VERDADES
Y MENTIRAS
F.D. (Argentina)
Me alegra que sigan en la Red, y que concordemos en el repudio
a la guerra- invasión a Iraq.
Estos días pueden ser propicios para meditar acerca
de las consecuencias del fanatismo, y cómo quienes
creen tener la verdad en su mano, decidiendo qué es
el bien y qué es el mal, pueden hacer y justificar
cualquier cosa.
El 24 de marzo recordamos en mi país (Argentina), el
27 aniversario del golpe militar que en 1976 instaló
la dictadura más cruel de nuestra historia.
No quiero dejar de comentarles alguna cosa sobre lo que una
persona de la Obra podía ver y escuchar, en los primeros
años de la democracia, cuando comenzó a conocerse
la verdad de ese genocidio, en el contexto de su vida ordinaria,
en esa trama del día a día, en la que las mentes
y los corazones de los miembros de la Opus Dei se van cerrando
y conformando con las consecuencias conocidas.
Tengo en mi memoria más de una anécdota
acerca de las opiniones favorables de miembros
de la Obra que conocí, respecto del franquismo, de
la dictadura en Argentina y en Chile.
De modo particular recuerdo durante el Juicio a las Juntas
Militares en la Argentina, en los inicios de la democracia
en mi país, los terribles calificativos dirigidos a
las Madres de Plaza de Mayo (madres de desaparecidos durante
la última dictadura militar, y una de las organizaciones
de derechos humanos más reconocidas en todo el mundo).
En ellas se aludía al pañuelo blanco que llevan
sobre sus cabezas con el nombre de sus hijos o hijas desaparecidos
bordado, diciendo que estos pañuelos eran idénticos
al de las campesinas rusas comunistas. En la Obra
veían por doquier al demonio rojo. Corría
el año 1984, a poco de la caída del Muro de
Berlín.
La actitud del Opus Dei ante el retorno a la democracia en
Argentina, fue, en el mejor de los casos, de indiferencia,
y muy frecuentemente de desconfianza y hostilidad, por la
pléyade de males que este régimen,
según ellos, traía consigo, en materia de costumbres
(relajación moral y otras cosas por el estilo), y en
materia ideológica (secularismo, librepensamiento,
etc.). Por eso se procedió con rapidez a "adoctrinar"
en tal sentido a los miembros y allegados a la Obra.
Un capítulo singular era la actitud de repulsa del
Opus Dei respecto de la teología de la Liberación,
en general respecto de cualquier posicionamiento o práctica
alejados de una ultraortodoxia muy propia de esa
institución.
Recuerdo las publicaciones destinadas a tal efecto, con ejemplos
de ciencia ficción, dignos de Douglas Macarthy,
o de George W. Particularmente denostados eran los sacerdotes
y religiosas (también los laicos, pero los sacerdotes
y religiosas eran sus blancos preferidos) que compartían
la vida con los más pobres, en el Brasil, El Salvador,
Nicaragua, también los que se habían comprometido
con la Vicaría de la Solidaridad en Chile, antes y
durante la resistencia a la dictadura pinochetista.
Por supuesto que cuando íbamos, con intenciones proselitistas,
para templar y pescar vocaciones, a algún barrio marginal
(pocas veces por otra parte), tenía que quedar claro
que no pretendíamos "cambiar nada" (sic.).
En todo caso, peor para las pobres, su miseria sería
voluntad de Dios, y además, decían, Jesús
no fue pobre (por si a alguien se le daba por imitarlo a Él,
y no a "el Padre"), pues, entre otras evidencias,
su túnica era "inconsútil", de una
sola pieza... una prenda propia de alguien elegante. Otro
capítulo desopilante, si se pudieran obviar sus nefastas
consecuencias: la "singular" exégesis bíblica
en la Obra.
Nunca olvidaré una clase impartida por un sacerdote
numerario a un grupo nutrido de supernumerarias, en la que
se criticaba y agraviaba a la teología de la liberación,
y en general a la llamada (en América Latina) pastoral
popular. Al final de esa clase, la tarde se cerraba
con un opíparo té con masas y confituras, luego
de haber despachado convenientemente los intentos
de muchos cristianos por una mayor justicia en nuestro continente.
Este tipo de concepciones y actitudes, se complementaban en
el plano del integrismo doctrinal, con el ultraconservadurismo
político y social.
Con todo, la Obra siempre se las arregló para mantener
su postura conservadora en los planos antedichos, y proceder
al mejor estilo liberal en la gestión de
los bienes temporales. Esta combinación
no es desconocida en la vida colectiva de América Latina,
donde los grupos más reaccionarios han sido los portaestandartes
del liberalismo extremo y expoliador de nuestros pueblos.
Así lo muestra el crecimiento de la Obra en la década
del noventa, en la que se impusó un liberalismo salvaje
en Argentina. Siempre me pareció emblemático
el hecho que la primera facultad de la Universidad del Opus
Dei en Argentina (Austral), fuera de Ciencias Empresariales,
ni filosofía, ni teología: poderoso caballero
es don Dinero.
El Opus Dei, formador de "cuadros" empresariales
del neoliberalimo que hambreó y hambrea a mi país,
y que ubicó a miembros de esa institución en
cátedras universitarias que justificaban el régimen
dictatorial, en medio de la desapariciones forzadas de personas,
las listas negras, el terror, tiene ahora a su San Josemaría.
El pueblo pobre de América Latina, el de El Salvador,
espera y vela por Mons. Romero, que fue martirizado por el
ejército salvadoreño, también un 24 de
marzo, en 1980.
Claro, Mons. Romero no aportaba divisas al Vaticano, no lavaba
la conciencia de los dictadores y los expoliadores salvadoreños.
Mons. Romero fue para mí, luego de la experiencia anticristiana
del Opus Dei, un motivo para seguir creyendo, no así
la Obra de Escrivá, ni su dios dinero, ni su dios poder.
Mons. Romero no nació santo, ni "vió"
(ningún 2 de octubre) nada en particular, se hizo santo
por su fidelidad al Dios de Jesús, y por Él,
a los pobres y vencidos.
Ya lo decía Santa Teresa de Jesús: "la
honra y las riquezas, son como dos cadenas para el que quiere
seguir a Cristo". Cadenas con las que algunos se encierran,
aunque le llamen "amor a Dios", "santificación
del trabajo", y con las que encarcelan y oprimen a los
que no tienen, a los que no pueden, a los que luchan por un
mundo más parecido al de las Bienaventuranzas.
Digamos que me causa particular indignación la hipocresía
y el cinismo de una institución que ha convalidado
el horror, aunque ahora se lave la cara.
La paz, la del presente y la del futuro, debe surgir de la
justicia y de la verdad.
Hoy podemos dar testimonio, decir quién es quién,
contar nuestra parte de la historia, que es la nuestra, y
la de nuestros pueblos. La Memoria: un senda estrecha y cargada
de futuro.
Recibido el 26-3-2003
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