DAR
LA VIDA POR LOS AMIGOS
Antonio Ruiz Retegui -1999
Sacerdote numerario del Opus Dei
Lc 5, 1-11: "Estaba él a la orilla del lago
de Gesemanet y la gente se agolpaba sobre él para
oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que
estaban a la orilla del lago, Los pescadores habían
bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de
las barcas, que era de Simón, le rogó que
se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba
desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: "Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar." Simón le respondió:
"Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no
hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las
redes." Y, haciéndolo así, pescaron gran
cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.
Hicieron señas a los compañeros de la otra
barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaran
tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo
Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús,
diciendo: "Aléjate de mí, Señor,
que soy un hombre pecador." Pues el asombro se había
apoderado de él y de cuantos con él estaban,
a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo
de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros
de Simón. Jesús dijo a Simón: "No
temas. Desde ahora serás pescador de hombres."
Llevaran a tierra las barcas y, dejándolo todo, le
siguieron".
Vemos que el Señor se mete en la barca de Pedro, y
que Pedro acepta que la causa del Señor sea la suya.
Desde entonces la suerte de uno irá unida a la del
otro, hasta aquel suceso entrañable en que el Señor
se une a Pedro a la hora de pagar el tributo,
Es una manifestación muy eresiva del amor del Señor
a Pedro. Y es también una muestra del amor de Pedro
al Señor. Ciertamente esa unión se rompió
cuando Pedro negó, se avergonzó de ser de la
compañía del Señor. Pero eso fue efectivamente
una ruptura, la única, la cual además fue reparada.
Querer a una persona es darse de manera total, reconociendo
que aquel a quien queremos es algo absoluto
La palabra "amar" se refiere siempre al acto más
noble y humano de la voluntad cuando se refiere a una persona.
También se usa referido a algunas cosas especiales,
como la patria, la tradición, las instituciones, pero
en su sentido directo y propio, lo que se ama es siempre la
persona, En efecto, la persona es la única criatura
de este mundo que Dios ha querido por sí misma. Por
tanto es la única que debe ser querida por sí
misma, que es precisamente el amar.
Querer a alguien por sí mismo significa quererlo no
en relación a otra cosa, sino de una manera absoluta.
Esto implica que no se le quiere instrumentalmente, para alcanzar
otro fin distinto de ella misma. Querer de verdad supone tener
a la persona que se quiere fuera del campo en que se miden
intereses, o se articulan instrumentos para alcanzar determinados
objetivos.
Todo eso significa que las personas deben ser queridas por
encima de intereses o coyunturas, o beneficios o, en general,
cualquier tipo de situación contingente. "Te quiero",
es una frase incompatible con cualquier añadido de
tipo temporal o circunstancial.
En concreto querer de verdad supone subordinar la propia
persona a la persona amada. Esto es lo que se manifiesta especialmente
cuando se está en trance de "confesar" en
favor de una persona, de reconocer el cariño que se
le tiene, el amor que se le profesa, aún a costa de
perder otros bienes o beneficios, y aún a costa de
la propia fama o de la propia vida.
Las otras cosas con las que tenemos trato en nuestra vida
pueden ser objeto de nuestra aprobación y, en ese sentido,
son objeto de nuestro amor, pero son únicamente las
personas las que reclaman una afirmación tan comprometida.
Incluso se puede decir que la verdad de un amor se mide por
la decisión con que se confiesa en su favor en el hipotético
caso en que esa confesión se presente como necesaria.
El Señor nos enseña con sus palabras a querer
de esa manera. Nos pide que le queramos por encima de nuestra
vida. El tono de su predicación es siempre una petición
de amor que esté por encima de todo.
El Señor mostró a veces como característica
de seguimiento fiel de su persona el hecho de confesarle delante
de los hombres. Incluso puso esta confesión como la
muestra de lo que era exigido para la salvación. "Por
todo aquel que se declare por mí ante los hombres,
yo también me declararé por él ante mi
Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue
ante los hombres, le negaré yo también ante
mi Padre que está en los cielos" (Mateo l0,
32-33). Y da esta enseñanza en un contexto en que se
advierte que habrá muchas dificultades y mucha presión
para esconder las palabras valientes.
Él mismo se pone como ejemplo. En cierto sentido,
la Cruz es la manifestación de ese amor suyo.
Cuando el Señor está en trance de entregar
su vida en la Pasión da antes unas palabras que son
como una ayuda para que sus discípulos entiendan al
profundo calado humano y sobrenatural de sus actos y de sus
dolores. Dice el Señor que nadie tiene un amor más
grande que el que da la vida por los amigos.
El amor del bueno es el que pasa por encima del peligro de
la persecución y de la pérdida de cualquier
beneficio.
Nosotros tenemos que ser gentes que quieran mucho, y que
quieran de esta manera que quería el Señor,
es decir, pasando por encima de las dificultades que lleva
consigo la lealtad, la fidelidad.
Nosotros siempre estamos amenazados de limitaciones en el
querer. Muchas veces sufrimos porque alguien ha mostrado un
amor que se ha visto condicionado por otras cosas. Se ha comprobado
que no me querían por encima de la fama, o del dinero,
o de la vida.
En el famoso poema sobre lo que es un amigo, Rudyard Kipling
hace alusión a que el verdadero amigo ama por encima
de cualquier riesgo de perder ventajas. La estrofa final de
ese precioso poema es:
"Entre mil hombres, todos menos uno
dejanránte en la afrenta o el sarcasmo
mas el hombre entre mil irá contigo
hasta el pie y más allá de tu cadalso".
Esto no es solamente propio de situaciones extremas. A veces,
en las reuniones humanas se habla de personas, a veces de
personas amigas, y ya sabemos la tendencia a la crítica
negativa que anida en el corazón humano, especialmente
cuando es un corazón poco alegre. Entonces es muy fácil
sentirse arrastrado, o al menos advertir con disgusto que
están hablando mal de mi amigo, y que es difícil
llevar la contraria a esos comentarios. La causa de esa dificultad
para oponerse puede ser diversa. La más frecuente es
que esa crítica a veces se hace en el seno de una conversación
en la que quien critica habla como estableciendo un ámbito
de confianza con quien le escucha, como abriendo sincera y
confiadamente su corazón. Es una situación en
la que la crítica se adorna de confianza, de sinceridad,
de noble desahogo. Pero no debemos dejarnos llevar por eso.
La aparente sinceridad de esas ocasiones no es más
que un disfraz innoble, que ha de ser rechazado.
En este aspecto hay que tener en cuenta que hay desahogos
que no se deben tener nunca, porque son cosas malas. "¿Y
entonces dónde digo yo esto?" Respuesta: en ningún
sitio. Eso es un mal pensamiento que lo que hay que hacer
es rechazarlo.
Una vez me vino una persona a "informarme" de una
hermana nuestra. Decía que sentía la necesidad
de darme esa información en conciencia. O sea, como
si la conciencia la impulsara a hablar. Pues bien, la información
que tenía que darme era que esa hermana nuestra era
una mentirosa y una vaga. Esto es una barbaridad. No se puede
dar ese tipo de comunicaciones a otras personas. Eso es difamar.
Y hay que resistirse a la difamación.
Esto ha de ser así aunque seamos directores. Es posible
que en alguna ocasión nos llegue un supernumerario
y nos diga cosas de otras personas. La inmensa mayoría
de las veces en que las personas hablan de otras lo hacen
mal. Hay un impulso muy perverso, enraizado en el corazón
que es la crítica, la difamación, la comunicación
de detalles más o menos negativos de otras personas.
Una vez me vino una supernumeraria para decirme, por indicación
de su directora, que su esposo veía a veces películas
inconvenientes por la noche. Me parece monstruoso, contrario
a la naturaleza de las cosas, y que por tanto ninguna conveniencia
superior puede justificar, que una esposa, que comparte la
intimidad con su esposo, lo denuncie. Lo que se debe hacer
es decirlo a él, y luego callar.
Siempre es adorable la figura de San Dimas, que dio la cara
por el Señor cuando lo que se veía bien era
escupirle. San Pablo se queja de que en el proceso nadie le
defendió. La canción que dice: "Esa
que aseguraba que sin ti se moriría, hoy te vuelve
la cara y no te da ni los buenos días / y aquel que
proclamaba qué importante es la amistad ya se buscó
la forma de apuñalarte por detrás".
De San Dimas la verdad es que sabemos poco, y además
casi todo es negativo: que era un ladrón, que fue condenado
a muerte y que murió crucificado, es decir, ejecutado
con tortura. Es lo que se suele decir, una vida desastrosa,
que acaba desastrosamente.
Sin embargo, de él se dice algo que es verdaderamente
noble, y que encandila al mismo Jesucristo: cuando al Señor
le atacaba todo el mundo, y Él estaba vencido, aplastado,
sin poder ofrecer ningún beneficio a nadie, San Dimas
realizó un gesto de una grandeza que ensalza toda una
vida, sale en defensa del bueno que ha sido injustamente condenado.
Toda persona que de alguna manera haya estado en la situación
de abajamiento, es decir, que haya experimentado que en determinada
circunstancia lo que se mira bien es que se digan cosas malas
contra él, sabe lo que supone que alguien alce la voz
en su defensa. Eso es de las cosas que no se pueden olvidar.
Tiene algo de la grandeza del Dios hecho hombre: un dar la
vida por el amigo. Es la nobleza que brilla en el gesto de
Todd Anderson al final de la película "El Club
de los Poetas Muertos", cuando despreciando las advertencias
del director, se pone sobre su mesa y exclama "!Oh, Capitán!
¡Mi Capitán!". No importa que lo expulsen
del colegio, o que le grite una autoridad absoluta: su queridísimo
maestro estaba siendo injustamente expulsado y él tenía
que dar testimonio de su lealtad.
En el drama histórico de Shakespeare, Ricardo II,
hay un ejemplo preciso de lealtad heroica: el obispo Carlisle
está junto con los nobles que acompañan a Enrique
de Bolinbroke cuando va a ser coronado nuevo rey destronando
a Ricardo. Su parlamento es impresionante: "¡Por
mi fe, que Dios te lo prohíbe! Es posible que mis mejores
palabras suenen mal ante esta real presencia; sin embargo
me incumbe decir la verdad. ¡Plegue a Dios que alguno
en esta noble asamblea sea lo bastante noble para actuar de
juez leal del noble Ricardo! Entonces la verdadera nobleza
la obligaría a abstenerse de una falta tan grande.
¿Qué súbdito tiene poder para pronunciar
una sentencia contra su rey? ¿Y quién de los
aquí sentados no es súbdito de Ricardo? Los
ladrones no son juzgados sin que se les oiga, por evidentes
que parezcan sus crímenes; y la figura de la majestad
de Dios, su capitán, su lugarteniente, su diputado
electo, el rey ungido, coronado, establecido desde hace años.
¿será juzgado por la boca de un súbdito
y de un inferior sin hallarse él mismo presente? ¡Oh,
Dios, impedid que en un país cristiano las almas civilizadas
cometan una acción tan negra, tan inmoral y odiosa!
Hablo a súbditos y hablo como un súbdito inspirado
por Dios para tomar osadamente el partido de su rey. Milord
de Hereford, aquí presente, a quien llamáis
rey, es un traidor infame al rey del altanero Hereford. Si
le coronáis, escuchad mi profecía: la sangre
de los ingleses fertilizará la tierra, y los siglos
futuros clamarán por este acto indigno; la paz dormirá
entre turcos e infieles, y en este reino, asilo de la paz,
las guerras tumultuosas asolarán aliados contra aliados
y parientes contra parientes; el desorden, el horror, el terror,
la revuelta reinarán aquí, y esta tierra será
denominada campo del Gólgota y cráneo de los
muertos. ¡Oh! Si concitáis esta casa contra esta
casa, este acto engendrará la más desastrosa
división que haya caído sobre esta maldita tierra.
Prevenid esto, resistidlo, no permitáis que suceda,
no sea que vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos griten
contra vosotros: "¡Dolor!". (No hace falta
decir que las consecuencias para Carlisle fueron muy dolorosas,
aunque al final el nuevo rey Enrique IV, le perdona la vida
reconociendo en él "brillantes rasgos de honor").
Entre nosotros no se puede dar el trato con alguien que ciertamente
me quiera por encima de su vida, porque si lo ha demostrado,
ya está muerto, y si solamente lo ha dicho pero no
se ha cumplido, es de temer que sean palabras vanas.
Entre nosotros no podemos alcanzar casi nunca la realidad
de un amor tan pleno como este. Ciertamente Ricardo II pudo
experimentar la fidelidad maravillosa de aquel noble obispo,
pero eso sucedió cuando ya no podía gozarla.
Más bien nuestra situación es la de personas
que son queridas "hasta cierto punto", que cuando
aparece la tempestad, reniegan quienes habían prometido
defenderte siempre. Pueden ser más o menos nobles las
razones que se esgriman para justificar la traición.
La Iglesia católica es un lugar en el que la fidelidad
está institucionalizada de manera maravillosa: a la
confianza que un cristiano pone en el sacerdote mostrándole
la conciencia, para obtener el perdón, es decir, aquel
que ha mostrado sus heridas para que se las curen, no puede
ser delatado por ninguna causa, aunque estuviera en peligro
la subsistencia misma de la Iglesia. Valdría la pena
entrar a fondo en la lógica que la institución
del sigilo sacramental instaura en la vida cristiana, qué
visión de la persona y de la confianza personal supone,
Así se podrían derivar consecuencias muy amplias
en el trato entre nosotros.
Desde luego está claro que esto es lo contrario del
espíritu de la delación.
Jesucristo sí ha dado la vida por nosotros. Y "después"
de haberla dado, viene a buscarnos. Nosotros podemos tener
el santo orgullo de que somos personas que han sido queridas
hasta la muerte por Jesucristo.
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