he podido sentirme más acosada por el normativismo asfixiante que una seguidora de la ley mosaica; y para sugerirle a Inés que, si escribe a Roma, no lo haga sólo al Prefecto de la Congregación para los Obispos, sino también al de la Congregación para la Doctrina de la Fe, señalando a cada uno que se lo ha enviado también al otro.

Trinity