Enviado por J. R. el 10 de octubre de 2003
Os transcribo una carta de abril de 1981 entre dos ex-numerarios
despues de una reunion tras 6 años desde que ambos
dejaron la obra.
Estimado Joaquín:
La excusa con la te escribo estas lineas es la conversacion
que tuvimos en nuestro ultimo encuentro. Cobijados en un utilitario
que actuaba como refugio de una noche fría, hubo, en
aquella conversación nocturna, elementos interesantes
de reflexión.
Hay una cosa que a ti te soprendió de la institución
y que resumiste con su propia terminología divulgadora:
la obsesiva preocupación por el "valer, no valer"
de las personas. Pienso que este no es otro tema que el de
la "moral del exito".
Es probable que mi explicación, más o menos
plausible, que considero muy probable, que di aquella noche
no fuera muy clara.
No pienso descubrir nada si te digo que la mayor parte de
los entresijos de la institución solo encuentran una
explicación en su fundador. La moral del éxito,
como tantas otras cosas constitutivas de la institución
nos la debe explicar la increible personalidad de ese cura
aragonés.
Y esta explicación histórica contiene un elemento
psicológico y otro sociológico. Como dijo Ortega
"yo soy yo y mi circunstancia". Pienso que el punto
primero de Camino da la clave: "que tu vida no sea una
vida esteril, se útil, deja poso".
Esta fue la obsesión de Escriva: ser alguien y alguien
importante, con ansias de dejara un rastro en esta tierra.
Decenas de puntos de Camino, un libro esencialmente autobiográfico
en su más amplio sentido de la palabra, confirma este
extremo.
Su ambiente familiar debió ser determinante. Como
tu recordarás, en la biografía oficial, se dice
que el origen de Escriva era de "antigua y limpia estirpe
por ambas ramas del árbol genealógico",
lo que, sin duda, se asocia con el aristocratismo que siempre
pretendió irradiar. Lo cierto es que su padre poseía
un pequeño comercio que tuvo que cerrar en 1915. La
ambición de su padre, ahí estan sus "aires",
le hicieron insoportable el tener que descender de su "status
social", por lo que decidió trasladarse a Logroño,
en el que ejerció, según la historia real, como
dependiente en una tienda de paños y tejidos. Sin embargo,
Escriva hablará siempre del suceso refiriendose a los
"reveses de fortuna que sufrió su familia".
En Barbastro y en Logroño, ni se congregó el
espíritu nobiliario más selecto de la época,
ni se atesoran fortunas que luego se pierden. El lenguaje
solo trasluce, pues, no la realidad objetiva, social y económica,
sino otra de caracter subjetivo: la ambición, las pretensiones
de quien lo utiliza.
El elemento psicológico, repito, es fundamentalmente
este: la ambición. La ambición de ser alguien,
y alguien importante, me parece legítima. No se la
reprocharía a nadie. Pero, tenemos que convenir, que
es ridículo esos "humos", y además
peligrosas esas mentirijillas, que como gotas estratégicas
pueden hacer creer a cierto pueblo llano, lo que más
le hipnotiza y manipula: ciertas manifestaciones del prestigio
social.
Por otro lado dos consideraciones sociológicas: la
una referente a su época, y la otra referente a la
misma aportación de la Obra.
Es algo històricamente comprobable que, en España,
los hijos del campesino medio, pequeños comerciantes,
sectores de la población rural no asalariada... encontraban,
especialmente en ciertas zonas, durante el primer tercio de
siglo, en el seminario la única via posible de acceso
a la cultura superior y la promoción social. Esta es
la que utilizó él y su familia. Su gran ambición
-a veces indisociable de la soberbia-, le hizo estudiar derecho,
la carrera del "poder", y de los poderes, por excelencia.
Su biografía es la historia de su ambición
por hacer posible el punto numero uno de Camino, que por algo
es el primero. Escriva ha procurado serlo todo, competir en
todas las escalas del prestigio humano. Ha sido noble por
la Iglesia y noble por el Estado; se ha investido de todos
los honores académicos y sociales, y ha ejercido el
poder regentadando con omnímoda e indiscutida autoridad
una institución con recursos humanos y económicos
suficientes.
Como hijo de su tiempo (¿puedes decirme quién
no lo es?), encuadrado en una de las dos Españas por
tradición familiar, Escriva pronto quedó impregnado
del espíritu de los años veinte y treinta: el
elitismo preconizado por Ortega y Gasset como medio de organizar
la sociedad y realizar un labor eficaz, de los modelos militarizados
como los que propagaban las doctrinas al uso, el desprecio/admiración
que le proporcionaba ciertas instituciones ideologizadas como
la "Institucion Libre de Enseñanza".
La ambición de Escriva tuvo que encauzarse por los
conductos sociales existentes. Su impulso, sus energías
se desarrollaron en este doble ambiente que respiró:
el civil (auge del fascismo y parafascismo) y el eclesiástico
(el prestigio jesuítico). No es raro que esto le llevara
a la sublimación de la casta militar, a la militarizacion
de la existencia (de nuevo decenas de puntos de Camino denotan
esta concepción). El Opus tiene raices inequívocamente
españolas. Y tendrá buen eco en aquellas sociedades
en las que se reproduzcan aquellos elementos ambientales en
los que nació: una sociedad civil marcada por la ideología
militar y enemiga de otras incompatibles, con una tradición
catolica. Ahí tenemos el ejemplo del cono sur latinoamericano.
A imagen de la institucion libre de enseñanza"
se empeñó en construir un selectísimo
y poderosísimo club "de caballeros cristianos"
que fuese la "aristocracia de la inteligencia" (la
pequeña burguesía es la lectora del "Hola",
en cuyas páginas se cultiva el aristocratismo) de parte
de la vida civil y de la vida religiosa.
Pero hay otra cuestión dentro de este enfoque sociológico:
la aportación misma de la institucion que creó
(el papel de los seglares en la vida de la Iglesia).
Esta aportación es importante por lo que lleva consigo:
la adaptabilidad a una sociedad que ha dejado de ser teocrática
(propiamente medieval) o absolutista (la teocracia laica)
y comienza a ser profundamente "moderna" (ya sabemos
la acepción filosófica del término).
Es muy acertada la definición que se ha dado de la
Obra: es "la respuesta positiva del integrismo al reto
de la modernidad". Y el mundo moderno es el mundo anglosajón,
el heredero directo primero de la Reforma (en el ámbito
moral, filosófico y religioso) y despues de las revoluciones
liberales (en el ámbito de la cultura, de la política,
de la sociedad).
No es extraño que la insitución adopte, incluso
en los detalles más externos, las formas de ese mundo
anglosajón: el sistema educativos (por lo menos los
uniformes y modales), la misma insistencia por aprender inglés,
institutos como el IESE etc. Pero la adaptabilidad a este
mundo se ha reflejado en algo más profundo, de consecuencias
más definitivas: la moral del éxito.
Tal como señalaste, gran parte de la ascética
que predican es pura moral del éxito.
Siempre se ha afirmado que el régimen de vida que
preconiza la Obra es un "american way of life with catholics
principles"
La moral del éxito es la moral de la ambición,
la lucha sin cuartel por el triunfo. El éxito, en caso
todos los EEUU es sinónimo de dinero, porque el dinero
es lo que proporciona prestigio y fama. Porque el triunfo
social es precisamente eso: el prestigio y su aureola d epoder
y la fama y los reconocimientos que acompañan. Cuando
la ambición se conveirte en obsesión, la carrera
en pos del éxito es el contenido del drama, esa costosísima
retahíla de falta de escrúpulos, ese rosario/via
crucis de ignominias.
El tema, como tal, es muy viejo. Referido a la ambición
de poder, Shakespeare, en Mcbeth, hizo una gráfica
aproximación. Los personajes, los actores que reclaman
el papel de Mcbeth y el de lady Mcbeth convierten su vida
en una historia de la transformación del mal que los
devora, Para este tipo de gente hay una palabra terrible,
por la que sienten pánico y que utilizan como sinónimo
del infierno, como la identificación con la nada: el
fracaso. Es probable que, en América, esto sea un estigma
social, pero no es privativo de los norteamericanos. Esas
gentes no solamente desean el éxito, sino que estan
persuadidos que el deber del hombre es su persecución,
de ese "dejar huella". El Opus, que es esencialmente
algo español, con ese "que tu vida no sea una
vida estéril. Sé útil. Deja poso"
hace también ese llamamiento al productivismo, a la
necesidad de triuinfar, al éxito reconocido no solo
por los contemporaneos sino por generaciones futuras. La ambición
de Escriva era completa, como la que pretendió propalar
a sus discípulos: no solo trascender en vida, sino
post-mortem.
Lo que hay de cierto en el punto primero de Camino, como
aspiración genética del hombre, la institución,
la desorbitan. La exageración les transforma en personajes
superactivos y, por tanto, agresivos e imperialistas. Su moral
es irrespetuosa con todo aquello que se aleje de sus fines,
no reparando en medios. ¡Como si los medios no hipotecasen
el fin! Sustituyen la sensibilidad por ese obsesivo pragmatismo
que engendra, necesariamente, como la nieve se transforma
al final en agua, un barbarismo y una cureldad irracional,
inútil. Su ambición comporta una vocación
destructiva, que solo la historia, general o la personal de
cada cual, puede cuantificar y señalar las secuelas
de su terror.
Lo que siempre me ha llamado más la atención
de esa obsesión por el éxito (de la que no me
he librado totalmente), por el triunfo, no es ni su posible
irracionalidad, ni la destrucción que trae consigo,
sino que esa voracidad, o sus secuelas, engulla a los propios
actores.
No hace mucho he leido "Bajo las ruedas" de Hermann
Hesse. Es un ejemplo de lo que representa esta "moral
del éxito", basada en la salvaje ambición
del padre y aplicada al mundo de la adolescencia. El protagonista,
Hans Giebenrath, es violentamente separado por su padre y
sus profesores del medio de su infancia, y obligado a una
agotadora preparación para el ingreso en un seminario.
Logrará su objetivo, pero perdiendo en la empresa primero
su sensibilidad y, más tarde, el equilibrio emocional.
El trágico desenlace de la historia es el sempiterno
corolario de una moral fielmente desarrolada pero equivocada.
Por otra parte, estan los "principios católicos",
ese "ilumina con la luminaria de tu fe y de tu amor.
Borra con tu vida de apostol la señal viscosa y sucia
que dejaron los impuros sembradores del odio. Y enciende todos
los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas
en el corazón" y que traducen en una moral compleja
y rara donde las haya.
Ya Nietzsche describió con acierto esa cierta moral
católica cuya ética es ilusoria porque basada
en un "undo mejor futuro" hacía odiar o resignarse
con el actual. Una moral que soluciona el problema de la muerte
a costa del problema de la vida. Esa moral amputatoria del
sexto mandamiento, esa moral católica que es repugnancia
por el "mundo y la carne" es, en defintiva, una
moral contra la vida. El Opus Dei, en su aportación,
salva gran parte del "mundo" antes condenado (dice
que "lo ama apasionadamente") admitiendo odioso
otra parte de él y, por supuesto, la "carne".
Olvidan que la vida es corporal. Esa moral amputatoria es
separarse de la vida, no como grito vitalista sino como sinónimo
de naturaleza es una mutilación cargada de consecuencias.
"Las ordenaciones morales del mundo son exclusivas de
los creyentes. Y el creyente lo es por un acto de voluntad.
Cómo si no explicar que uno cree que la física
quantica o la genetica son hoy burguesas -malas- y mañana
comunistas -buenas-, o Hitler es hoy aliado y mañana
enemigo? Ya lo explicó Escriva: "la razón
más sobrenatural es: porque me da la gana". Y
es que el voluntarismo permite ver la realidad en tecnicolor
aunque el vidente este de espaldas a ella. La ideología
impide ver la realidad, la escamotea porque es un sustitutivo
de esa misma realidad. La realidad no es ideológica.
Pero sin embargo, se empeñan en que "la vida sobrenatural"
o el "materialismo histórico", sean más
reales que la realidad. Las "iglesias crean en seguida
un lenguaje, corsé de su realidad metafísica.
La historia entera constituye la mas completa refutacion
experimental de la citada concepcion "ordenación
moral del mundo". No creas que no abogo por una moral,
por un imperativo ético. Es cierto que no me preocupan
las abstracciones del bien y del mal, porque no creo en modelos
omnipresentes y omnicentes. Pienso que la moral es algo intimamente
ligado a la naturaleza y a la razón. La fidelidad a
ellas suele traer algun grado de felicidad. Como dice B. Russell
"la infelicidad es debida en gran parte a ideas erroneas,
a una ética y unos hábitos de vida equivocados,
que conducen a la destrucción del impulso y del deseo
natural de cosas posibles, de las que depende en definitiva
toda la felicidad de hombres y animales".
Para acabar estas rayas quisiera referirme a la contradicción
interna, formidable, que hace que tantas y tantas personas
se marchen.
Para ello hay que volver a lo que fundamentalmente ha sido
la aportación de la institucion a la Iglesia: la recalificación
del seglar en su seno y en el mundo. Y que de hecho ha supuesto
una adaptabilidad del cristiano al mundo moderno (esa respuesta
positiva del integrismo al reto de la modernidad). Precisamente
en esa aportación reside, en germen, la contradicción:
tratar de ligar dos cosas antitéticas: el mundo (y
especialmente las estructuras del mundo moderno) y el integrismo,
contradicción que se manifiesta en los más radicalmente
cotidiano: la libertad personal.
Estamos de acuerdo que lo que se lee en el libro "Conversaciones
con Mons. Escriva de Balaguer", que es el desideratum
teórico y doctrinal del mismo Opus Dei, no tiene nada
que ver con la praxis, viejísima, de las ordenes religiosas.
Como todos sabemos "secular", "seglar"
viene a significar algo así como "estar en el
siglo". Pero hemos de convenir que hay muchas maneras
de estar. Incluso muchos religiosos/as que ejercen funciones
educativas, médicas o asistenciales, sin que nadie
ponga en duda que pertenecen a órdenes religiosas son,
en cierta manera, "seculares". Es una manera, como
otra cualquier de estar en el mundo. No creo que el ser religioso
venga determinado por el hábito distintivo -el habito
no hace al monje- o por la vida en común. Lo que determina
si una persona es religiosa son los votos, sean públicos,
privados o revistan otra fórmula.
El voto de obediencia es contradictorio con la libertad individual.
Hasta que este voto en concreto, y los otros por añadidura,
no sean suprimidos, en su espíritu y letra, esta institucion
continuará teniendo solo eso: un mensaje interesante
y una estructura de orden religiosa.
Cabría preguntarse por qué a pesar de aquel
desideratum, hay una orden. Porque seguir el modelo de una
"organización desorganizada", de caracter
secular, requiriría, a nivel doctrinal y práctico
aceptar las consequencias últimas del principio de
la subjetividad moral que ya santo Tomas enunció. Tomas
elaboró la teoría del error de la conciencia
no culpable (que tuvo repercusión en el derecho de
la época). En definitiva consagró la autonomía
de la conciencia, reconociendola como última instancia
subjetiva del obrar humano (de todas formas solo a los judios
y a los paganos les concedía la posibilidad de una
conciencia erronea sin culpa: Ante los herejes y apostatas
aprobaba la violencia para obligarles a abrazar la verdadera
fe).
Aceptar a la conciencia, siquiera como última instancia
subjetiva del obrar humano (que no objetiva y subjetiva) sería
aceptar que Dios habla bajito, a través de la conciencia
y no que la voluntad divina se manifiesta nítida en
la charla, en la obediencia monopolizadora e institucional
de las notas de gobierno, o de los directores con el Padre
como director de directores.
Esta "autodeterminación moral" tomista (en
palabras de Cornelio Fabro) es posiblemente un balbuceo modernista.
La autoderminación, la soberanía quiere decir
"ultima instancia de poder, de decisión".
Y de estas solo hay una. Tomas distinguía entre una
última instancia objetiva (la ley eterna, la divina,
la natural) y otra subjetiva (la conciencia). Daba la primacía
a la primera. Hasta aquí correcto pero quien la interpreta?
Cómo?. A efectos practicos esa soberanía limitada
de Tomas de Aquino lleva en sus mismos terminos una contradicción
y posterior Reforma.
La contradicción siempre se resuelve volviendo al
punto de partida, es decir, a la epístola de San Agustín
a Vicentinum: "ya ves, si no me engaño, que no
hay que considerar el que se fuerce a alguien. Lo que hay
que saber es si es bueno o malo aquello a que se le fuerza".
El voluntarismo agustiniano, que es lo que mas resalta en
el caracter y convicciones de Escriva (pesimismo antropologico
o desconfianza ante uno mismo: "la bestia que llevamos
dentro puede hacer en cualquier momento cometer las mayores
enormidades" y voluntarismo), es lo que hace rebautizar
la citada frase de Agustin en el término "santa
coacción" empleado en Camino, que no es otra cosa
que el fin justifica los medios si se entiende que esta en
una situación "objetiva" desde el punto de
vista "divino". La institución utiliza la
"santa coaccion" como la "santa desvegüerza"
y otros santos vicios como el mismo significado que otros
utilizan el chantaje o ser un caradura. ¿Cabe en este
caso la falta de culpabilidad por basarse en un error? Es
decir, ¿es admisible el chantaje sistemático
porque es inconsciente, motivado por el "celo" apostólico
u de otra clase?.
No es soprendente, pues, que en Italia, una fuente importante
de ingresos de carnets en el Partido Comunista sean curas
secularizados. Eso cuando había ingresos en el PC y
cuando las secularizaciones se producían. ¿Extraña
coincidencia? No es casualidad que uno de los protagonistas
de la novela de Sciascia, alegórica de la historia
italiana de posguerra, "Cándio o un sueño
siciliano" sea Don Antonio, primero arcipreste votante
de la Democracia Cristiana y luego ex-arcipreste militante
del Partido Comunista. Como decía Lampedusa "todo
ha cambiado pero todo sigue igual". Y es que solo se
ha tratado de un cambio de linajes o de parroquias.
Sin embargo, en España, los ex-miembros de la institución
son mayormente transfugas bien al liberalismo, bien al libertarismo.
¿Corrobora esto que la institucón contiene en
germen la desviación de la "modernidad"?
¿Es simplemente casualidad?.
Muy cordiamente, Sergio.
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