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 Correos: Los escritos de Retegui. La Oficina Histórica.- Felipe

100. Aspectos sociológicos
Felipe :

Hola a todos,

Mi deseo, SS, también es dialogar de forma amigable ya que, normalmente entre una persona que sigue en la obra y otra que se ha ido, todo va bien mientras no se mencione a la obra y se hable del tiempo o, tocando ya temas más comprometidos, del cambio climático y de la capa de ozono pero sin profundizar demasiado. Ahora parece que gracias a internet, puede haber 'comunicación', cosa que me alegra.

De tu último correo entresaco este párrafo:

"Y con respecto a lo que dije sobre los escritos de don Antonio: me alegra que haya ayudado a mucha gente, y que los haya tranquilizado. Yo lo poco que le oí, me pareció muy sensato. Yo también estoy a favor de la primacía de la conciencia, y del amor a la libertad, y del obrar con recta intención. Yo lo que no quería (y no quiero) es que ahora que está muerto, le pongan palabras en su pluma. Es muy fácil cambiar dos o tres palabras, y hacer que alguien diga todo lo contrario a lo que quería decir. Eso lo saben hacer muy bien los reporteros".

Y de ese párrafo, para que no se saquen de contexto, destaco las últimas frases:

"Yo lo que no quería (y no quiero) es que ahora que está muerto, le pongan palabras en su pluma. Es muy fácil cambiar dos o tres palabras, y hacer que alguien diga todo lo contrario a lo que quería decir. Eso lo saben hacer muy bien los reporteros."

En mí se dan al menos tres circunstancias por las que tenía que responderte: a) soy licenciado en Ciencias de la Información -Periodista-, por la Universidad Complutense de Madrid; b) soy la persona que está escaneando y transcribiendo para la web el libro póstumo de Ruiz Reteguil, "El ser humano y su mundo"; -también he hecho el mismo trabajo en los documentos que ya se han colocado de él- y c) estando en la obra, trabajé en la Oficina Histórica que se creó en Madrid en junio de 1975, con motivo del fallecimiento del fundador, y que tenía por objeto recibir, canalizar y dar forma a todos los escritos que se nos pidió escribiéramos los miembros de la obra sobre recuerdos, anécdotas, impresiones, etc., del Padre.

Tú dices que es muy fácil cambiar dos o tres palabras y hacer que alguien diga todo lo contrario a lo que quería decir. Tienes que partir de la base de que el libro "El ser humano y su mundo" lo tienen varios amigos de Retegui, porque él lo fotocopió y lo repartió "a sus amigos"(el libro tiene esa dedicatoria: "a mis amigos"), con lo cual cualquiera de ellos podrá comprobar si a lo que en la web se publique, le falta una palabra, una frase, un párrafo o una coma, e inmediatamente denunciarlo donde considerase oportuno, tanto en opuslibros como en los muchos medios de comunicación existentes.

Si se pueden cambiar unas palabras y hacer que alguien diga todo lo contrario, te propongo un ejercicio o entretenimiento para que lo intentes. Copio a continuación una parte de la introducción escrita por Retegui a su libro y dime dónde yo podría poner algo de mi parte que diga lo contrario de lo que quiere decir porque, no siendo yo teólogo, te aseguro que hay cosas que tengo que leer varias veces para entender mínimamente:

[...] Esta distinción entre los principios fundamentantes y la fuente de la actuación concreta, es aún más intensa cuando se trata de la teoría o de la enseñanza práctica ascética que se da en el ámbito de la formación cristiana. En este caso lo que sucede es algo curioso. Por una parte se pretende que la práctica que deben seguir los cristianos esté muy bien determinada para evitar perplejidades a la hora de la acción concreta. Pero por otra parte se pretende también que esa práctica aparezca como fundamentada no sólo en los principios morales generales, sino en las grandes verdades que están en la base del cristianismo. El resultado es, frecuentemente, que la conexión entre las verdades de la fe y la praxis que se propone resulta un tanto arbitraria y falta de rigor intelectual. Por esto es importante establecer con la mayor claridad posible la relación entre las verdades de la fe y la praxis que se propone.

De hecho es llamativo que la doctrina teológica de más categoría como es la Teología Dogmática, se manifieste poco relevante en el ámbito de la práctica y que incluso la Teología Moral casi se reduzca a tratar las cuestiones límites del pecado y de la reparación, sin que resulte claro de donde proceden sus valoraciones sobre actos de especies concretas. La lejanía de la doctrina teológica de más altura respecto de la doctrina práctica que se propugna, viene entonces a ser un medio para que pueda ser aplicada de modo arbitrario y sin resistencias. Por ejemplo, la estudio teológico sobre la voluntad de Dios que se hace en los tratados "de Deo", apenas contiene aspectos aplicables a la práctica, y esto es lo que hace que la voluntad de Dios se pueda convertir en una referencia para cualquier enseñanza práctica. Si en el tratado de Teología Dogmática correspondiente se estableciera con claridad el contenido que debemos retener sobre lo que significa la voluntad de Dios, su uso en la enseñanza ascética práctica estaría más fundamentado y sería menos arbitrario.

Frecuentemente se afirma que la moral debe hacerse de manera que aparezcan también las orientaciones para la vida cristiana normal, es decir, que incluya lo que tradicionalmente se ha confiado al campo de la llamada teología ascética y espiritual, pero eso rara vez pasa de ser una afirmación convencional o, lo que es peor, una invitación a salpicar los tratados morales de citas alusivas a la literatura ascética. Estas citas muy frecuentemente confunden los contextos y se convierten en una amalgama más que en una verdadera síntesis. Por otra parte, la literatura ascética contiene, en muchos casos afirmaciones claramente contrastantes con las de la teología dogmática. Así, en la gran Dogmática se afirma que Dios es impasible, que la filiación divina es efecto normal de la gracia, que el bien es difusivo de suyo, etc.; pero en la ascética se habla con frecuencia de la alegría o el dolor que causamos a Dios, de que aún habiendo cometido un pecado mortal seguimos siendo hijos de Dios que nos espera, de que un foco de mal puede hacer más daño que buenas personas buenas, etc.

Todo esto hace que parezca que la doctrina que alimenta de hecho la vida cristiana concreta y la predicación habitual, sea una teología un tanto superficial, poco rigurosa, y cuyo valor consiste casi exclusivamente en que sirve de apoyo para las exhortaciones prácticas y para alimentar la vida cristiana. La situación es un poco extraña, pues lleva a pensar que la vida espiritual que se suele predicar tiene poco fundamento doctrinal, y que la doctrina más profunda es desmentida en la práctica por la predicación que cuenta para la vida.

Me parece que la realidad es que la mayoría de las veces, la vida que se propone no está fundamentada en las grandes verdades de la fe, sino, de modo semejante a lo que decía Aristóteles, en la praxis establecida en ciertos ámbitos, más o menos restringidos, de vida tradicional cristiana. Los actos que se proponen como expresión de la vida cristiana deben su vigencia a tradiciones de la vida de piedad en esos ámbitos concretos, de forma que en ocasiones las mismas razones parecen fundamentar unívocamente actos muy distintos.

Los ensayos que se recogen a continuación pretenden establecer una cierta conexión entre la praxis y la doctrina teológica. Se pretende considerar, sin pretensiones de ser exhaustivos, algunos aspectos importantes de la vida cristiana, y ponerlos en conexión con los fundamentos teológicos y racionales que deben sustentarlos. Son ensayos en los que se trata de temas que son frecuentes en la predicación ascética y a los que se les aplica con frecuencia un revestimiento doctrinal que me parece en muchas ocasiones dudoso.

Como es comprensible en un intento de este tipo, las referencias doctrinales resultan muchas veces bastante heterogéneas. Algunos capítulos tienen desarrollos especulativos de cierta amplitud, mientras que otros son más bien descriptivos. La razón de distinto tratamiento procede de lo que se ha juzgado como necesario para dar cuenta de la cuestión que se trata. Lógicamente, las cuestiones teológicas más aludidas son las que tiene que ver con la voluntad de Dios, la ley moral, la creación y la libertad humana, pues estas magnitudes son punto de referencia constante en el discurso ascético y moral, al mismo tiempo, forman parte de aquel conjunto de elementos que permiten que el ser humano viva una vida biográfica.

Estos ensayos no deberían ser juzgados precipitadamente como un intento de teología superficial o de mera ayuda al discurso ascético, y mucho menos como un acto de mera crítica de ciertos discursos convencionales. Han nacido como un intento de pensamiento teológico que no sea meramente académico y analítico especulativo, sino que conserve siempre las unidades significativas para que puedan servir de punto de referencia para el comportamiento práctico.


Si tú me consideras capaz de que yo cambie aquí dos o tres o cincuenta palabras para que Retegui diga todo lo contrario a lo que quiere decir, dime cómo y dónde, porque me sobreestimas.

Otro punto es el de los que tu llamas reporteros o periodistas. En ninguna facultad de Periodismo del mundo se nos enseña a que mintamos, que tergiversemos los hechos, que inventemos o manipulemos. Tampoco en las del Opus. Que existan periodistas que lo hagan, no quiere decir que la facultad lo enseñe ni que todos los periodistas lo hagan. No sé cuál es tu profesión pero estoy seguro de que tu deontología se ajustará a los criterios éticos que conlleva. Y el seguir esos criterios éticos no influye que seas de la obra, como tampoco influye que yo me haya ido de ella, para seguirlos también. Pertenecer al Opus no conlleva sello de calidad deontológica.

Y por último, sobre lo que vi, viví, constaté y manifiesto públicamente, en la Oficina Histórica (1975) creada por el Opus para llevar al fundador a los altares. Es triste pero es la verdad. Aquellos testimonios, recuerdos, etc., sobre los que los miembros de la obra fueron requeridos a escribir respecto a sus vivencias con el fundador, llegaban tal cuál habían sido escritos por sus autores en unos sobres marrones tamaño cuartilla que se recibían de las distintas delegaciones. Pero... existía un "consejo de sabios" que no estaban allí sólo para leer esos escritos ni precisamente para respetar lo que se escribió; estaban allí para manipular, censurar y cambiar todo aquello que no les gustaba. En ese afán ridículo que tanto daño ha hecho al propio fundador, de querer presentarlo como un hombre extraordinario que tras sacudir violentamente el mantel de una mesa con platos, copas, cubiertos y flores volando por los aires -porque la pala del pescado no miraba en la dirección correcta-, se añade algo así como "¡cuánta era su humildad y su amor por las cosas pequeñas, y cuánto nos quiso enseñar con esos detalles!" en lugar de reconocer que le daban prontos, que tenía días que era insoportable y que humildad, humildad... en fin, si acaso que no se había tomado la medicación. Pues en ese afán ridículo de presentarle como superman y no como un ser humano, -como iba diciendo-, sí que se han cambiado más de 2 o 3 palabras, y sí que se ha cambiado el sentido de un texto. Que conste que yo no pertenecía al consejo de sabios, sino que sólo tenía que pasar a LIMPIO los cambios que los sabios habían considerado pertinentes. Los cambios pertinentes suponían que el original quedaba tan limpio tan limpio tan limpio, que era irreconocible. Estar en segundo curso de periodismo debió de capacitarme para el "honor" de ser elegido como testigo directo de cómo se escribió la historia de la obra y del fundador. Si aquello me horririzó entonces, -tuve mis enfrentamientos y obviamente, me relegaron de ese "honroso" encargo a los 3 meses-, no querrás que ahora haga lo que más detesto en mi vida y que hubiera aprendido a la perfección y visto como normal si hubiera seguido en el opus, sobre todo en determinados trabajos a los que llaman "el apostolado de la opinión pública": manipular, mentir, engañar, deformar y falsear. Y además, no creas que se ponían en contacto con el autor del escrito para darle una explicación o pedir su autorización. De ahí que muchos se preguntaron por qué no se publicaron sus testimonios, cuando sí que se publicaron pero eran irreconocibles hasta para quienes los habían escrito. Y no digamos ya lo de las hagiografías (Vázquez de Prada, Urbano, Sastre...) ni de los vídeos de las tertulias 'espontáneas y naturales', esas que 'no se preparaban'. (Flanpan, muy buena tu entrega de ayer sobre la manipulación total).

En fin, no tienes por qué creerme, pero yo no te miento.

Perdona tú y perdonad todos por la extensión de este correo. Hay cosas que cuando le afectan a uno tan directamente no se pueden resumir tanto como se quisiera. Aunque si no ha quedado claro, empiezo de nuevo :)

Un abrazo a SS y a todos,

Felipe (no el príncipe)


Publicado el Sunday, 29 February 2004



 
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