Carta de Mons. Escrivá de Balaguer a los miembros del
Opus Dei sobre la cuestión institucional.
2-X-1958
RHF,
E17-581002-1.
1. No
ignoráis, hijas e hijos queridísimos, que el fin y los medios de la Obra de
Dios son plena y exclusivamente sobrenaturales, espirituales y apostólicos:
queremos promover vocaciones de cristianos, que se obliguen a buscar la
santidad en el mundo, cada uno en su propio estado, de modo que conviertan en
apostolado toda su vida.
El
apostolado nuestro, con el que cooperamos en la misión salvífica de la Iglesia,
tiene un carácter y un modo seculares: no porque busquemos fines seculares o
temporales, sino porque el apostolado de la Obra de Dios, teniendo un fin
sobrenatural, debe dirigirse a personas que viven en el mundo, y debe hacerse
por personas que trabajan libremente en las mismas condiciones y circunstancias
temporales que los demás, sin querer distinguirse en nada de sus compañeros.
2. No
somos religiosos, ni se nos puede llamar religiosos o misioneros. Todos los
socios del Opus Dei ejercen su profesión de médico, de abogado, de obrero, de
campesino, u otra cualquiera, del mismo modo que los demás ciudadanos:
procurando a la vez ganar almas para la Iglesia Santa, mediante el ejercicio de
su tarea profesional, y con frecuencia en lugares y circunstancias difícilmente
accesibles a los sacerdotes y a los religiosos.
3.
Tampoco somos ciudadanos de segunda categoría: gozáis de una libertad completa
y sois personalmente responsables de vuestros actos, no sólo en el ejercicio
del trabajo profesional, sino también en vuestra acción social, cultural o
política, que son cosas que tenéis en común con los demás ciudadanos de vuestra
nación; de ahí que tengáis también los mismos derechos y deberes.
En las
cosas temporales, nunca los Directores de la Obra
pueden imponer una opinión determinada sobre aquellas materias que Dios Nuestro
Señor deja a la libre discusión de los hombres: cada uno de vosotros actúa
siempre con plena libertad, según su conciencia.
Si alguna
vez fuera necesario, en bien de las almas, establecer y determinar alguna norma
en estos asuntos, dar ese criterio corresponderá exclusivamente al Ordinario
del lugar, como parte de su ministerio pastoral; y en cada caso, será deber
vuestro secundar las normas que el Revdmo. Ordinario diocesano dicte, con
espíritu de obediencia ante Dios y ante los hombres.
4. Aunque
vivimos en el mundo y participamos de todos los afanes y trabajos de la
sociedad, nuestra vocación es necesariamente contemplativa: estamos en
continua, sencilla y filial unión con Dios, nuestro Padre. Si no fuéramos
realmente contemplativos, sería dificil que pudiéramos perseverar en el Opus
Dei.
5. Hemos
de vivir con naturalidad y sencillez nuestra personal unión con Dios. No
ocultamos nuestra condición, ni usamos de misterio o secreteo, que no
necesitamos nunca.
Sin
embargo, debemos preservar la intimidad de nuestro amoroso trato con el Señor
de la curiosidad indiscreta de otros, por la misma razón y con el mismo cuidado
con que todo el mundo evita que se difunda o divulgue sin motivo lo que
pertenece a la intimidad de su familia.
6.
Nuestro único afán es servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida, dentro
de la peculiar vocación que hemos recibido de Dios. Por eso, no deseamos para
nosotros el estado de perfección. Lo amamos, para los religiosos y para los que
pertenecen a los que ahora se denominan Institutos Seculares, porque es propio
de su vocación.
A
nosotros, en cambio, por la vocación específica, con la que hemos sido llamados
al Opus Dei, Dios nos pide solamente que cada uno busque la santidad en el
propio estado -soltero, casado, viudo, sacerdote- y en el ejercicio de su munus
publicum, o sea, de su trabajo profesional, bien conocido por todos sus
conciudadanos.
7. No
queremos, por tanto, que se nos aplique indiscriminadamente el derecho propio
de los religiosos, ni que en modo alguno se nos equipare o, más o menos, se nos
identifique con ellos.
De lo
contrario, no podríamos ayudarles ni defenderlos como lo hacemos; se haría más
difícil nuestro eficaz servicio a la Iglesia Santa de Dios, que debe realizarse
sin ruido; y, sobre todo, nos resultaría imposible conservar el espíritu que
Dios quiere para nosotros.
8. Las
características peculiares del espíritu y de la vida apostólica de la Obra de
Dios -que han sido confirmadas ampliamente por una larga experiencia, desde el
año 1928-, junto con el Ius peculiare que nos ha sido concedido (Decretum laudis,. 24-11-1947, y Decreto de aprobación definitiva,
16-VI-1950; además de los Breves Apostólicos Cum Societatis, 28-VI-1946, y
Mirifice de Ecclesia, 20-VII-1947), confieren a nuestra Obra una personalidad
ciertamente especialísima -sin soberbia alguna, debemos reconocerlo y
manifestarlo-, que la diferencia claramente de los actuales Institutos
Seculares: porque éstos -sean o no secretos- tienen características que los
hacen muy semejantes a las Congregaciones religiosas o a las comunes
Asociaciones de fieles, de las que frecuentemente es dificil distinguirlos,
tanto por su espíritu como por su modo de vida;
9. De
hecho no somos un Instituto Secular, ni en lo sucesivo se nos puede aplicar ese
nombre: el significado actual del término difiere mucho del sentido genuino,
que se le atribuía cuando la Santa Sede usó esas palabras por primera vez, al
concedernos el Decretum laudis en el año 1947.
Tampoco
puede confundirse el Opus Dei con los llamados movimientos de apostolado. Lo
impiden sus características peculiares: el vínculo mutuo y sobrenatural, con el
que cada uno de los socios se une al Opus Dei; nuestra dedicación plena y
completa a Dios; nuestra formación doctrinal, sólida y constante, que nunca
damos por terminada, sino que procuramos mejorar continuamente durante toda la
vida; nuestra jerarquía interna, que es universal, para que sea más eficaz
nuestro trabajo en servicio de la Iglesia; la atención, solícita y delicada,
que prestamos a los socios enfermos y ancianos; etc.
10. Hasta
tal punto deseamos que esta situación se arregle, que desde hace muchos años se
han celebrado y se continúan celebrando miles de misas por esta intención. Y
con el mismo fin todos rezamos constantemente, ofreciendo también a Dios con
amor el cumplimiento del trabajo profesional, y de toda la labor apostólica.
Haciendo
esto, depositamos nuestra confianza filial en Dios, para que se digne poner fin
a esta preocupación espiritual.
11. Con
la misma confianza filial, y pidiendo la intercesión de la Bienventurada Virgen
María, Madre nuestra -Cor Mariae Dulcíssimum, ¡ter para tutum! , informaré a la
Santa Sede, en el momento oportuno, de esa situación, de esa preocupación. Y a
la vez manifestaré que deseamos ardientemente que se provea a dar una solución
conveniente, que ni constituya para nosotros un privilegio -cosa que repugna a
nuestro espíritu y a nuestra mentalidad-, ni introduzca modificaciones en
cuanto a las actuales relaciones con los Ordinarios del lugar.
12. Es
sólo nuestro amor a Jesucristo Señor Nuestro, a la Santa Madre Iglesia, y al
Romano Pontífice -amor manifestado y expresado siempre con obras de servicio-,
lo que nos mueve a procurar con todas las fuerzas que se asegure nuestro
espíritu y se refuerce la eficacia del apostolado de la Obra.
Movidos
-repito- solamente por ese amor, deseamos también que la Iglesia sancione con
la correspondiente declaración jurídica nuestra peculiar vocación, plenamente
secular, es decir, propia de sacerdotes seculares y de laicos o fieles
corrientes.
Por la
misma razón y con el mismo deseo, para que no pudiera originarse ni difundirse
ninguna falsa opinión sobre nuestra vocación específica, nunca quisimos -con
conocimiento de la Santa Sede- formar parte de las federaciones de religiosos,
o asistir a los congresos o asambleas de los que se dice que están en estado de
perfección.
13.
Entretanto, hijas e hijos míos, nuestro Ius peculiare está clarísimo, y ha sido
repetidamente confirmado por los documentos pontificios: cumplidlo -vividlo-
con fidelidad. Y con sentido sobrenatural también, observad diligentemente
vuestros deberes civiles, y ejerced libremente vuestros derechos de ciudadanos.
14.
Encarecidamente os pido que no tengáis ningún temor a que la Santa Madre
Iglesia, contra nuestra voluntad, quiera hacernos religiosos o equiparamos de
algún modo a los religiosos, no siendo ésta la vocación que Dios nos ha dado.
Tened una
confianza plena y una firmísima esperanza; seguid rezando sin interrupción,
ofreciendo a Dios cada día vuestro trabajo y vuestro sacrificio, para que,
finalmente, pueda llegarse a una solución conveniente.
Cariñosamente
os bendice en el Señor vuestro Padre
Josemaría
Roma, 2 de octubre de 1958
Conferencia de Escrivá: "La
Provida Mater Ecclesia y el Opus Dei". 1948
Intervención de Escrivá de
Balaguer en Congressus Generalis de Statibus Perfectionis. 1950
Ir a las intervenciones de miembros del Opus Dei
en el Congreso de Perfección y Apostolado (1956)
Ir al libro
"Institutos seculares y estado de perfección" (2ª edición, 1961)
El Opus Dei,
por Julian Herranz
Ir al capítulo: "1958 'Non Ignoratis', Una carta de Mons.
Escrivá", del libro "Santos
y pillos. Paradojas del Opus Dei", de Joan Estuch