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SOBRE LA DEPRESIÓN EN EL OPUS DEI

GALILEO, 11 de febrero de 2005

 

Estos últimos días ha vuelto a salir el tema de las depresiones en el seno del opus dei (ver correos de Andrés 6/2, Carmen Charo y Xavier de Barcelona 9/2).

En primer lugar quisiera decir que se trata de un tema muy complejo y que no es posible generalizar, partiendo de una situación personal o de algún o algunos casos aislados.

En segundo lugar creo que no me equivoco si digo que el opus Dei tiene un problema muy grave con las “depresiones” que sufren muchas personas de la institución (me refiero a numerarios y numerarias). Se trata de un “cáncer” para el que la institución no encuentra solución ni está dispuesta a hacer lo necesario para encontrarla, por motivos que expondré más adelante. Añado aquí, que debido a eso, el pronóstico de las depresiones en el opus es malo, es decir, así como el 70-80% de las depresiones fuera del opus Dei se curan completamente en un plazo de semanas o meses, dentro ese porcentaje es mucho más bajo y abundan las depresiones crónicas: personas que vegetan en los centros durante años, fuera de circulación.

El opus y sus psiquiatras meten en el saco de la depresión trastornos que no lo son, aunque puedan manifestarse también con rasgos depresivos, como pueden ser el trastorno adaptativo, el trastorno de estrés post traumático, trastornos de ansiedad, distimias reactivas y una entidad todavía no reconocida como el trastorno por deprivación afectiva. El motivo, creo que puede ser que así como con la depresión está de moda hablar de causas biológicas o genéticas, en esos otros trastornos queda muy patente que la causa es externa, y por tanto el opus y los directores podrían verse implicados.

El opus Dei utiliza también aquí una doble terminología. Para responder a las preguntas de quien se inquieta por el lamentable “espectáculo” de algunos centros, se habla de que la depresión es una enfermedad frecuente y del desgaste que suponen las exigencias de la vocación. En ese sentido a veces se cambia el término de depresión por el de agotamiento o “surmenage”, terminología muy utilizada en el opus Dei para referirse eufemísticamente a la depresión, palabra mucho más dura e inquietante.

Al afectado, en cambio, se le suele hablar de causas biológicas para tranquilizarle, que no se plantee otras causas, y tome dócilmente la medicación que se le indica. Eso sobretodo en los casos en que interesa que esa persona siga dentro y no dé problemas. Si la persona interesada no interesa o está dando problemas porque piensa “demasiado” entonces se tenderá cruelmente a culpabilizarla de la propia depresión, achacándola a la falta de generosidad, a un conflicto personal con la entrega en el opus Dei. Algo totalmente inhumano y erróneo desde un punto de vista médico. Si la depresión podría definirse como una enfermedad que consiste en sufrir en lo más profundo de uno mismo sin esperanza de recuperarse; si en esa situación a uno le dicen que la causa es su falta de entrega y generosidad, a esa persona la están literalmente rematando.

La prevalencia de trastornos depresivos en la población general oscila entre el 5 y el 10% (prevalencia se refiere al número total de personas afectadas en un momento dado). Ahora bien, la prevalencia/vida (es decir las posibilidades de desarrollar una depresión durante toda la vida de una persona singular) son del 10-15% para los hombres y del 20-25% por ciento para las mujeres. Varios testimonios en esta web apuntan a que en los centros de “mayores” hay más de un 5-10% de personas depresivas. Estadísticas generales para todo el opus Dei no las tenemos ni las tendremos, pero por mi experiencia y otros testimonios me atrevería a decir que el riesgo de deprimirse en el opus Dei es por lo menos el doble o el triple del riesgo que se observa en la población general, y eso es todavía más problemático por cuanto antes he mencionado que el pronóstico también es peor.

Afirmar que la causa de la depresión es genética es una simplificación inaceptable desde el punto de vista científico. En la mayoría de las enfermedades existe un componente genético o constitucional: el cáncer, el asma, la enfermedad coronaria, la artrosis, la osteoporosis… por citar sólo algunas de las más frecuentes. La depresión no es una excepción. Ahora bien, en todas esas enfermedades los factores ambientales son por lo menos tan importantes como los genes: en el cáncer el tabaco por ejemplo, en el asma el polen y los ácaros, en la enfermedad coronaria la alimentación, en la artrosis el tipo de trabajo y el sobrepeso, en la osteoporosis el ejercicio físico y la alimentación. De nuevo con la depresión pasa lo mismo, es cierto que algunas personas pueden tener una predisposición genética, pero las causas no sólo son genéticas, son ambientales o externas en gran medida.

En ese sentido está demostrado que la depresión se asocia a ciertas circunstancias de la vida: la pérdida del trabajo, una separación, la muerte de un ser querido, el cambio de domicilio, etc. y también lo está que las personas con circunstancias favorables en la esfera emocional y de la comunicación interpersonal tienen menos riesgo de padecer depresión.

El tratamiento de la depresión es farmacológico, pero si se añade psicoterapia (cognitiva, conductual y/o interpersonal) aumentan las posibilidades de respuesta y mejora el pronóstico (disminuye el número de recaídas), es decir se le dan “armas” a la persona afectada para que enfoque la vida de otra manera y sepa enfrentarse a los conflictos.

La dirección espiritual por tanto no tiene nada que ver con el tratamiento de la depresión. Es más, los manuales de terapia cognitiva ayudan a expresarse sin barreras hablando en profundidad de la propia vida, a eliminar ideas y creencias erróneos, detectar carencias personales, a mejorar en definitiva la autoestima.

Nos cuenta Carmen Charo en su testimonio autobiográfico (cap.6) refiriéndose a su estancia por depresión en la cuarta planta de la Clínica Universitaria: “… había una psiquiatra colombiana, numeraria, que mantenía conversaciones conmigo, como una persona de casa, más que como profesional, y me aconsejó, por lo menos en una ocasión que leyera y meditara puntos de cartas del Padre. Me pedía una mayor entrega, un mayor olvido de mí misma.”

El hecho de que a los numerarios/as y agregados/as, quizá no tanto los supernumerarios, se les indique que deben acudir a un psiquiatra del opus Dei de confianza de los directores, implica varias consecuencias que colisionan con la buena praxis médica y con la deontología profesional. En algunos casos me atrevería a decir que se han cometido actos delictivos y por supuesto podrían incurrir en responsabilidad civil: indemnizaciones, etc.

1- No se guarda el secreto profesional, asumiendo que el paciente implícitamente permite que el médico informe a los directores, confundiendo una vez más los planos de dirección espiritual y el médico, y asumiendo que todo vale con tal de controlar a esa persona. Hoy en día el tema del secreto profesional es muy serio y no se puede informar sin expreso consentimiento ni a los familiares directos. Conozco personalmente dos casos de directores del opus Dei con la licenciatura de medicina, que fueron años más tarde “reciclados” a psiquiatras por ser personas de la máxima confianza de la institución, dedicándose fundamentalmente a atender personas del opus Dei.

2. El profesional que atiende al paciente no goza de la independencia profesional necesaria, porque a su vez debe obediencia a los directores y esos pretenden controlar diversos aspectos del proceso. Por tanto las decisiones que toma no se basan sólo en criterios clínicos-médicos. Claro está, que si el profesional se dedica sólo a medicar, probablemente lo hará con libertad.

3. Se elige un tratamiento que no aborda las causas, es decir un tratamiento erróneo o cuanto menos incompleto, y por tanto menos efectivo. Me explico: el opus Dei –aunque parezca increíble- se ha decantado por un concepto de la depresión absolutamente mecanicista y materialista, considerándola como cualquier otra enfermedad corporal y marginando el alma humana, los sentimientos, la autoestima, la proyección personal, etc. Eso es así –a mi entender- porque no se podrían asumir las verdaderas causas de esa epidemia de depresiones que existe en el opus Dei, y por tanto conviene ocultarlas y “cumplir” medicando a la gente. No me quiero extender sobre las posibles causas externas (a parte de una posible predisposición genética) pero voy a mencionar algunas:

a) la falta de libertad personal para elegir o controlar el propio futuro con la inseguridad y frustraciones que eso genera.

b) la falta de libertad para afrontar los conflictos entre lo que a uno le indican y lo que uno cree que debe hacer,

c) la falta de intimidad interpersonal y de una verdadera estructura familiar con continuidad en el tiempo, con la soledad que conlleva,

d) la “espiritualidad” que incide especialmente en el sometimiento y la obediencia ciega, generadora una baja autoestima y de dependencia hacia los directores,

e) la humillación que supone verse obligado a abrir la conciencia ante personas que manosean esa información y que además la utilizan para tomar decisiones de gobierno sobre uno mismo,

f) vivir en una casa e institución falta de compasión y verdadera caridad, donde los criterios están por encima de las personas singulares.

Respecto a lo que menciona Andrés sobre los ingresos hospitalarios por depresión, tengo aquí las estadísticas de ingresos hospitalarios por depresión en Estados Unidos en el 2000 y en Canadá en 1999. En Estados Unidos hubo un ingreso por depresión por cada 1.341 habitantes y en Canadá uno por cada 1.025 habitantes. Si sacamos la media y la aplicamos a unos 20.000 numerarios/as del opus Dei nos saldrían unos 17 ingresos anuales para todo el opus Dei. Contando con que en la clínica de Pamplona sólo ingresan los que provienen de países europeos, podríamos contar aproximadamente la mitad: unos 8 o 9 ingresos anuales. Desde luego no da para llenar la cuarta planta, porque con ingresos de 4 a 8 semanas habría normalmente sólo un numerario/a ingresado por este motivo. Creo que las cifras son por lo menos cuatro veces superiores, sin contar las personas que ingresan en otras clínicas.

Bueno, sé que me he alargado un poco pero creo que es un tema importante y quizá a alguien le ayude a entender el problema de las depresiones en el opus Dei. Se podría concluir lo siguiente:

1. En el opus Dei el riesgo de padecer una depresión es mucho más alto que entre la población general, inclusive las depresiones graves que motivan un ingreso hospitalario.

2. El pronóstico de las depresiones en el opus Dei es malo: tienden a cronificarse.

3. El tratamiento suele ser farmacológico y se margina la atención a las causas de la depresión.

4. Existe la convicción de que los profesionales que también pertenecen a la institución no actúan con independencia e incluso faltan a criterios deontológicos, como el de guardar el secreto profesional y el buscar por encima de cualquier otra consideración la curación del paciente.

Un abrazo a todos y quedo a vuestra disposición,

Galileo

 

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