SOBRE
LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
FLAVIA, 20 de julio de 2004
En cuanto a la doctrina y las prácticas de la dirección
espiritual y la confesión, puedo hablar de lo que yo
misma he experimentado durante algún tiempo de experiencia
para el discernimiento de la vida religiosa, y lo que conozco,
en particular entre las religiosas de vida apostólica,
pero también bastante de la realidad de la vida contemplativa.
- En primer lugar hay algunos criterios generales a tener
en cuenta: la confesión sacramental habitual es parte
de las prácticas ordinarias de alguien que profesa
la vida religiosa, pero no está pautado que sea semanal,
o mensual, y en cuanto a con quién confesarse, en los
seminarios o en las casas de formación suele haber
algún sacerdote que asiste a los formandos, pero éstos
pueden elegir absolutamente con quién confesarse. En
las casas de profesos, cada uno busca a quien le parece mejor
para vivir con más provecho el sacramento, no hay nadie
encargado en particular. De hecho, los religiosos/as, pueden
confesarse con sacerdotes de cualquier Orden o Congregación,
no importa que no sea la propia, o con sacerdotes del clero
secular.
- En muchos casos, hay aspectos de lo que uno llama "dirección
espiritual", que no son atendidos por un sacerdote, eso
es común entre las religiosas, y la persona a cargo
en cuestión no tiene que ser religiosa de la misma
congregación u Orden de la dirigida, y cuidado, que
ésto puede pasar entre los varones también,
que hablen de sus inquietudes espirituales con religiosas
de vida apostólica o monjas de clausura.
- En cuanto a las monjas de clausura, por supuesto que hay
sacerdotes encargados de atender el Monasterio, según
la Orden a la que pertenezcan, y provistos por sus diócesis
misma, pero, aún sabiendo que las monjas no pueden
salir habitualmente de la clausura, no están obligadas
a confesar con quien atienda el Monasterio, y entiendo que
en el marco de la vida contemplativa, la función de
la comunidad, de las monjas o monjes mayores o que han sido
formadores o superiores, de las monjas o monjes de otros Monasterios
cercanos, es muy fuerte en cuanto al tema dirección
espiritual, por la especifidad de esa vida.
- Entonces, junto a las diversas prácticas y a lo
que está reglado universalmente por la Iglesia, se
encuentra uno con la importancia de los aspectos carismáticos
y los propios de los diferentes estados de vida religiosa,
estrechamente vinculados con los procesos personales.
- En cualquier caso, la confesión es un sacramento,
cuya dignidad es cualitativamente distinta y superior a la
de la dirección espiritual, por eso en ningún
caso se puede instrumentalizar la confesión, en relación
a la "dirección espiritual", subordinando
una instancia a la otra, como suele pasar en la Obra.
- Es clave tomar en cuenta que quienes corrientemente ejercen
el rol de directores/as espirituales son sacerdotes y religiosos/as
o monjes/as, que tienen la experiencia y el reconocimiento
para hacerlo, esto no quiere decir que también los
laicos no puedan ejercer oficios de estas características,
siempre que medie la virtud, la experiencia y la formación
necesaria, pero, en ningún caso es usual la práctica
de que asuman la dirección espiritual personas sin
la debida experiencia y formación, como desgraciadamente
ocurre en el Opus Dei. Ha de hacerse la salvedad, además,
de que la "cura de almas", en el sentido en que
lo define la Iglesia, es un oficio propio de los ministros
ordenados.
- Tanto en la dirección espiritual como en la confesión,
se plantea como prioridad el respeto de la conciencia personal
y de la dignidad de las personas. En términos institucionales
este criterio se ha plasmado en la Iglesia bajo la forma de
la extinción y prohibición de la práctica
de las "cuentas de conciencia", o sea que no se
puede obligar a nadie a dar cuenta de su conciencia, al estilo
charla fraterna o confidencia en el Opus Dei.
Esa práctica fue usada y favorecida en su momento,
en el ámbito de la Compañía de Jesús,
pero luego la Iglesia examinó lo contrario a la libertad
cristiana y a la dignidad personal que resulta ese uso, en
el que la persona que da cuentas queda reducida a una "servidumbre
interior", y el que las recibe, puede transformarse en
una manipulador de la vida interior de los "dirigidos".
Uno de los problemas con la "cuenta de conciencia"
es que muchas veces el superior religioso, el confesor, el
director espiritual, eran la misma persona, por lo cual, el
peligro era extremo. De hecho, la práctica de la "reserva
mental", fue un modo, no el mejor, ni siquiera el adecuado,
pero fue uno, para poner freno a esta intervención
intensa en la vida interior de las personas. Hoy en día,
estos roles son a menudo ejercidos por personas distintas,
y en el caso del confesor y el director/a espiritual, elegidos
por la persona interesada.
- De hecho, en las casas de formación, las decisiones
sobre la incorporación de los candidatos a las distintas
etapas de la vida religiosa, se tramita por la vía
del consejo de formación, o a veces del consejo de
provincia o congregacional, según los casos, oído
el parecer del formador/a sobre el candidato/a, de modo que
el candidato/a no sea una especie de insecto a estudiar, y,
por ello, con una intervención activa de la persona
interesada, en entrevistas, discernimientos, etc, normalmente
bastante prolongados, y siendo las personas MAYORES DE EDAD,
no niños o niñas de 14 años y medio.
- En cuanto a la importancia de la espiritualidad o carisma
propio de cada Orden o Congregación para este tema,
ciertamente hay quienes subrayan la importancia de la "dirección"
de almas, sobre todo aquellos de inspiración jesuítica,
más voluntarista, y en general las instituciones religiosas
nacidas después de Trento, con una marca de voluntarismo
y verticalidad muy fuerte. Luego, y sobre todo en las Ordenes
tradicionales medievales, monacales y de vida apostólica,
el tema de la dirección espiritual es visto más
como una relación discipular, de discernimiento común,
y el acento está puesto en la experiencia de la "gratuidad",
de la receptividad al don de Dios. Son tendencias espirituales
que no ponen a la voluntad en el centro, algunas acentúan
más el aspecto afectivo, otras el intelectual, en general
todas le dan importancia a la integralidad de la experiencia
humana, para la vivencia de la vida evangélica.
- Luego, respecto de la confesión sacramental, el
modo de preparación, al no estar pautado en tiempo
y forma, está más integrado al decurso de la
vida espiritual de la persona, por lo que es común
que se reflexione algún texto del evangelio, y desde
él se estructure el examen de conciencia, de acuerdo
al proceso creyente de cada quien, sin que por eso no se confiesen
los pecados, el tema es que poner el acento en la esencia
del sacramento: la misericordia de Dios que repara y restaura.
- Respecto de los modos, el uso de confesonario es muy raro,
en la mayoría de los casos la confesión es cara
a cara, inclusive entre los grupos más "duros"
no se dan las extrañas obsesiones propias de la Obra,
para el caso de la confesión de las mujeres, lo cual
no quiere decir que si alguien se quiere confesar en confesonario,
le sea negado... es opinable, para la Iglesia inclusive, lo
que viene a ser fundamental en este asunto.
- Un aspecto sumamente destacable en lo que a la dirección
espiritual incumbe, es la importancia de la amistad al interior
de la vida común, y la centralidad de la fraternidad.
La amistad es un aspecto central de la vida cristiana, muy
importante para el desarrollo sano de la afectividad en sacerdotes
y religiosos/as, que ha sido profundamente vivida por los
grandes santos y místicos de la Iglesia y sobre la
que también han escrito muchísimo. En cuanto
a la vida fraterna, el modelo de la vida apostólica
subraya el papel fundamental del discernimiento común,
de la fraternidad cotidiana que se plasma en la misión
y en un estilo de vida compartido. En algunos casos, además,
la fraternidad y la vida común están íntimamente
ligadas con el modo de gobierno de la Orden, según
el modelo de la fraternidad apostólica: así
la Orden de Predicadores o Dominicana, en la que la fraternidad
es comprendida como parte central de una "espiritualidad
del gobierno".
- En definitiva, es muy importante resaltar que la amistad
y la fraternidad cotidiana (no la idea universal de fraternidad),
son verdaderos medios de formación y de discernimiento
espiritual.
En cuanto a la amistad, no se confunde aquí la corrupción
de una realidad, con la realidad misma: la amistad "particular"
en el sentido exclusivista y cerrado, (pues ese es el sentido
propio, cuando se habla de "amistad particular"),
no puede confundirse con la amistad misma: la esencia de la
amistad reside en la comunicación recíproca
del bien, como cualquier ser humano puede testificar, de ahí
que negar la experiencia de la amistad en la vida humana,
y más en la vida religiosa, constituye una grave deformación.
- Este inciso alcanza al tema de la amistad entre varones
y mujeres, perfectamente admitida, inclusive alentada en la
vida religiosa, con las medidas de prudencia adecuadas, pero
que son eso: medidas de prudencia, no obsesiones morbosas.
De hecho, la capacidad de relacionarse con personas del sexo
contrario, es un índice importante de madurez en la
vida religiosa.
Bueno, como puede verse, el problema de la dirección
espiritual y de la confesión no son compartimentos
cerrados, sino que están integrados en lo que es la
forma y el fin de toda práctica, sacramental o no,
en el cristianismo: el seguimiento de Jesús, la unión
con el Creador, la apertura al Espíritu Santificador.
Es claro que lo que acabo de exponer no siempre se lleva
a la práctica integralmente, que hay defectos, problemas,
en fin, lo propio de la condición humana, pero esa
es la doctrina que se enseña, y que se trata de vivir,
según me consta.
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