MANIPULACIÓN
DE LA CHARLA Y LA CONFESIÓN
Por Teresa Castillo Garzón
Del libro titulado Escrivá de Balaguer -
¿Mito o Santo?
1. Mi ingreso en el Opus Dei
El Opus Dei puso su primer colegio en Bilbao, y desde allí
empezaron sacerdotes y laicos a hacer una labor apostólica
intensa y agresiva.
Ante el momento, que yo entonces vivía de inquietud
por ser mejor y por intentar estar más cerca de Dios,
me apunté a unos ejercicios espirituales. El primer
año, cuando me hablaron de vocación dije que
no, pero el segundo año pensé que debería
de probar y pedí la admisión como asociada numeraria.
Permanecí durante 14 años, con muchas dudas
y problemas interiores y pasé por varias etapas que
fueron marcando mi vida dentro de la Obra.
2. Labores de gobierno
Estuve en varios puestos de responsabilidad. Pero el mayor
tiempo lo pasé como subdirectora de la Delegación
de Andalucía que era un gobierno regional dependiente
de la Asesoría de Madrid.
Conocía al padre Escrivá personalmente aunque
lo vi solamente tres veces, pero creí conocerle bastante
a través de sus directrices en notas, escritos, etc,
que nos llegaban desde Roma, con indicaciones muy concretas
de cómo tenía que ser nuestra forma de gobernar.
En dicha Delegación formábamos parte de la
misma 5 numerarias y 2 sacerdotes y una de nuestras obligaciones
era estudiar los informes de todas las personas pertenecientes
a la Obra en Andalucía. Creo que en este punto se han
cometido faltas graves, sacando a relucir cosas innecesarias
de la intimidad de las personas. Los informes se leían
a todos los miembros de la Delegación; estos informes
se recogían muchos de ellos de las confidencias semanales
con la Directora de la casa para tomar decisiones sobre dichas
personas. La confesión era otra fuente de información;
ésta se dividía en dos partes: charla y confesión,
y la charla podía ser utilizada por el sacerdote para
informar sobre la persona. ¿Dónde acababa la
charla y cuándo empezaba la confesión? Porque
en algunos casos las personas se asombraban de que tuviéramos
conocimiento de unos hechos que sólo habían
comentado con el sacerdote en la confesión. Todo se
comunicaba a la Asesoría de Madrid y ésta a
su vez a Roma, desde donde venían después las
decisiones que debíamos tomar.
Durante toda esta etapa, las preocupaciones me agobiaban,
porque empecé a darme cuenta de que en la Obra no se
vivía el Cristianismo, que la única preocupación
como medio y fin eran el Opus Dei y su fundador que estaba
sacralizado. Todo lo demás no tenía ningún
interés. Se ignoraba y despreciaba a la gente que según
unos criterios nada evangélicos no se consideraban
idóneos. La caridad solamente se vivía con quienes
tenían posibilidad de poder pertenecer a la Obra o
con las que ya pertenecían.
3. Apostolado y proselitismo
Toda la labor que hice durante todo el tiempo que pertenecía
al Opus Dei iba dirigida hacia la gente pudiente. Me acuerdo
que en Sevilla trataba a una señora supernumeraria
que entregaba a la Obra como aportación anual un millón
de pesetas. Y esto sucedía en el año 1967.
4. Preparación de la Beatificación del fundador
en vida del mismo
Nos reunieron en Los Rosales los superiores de Madrid, para
explicarnos la conveniencia de preparar lo que ellos llamaban
"las comunicaciones", las cuales consistían
en escribir virtudes y enseñanzas del Padre Escrivá.
Dichos escritos se firmaban con el nombre de las personas
que lo hacían y el número del carnet de identidad.
Para analizar estas comunicaciones se crearon distintas comisiones
que velaban para que no se introdujera ningún matiz
negativo. ¿Por qué esto? Luego me di cuenta
que muchas de nosotras estuvimos sin saberlo preparando la
Beatificación para que llegado el momento tuvieran
en sus manos miles de testimonios para solicitar la apertura
de la causa.
5. Asunto económico
Cuando entré en el Opus Dei, yo estaba heredada porque
mi padre había muerto antes que mis abuelos. A mi madre
le dio miedo que no permaneciese para siempre en la Obra y
pensó que teníamos que hacer algo para protegerme.
Consultamos con un abogado íntimo amigo de la familia
que era José María Gil Robles, sobre lo que
era conveniente hacer. Un medio que nos pareció aceptable
era que yo escribiera una carta con el consentimiento del
Opus Dei en la cual me garantizaran que no se podía
tocar mi patrimonio hasta después de siete años.
Pusieron dificultades pero consintieron para tranquilidad
de la familia. A los dos años, yo no tenía nada
a mi nombre, pues me habían hecho firmar unos valores
por "necesidades acuciantes de la Obra". A cambio
me comunicaron que se pondrían a mi nombre acciones
de unas "Sociedades Auxiliares" que cuando llegó
el momento de reclamar no existían. En fin que me engañaron.
¿Por qué actué así a pesar de
la carta inicial? PRESIÓN, OBEDIENCIA, RENDIMIENTO
DE JUICIO.
Cuando decidí salir (que como en la mayoría
de los casos fue muy difícil) tuve que plantear el
problema económico y por supuesto no estaban de acuerdo
en devolver nada de lo que yo había entregado. Durante
meses tuvimos negociaciones espantosas, estuvieron en ellas
D. Francisco Vives y D. Tomás Gutiérrez, actualmente
Consiliario en España. La única posibilidad
de conseguir algo por parte de ellos era el miedo que tenían
al escándalo, ante todos los comentarios que circulaban.
Había que firmar un documento en el cual no querían
de ninguna manera que figurara la palabra "devolución".
Para arreglar este asunto mi madre fue a Roma a hablar con
el padre Escrivá. Tardó en recibirle, cuando
ella llamaba siempre le decían que no estaba en Roma.
Por fin lo logró. El padre Escrivá dijo en esta
entrevista que se me devolviera el patrimonio, pero al llegar
al hotel, se recibió una llamada de la entonces secretaria
central, Mercedes Morado, diciendo que habían entendido
mal y que el padre Escrivá no había dicho eso.
Parece ser que se quiso hacer el bueno en ese momento pero
todos los demás tuvieron que desmentirlo porque nunca
se pensó en devolverlo.
Después de muchas luchas decidieron entregarme una
cantidad simbólica que nada tenía que ver con
el patrimonio que se habían quedado. Con la ayuda de
Gil Robles y después de una lucha titánica,
se llegó a redactar un "finiquito" que tuve
que firmar en Pamplona ante un notario supernumerario. ¿Por
qué lo acepté? Porque no tenía otra alternativa.
Se podía haber puesto un pleito, pero, ¿contra
quién?
Por cierto, una vez más usaron la mentira como arma
a favor de su generosidad. En una convivencia de supernumerarias
en "Islabe" (una casa de ejercicios cerca de Bilbao),
el sacerdote D. Francisco Vives, les enseñó
un cheque (falso, por supuesto) diciendo que era el dinero
que me entregaban como devolución del patrimonio. Lo
presenció una prima carnal mía que vino a contarlo,
y a decirme que yo estaba mintiendo. Había muchos comentarios
entonces sobre este asunto y quisieron callarlos, quedando
yo como una mentirosa.
6. Salida de la Obra
Fueron momentos muy duros para mí y además
comprendí (aunque ya me había dado cuenta antes)
que para ellos lo más importante era el dinero. Mi
persona, mi estado de ánimo, no les interesó
para nada. Te dejan en un abandono total, te niegan el saludo
y te desprecian porque tuve la "osadía" de
marcharme y de pedirles lo que era mío, lo que es para
ellos la mayor de las vilezas.
Por otra parte me sentía libre y feliz a pesar de
las dificultades normales que supone buscar un trabajo.
Volvía a buscar a Cristo y me agarré a él
como una lapa y a la fe que con la ayuda de Dios conservé.
Tuve que luchar mucho. Me ayudaron amigas de la infancia
y con altos y bajos conseguí sobrevivir económicamente.
Teresa Castillo Garzón
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