YA
VOLTEAMOS EL CALCETÍN... ¿Y AHORA QUÉ?
Enviado por José el 17 de diciembre
de 2003
[Nota del autor: este es un pequeño relato
de ficción en clave humorística que pretende
aventurar en tan solo unas escasas pinceladas lo que entiendo
qué sería el mundo si realmente el Opus Dei
consiguiera imponerse en casi todos sus habitantes]
Planeta Tierra, año 2050. La expansión apostólica
del Opus Dei ha alcanzado tales cotas de eficacia que 3/4
partes de los habitantes pertenecen a la institución
en sus diferentes modalidades. Hasta el inefable Luis Mernabo,
cuyo nombre ha figurado invariablemente en todas las listas
de San José de todos los centros de los cinco continentes
desde los finales de la década de 1970, sin que nadie
supiera dar razón exacta de sus credenciales, ha sido
finalmente localizado, debidamente tratado y es hoy, mediados
del siglo XXI, un joven numerario adscrito que pronto pasará
a hacer vida de familia. Cuando Luis Mernabo fue presentado
a un longevo sacerdote de 93 años, éste, manos
temblorosas por la edad y ojos acuosos por las cataratas,
exclamó emocionado dándole un fuerte abrazo:
¡No te puedes imaginar todo lo que te llevamos
encomendando!. Al alejarse, todavía se le oyó
musitar al anciano cura: ¿Qué habrá
sido del Satur? Seguro que acabó alcoholizado en la
barra de un puti club.
El caso es que la Obra aumenta a ritmo vertiginoso en número
de fieles. Salvo una minoría de órdenes religiosas
en declive, ateos recalcitrantes y los ex miembros rebotados
que nunca faltan, toda la humanidad es del Opus Dei. Tan es
así que, por ejemplo, algunos Círculos de San
Rafael están integrados exclusivamente por simpáticos
Hare Krisnas en proceso de conversión que combinan
sus tradicionales faldas color butano y la pandereta con una
corbata azul marino y un escapulario de tela de la Virgen
del Carmen, lo que contribuye a dar una nota pintoresca y
exótica a los centros formativos.
Ni decir tiene que la OMPI está en manos todavía
más- de la Obra. De hecho, la antigua página
que a principios de siglo se llamaba opuslibros
hoy sólo puede funcionar con el nombre o
(y está a la espera de que se lo quiten) porque el
organismo arbitral, haciendo gala de su proverbial neutralidad,
ha dictaminado en sucesivas demandas que pertenecen indiscutiblemente
a la marca comercial Opus Dei los dominios opuslibros,
opuslibro, opuslibr, opuslib,
opusli, opusl, opus, opu
y op. Lo de la o, obviamente está
en proceso.
Planeta y Opus Dei son pues casi sinónimos hoy, a
mediados del XXI. Al final se está cumpliendo el vaticinio
de dar la vuelta al mundo como a un calcetín. Esto
huele bien.
La sociedad ha cambiado mucho, obviamente. Las conversaciones
y corrillos espontáneos entre las personas se restringen
a los temas más insustanciales y peregrinos. Cada ciudadano
tiene asignado un director o directora, único al que
debe sincerar sus preocupaciones e interioridades. A algunos
de estos vecinos, se les suele ver en parejas del mismo sexo,
medio apartados en las esquinas, en conversaciones en las
que uno habla y el otro, con cara compungida, finaliza la
aparentemente informal charla diciendo un simple gracias.
La televisión, en manos de esa aristocracia de la
inteligencia, emite documentales sobre labores apostólicas
y alguna película ajustada estrictamente a la espiritualidad
de la institución que ha pasado quince filtros. Títulos
como Qué gran invento es el turismo de
Paco Martínez Soria están consideradas como
altamente perniciosas y Sor Citroen
es de alto riesgo por frivolona. Amenábar,
Santiago Segura, Alex de la Iglesia y todo el elenco de artistas
españoles (por sólo citar los de aquí)
sólo figuran en la Gran Enciclopedia Rialp como cineastas
al servicio del maligno.
Como sorprendente excepción, las autoridades de la
Obra han decidido conservar el formato del programa Gran
Hermano; eso sí, el espectador asiste a la
vida en directo de una convivencia de mocetones bien
formados que maman la doctrina de las propias ubres de la
ortodoxia. En lugar del espectáculo de una Fresita
llorona y mojigata los espectadores asisten a la reciedumbre
de muchachos que se levantan a las 6 para ducharse con agua
helada mientras musitan jaculatorias cara la cámara.
No existen las separaciones matrimoniales ni, mucho menos,
el divorcio, que ha sido abolido. Tampoco se habla de problemas
conyugales pues, dicen, no existen. Y si existen, como si
no.
Las fiestas patronales de los pueblos fueron ya hace diez
años suspendidas por fomentar la líbido y los
campos de fútbol (uno de los pocos deportes que se
respetan) no alcanzan ni la media entrada en partidos de máxima
rivalidad (un Valencia-Real Madrid, por ejemplo, donde el
Valencia moja la oreja, como siempre, a los galácticos)
porque los numerarios y agregados siguen sin asistir. Lo mismo
pasa con el cine, que a modo de NODO lanza películas
del amadísimo fundador o sus sucesores.
Algunas curiosas costumbres se han impuesto: no es extraño
que en medio de un atasco en plena Castellana de Madrid a
las 12 de la mañana los conductores detengan el motor
de sus vehículos, bajen del automóvil y en corrillos
se pongan a rezar el ángelus o el Regina Coeli, dependiendo
de la época. La radio toda desconecta a determinadas
horas sus emisiones para ofrecer 10 minutos de lectura espiritual
y una meditación la tarde de los sábados.
Ni que decir tiene que todos los cardenales y obispos pitaron
y ya no existe el problema de confesarse con sacerdotes de
fuera de casa porque no los hay.
A un 65% de las criaturas que nacen se les impone el nombre
Josemaría; a un 15% el de Álvaro, a un 10% Javier,
y el 5% restante se llaman Dinio (el último presidente
general se llamó Don Dinio de las Casas Sotomayor y
de las Gondoleras).
Hemos conseguido, por fin, en un gran mundo feliz. Viva el
calcetín.
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